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Energía nuclear
No es la histeria lo que está matando la energía nuclear
El lobby nuclear ha argumentado durante décadas que el movimiento antinuclear, y la opinión mayoritaria de las poblaciones humanas, sufre de “histeria” y que no guardan relación con la realidad. Pero sus respuestas furibundas a quienes responden a su credo y su ignorancia absoluta del sufrimiento que ha generado la nuclear, invita a reconsider quién sufre de histeria y quién tiene la evidencia de su parte.
Artículo publicado originalmente en Beyond Nuclear International.
Pero la destrucción que genera nos debería emocionar
Hace un tiempo, cuando una mujer tenía menopausia, síndrome premenstrual, una líbido algo alta o falta completa de la misma, se la juzgaba como “histérica”. Su condición o problema, médico o psicológico, se resumía en “reacción emocional”. Incluso se creía que aquellos síntomas se debían a un “útero errante”. ¿En serio? Sí.
Durante años, si eras una mujer antinuclear, se te consideraba así. Con suerte no lo del útero, pero mejor olvidémoslo. ¿A cuántas nos dijeron que éramos demasiado “emocionales”? La implicación, que no entendíamos de “ciencia”.
Pero conforme la supervivencia a largo tiempo de la nuclear se volvía más improbable, las fuerzas pronucleares redoblaron sus esfuerzos y empezaron a meter a todo el mundo en el cajón de la “histeria”. Ahí pertenecías si te atrevías a señalar el peligro de la nuclear. Histéricas. Diseminábamos miedo e ignorancia. Como se dice ahora, “fake news”. Por todas partes nos lo siguen haciendo.
“Veamos si hay países en el mundo que no se dejaron llevar por la histeria antinuclear, y el impacto que eso tuvo sobre las emisiones”, escribió un tal Anhony Watts en su blog tras la catástrofe de Fukushima.
Bajo el titular 'No hay motivos para la histeria antinuclear', Vei Ringel escribía en la Executive Intelligence Review: “Si no nos protegemos contra la ideología histérica antimodernidad, antinuclear... nuestras nietas acabarán tejiendo camisetas para el mercado chino”. Hablando de histeria.
“Una catástrofe nuclear en la central nuclear de Fukushima Daichi, en Japón, ha generado un rebrote de histeria nuclear”, decía John Downs en Business Insider. Los ilustres científicos (nótese la ironía) Penn y Teller llamaron a su crítica de Helen Caldicott, de Beyond Nuclear, y seguramente una persona “muy emocional”, “Penn & Teller vs Dr. Helen Caldicott, velas y alarmismo antinuclear”.
Fareed Zacharia escribiría en el Washington Post: “El temor a la nuclear, que [el senador Bernie] Sanders comparte, se basan en reacciones emocionales a los escasos accidentes ocurridos en las últimas décadas”. Parece sacado de un post pronuclear en Facebook.
Es el hecho de que puede envenenar a las personas, animales, aire, tierra y agua durante millones de años.
Es el hecho de que, pese a su pontificación desde una torre de marfil, gente como Zacharia nunca han coincidido con las madres de Fukushima o Chernóbil. Sus hijos serán estadísticas inmateriales para sublimes columnistas y bloggers, pero no lo son para sus madres.
Y no es miedo lo que conduce a políticos como Bernie Sanders a oponerse a la energía nuclear. Es todo el dinero que hace falta para que reflotarla de sí misma. Un dinero, y un tiempo, que podríamos estar dedicando a la acción rápida por el clima.
Así que sí, Sr. Zacharia, tengo una “reacción emocional” cuando veo a niños que deberían ser sanos y felices que tienen que evacuar, que no pueden jugar en la calle, que sufren de acoso escolar o, peor, cáncer de tiroides, y todo por culpa de Fukushima.
Tengo una “reacción emocional” cuando veo las caras de tristeza de los niños con discapacidades físicas y/o mentales en los orfanatos de Bielorrusia. Niños que sufren por el accidente de Chernóbil del 86, mucho antes de que nacieran.
Tengo una “reacción emocional” cuando veo las caras de tristeza de los niños con discapacidades físicas y/o mentales en los orfanatos de Bielorrusia. Niños que sufren por el accidente de Chernóbil del 86, mucho antes de que nacieran siquiera.
Tengo una “reacción emocional” cuando veo fotos y vídeos de vacas muertas o moribundas, abandonadas en Fukushima, el eco de sus mugidos extendiéndose por establos repletos de los cadáveres de sus compañeras.
Y sí, también tengo una “reacción emocional” incluso cuando no suceden accidentes.
Me preocupa mucho el alarmante aumento de leucemia entre los niños que viven cerca de centrales nucleares.
Me emociono escuchando las historias de los mineros de uranio navajos y sus familias, que se enfrentan a enfermedades relacionadas con la exposición a la radiación, además de escasez y discriminación.
Me perturba, emocionalmente, las consecuencias de las centrales nucleares sobre especies marinas en peligro de extinción, que son atrapadas y mueren dentro de ellas.
Y me enfado cuando veo, una y otra vez, que los únicos planes para gestionar los residuos radioactivos consisten en dejarlos junto a comunidades no blancas, no urbanas.
El lobby nuclear contesta a todo esto diciendo, como Zacharia, que la nuclear es “300 veces más segura que el carbón”, de acuerdo con un estudio de la Universidad de Oxford. Lo que es, por supuesto, irrelevante. Cuando empleamos nuestros argumentos “emocionales” contra la nuclear, por el peligro que supone sobre todas las formas de vida, no estamos necesariamente diciendo que el carbón sería mejor. Es una acusación absurda. No regresaremos al carbón.
Lo que decimos es que las renovables son más seguras, no que sean 100% seguras. Aún no se ha descubierto una forma de generación de energía que no afecte al medioambiente.
No tenemos que afrontar la decisión de Sophie. Pero sí tenemos que decidir si preferimos nuclear o renovables. Y allá donde la nuclear está desapareciendo, como en Alemania, Suiza, Nebraska y California, es precisamente lo que está sucediendo.
La Asociación Psiquiátrica Americana abandonó el concepto 'histeria' en 1952. El lobby nuclear se debería aplicar el cuento y decir algo ante los muy reales peligros médicos de su negocio, que afecta desproporcionada a las comunidades con menos recursos para frenarles. La definición de valientes, vamos.
Si no tienes una “reacción emocional” cuando te acercas a las tragedias de la energía nuclear, entonces eres tú quien tiene que ir al médico.
Traducción de Raúl Sánchez Saura.
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"Es el hecho de que puede envenenar a las personas, animales, aire, tierra y agua durante millones de años."
Un tanto exagerado, teniendo en cuenta que la radiactividad decae a niveles naturales antes. Honestamente, sí, creo que no entiende la ciencia que hay detrás. Por cierto, hay montones de sustancias químicas que no desaparecen ni siquiera en ese tiempo.
"cáncer de tiroides, y todo por culpa de Fukushima"
Una frase sin base que la sustente. Aquí tiene un artículo de una revista de divulgación científica
https://www.sciencemag.org/news/2016/03/mystery-cancers-are-cropping-children-aftermath-fukushima
“The prevalence of thyroid cancer detected by advanced ultrasound techniques in other areas of Japan does not differ meaningfully from that in Fukushima Prefecture,”
"Me preocupa mucho el alarmante aumento de leucemia entre los niños que viven cerca de centrales nucleares"
La mayor parte de los estudios no encuentran la relación que la autora indica y, cuando la encuentran, se topan con un pequeño problema que la autora no menciona: la radiación no parece ser la causa dado que las dosis recibidas por la población más cercana suelen ser del orden de 0,001-0,01 mSv/año, o sea, unas 200-2000 veces menos que la radiación natural estándar.
Sigamos el ejemplo de Alemania, que tras comenzar su desconexión nuclear se ha convertido en el país que más carbón quema de la UE. Las renovables necesitan una fuente de energía de respaldo constante y fiable y, a día de hoy, la única que no emite gases de efecto invernadero es la nuclear.
La extracción del combustible nuclear y los materiales para su fabricación, la compleja construcción, mantenimiento y reparación de las centrales, la necesidad de una fuente de agua cercana para enfriar los reactores, la necesidad de construir y aislar una enorme superficie para el aislamiento de los residuos. Todo genera CO2 no se puede contar solo con la parte de la generación, por otro lado los costes, necesita subvenciones e ingentes recursos para su construcción, normalmente públicos para luego su explotación privada. Cuando hay un accidente (más o menos grave), la política de las empresas es primero siempre denegarlo y ante la denuncia de grupos ecologistas siempre tiene que intervenir la autoridad para luego después reconocerlo públicamente.
Hay alternativas, hay que poner mucha más renovables, solar, eólica, mareomotriz y ya hay tecnología de baterías viable para almacenar todo el sobrante para dar servicio a la red (como ambri) con la potencia que demande.
Es una cuestión comercial, unos pocos quieren ser los suministradores únicos de la energía y quieren que el resto les tengamos que pagar peaje.
En Fukushima los Japoneses estuvieron muy cerca de la hecatombe de perder Tokio con una zona habitada por más de 30 millones de personas de imposible evacuación para todos. ¿Cuantos accidentes nucleares catastróficos tienen que ocurrir para darnos cuenta de que no podemos seguir usando esta tipo de energía?, ya tenemos unos pocos miles de kilómetros cuadrados condenados para la vida humana por la toxicidad de la radiación, es cuestión de tiempo que si seguimos por ese camino ocurra un accidente todavía mayor solo por la codicia de unos pocos.
La autora parece olvidar que la energía nuclear tiene una enorme ventaja: no emite gases de efectos de invernadero. Por tanto, tampoco contribuye al cambio climático. Por otro lado, permite la generación de energía continua y controlada, al contrario que las energías renovables (si no hay viento, no se puede producir energía eólica; si no hay sol, tampoco hay forma de generar energía solar). Así, se echa en falta una explicación de cómo, a juicio de la autora, se podría apoyar la producción de energía para abastecer las necesidades de consumo actuales y futuras sin recurrir a combustibles fósiles ni a la energía nuclear.
Relacionado con esto último, si recurrimos a argumento emocionales, parecería razonable también añadir estimaciones de las muertes que han causado los accidentes nucleares. Las estimaciones más pesimistas indican que a causa del desastre de Chernóbil el total de personas que han fallecido o fallecerán es de unas 60.000 personas, mientras que en Fukushima sólo se ha reportado una muerte por radiación, aunque como consecuencia de accidentes durante la evacuación o por secuelas emocionales la cifra se podría elevar hasta unas 1.000 muertes [1]. Las estimaciones de muertes prematuras asociadas a la obtención de energía a través de combustibles fósiles, van del orden de cientos de miles a millones de personas cada año.
Por último, el artículo contiene algunas afirmaciones cuanto menos controvertidas, como el aumento de caso de leucemia en niños que viven alrededor de centrales nucleares. Sería interesante que se citase la fuente de donde la autora ha obtenido esa información, porque hay estudios científicos importantes que señalan precisamente que esa información es errónea [2].
[1] https://ourworldindata.org/what-was-the-death-toll-from-chernobyl-and-fukushima
[2] https://www.nature.com/news/2011/110506/full/news.2011.275.html