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Uranio
La ruta Yellowcake
El autor comparte su experiencia en la llamada ruta Yellowcake, de Japón a Australia, en busca de cómo la energía nuclear, sus centrales, sus minas de uranio, han influido ambos países y sus relaciones. Allí conoció varios grupos antinucleares que están fortaleciendo sus lazos en la lucha por un futuro pacífico sin la nuclear.
Artículo publicado originalmente en Beyond Nuclear International.
El 19 de julio de 2019 tomé un avión en Tokio rumbo a Cairns, Australia, en un viaje de dos semanas para continuar con mi investigación sobre activismo transacional en la región Asia-Pacífico. Mi propósito era aprender las rutas por las que el uranio viaja de Australia a Japón y los correspondientes movimientos de protestas que han surgido a lo largo del camino, con sus posibles interrelaciones.
Antes de Fukushima, Australia proveeía aproximadamente un tercio de las necesidades nucleares de Japón, algo que descubrí por primera vez cuando activistas antinucleares viajaron de Australia a Japón en 2012 para la Global Conference for a Nuclear Power Free World.
Desde entonces he dedicado mucho tiempo a la relación nuclear entre mi país de nacimiento y mi segundo hogar en Japón. Tras pasar muchas horas en mi oficina en Tokio, decidí emprender un viaje físico para aprender sobre la ruta Yellowcake.
En Cairns conocí a un grupo de personas japo-australianas que organizan Smile with Kids, una organización que ofrece viajes de 10 días a Cairns a estudiantes de secundaria de la Prefectura de Fukushima, cuyas vidas han quedado destruidas de muchas maneras desde marzo de 2011.
Esta visita coincidía con otra a la ciudad de Peace Boat, un crucero dedicado a la educación sobre paz y medioambiente durante sus viajes regionales y globales.
Antes de Fukushima, Australia proveeía aproximadamente un tercio de las necesidades nucleares de Japón, algo que descubrí por primera vez cuando activistas antinucleares viajaron de Australia a Japón en 2012 para la Global Conference for a Nuclear Power Free World.
El crucero forma parte de una ONG a su vez partícipe del movimiento antinuclear en el Japón post-Fukushima. Los activistas locales hicieron uso de la situación para preparar una recepción de bienvenida a los pasajeros y trabajadores de Peace Boat, compartiendo con ellos las experiencias de la juventud de Fukushima al crecer en la zona de un desastre nuclear.
En Cairns los chicos y chicas se quedan con familias y forman parte de un programa educativo. Les acompañé un día en una visita al cenotafio de Cairns, donde un hombre japonés asentado allí dio una charla sobre la historia bélica australiana y su conflicto con Japón durante la Segunda Guerra Mundial.
Al día siguiente fuimos a Spring Dew Farm, una granja ecológica que utiliza métodos naturales de cultuvo. El granjero era un hombre japo-australiano que participó en una caminata de ocho meses de Australia a Japón en 2003 y 2004, visitando minas de uranio e instalaciones nucleares como parte de una protesta contra la industria nuclear, conectando varios movimientos y memorias de ambos países. Habló con los niños después de que prepararan el almuerzo utilizando verduras recién recogidas en la misma granja.
En Canberra, visité los archivos para conocer la historia de la resistencia antinuclear en Australia y las conexiones con la historia nuclear de Japón y sus propios movimientos antinucleares. Quería ver cómo las personas que testificaron ante la Consulta medioambiental sobre el uranio de Ranger entre 1975 y 1977 entendían la geografía de la mina de uranio Ranger que se pretendía abrir.
Los resultados de mi investigación confirmaron lo que otras fuentes habían sugerido: los promotores de la mina cacarearon largo y tendido sobre la demanda japonesa anticipada para justificar sus intereses. Mientras tanto, los activistas antinucleares se correspondían con el creciente sentimiento antinuclear australiano. Las relaciones entre los movimientos de ambos países eran aún embriónicas, pero encontré evidencias de su existencia en aquella época y que se desarrollarían en las décadas subsiguientes.
En la región de Darwin, conocí más sobre la minería de uranio y su rol en la pérdida de control aborigen de las regiones del norte por el bien de las exportaciones a Japón, como un nuevo ejemplo de la fuerte relación australiana con Asia y la búsqueda del hombre blanco de beneficio fácil a costa de los derechos de las poblaciones nativas.
Un activista local me llevó a Kakadu donde tuve el privilegio de conocer a Yvonne Margarula, Propietaria tradicional del pueblo mirrar. Hablé durante dos horas con el personal de la corporación aborigen Gundjeihmi, la empresa fundada por los mirrar para gestionar las regalías de la mina de uranio Ranger y para mantener “un equilibrio entre la sostenibilidad, la práctica tradicional y la cultura viva de la tierra”.
En la región de Darwin, conocí más sobre la minería de uranio y su rol en la pérdida de control aborigen de las regiones del norte por el bien de las exportaciones a Japón, como un nuevo ejemplo de la fuerte relación australiana con Asia y la búsqueda del hombre blanco de beneficio fácil a costa de los derechos de las poblaciones nativas.
Allí aprendí sobre la centralidad del mercado del uranio de Japón, que ha forzado la existencia de Ranger e iniciado una nueva etapa de la lucha mirrar. Terminamos el día conduciendo por la mina, ya cerrada, y la gran destrucción que había causado en la zona. Ahora destinan allí residuos de la represa en un intento de limpieza. La lucha indígena busca que se descontamine y limpie Ranger.
Concluí mi viaje atendiendo la conferencia en Darwin de la Red Australiana Independiente por la Paz (IPAN por sus siglas en inglés). Varios grupos conforman esta organización y trabajan por la paz en Australia y Asia-Pacífico. Esta red se formó al pivotar EEUU hacia Asia, y Australia en particular, como cuando establecieron una “rotación” permanente de marinos en Darwin.
Los distintos grupos por la paz representados en la conferencia abarcaban desde grupos cristianos hasta ex-diplomáticos, profesores universitarios, un senador Verde, grupos indígenas y el Sindicato Marítimo de Australia, entre otros, todos con un fuerte convencimiento internacionalista y antiracista.
Varias improvisaciones y cambios de planes conformaron mi viaje, lo cual me mostró la importancia del azar, de la sincronicidad y la buena voluntad cuando se realiza trabajo de campo en un territorio desconocido. Tenía un plan básico y algunos contactos a lo largo de la geografía, pero iba con dudas sobre si encontraría la historia que quería contar.
Con la ruta Yellowcake, conocí infinidad de buenas personas y lugares que unen a Australia y Japón en la era atómica. Encontré la inspiración que necesitaba para contar la historia de la minería de uranio y la búsqueda de nuevas formas de energía que han conectado ambas islas en la era nuclear.
Traducción de Raúl Sánchez Saura.