Energía nuclear
Cero emisiones sin nucleares

No solo es posible, también esencial.
Central Nuclear Trillo
Central nuclear de Trillo, en Guadalajara. David F. Sabadell
Autor
15 may 2023 02:30

Artículo publicado originalmente en Beyond Nuclear International

Dadas las promesas utópicas de los nuevos diseños, los descomunales costes, la limitadísima capacidad para reducir las emisiones cuando la comparamos con las renovables, el problema sin resolver de los residuos, la inflexibilidad y antigüedad de la nuclear no solo no ayuda, sino que frena la mitigación climática.

Me interesé en Greenpeace en 1973, antes de unirme a Amigos de la Tierra, al movimiento antinuclear y al Partido Verde británico al año siguiente. Había seguido las movilizaciones contra las pruebas de armas nucleares en Alaska o las de Francia en el Pacífico. Contaba con 23 años por aquel entonces. Lo desconocía absolutamente todo, pero ya sabía que la nuclear era mala por muchos motivos.

Los primeros años de Greenpeace no parecen de importancia ahora, tras décadas de triunfos. Pero siguen importando. Greenpeace ha sido una organización antinuclear desde el principio. A veces en la vanguardia de la lucha. A veces desde la distancia. Pero la nuclear nunca ha formado parte de las propuestas de Greenpeace para un futuro de cero emisiones. De hecho, han apoyado con vehemencia mi informe ‘Net Zero Without Nuclear’.

Escribí este informe en parte porque la industria nuclear está ejerciendo una agresiva propaganda, y en parte porque los verdes pronucleares, que siempre han existido, se están multiplicando.

Y veo por qué. El viaje hacia las cero emisiones es, de lejos, el mayor desafío que la humanidad jamás ha enfrentado. Roy Scranton escribió en la Los Angeles Review of Books en junio de 2019 que:

“El cambio climático es mayor que el New Deal, que el Plan Marshall, que la Segunda Guerra Mundial. Mayor que el racismo, el sexismo, la desigualdad, la esclavitud, el Holocausto, el fin de la naturaleza, la sexta extinción masiva, hambrunas, guerras y plagas, que todo esto a la vez. Porque el caos que conlleva va a sobrepasar cualquier otro problema. Afrontar esta crisis con éxito requeriría una revolución abrupta, y traumática, en la sociedad humana global. Fracasar a la hora de afrontarla sería aún peor.“

”No sobran las personas que lo ven de este modo. Por ahora. Pero cada vez son mas quienes opinan lo mismo, conforme las evidencias de este caos se nos multiplican. Y ya sabemos que la clase de descarbonización radical de la que depende nuestro planeta va a ser muy dura. ¿Así que, ¿por qué íbamos a rechazar la contribución potencialmente esencial de este desafío de la descarbonización?“

Dadas las dimensiones del mismo, debemos dejar claro la necesidad de renunciar a la nuclear en nuestro futuro de emisiones cero. Después de todo, la nuclear emite, y más de lo que parece, aunque menos que los combustibles fósiles.

Me convertí en director de Amigos de la Tierra Reino Unido en 1984. Ese mismo año publiqué mi primer libro. Echando la vista atrás a lo que dije entonces, era un gran enemigo de la nuclear pero, he de admitir, mi defensa de las renovables era más bien floja. Salvo por unas pocas personas visionarias en los 80, como Amory Lovins y Walt Patterson, nadie pensaba que estas podrían jamás sustituir a los combustibles fósiles y a la nuclear. Y cualquiera que defendiera tamaña postura acababa siendo ridiculizado.

Afortunadamente, ya no quedan dudas sobre la viabilidad de esta alternativa. En 2020, la Universidad de Stanford publicó una colección de 56 artículos académicos, de 18 grupos de investigación distintos, apoyando la idea de que toda la energía necesaria para la electricidad, transporte, calefacción y enfriamiento, y todo propósito industrial, pueden ser provistos con un 100% (o casi) de energía renovable. La solución pasa por transicionar lo antes posible a la eólica, la solar, la eficiencia y el almacenamiento.

La solución pasa por transicionar lo antes posible a la eólica, la solar, la eficiencia y el almacenamiento.

Esta transición ya está sucediendo. Hasta la fecha, 11 países han alcanzado o excedido un 100% de producción eléctrica renovable. Y otros 12 países quieren alcanzar este porcentaje en 2030. En Reino Unido, la Asociación para la Energía Renovable y Tecnología Limpia asegura que pueden alcanzar el 100% de electricidad renovable en 2032. Año tras año, se está alcanzando el 40% en momentos puntuales.

Por supuesto, hay una gran diferencia entre electricidad y consumo energético total. Pero hace poco Carbon Tracker publicó su análisis más reciente sobre el potencial de las renovables, exponiendo de manera convincente que solo con la solar y la eólica se podría satisfacer la demanda global de energía 100 veces en 2050, y que los miedos sobre los recursos necesarios para conseguirlo carecen de base científica. La superficie requerida para paneles solares que proveerían toda la energía global supondría unos 450.000 km2, o solo el 0,3% de la superficie total. Resulta apropiado añadir que la infraestructura fósil actual se apodera de mucha más tierra. Como el informe dice:

“Las barreras técnicas y económicas han sido sobrepasadas y el único impedimento para el cambio procede de la política. A cuentagotas, los distintos países y sectores están abandonando los combustibles fósiles en favor de las renovables. Incluso países en los que el potencial técnico es inferior a la demanda energética hasta 10 veces […] han diseñado estrategias innovadoras para generar energía“.

”La industria fósil no puede competir con el avance de las renovables, así que su demanda bajara mientras suben las de la solar y la eólica. Con las actuales tasas de crecimiento de estas, de un 15-20%, los combustibles fósiles quedaran arrinconados y expulsados del sector eléctrico para mediados de los 2030, y del suministro energético total para 2050“.

”El desbloqueo de unas reservas energéticas 100 veces superiores a nuestra demanda actual crea nuevas posibilidades. Una energía más barata, empleo local y un mundo más egalitario con menor presión sobre el medio ambiente“.

”Los países pobres serían los mayores beneficiarios. Tienen la mayor ratio de potencial solar y eólica, suficientes para afrontar sus demandas energéticas y beneficiar a sus poblaciones”.

La nuclear no forma parte de estas proyecciones, hablemos de reactores pequeños o grandes, de fisión o de fusión. La verdad es que debemos considerarla como una tecnología del siglo pasado, con un rol cada vez menor para el nuevo. La nuclear se ha mostrado incapaz de solucionar sus problemas inherentes en cuanto a coste, atrasos de construcción, residuos, decomisión, seguridad (física y ciber), mucho menos los riesgos materiales aún existentes frutos de accidentes como Chernóbil y Fukushima. Mi informe de cero emisiones sin nuclear ahonda en todos estos problemas.

Dada esta realidad, ¿por qué la clase política británica sigue apoyando esta tecnología? A algunos ecologistas les puede costar descubrir que la defensa de la nuclear por parte del gobierno procede de la necesidad de mantener la capacidad armamentística del país. Quieren mantener una base de ingenieros nucleares y su suministro para las empresas que proveen de componentes a la industria nuclear, tanto civil como militar. El descomunal trabajo de Andy Stirling y Phil Johnston en la Unidad de Investigación de Política Científica de la Universidad de Sussex ha expuesto la profundidad e intensidad de estas interdependencias, demostrando como la base industrial militar británica se volvería inasequible ante la ausencia de la energía nuclear.

Lo que esto significa es que los verdes pronucleares de hoy en día no solo pregonan una fantasía sin fin, sino que defienden un mundo en riesgo por la continua dependencia de las armas nucleares. Se trata de una postura extraña, y contraria al bien general.

Traducción de Raúl Sánchez Saura.

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