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Deportes
El baloncesto popular madrileño cumple 10 años: politizar las canchas municipales es posible
En 2012 un grupo de chavales que bajaban a las canchas de baloncesto de la IBM, en el barrio de la Prosperidad, se les ocurrió que había que crear una liga para las personas que siempre jugaban a la misma hora en diferentes pistas. “Hicimos un folleto de invitación y lo fuimos pegando por todas las canchas del barrio para juntar a la gente en una asamblea. El primer año surgieron ocho equipos y decidimos cómo queríamos la liga”, cuenta Álvaro Lázaro, uno de los que estuvo desde el inicio en el proyecto y que actualmente continúa jugando en el Pyongyang All Stars.
La Liga Cooperativa de Baloncesto de Madriz acaba de cumplir su décimo aniversario con un historial de más de 4.000 partidos. Para Daniel Yebra, jugador del Equipo 2, “la Liga cada año se transforma. Todo el mundo que la prueba acaba metiéndose en uno de los equipos o intentando formar otro nuevo. Es una forma de hacer deporte totalmente diferente a toda la oferta que hay en Madrid y diría que en la mayoría de ciudades de España”.
La autogestión es organización colectiva
Ni Thomas More se habría podido imaginar el funcionamiento de esta liga. Primera norma: quien juega pone las normas. Toda la organización se hace en base a tres asambleas a lo largo del año. La primera se convoca en septiembre y acude una persona delegada de cada equipo para decidir cómo será la primera fase de la temporada, constituir los equipos que participarán y abordar la posible modificación de alguna de sus bases. Esta primera fase que contó con cerca de 40 equipos duró de octubre a diciembre de 2022.
Primera norma: quien juega pone las normas. Toda la organización se hace en base a tres asambleas a lo largo del año
Segunda norma: la autogestión no es magia. La Liga cuenta con varias comisiones que consiguen sacar el trabajo adelante, de esta manera logran autogestionar la forma de competir y la forma de organizarse. Una vez constituidos todos los equipos se crean tres grupos (A, B y C). “Por ejemplo, si estoy en el C hacemos un grupo de WhatsApp con un delegado de cada equipo. Para jugar los partidos hay que ir escribiendo los horarios y fechas disponibles. Así se van acordando semana a semana con los equipos con los que te tienes que cruzar. Al principio es muy fácil. Luego, es más difícil cuadrar, porque solo juegas una vez con cada equipo. De hecho, se puede dejar un partido sin jugar”.
La segunda fase de la temporada, de enero a mayo, integra en el Grupo A los equipos que quedaron en los mejores puestos de la primera fase, los que se quedaron a mitad de tabla en el Grupo B y los que están más abajo en el Grupo C. Después vienen los playoffs con los dos finalistas de cada grupo. Por eso, el pasado sábado 10 de junio se jugaron hasta tres finales en el Casino de la Reina del barrio de Lavapiés. La del Grupo A fueron el Bonobxs contra el CTG (72-75), la del Grupo B fue entre Skascajares contra el Chicago Qs (55-42) y la del Grupo C entre Loz Patoz contra el Denme nuggets (57-42).
Además de estas tres finales, se juega una cuarta, la fairplay que en esta ocasión fue entre el Pyongyang All Stars y el Chicago Punks (25-29). “Al final de cada partido tenemos que valorar al otro equipo. Valoramos con ‘1’ si todo ha ido bien, con ‘0’ si ha sido un partido normal aunque con algún pique y si ha sido un partido feo con situaciones tensas se le pone ‘-1’. En cada fase se hace una clasificación de fairplay con estas valoraciones. Los dos equipos mejor valorados al acabar la temporada son los que juegan el día de la final otro partido”.
“Se valora el fairplay porque no hay árbitros. Una de las formas de que la gente sea consciente de lo que hace es responsabilizándose de su forma de jugar"
Tercera norma: no hay señores con silbatos ni camisetas de rayas. “Se valora el fairplay porque no hay árbitros. Una de las formas de que la gente sea consciente de lo que hace es responsabilizándose de su forma de jugar, que reconozcas tus errores y pites tus propias faltas. Aunque pueda parecer extraño, funciona muy bien. Lógicamente, hay momentos en los que da algunos problemas, sobre todo cuando los partidos van más ajustados. Se genera un efecto positivo, porque si tú pitas bien, el otro equipo también pita bien, igual que se puede generar el efecto contrario”, explica Yebra.
Cuarta norma: aquí también juegan mis amigas. Esta liga se define por sus bases como abierta y mixta, aunque reconocen que la mayoría de sus jugadores son hombres. Sara García, la única mujer de su equipo, el Chicago Punks, critica que “el porcentaje de mujeres no supera el 5%, por no hablar de otros cuerpos disidentes. No nos podemos considerar mixta cuando realmente no hay una diversidad de cuerpos que no sean hombres cisheteros. Históricamente han sido de ellos todos los espacios, incluidas las canchas municipales. Cuando compañeras u otras personas, trans o disidentes, han intentado ocuparlas no se les ha permitido”.
Marina Antón, jugadora del Bonobxs, considera que “es importante que hasta 16 equipos hayan incorporado al menos una mujer, de hecho cuando me enfrento a otros equipos en los que hay más mujeres, y en esta temporada ha pasado bastante, ha sido una motivación más y una alegría. Aunque evidentemente siempre nos gustaría que hubiera más participación porque esto siempre favorece al deporte en general”.
“Es importante que hasta 16 equipos hayan incorporado al menos una mujer, de hecho cuando me enfrento a otros equipos en los que hay más mujeres ha sido una motivación más y una alegría"
El descontento o la tardanza en conseguir una liga realmente mixta ha provocado que un grupo de jugadoras decidieran crear el año pasado la Liga Gamberra, formada por mujeres e identidades disidentes. “Empezamos en septiembre de 2022 y surgió debido a que la Liga Cooperativa no se considera un espacio seguro. No quisimos tampoco recuperar la antigua Liga Femenina Cooperativa, porque era volver a la división binaria en la que otra vez no tienen cabida otras identidades y cuerpos. Tuvo muy buena acogida, se presentaron cerca de siete equipos y hubo un montón de personas a nivel individual que al final acabaron creando un equipo nuevo”. El pasado 11 de junio la Liga Gamberra jugó el último torneo de su primera temporada en el Rancho del Cordobés, en el barrio de Orcasur.
Quinta norma: ocupar los espacios públicos. Formar parte de la liga es gratis porque los equipos organizan sus partidos en las canchas municipales. La mayoría de los partidos se han jugado siempre en el Parque Flori, aunque reconocen que les gustaría acercarse más a otros barrios. “Se intenta que cada vez se juegue en más canchas para que la gente del barrio que quiera bajar no sienta que la Liga ocupa constantemente el espacio. Hay un grupo que se encarga de buscar nuevos lugares. Se ha intentado varias veces llegar a Vallecas, Carabanchel, sobre todo barrios populares y la verdad es que es difícil”, cuenta Yebra.
De Madrid, pasando por Roma, hasta llegar a Shatila
La Liga Cooperativa de Baloncesto se ha convertido en un referente, incluso, ha llegado a contagiar el virus de lo comunitario en otros territorios. Los equipos han tejido alianzas en Alicante, Ciudad Real, Bolonia, Roma y Shatila. “Dos chicos de Bolonia que estaban de Erasmus en Madrid decidieron llevar el formato a su ciudad y siguen haciendo una liga cooperativa allí”, afirma Lázaro.
También fue el boca a boca el culpable de conectar la Liga con Shatila. David Ruggini es de Florencia y trabajaba en una ONG en Beirut cuando conoció a una amiga madrileña a la que le acabó contando el proyecto de Basket Beats Borders, un grupo de mujeres palestinas que hacen baloncesto desde el campo de personas refugiadas de Shatila. Seis meses después, en el verano de 2019, una persona de la Liga Cooperativa contactó con Ruggini. Al poco la Liga se sumó a un viaje organizado por varios equipos italianos para ir al campo. Así empezó a gestarse el vínculo.
Con la llegada de la pandemia los viajes se hicieron imposibles, pero esto no impidió que la solidaridad con Palestina siguiese. La Liga colaboró para la distribución de alimentos y el soporte a las familias refugiadas dentro del campo. Finalmente, en junio de 2022, las jugadoras pudieron visitar Madrid para conocer al colectivo de la Liga y contar lo que ocurre en Shatila. Este campamento se creó en Beirut en 1949 para la población palestina refugiada y a día de hoy lo habitan cerca de 22.000 personas, muchas de ellas también son de origen sirio tras el estallido de la guerra.
Lo deportivo es político
Horizontal, asamblearia, autogestionada, sin árbitros, abierta, mixta y gratuita, así es la Liga Cooperativa de Baloncesto de Madriz, que desde hace diez años lleva haciendo política en las canchas a través de estas normas. “La Liga se convierte en un colectivo de gente que pertenece a otros colectivos, es decir, se convierte en una red que sirve para apoyar otros proyectos en los barrios de aquí, pero también en Shatila. Nuestras ideas tienen su origen en el deporte pero en realidad apelan a cualquier tipo de organización política, es transformador para cualquier actividad y cambia totalmente la perspectiva”, alega Yebra.
“Tiene un componente político muy alto porque nuestras bases son anticapitalistas, feministas y antirracistas. Buscamos luchar contra todas esas violencias que ocurren en el baloncesto convencional"
Para García la Liga “tiene un componente político muy alto porque nuestras bases son anticapitalistas, feministas y antirracistas. Buscamos luchar contra todas esas violencias que ocurren en el baloncesto convencional y a la vez intentamos promover un cambio desde los barrios. Aquí aunque no sepas jugar ni te vamos a echar ni vas a estar menos tiempo de partido. De hecho tenemos una escuela para las personas que quieran mejorar o que no saben jugar”. También para Lázaro “la forma en la que te obligan a hacer deporte es política, porque cuando eres pequeño necesitas anotarte a un club, pagar o incluso tener tarjeta de residencia. Hay una parte de clase social sobre quién puede practicar deporte”.
La temporada de la Liga ha terminado con una gran final en el barrio de Lavapiés, pero el trabajo en los barrios continúa. El próximo 16 de junio el colectivo organiza una fiesta solidaria que destinará lo recaudado para las compañeras de Basket Beats Borders y sufragar los gastos de la cooperativa. El baloncesto popular de Madrid celebrará su décimo aniversario por todo lo alto en la Sala Gruta 77, donde las actuaciones de La ONU, Cristosaurio, DJ Maria Turme y DJ Guerryjazz nos harán perrear hasta la madrugada.