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Sorprendiendo al periodista, al llegar a la entrevista estrecha la mano con más calidez que fuerza. El de Abner Lloveras (Barcelona, 1982) era el primer nombre que aparecía en la lista de firmantes del manifiesto No ens deixem emportar per la resignació: plantem cara en apoyo a la Candidatura d’Unitat Popular (CUP) las pasadas elecciones. ¿Un luchador profesional de artes marciales mixtas (MMA) dando apoyo a la izquierda independentista? La historia de Lloveras tiene todos los ingredientes clásicos de una historia de boxeo —el ascenso desde un barrio humilde de Barcelona, el Besós, hasta lo más alto de la competición internacional— y recuerda a lo que Bertolt Brecht escribió hace casi cien años sobre el boxeador Paul Samson-Körner: “Lo primero que debe de haber para que un boxeador se convierta en uno es el corazón.”
En el manifiesto de apoyo a la CUP en las últimas elecciones el orden estrictamente alfabético hizo que tu nombre apareciese el primero, lo que sorprendió a muchos. ¿Por qué diste tu apoyo a la CUP?
Por mi manera de pensar, porque soy independentista. La CUP ha apoyado la independencia de Catalunya y su manera de pensar es la que más se acerca a la mía. No en todo, claro, pero de todas las organizaciones políticas es la que más se acerca.
En un gimnasio hay que pagar una cuota de 70 euros mensuales. Los de BJJ tienen una cuota de 100, 120 euros al mes. No todo el mundo puede pagar eso. Acaba siendo un filtro clasista
He entrenado con gente de la CUP y cuando me preguntaron si quería firmar el manifiesto contesté que sí. “No te compromete a nada”, me dijeron. A mí eso no me importa. Todo el mundo sabe cuál es mi manera de pensar. Hasta saben mi dirección (risas).
Años atrás otro deportista, el futbolista Oleguer Presas, dio su apoyo a la CUP.
¿El que se negó a jugar en la selección española?
Acabó siendo seleccionado y se incorporó, supongo que por presiones.
Como deportista debe ser complicado, no hay otra selección en la que puedas jugar.
¿Cuándo comenzaste a interesarte por los deportes de contacto?
En la adolescencia. Primero jugaba al fútbol. Jugué en el C.F. Trajana y en el C.D. Besonense. Pero cuando llegué a la adolescencia necesitaba algo más de acción. Empezamos a hacer kick boxing, de manera muy amateur. Ahí empecé a interesarme. Me gustó y ahí comencé.
No es tanto el deporte en sí como la gente de la policía, el mundo de la seguridad. La lucha está muy asociada a la defensa personal. Por eso pueden acabar sobrerrepresentados
¿Y las MMA?
En Londres. Me marché de Barcelona a los veinte años. Necesitaba salir de casa. Era una época en la que cansa vivir con los padres, uno comienza a sentirse saturado. Vivía con mi madre, porque mi padre había muerto. Es un momento de la vida en el que sientes que necesitas algo de libertad. Yo me fui a Londres a buscarme la vida. Comencé alquilando habitaciones en hostales baratos, buscando trabajo. Conocí a mi ahora expareja allí, que es brasileña. Fue ella la que me presentó a gente que hacía jiu-jitsu brasileño (BJJ) y MMA, y pasé del kick boxing a las MMA, que entonces no era tan conocido como ahora. Ya sabía lo que era y me gustaba. Entrenaba, era una persona constante y tenía energía. Más tarde me propusieron competir. Entonces no solo estaba la UFC (Ultimate Fighting Championship), que ahora es la más conocida y que ha monopolizado un poco este deporte.
¿Qué recuerdos guardas de la UFC?
Algunos buenos y otros no tanto. De la UFC se hablaba en todas partes. La mejor liga, la NBA de las MMA, tienes que llegar hasta allí… Todo el mundo me preguntaba después de muchos años de combates por la UFC: “¿Para cuándo la UFC?”. Es algo que se te va metiendo por dentro. Le pasa a todos los luchadores. Al final es algo obsesivo. Hay muchos eventos que pagan bien, pero este es un fetiche de la MMA: tienes que llegar a la UFC porque es lo más alto.
Me fui a Estados Unidos, tuve cuatro combates. Perdí el último por decisión del árbitro, aunque yo creo que lo gané. No volví a oír hablar de la UFC durante algún tiempo, pero seguí peleando y ganando, hasta que un día me llamaron desde Alemania. Que si estaba interesado en participar en The Ultimate Fighter de la UFC. Pregunté si era para hacer las pruebas —porque hay que hacer unas pruebas— y me dijeron que no, que necesitaban a gente con un buen historial, que montaban un grupo de luchadores de Europa para pelear contra otro de EE UU.
En la UFC solo tenían la bandera española. Vi que algunos luchadores de Suecia pedían otra bandera porque no eran originarios de allí. Yo pedí la senyera
Recibir la noticia fue un momento muy satisfactorio en mi carrera. Dentro fue muy duro. Las luchas, los controles de peso… Pero bueno, te quedas con los buenos recuerdos y la experiencia.
¿Cómo fue tu relación con Conor McGregor, el entrenador del equipo y posiblemente la cara más conocida de la UFC?
Es la estrella de la UFC. Tiene un carácter complicado. Parece frío de entrada, pero cuando es ya tu amigo está a tu lado en todo momento. El primer día nos dijo que allí cada uno estaba por su propio interés y al día siguiente nos animaba a ser un equipo. Aunque salía con la bandera irlandesa, tampoco se metía en líos por eso. Una vez me enseñó entusiasmado una foto de una cornada de una corrida de toros que tenía en el móvil. Le dije que eso no me interesaba, que me parecía una porquería, que no me gustaban los toros. Se fue un poco decepcionado (risas).
Antes decía que a unos cuantos les sorprendió que un luchador de MMA firmase el manifiesto de apoyo a la CUP. No estamos acostumbrados a pensar en los promotores, luchadores y aficionados a este deporte como gente de izquierdas, sino más bien todo lo contrario. ¿Hasta qué punto es cierto?
Bastante. Parece que se tiende hacia eso. Me encuentro con ellos constantemente. Hay un respeto deportivo y al final nadie quiere sacar temas de política, pero sí, hay muchos. Pero no es tanto el deporte en sí como la gente de la policía, el mundo de la seguridad. La lucha está muy asociada a la defensa personal. Por eso pueden acabar sobrerrepresentados.
También hay quien, como Jeff Monson, se declara comunista. Monson incluso emigró a Rusia, obtuvo la nacionalidad y se afilió al Partido Comunista de la Federación Rusa (PCFR).
Aquí en Barcelona luchó contra mi amigo Gunnar Nelson y perdió. No llegué a conocerlo, pero he leído mucho sobre él. Una historia muy interesante. Cuando vives en una sociedad como la de EE UU y te tratan de imponer un estilo de vida, algunos se van en dirección opuesta. No es el único. En la UFC hay varios luchadores que llevan tatuada la hoz y el martillo. Curiosamente, todos de EE UU.
Alguna gente que me apoyaba ha dejado de hacerlo. Insultos en redes sociales… A cada publicación recibes un montón de insultos racistas, homófobos, y de todo tipo que dan ganas de tirar el móvil
¿Declararte como independentista y antifascista te ha comportado problemas en tu trayectoria profesional?
En la UFC solo tenían la bandera española. Vi que algunos luchadores de Suecia pedían otra bandera porque no eran originarios de allí. Yo pedí la senyera. No la tenían. Tenían hasta banderas del Cáucaso, pero no encontraban una senyera (ríe). En fin, no pasa nada, doblé la bandera española para que no se viese la corona del escudo y rotulé “Barcelona, Catalunya”. Hubo gente que se enfadó por eso. Un tipo de gente que creía que los estaba representando y con los que yo no tenía nada que ver. En Bellator ya salía con la bandera catalana.
Pero en general pocos problemas. Sigo luchando. Alguna gente que me apoyaba ha dejado de hacerlo. Insultos en redes sociales… A cada publicación recibes un montón de insultos racistas, homófobos, y de todo tipo que dan ganas de tirar el móvil. Te preguntas cómo puede haber tanta gente que piense de esta manera. En fin. Pero en el trabajo nada. Trabajo aquí en Esport Roger con Xavi Moya y él prefiere que esté alguien como yo antes que un fascista adoctrinando a la gente en el gimnasio. Si alguien no me da trabajo por eso, la verdad… es su problema, no el mío.
Vives en el barrio de La Verneda de Barcelona. ¿Te reconocen? ¿Cómo te ha afectado el paso por la UFC y el mundo de las MMA?
Algunos, sobre todo gente joven, sí que me reconocen. Pero aquí es algo minoritario, no como en otros países. Mi vecina ni me saluda cuando pasa (ríe). Cuando llegué a la UFC con McGregor sí que me paraban por la calle, se hacían fotos conmigo…
¿Cómo valoras las iniciativas de los gimnasios populares?
Ahora hay ya bastantes sitios en los que se practican deportes de contacto como casas okupas y locales de asociaciones de izquierda y antifascistas, que trabajan en la autodefensa, como la Cinètika en Sant Andreu o Rukeli en Sabadell. He dado clases allí. En un gimnasio hay que pagar una cuota de 70 euros mensuales. Los de BJJ tienen una cuota de 100, 120 euros al mes. No todo el mundo puede pagar eso. Acaba siendo un filtro clasista. La gente con dinero, que tiene una mentalidad más de derechas, puede permitírselo, y el resto, no. Los policías ganan mucho dinero, pueden entrenar, tener instalaciones, equipos, mientras que los jóvenes que no tienen empleo lo tienen mucho más difícil para entrenar. Los gimnasios populares son un buen comienzo, sobre todo la autodefensa para mujeres es algo que me parece muy importante.
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Un buen ejemplo de deportista con ideales de clase y con conciencia. A pesar de haber estado arriba, dónde está el negocio, no se ha dejado corromper por el. Ojalá hubiera más deportistas que se enfrentarán a este deporte negocio.