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Cuidados
El territorio también se defiende en las ciudades: ellas nos cuentan
Para nadie es una novedad que con la pandemia de Covid-19 y el confinamiento obligatorio en los hogares a nivel familiar e individual se han disparado los niveles de estrés y otros problemas de salud mental, de violencia de género y de rupturas familiares de todo tipo. De hecho, ya se acuñó el término coronafobia, que se entiende como un miedo o ansiedad intensa y desproporcionada a infectarse con el coronavirus y que lleva a la persona que la padece a limitar en extremo su vida, y con ello incrementar los problemas emocionales, psicológicos y psiquiátricos, y así en un eterno círculo negativo no solo para el que la padece, sino también para familiares y amigos.
Al ser un problema relativamente nuevo, la comunidad médica aún está ajustando su definición de acuerdo con las recomendaciones establecidas en la última edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales (DSM-5) de la Asociación Americana de Psiquiatría, en la cual se propone desarrollar instrumentos de evaluación para un correcto diagnóstico tal es el caso de la Escala de Fobia Covid-19.
Tampoco es una novedad que, en medio de la crisis sanitaria y económica, los gobiernos de todo el mundo estén haciendo muy poco para atender los padecimientos mentales. El más reciente Atlas de Salud Mental (OMS, 2021), publicado cada tres años por la Organización Mundial de la Salud, señala que en el 2020 solamente el 52% de los 194 Estados Miembros cumplieron la meta de contar con programas de promoción y prevención de la salud mental, muy inferior a la meta comprometida del 80%, cuando, en el 2013 y nivel mundial, se aprobó el Plan de Acción Integral sobre Salud Mental de la OMS con fecha al 2020 y que por razones de coyuntura se ha extendido el plazo al 2030.
En 2012 se declaró oficialmente a la barranca Mixcoac como Área de Valor Ambiental y un año después se inauguró el Parque Ecológico Colinas del Sur
Al respecto, el director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, declaraba: “Es sumamente preocupante que, a pesar de la evidente y creciente necesidad de servicios de salud mental, que se ha agudizado aún más durante la pandemia, las buenas intenciones no se estén cumpliendo con inversiones”.
Esperar a que fluyan las inversiones gubernamentales para atender la ansiedad, el estrés, la depresión o la angustia es una solución; otra es acudir a la naturaleza y ayudarnos de sus poderes relajantes. Contar con áreas verdes en las ciudades, como parques, jardines y pequeños bosques, permite calmar la mente, restaurar el espíritu y serenar las emociones. Así lo confirman varios estudios científicos a nivel global y lo constatan, por experiencia propia, decenas de mujeres que a nivel local están transformando sus territorios para crear o defender parques, jardines y huertos en beneficio de su comunidad, principalmente infantes y personas mayores.
De basurero a parque
Generalmente, las zonas urbanas más deseadas por las empresas inmobiliarias son aquellas que gozan de abundante naturaleza, con árboles, riachuelos y mucha vida silvestre, así como las cañadas, colinas, acantilados o barrancas, sitios que por su orografía obligan a diseñar viviendas creativas, ‘de autor’, con privacidad garantizada por su difícil acceso, hermosos paisajes naturales y disponibilidad de agua en cualquier momento por el cruce de algún río; por tanto, más costosas. Justo así es la zona sur poniente de la Ciudad de México, donde vive la maestra Alicia Torres, un lugar que en el nombre lleva su cruz: Colinas del Sur.
Tras varias décadas de pelear jurídica y socialmente contra inmobiliarias y gobiernos locales por la barranca Mixcoac, una depresión geográfica que forma parte de un cinturón boscoso e hídrico muy importante para la región central del país, vecinos y vecinas de la zona, organizados por la maestra Alicia, lograron hacer realidad su sueño: proteger la barranca de las constructoras, restaurar el ecosistema boscoso conformado principalmente por oyameles (Abies religiosa), crear un parque local y fortalecer a la comunidad.
Ese sueño se llamó Parque Ecológico Colinas del Sur, un Área de Valor Ambiental cuya superficie de 2,7 hectáreas posee una pista para correr, aparatos para hacer ejercicio, un pozo de agua, salón de eventos, módulos de vigilancia, iluminación y actividades ambientales como jornadas de limpieza, de reforestación y de educación ambiental.
Superstición superada
La pelea por tener un parque vecinal no fue nada fácil. Desde que fue inaugurada la colonia —a mediados de la década de los años 70—, la comunidad de Colinas del Sur nunca dejó de pedir la creación de un parque. Nadie les hacía caso, puesto que el valor del suelo en este tipo de espacios naturales está considerado de alta plusvalía, destinado a la vivienda de alta gama. En espera de ‘tiempos mejores’, durante más de treinta años las autoridades locales prefirieron clausurar la barranca en lugar de atender a la comunidad, aunque ello significara que durante más de diez años la barranca fuera usada como vertedero clandestino con la consecuente contaminación de sus afluentes hídricos.
Harta de la espera y la creciente contaminación del lugar, la maestra Alicia vio en la nueva Ley de Participación Ciudadana del Distrito Federal (LPCDF 1998) una ventana de oportunidad. Con el cambio de gobierno en la ciudad, donde tras 70 años la población volvió a elegir democráticamente a su jefe de gobierno (el izquierdista Cuauhtémoc Cárdenas), nuevos modelos de participación ciudadana se implementaron. Entre ellos los Comités Vecinales, órganos de representación vecinal constituidos por elección libre y directa en cada colonia.
Tedros Adhanom Ghebreyesus: “Es sumamente preocupante que, a pesar de la evidente y creciente necesidad de servicios de salud mental, que se ha agudizado aún más durante la pandemia, las buenas intenciones no se estén cumpliendo con inversiones”.
La maestra Alicia quedó como representante de su colonia varias veces y poco a poco fue puliendo la petición de hacer de la barranca Mixcoac primero un área protegida y luego un parque. Trece años después, cientos de juntas de trabajo voluntario, reuniones con su comunidad y autoridades locales, rindieron fruto: en 2012 se declaró oficialmente a la barranca Mixcoac como Área de Valor Ambiental y un año después se inauguró el Parque Ecológico Colinas del Sur. Se acabó eso de que el ní 13 es de mala suerte, al menos no para Alicia ni para su comunidad.
David contra Goliat
Algo similar le sucedió a Adriana Bermeo, habitante de la popular colonia Reforma Social, asentada igualmente en una barranca de la alcaldía (demarcación territorial de la Ciudad de México) con mayor plusvalía de la ciudad. En este caso la historia es diferente: el parque ya existía, pero lo iban a destruir para construir edificios.
Tras 65 años funcionando como parque vecinal, el terreno del Parque Reforma Social de 34.000 m² fue reclamado en el 2010 por un particular. En una controvertida decisión, la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) determinó entregar el área verde al supuesto dueño, ignorando que el predio fue adquirido por el Gobierno del Distrito Federal al particular en 1946. Fue entonces cuando empezó la defensa del parque a través de movilizaciones sociales, campamentos, juicios, rastreo de documentos, reuniones vecinales y un sinnúmero de actividades recreativas y educativas en el parque para sumar apoyos.
En mayo del 2019 se publicó una sentencia que reconoce y ratifica el uso de los terrenos en disputa como área verde, quedando así protegido el Parque Reforma Social.
Adriana Bermeo López, usuaria de toda la vida del parque y para entonces convertida en madre de tres pequeños, dedicó cuerpo, alma y experiencia, pues es geógrafa, a la defensa de un espacio tan simbólico en esa alcaldía, punto de convergencia de la desigualdad nacional. El parque atraviesa dos colonias que contrastan, una rica, otra pobre: Lomas de Chapultepec y Reforma Social.
Al igual que la maestra Alicia, la pelea por defender el parque no fue nada fácil. Adriana y sus vecinas y vecinos creyeron que, al ser el municipio con mayor calidad de vida, en parte debido a que es también el que posee el mayor número de áreas verdes por habitante, el apoyo de autoridades locales iba a fluir rápidamente; no fue así. Cansados de las promesas y desinterés de las autoridades locales por la defensa del parque, la gota que finalmente derramó el vaso fueron las elecciones políticas del 2012 para renovar cargos públicos: tras 15 años de elegir a representantes del partido de derecha, ese año la alcaldía dio un giro hacia la izquierda.
Finalmente, en mayo del 2019 se publicó una sentencia que reconoce y ratifica el uso de los terrenos en disputa como área verde, quedando así protegido el Parque Reforma Social.
La felicidad y la difusión de dicha sentencia arrancó en el parque con reuniones entre la comunidad, quienes formaron un nuevo grupo vecinal de rescate de barrancas y áreas verdes del poniente. También se diseñó un amplio programa de actividades ambientales para integrar a todas aquellas personas y organizaciones que apoyaron la defensa vecinal. Junio de 2020, fecha de aniversario de las movilizaciones, tenía que ser una fiesta en el parque, pero, como si fuera una treta del destino, la vida cambió para todos con la llegada de la pandemia y el confinamiento obligatorio. Nadie se asomó por el parque en meses. La vida de Adriana también cambió, tuvo que mudarse de país con el dolor de abandonar su querido parque.
Proteger la tierra es proteger la mente
La salud emocional, psicológica y psiquiátrica de infantes y adolescentes en México ha empeorado en el transcurso de la pandemia, siendo los principales síntomas estar muy triste o con falta de ánimo, estar agresivo o terco, o comer en exceso o perder el apetito. Así lo revelan los resultados de la Encuesta de Seguimiento de los Efectos de la Covid-19 (Encovid-19 Infancia 2020-2021), desarrollada por la representación en México de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) y la organización EQUIDE Investigación con Impacto Social. Estas cifras, sumadas a las globales presentadas al inicio de este artículo, son aterradoras para cualquier persona, madre o padre de familia, personal de salud o de administración gubernamental. Es una creciente bomba de tiempo para la salud pública.Por los efectos positivos que las áreas verdes y toda la biodiversidad que albergan tienen en la salud y psique de las personas, no es menor afirmar que esta crisis de salud pública bien podría reducirse visitando un parque, un jardín o mejor aún: visitando un bosque, cuidando de árboles y plantas, o haciendo acciones de jardinería comunitaria. El punto es distraer la mente de los problemas y afecciones que nos aquejan, al mismo tiempo que aprendemos de la naturaleza, mejoramos los entornos y, con el uso de esos espacios verdes, agradecemos la defensa que durante años decenas de mujeres y hombres han emprendido para tener un parque.