Cuidados
Coronavirus o la fragilidad del sistema de conciliación en España

Los dispositivos que amortiguan los “olvidos” en el diseño de las políticas públicas, son dispositivos humanos, son las mujeres.

Coronavirus  Supermercado ahorramas
Supermercado con afluencia inusual durante la crisis del coronavirus. David F. Sabadell

Es investigadora y candidata a doctora de la Universidad del País Vasco (España).

Es investigadora y candidata a doctora de la Universidad de Utrecht (Países Bajos).

13 mar 2020 06:27

El último balance del Ministerio de Sanidad de España registra 2.950 personas contagiadas con coronavirus y la cifra sigue aumentando, por lo que el Gobierno central está tomando medidas de emergencia para contrarrestar la propagación del covid-19. Junto con las recomendaciones de higiene personal para evitar el contagio, se han cerrado centros educativos, prohibido concentraciones en espacios abiertos o cerrados, y recomendado trabajar desde casa.

Ante el cierre de colegios, el Ministerio de Inclusión y Seguridad Social ha determinado una prestación extraordinaria de la Seguridad Social para compensar a madres y padres que tengan que perder horas de trabajo para cuidar a sus hijas e hijos. Si bien necesarias, medidas de emergencia como esta exponen las fragilidades del sistema de conciliación del cuidado y el empleo en España.

Ya sea por falta de oferta pública o la inaccesibilidad de las alternativas privadas para el cuidado de menores y personas dependientes, las responsabilidades de cuidado suelen permanecer dentro de la familia, y recaen desproporcionadamente en las mujeres. La principal razón de inactividad en el mercado laboral (no participación en el empleo remunerado) entre las mujeres son las responsabilidades de cuidado (42% en 2018, versus el 5.1% para los hombres según datos de Eurostat).

Además, la razón primordial para trabajar a tiempo parcial entre las mujeres es cuidar niños o adultos dependientes (16% en 2018, versus el 1,9% entre los hombres, según Eurostat). Más aún, los datos de uso del tiempo muestran que aunque tengan empleo a tiempo completo, las mujeres dedican considerablemente más tiempo de su día que los varones al cuidado de otros y al trabajo del hogar (Encuesta de Uso del Tiempo, INE).

Cuando el cuidado no puede ser absorbido por la esfera familiar (mujeres), se resuelve mediante la contratación de otras mujeres de manera precaria, sobre todo de población migrada (la última Encuesta de Población Activa señala que más del 63% de las cuidadoras contratadas en los hogares son de origen extranjero).

Coronavirus
Las trabajadoras del hogar recuerdan que no son inmunes al covid-19
“Mi jefe ha dado positivo en coronavirus y me costó que entendiera que yo tenía que abandonar su hogar y regresar al mío por precaución”, explica una trabajadora del hogar.

Todo esto indica que el sistema público no ha podido resolver las situaciones de dependencia y su sesgo de género. Los dispositivos que amortiguan los “olvidos” en el diseño de las políticas públicas, son dispositivos humanos, son las mujeres.

La alerta sanitaria pone en perspectiva los esfuerzos que las familias trabajadoras deben hacer para poder cumplir con las obligaciones familiares y las del trabajo remunerado.

Por ejemplo, el porcentaje de niñas y niños menores de tres años que asisten a servicios de guardería a tiempo completo ya es bajo (alrededor del 36,4% en 2017, según cifras de la OCDE), por lo que el cierre de centros educativos que deja a los niños en edad escolar en casa, hace necesario un apoyo extra.

El coronavirus deja al descubierto las falencias de las políticas que insisten en desconocer que, para que exista un trabajo de pago en el mercado, es necesario mantener un trabajo reproductivo y de cuidados

Por otra parte, la proporción de trabajadores dependientes que tienen al menos alguna capacidad de establecer sus propios arreglos de tiempo de trabajo (flexibilidad en los horarios de entrada y salida o posibilidades de trabajar remotamente) es muy bajo en circunstancias normales (21,8% en contraste con el promedio OCDE de 36,5% en 2015). El control sobre el tiempo y lugar de trabajo es, además, más frecuente en empleos de altos ingresos y responsabilidad. En el actual escenario de emergencia sanitaria, las posibilidades de acomodar horarios no se incrementan demasiado. 

Así, las familias que dependen del trabajo remunerado (fuera de sus hogares) y no tienen posibilidades de faltar, reducir sus horas de trabajo, o bien pagar servicios de cuidados privados, se ven principalmente afectadas. Si recorremos los espacios públicos, es común ver a personas de tercera edad realizando las tareas de cuidado, especialmente en la franja del horario escolar.

El apoyo de la familia se vuelve hoy más fundamental que de costumbre. Ciertamente, la situación es aún más grave para los hogares monoparentales (82% de los cuales son encabezados por mujeres según la Encuesta Continua de Hogares de 2018); que deben desplegar estrategias excepcionales para continuar cumpliendo con las demandas del mercado laboral en el contexto actual.

Las estrategias comunitarias se han hecho presentes y hemos visto circular por las redes la imagen de un anuncio en el portal de un edificio, que en un papel escrito a mano dice: 

“Vecinos/as si a vuestros niños/as les han suspendido las clases y no tienen con quien dejarlos, mientras vais a trabajar pueden quedarse con nosotros. 5D” 

Sin restar importancia a los lazos solidarios de la comunidad, el coronavirus deja al descubierto las falencias de las políticas que insisten en desconocer que, para que exista un trabajo de pago en el mercado laboral, es necesario mantener paralelamente un trabajo reproductivo y de cuidados. Para poder ir a trabajar, la comida debe ser preparada, la cama tendida, la ropa lavada y los niños cuidados. 

Las circunstancias extraordinarias de la emergencia sanitaria develan el carácter urgente de los ‘cuidados’ en España, y la fragilidad de los mecanismos de conciliación no se compensa acopiando latas de granos en la alacena.

Se escucha la alarma y la preocupación por la posible escasez de provisiones, pero si miramos más allá de los estantes de los escaparates, veremos a muchas personas sosteniéndolos, principalmente mujeres. Esta cuarentena nos da la posibilidad de visibilizar los sesgos androcéntricos y de clase sobre los que se construyen las políticas de conciliación, y como la voluntad política emerge rápidamente cuando el Coronavirus se convierte en un tema prioritario en la agenda de gobierno.

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