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Cuba se apaga. La isla bonita, alumbrada por el sol del Caribe, se sumerge en una oscuridad que va más allá de la ausencia de luz eléctrica. El sueño de la revolución se disipa como la última llama de una vela.
Las pancartas propagandísticas, emblemas del pasado glorioso, ahora yacen descoloridas y desgastadas, como si el mismo sol que las desvanece también hubiera acabado con las promesas que alguna vez hicieron. En las casas no hay luz, en los comercios no hay comida y la gente sale a protestar.
El pasado 17 de marzo, las calles de Santiago de Cuba se inundaron de personas que salieron a manifestarse por los apagones de más de 15 horas al día, el hambre y la crisis de suministros generalizada que atraviesa el país. La respuesta del presidente Miguel Díaz Canel: achacar las protestas a terroristas radicados en Estados Unidos y aplicar una fuerte represión que dejó varios encarcelados y algunos desaparecidos.
A pesar de las dificultades, a pesar de la falta de material, a pesar de la falta de recursos, de la inflación, de los recortes y de la falta de libertad de expresión, el arte vive en Cuba
Sin embargo, entre la penumbra, todavía se cuela algún atisbo de luz. La cultura sigue luchando por sobrevivir. A pesar de las dificultades, a pesar de la falta de material, a pesar de la falta de recursos, de la inflación, de los recortes y de la falta de libertad de expresión, el arte vive en Cuba.
Algunos cubanos dicen que viven “a la my love”, porque a pesar de las dificultades tratan de sacarle lo positivo a la vida. Y de ahí el nombre del documental Alamarilove que ha recibido varios premios y que habla sobre la cultura en el barrio de Alamar, al este de La Habana.
Joel, protagonista de la producción, cuenta que “ya todos se han ido”. El régimen los ha obligado a huir, y ahora, en Alamar, ya solo queda él. Tiene 52 años y nació en La Habana Vieja, la zona más turística y cuidada de la ciudad, pero él y su familia se fueron a vivir a Alamar cuando todavía era pequeño, y hoy sigue viviendo en la casa en la que creció en aquel barrio.
Si nunca lo has visitado es difícil averiguar dónde está la puerta de entrada a su guarida. La maleza ha invadido el caminito que lleva hasta su estudio, un bajo de no mucho más de tres o cuatro metros cuadrados de penumbra, no tiene ventanas. Joel habla de que es celoso con sus cosas, sin embargo, aquel cuarto es una trampa para curiosos, lleno de libros, bocetos, pinturas, antigüedades, ropa, fotos y muchos papeles. No puede negar que es artista.
Lleva pintando desde que era joven y su técnica se basa en utilizar materiales reciclados. Desde tablas de madera que ha rescatado de la costa hasta trozos de papel que va encontrando. Incluso cuando no ha tenido papel, Joel ha pintado directamente encima de la madera. Las pinturas las consigue gracias a donativos de amigos y turistas que, cuando lo visitan, le dejan para que pueda seguir creando. Antes lo hacía incluso con pigmentos provenientes de la tierra, porque en las tiendas no había, ni hay, casi nada.
Sus pinturas, explica, están basadas en sus experiencias. “Pinto lo que veo por la calle, así es como veo a las personas”. Se niega a caer en el mismo patrón que quieren vender en las tiendas para turistas: no pinta ni catedrales, ni casas cubanas, ni negros bailando salsa. Antes, dice, prefiere morirse de hambre.
El artista cuenta que en alguna ocasión se ha sentido vigilado por la policía y que por su casa han pasado cientos de personas, “desde guerrilleros de las FARC de Colombia hasta miembros del movimiento Black Panther estadounidense”. Pero él ya se quiere ir, afirma resignado.
Casa Amarilla: arte contestatario en tiempos de crisis
Una de sus últimas exposiciones tuvo lugar en Casa Amarilla. Un centro cultural situado en Centro Habana que lleva unos cuatro años en activo. Juan Manuel Pérez, videógrafo, fotógrafo y fundador de esta iniciativa, habla de cómo la pandemia sacudió Cuba y afectó al movimiento cultural en la isla. El nombre, Casa Amarilla, es un homenaje al óleo del pintor Vincent Van Gogh que lleva el mismo título.
Su proyecto buscar acoger a artistas de distintas disciplinas y cederles el espacio para que puedan darse a conocer, seguir creando y generar sinergias entre diferentes miembros del colectivo.
“Eran aproximadamente las 12 de la noche cuando se fue la luz la última vez en Casa Amarilla”, recuerda Pérez. Estaban en mitad de un evento musical y se fue la corriente. Por suerte, no durante mucho tiempo y el concierto pudo seguir. La Habana no es la ciudad en la que más cortes hay, la situación se ve agravada en las ciudades más orientales. Allí, muchas familias, durante las protestas del 17M se quejaban de que se les echaba a perder la comida en el frigorífico por los cortes y de que no podían conservar nada. Por no hablar del calor que supone estar en casa sin poder encender el ventilador a 40º.
El objetivo de Juanma Pérez con su proyecto, más que consolidado, es crear una especie de conciencia colectiva que llame a más y más artistas a confluir en su espacio. El centro ha acogido diferentes experiencias artísticas de todas las disciplinas: exposiciones de artistas plásticos, de fotografía, cineclub, danza, conciertos musicales, desfiles de moda local o talleres para niños. Sin embargo, el productor no acaba de sentir que la idea cale. Su percepción es que muchos de los artistas que aprovechan su espacio luego no quieren colaborar de una forma más estrecha.
“Si no tienes el estómago lleno, hacer arte está complicado”, esgrime Juan Manuel Pérez, fotógrafo e impulsor de Casa Amarilla
Pérez cree que la dificultad para que su proyecto evolucione viene dada por el individualismo y el ego del artista, que quiere crear su propio proyecto, y por las dificultades del país. “Si no tienes el estómago lleno, hacer arte está complicado”, esgrime.
El fotógrafo está comprometido con la cultura. Desde que era pequeño sabía que el cine formaba parte de él. Hace unos meses estrenó el documental Maternando en Cuba, hecho en colaboración con Yindra Regueifero, actriz del grupo de teatro El Ciervo Encantado. Esta producción se basa en el testimonio de cuatro madres que hablan sobre cómo han sido sus procesos de maternidad en Cuba. Tres de ellas afirman haber padecido alguna forma de violencia obstétrica o mala praxis durante el parto. Otra habla del peligro que supone vivir en una casa que está inhabitable desde el año 1964, donde se caen incluso trozos del techo. En La Habana es común encontrar escombros en las esquinas de las calles o restos de balcones que se han caído por la falta de mantenimiento.
Hablan de la incertidumbre, del dolor que sienten cuando no pueden alimentar bien a sus hijos, de no poder darles una buena merienda o un desayuno. Caridad, una de las mujeres, lamenta tener que haber dado a sus hijos un huevo duro para comer, porque no tenía más. Amanda siente impotencia por el adoctrinamiento en las escuelas y la confusión que puede suponer para un niño que le digan ciertas cosas que, para ella, no son ciertas. Un documental que, desde las particularidades vitales de cada madre, explica la situación de Cuba.
Un Mejunje de disciplinas artísticas
Santa Clara es la capital de la cultura cubana. La ciudad cuenta con el primer centro cultural LGTBIQ+ del país, el Mejunje. Este centro se creó en el año 1984 y desde entonces ha estado involucrado en diferentes campañas contra la homofobia, la discriminación o la prevención del VIH.
El espacio está concebido para promover el arte y la cultura a través de la inclusión. Cada noche hay una actividad diferente: teatro, música en vivo, trovadores, da igual el día de la semana que sea. Y el porqué de su nombre viene dado porque muchas veces se mezclan varias disciplinas artísticas en una misma representación, creando un “mejunje”.
Por ejemplo, una de las noches de la semana hacen una representación en la que se mezcla representación teatral, con música en vivo y poesía. Y los temas que abordan frecuentemente están relacionados con la colonización española y la etapa poscolonial.
El creador de este centro se llama Silverio y allí todos le conocen y le aprecian. Él asegura que el Mejunje fue un proyecto surgido de la espontaneidad. Se concibió para un público joven sobre la base del respeto a la inclusión y la diversidad y poco a poco fue evolucionando hasta convertirse en lo que es hoy en día, un icono y un ejemplo a seguir en todo el país.
Trazos Libres: un proyecto comunitario que democratiza el arte
En otras provincias, otros más jóvenes que Silverio también luchan por mantener el arte y la cultura vivos. En Cienfuegos, el proyecto sociocultural comunitario Trazos Libres, creado por Santiago Hermes y Mary Cid, celebra este año su 15º aniversario. Su sede está en el Distrito Creativo La Gloria, lugar que se ha convertido en escenario de casi una veintena de proyectos de desarrollo local: arte, música, danza, teatro, cursillos, seminarios, una galería multiusos…
Hermes es nieto de Gumersindo Soriano, director del grupo Los Naranjos y precursor del son cubano en Cienfuegos, La Perla del Sur. Así que, por herencia familiar, lleva el arte en las venas. Su trabajo y el de su compañera ha devuelto la vida a más de 50 fachadas de edificios con diferentes murales sobre distintas temáticas. Una intervención artística que cada vez atrae a más gente. La idea es hacer que todo el barrio se involucre y potenciar el sentimiento de pertenencia entre los vecinos.
Han logrado poner el arte al servicio y al alcance del pueblo y han hecho que caminar por Cienfuegos se convierta en un diálogo entre el espectador, el urbanismo de la ciudad y las personas que lo habitan.
Entre todos los desafíos que enfrenta Cuba, el arte y la cultura se mantienen como refugios de creatividad y resiliencia. A pesar de los apagones y la escasez, las expresiones artísticas como las pinturas de Joel, los eventos de Casa Amarilla, las representaciones del Mejunje y los murales de Trazos Libres continúan iluminando la vida cotidiana de los cubanos. En estos espacios, válvulas de escape, la comunidad encuentra un respiro, una conexión con su identidad y una forma de resistir a las dificultades del día a día.
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Qué bien retratada la triste Cuba de hoy. Qué bien que un periódico de izquierda "radical" se atreva a decir la verdad sobre esa revolución fallida que ha puesto el infierno en la tierra. Si, Santiago de Cuba es uno de los lugares más castigados y olvidados y la Habana es lo único que se exhibe- algunas partes, claro- al turista nostálgico que aún cree que Cuba resiste ante las maldades de las sanciones yanquis. Allá eso ya no se lo cree nadie, Cuba esta hundida y sin arreglo; pero los representantes del Estado siguen con la misma muela de hace 60 años. Parece increible. Y también es increible, lo constato cuando desde Santiago me dicen que tal o cual artista hicieron este proyecto o este otro. Me indigno pensando en esos artistas, los que quedan, que son bien pocos, que siguen creando y trabajando como si no tuvieran hambre, como si su sueldo les llegara para vivir como personas, como si les hubieran dejado alguna dignidad. No, no se la han dejado, pero haciendo su arte, en todas sus formas, son lo más digno de ese pobre y maltratado país. Y...preciosa e ilustrativa foto, una fachada tan bella y dos cuerpos de cubanos de a pie. No hace falta decir más.