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Tecnología
Tu móvil no es un juguete: la falsa neutralidad de la tecnología
En el juego de los dispositivos y aplicaciones que usamos a diario, la industria digital impone sus reglas y además juega con trampa. Nuestra participación en la revolución de las pantallas táctiles es nula, pues lo único que se espera de nosotros es que seamos buenos consumidores de los contenidos multimedia que nos suministran continuamente a través del smarphone. En este contexto, la "tecnología al servicio de las personas" no es más que un mito publicitario.
Los smartphones han colonizado hasta el último rincón de nuestro espacio público y privado, generando situaciones chocantes, antisociales y completamente nuevas en la vida cotidiana de las personas. Hay una preocupación creciente por las consecuencias que la implantación indiscriminada de estos dispositivos tecnológicos puede estar acarreando para todos nosotros, pues el proceso ha sido tan rápido que no hemos tenido tiempo para adaptarnos, para reflexionar sobre sus efectos no deseados y para establecer de común acuerdo unos sanos límites. Ante ello, muchas y muchos deciden adoptar una postura crítica y emprenden ese camino por su cuenta. Pero, ¿realmente es posible hacer un "buen uso" de los smartphones?
La respuesta más fácil consiste en oponer el falaz argumento del cuchillo: "un cuchillo puede servir para cortar el pan o para matar a una persona; todo depende de la voluntad de quien lo usa". Pero en su simplismo, este engañoso razonamiento pasa por alto que ninguna tecnología es neutral, en tanto que todas tienen efectos sociales y políticos a gran escala que escapan al control de los individuos concretos que las utilizan. Por otro lado, difícilmente podemos hablar de 'neutralidad' cuando todo el ciclo de vida de un producto –el diseño, la patente, la fabricación, la distribución, la publicidad, la comercialización e incluso la posterior atención, gestión y mantenimiento tras la compra– está bajo dominio absoluto de grandes corporaciones centralizadas, cuyos colores, lemas y logotipos, a base de infinitas repeticiones publicitarias, han quedado grabados a fuego en nuestra conciencia. Los smartphones, como cualquier otra tecnología patentada, están condicionados desde su mismo origen por la ideología de sus diseñadores, verdaderos "especuladores de la información" ansiosos por atrapar la atención, el tiempo, los datos y el dinero de millones de usuarios. Y esta lógica (que como veremos en un próximo artículo determina completamente el funcionamiento interno de los dispositivos y sus 'apps', y por lo tanto el uso que hacemos de ellos), prevalece por delante de cualquier otro criterio –ético, ecológico, psicológico, social y hasta de pura utilidad real de los dispositivos–, aunque las corporaciones se escuden implícitamente en la 'falacia del cuchillo' para descargar toda responsabilidad por las posibles consecuencias nefastas de sus productos en el usuario final. Nosotros, en realidad, nos limitamos a cumplir con el único papel que nos han asignado en esta función: consumir los contenidos y servicios multimedia que nos sirven en bandeja a todas horas, pues esta es la única manera conocida de utilizar un smartphone.
Recientemente entramos en una juguetería y descubrimos por casualidad, en una vitrina, la última novedad en materia de entretenimiento infantil: un smartphone adaptado para niños, con "10 aplicaciones incluidas + 2 aplicaciones de descarga gratuita" según anunciaba un rótulo en el embalaje. Un aparato concebido para que los niños y niñas a partir de cuatro años de edad puedan enviar y recibir mensajes de texto, reproducir fotos y vídeos o entretenerse con videojuegos educativos. ¿Realmente necesita un niño de cuatro años un juguete como éste? ¿O nos hallamos ante una estrategia deliberada de adoctrinamiento comercial para iniciar a los más pequeños en el ocio de consumo multimedia desde la edad lo más temprana posible? Una vez más, la neutralidad de intenciones que le presuponemos a toda tecnología brilla por su ausencia. Los publicistas, fabricantes y directivos de las grandes compañías de telecomunicaciones ven en la infancia un terreno excepcionalmente fértil para captar futuros consumidores, aguardando con avidez el momento en que los niños y niñas dejen sus 'móviles de juguete' y comiencen a utilizar un verdadero smartphone, como el resto de los adultos. Esta táctica de captación comercial es bien conocida y cuenta con décadas de éxitos cosechados a sus espaldas: coches de juguete para adoctrinar a los chicos en el deseo de comprar y utilizar un automóvil cuando crezcan; muñecas y juegos de moda y estilismo para las chicas, futuras consumidoras compulsivas de maquillaje, ropa y productos de belleza; móviles de juguete para que los hombres y mujeres del mañana continúen con la tendencia de nuestro tiempo que tan buenos resultados les está reportando a los gestores de la Máquina: todas y todos caminando encorvados, hipnotizados con la vista fija en la pantalla, ignorantes de lo que sucede a nuestro alrededor, inconscientes de lo que ocurre en el interior de nosotros mismos.
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“LA PALABRA COMO MERCANCÍA”, por Francisco Alba (extraído del libro “Contra el ruido”).
Convertir el lenguaje, que era un don divino para los antiguos, en mercancía es algo que parecía imposible pero que por fin se ha realizado. Hemos logrado degradar la palabra hasta convertirla en otro artículo de consumo. ¡Maravillosa operación! Hasta la llegada del teléfono cualquier ser humano podía hablar con su vecino sin tener que pagar dinero alguno. El invento de Graham Bell hizo posible que pudiéramos comunicarnos a distancia. Para anunciar la caída de Troya los griegos, según Esquilo, encendieron hogueras sucesivas a través de valles y montañas. Hoy hubiera bastado una simple llamada de Agamenón a Micenas para comunicar la victoria, pero olvido que la llamada sería inútil: la CNN estaría transmitiendo en directo los últimos instantes de Ilión mientras Clitemnestra se divierte con Egisto. Cuando sólo existían los teléfonos fijos el homo loquax se limitaba a pagar, si podía, la factura correspondiente pero ninguna compañía le invitaba a hablar. El teléfono (mejor dicho, el acto de hablar por medio de este aparato) quedaba fuera del alcance de los intereses del mercado. Con la llegada de los teléfonos móviles y la liberalización de las comunicaciones esta situación cambió. De la noche a la mañana descubrimos lo importante que es hablar, descubrimos la imperiosa necesidad de hablar. Pero hablar tiene un precio, y ya verás qué ofertas tan excelentes hay en el mercado. Un slogan dice: «habla pensando lo que dices, no lo que gastas.» Dios los bendiga. Han conseguido rebajar a mercancía el divino don del lenguaje, han convertido en basura la palabra. Creo que esta degradación del lenguaje es una señal inequívoca de la brutalidad de nuestra época. Ahora que vamos con los móviles descubrimos sin pudor nuestra inteligencia ante desconocidos, por ejemplo mientras viajamos en autobús o en tren. El parlante se abstrae del lugar (qué poder de sugestión tiene el lenguaje) empleando un tono de voz perfectamente audible para el resto de la concurrencia. Viajo en un tren: después de oír sonar decenas de veces el timbre de los móviles, en su infinita variedad de ruidos y efectos sonoros, y de escuchar la mitad de cada conversación (el otro interlocutor es abstracto) tengo la impresión de que es la misma persona la que repite las mismas frases banales. Es natural, queremos charlar con nuestros seres queridos, contarles nuestros problemas, decirles que nos pica una ceja. Teniendo el medio a mano, ¿quién resistirá la tentación? Los neófitos de la secta pitagórica guardaban un silencio de cinco años antes de ingresar formalmente en la orden. En la estricta regla de los cartujos los monjes hacen voto de silencio. Ulises baja al Hades y se encuentra con la sombra de Áyax al que arrebató con malas artes las armas de Aquiles. Ulises se dirige al mejor guerrero griego después de Aquiles, que por despecho contra el astuto Ulises se había suicidado. Pero Áyax no le dirige ni una palabra: «Ven hasta aquí, ¡oh príncipe! y oye atento las cosas que aún habré de decirte; reprime tu furia y tu orgullo. Así hablé, pero sin darme respuesta se fue con las almas de los otros mortales sin vida, al fondo del Érebo.» Este silencio sublime es mucho más elocuente que cualquier reproche. En la Divina Comedia los grandes espíritus de la Antigüedad, que están en la antesala del Infierno, en el noble castillo, no dicen ni una palabra. Quizá Dante tuviera en mente este pasaje de la Odisea. Que dos amigos charlen agradablemente me parece muy bien, pero que puedan pasarse horas sin decirse una palabra es para mí una prueba irrefutable de que su amistad es auténtica. Uno de los poemas más hermosos de la enorme literatura rusa lo escribió Fiodor I. Tiútchev y se titula Silentium. Y con esto me callo.
"Are You Lost In The World Like Me?", cortometraje de animación de Steve Cutts con música de MOBY:
https://www.youtube.com/watch?v=VASywEuqFd8
"Happiness", cortometraje de animación de Steve Cutts:
https://youtu.be/e9dZQelULDk
"IN-SHADOW: A Modern Odyssey", cortometraje de animación de Lubomir Arsov:
https://vimeo.com/242569435
“El aislamiento es algo inherente a la resistencia. Uno opone su ser, su frágil mente y su cuerpo delicado, al enorme peso del estado de las cosas, a unas condiciones sistemáticamente defendidas por un vasto poder. En tanto individuos, chocamos con los lazos y códigos y redes que son la matriz del estado de las cosas. Si estás solo (y estoy seguro de que estaremos solos de un momento a otro, ¡la actual es en ese sentido una época afortunada!) vas a necesitar cada gramo de tu voluntad para sobrevivir, para mantenerte cuerdo, para no quebrarte (¡o para, ingenuamente, tratar de escapar!). Y es en este contexto que los lazos entre aquellos que resisten crecen y se profundizan. Tienen que hacerlo, es el pegamento secreto, el fuego secreto, es la fuente de energía que une y sostiene a los que dan batalla. A veces siento que ideas como estas se encuentran asentadas en la cima de un volcán. No podemos todavía formular ni sistematizar los fuegos que arden al interior de estas tierras. Se manifiestan de manera directa en nuestros comportamientos, en nuestros sentimientos. Pero ya llegará el tiempo en que comprenderemos los acontecimientos actuales, y seremos capaces de advertir que hemos dado a luz toda una forma distinta de ver y experimentar las cosas; que hemos creado un nuevo cuerpo de ideas.”
Robert Kramer y Felix Guattari, “Latitante”, en “Un amor de UIQ. Guión para un film que falta”, Graeme Thomson y Silvia Maglioni (Eds.), editorial Caja Negra (Buenos Aires).
http://www.cajanegraeditora.com.ar/libros/un-amor-de-uiq
Del libro "Fenomenología del Fin. Sensibilidad y mutación conectiva", de Franco "Bifo" Berardi (editorial Caja Negra, Buenos Aires, 2017):
EL CIBERTIEMPO Y LA EXPANSIÓN DEL CAPITALISMO
El capitalismo está intrínsecamente impulsado hacia un proceso de continua expansión. El imperialismo es la expresión política, económica y militar de esta necesidad de continua expansión que hace que el capital amplíe constantemente su dominio. ¿Pero qué sucede cuando cada rincón del territorio planetario ha sido sometido a la norma de la economía capitalista y cada objeto de la vida cotidiana ha sido transformado en una mercancía? En la Modernidad tardía, el capitalismo parecía haber agotado toda posibilidad de futura expansión. Durante un determinado período, la conquista del espacio extraterrestre aparentaba ser la nueva dirección de desarrollo para el crecimiento capitalista. Posteriormente, nos dimos cuenta de que la dirección de desarrollo era sobre todo la conquista del espacio interior, el mundo interior, el espacio de la mente, del alma y del tiempo. La colonización del tiempo ha sido un objetivo fundamental en el desarrollo del capitalismo durante la Edad Moderna. La mutación antropológica que produjo el capitalismo en la mente humana y en la vida cotidiana ha sido, ante todo, una transformación en la percepción del tiempo. Sin embargo, con la difusión de la tecnología digital, que hizo posible una absoluta aceleración, algo nuevo ocurrió. El tiempo se convirtió en el principal campo de batalla, dado que es el espacio de la mente, el tiempo-mente, el cibertiempo. He introducido aquí una distinción entre el concepto de ciberespacio y el de cibertiempo. El ciberespacio es la esfera de conexión de innumerables fuentes de enunciación humanas y maquínicas, el ámbito de conexión en ilimitada expansión entre mentes y máquinas. Esta esfera puede crecer indefinidamente, porque es el punto de intersección entre el cuerpo orgánico y el cuerpo inorgánico de la máquina electrónica. Pero el cibertiempo es el lado orgánico del proceso, y su expansión está limitada por factores biológicos. La capacidad del cerebro humano para procesar se puede aumentar con drogas, con entrenamiento y atención, pero posee límites que están conectados a la dimensión emocional y sensitiva del organismo consciente. No se trata de una dimensión infinitamente extensible porque está conectada con la intensidad de la experiencia. La esfera objetiva del ciberespacio se expande a la velocidad de la replicación digital, pero el núcleo subjetivo del cibertiempo evoluciona a un ritmo más lento, al ritmo de la corporalidad, del placer y del sufrimiento. La composición técnica del mundo puede cambiar, pero la apropiación cognitiva y la capacidad de reacción física no la siguen de manera lineal. La mutación del ambiente tecnológico es mucho más rápida que los cambios en los hábitos culturales y en los modelos cognitivos. El estrato de la infoesfera crece progresivamente y se hace cada vez más denso y espeso, y los estímulos informáticos invaden cada átomo de la atención humana. El ciberespacio crece sin límites, mientras que, al contrario, el tiempo mental no es infinito. El núcleo subjetivo del cibertiempo sigue el ritmo lento de la materia orgánica. Podemos aumentar el tiempo de exposición del organismo a la información, pero la experiencia no se puede intensificar más allá de ciertos límites. Fuera de estos límites, la aceleración de la experiencia provoca una conciencia reducida de los estímulos, una pérdida de intensidad que concierne a la esfera de la estética, de la sensibilidad y también de la ética. La experiencia del otro se hace rara e incómoda, incluso dolorosa, ya que este se vuelve parte de un estímulo ininterrumpido y frenético, y pierde su singularidad, su intensidad y su belleza. La consecuencia es una reducción de la curiosidad y un incremento del estrés, la agresividad, la ansiedad y el miedo. La aceleración de la infoesfera produce un empobrecimiento de la experiencia, porque nos expone a una masa creciente de estímulos que no podemos elaborar intensivamente o percibir y conocer profundamente. Más información, menos significado. Más estímulos, menos placer. La sensibilidad se manifiesta dentro del tiempo. La sensualidad se desarrolla con lentitud. Como el espacio de información es demasiado vasto y rápido no logra dilucidar la sensualidad de manera intensa y profunda. El punto crucial de la mutación contemporánea reside en la intersección entre el ciberespacio electrónico y el cibertiempo orgánico. El cerebro social se halla sometido a la invasión de flujos videoelectrónicos y experimenta la superposición del código digital sobre los códigos de reconocimiento e identificación que dan forma a las culturas orgánicas. La aceleración producida por las tecnologías de red y la precarización del trabajo cognitivo provocan un efecto patogénico de saturación del tiempo de atención. La patología del trabajo cognitivo es la nueva condición de alienación, el requisito previo para la rebelión del cognitariado y, posiblemente, para la recomposición del cuerpo del ‘general intellect’.
"The mainstream view of humans imagines us first as independent (and social) organisms, and our technologies as late- addition cultural achievements—nice to have, certainly, but hardly intrinsic to our survival. However, if all technical cognitive systems were to bite the dust tomorrow, the result would be systemic chaos and a massive die-off of the human species. Imagine all transportation systems inoperative (even cars and trucks have computerized ignition systems, and railroads and airplanes are completely interpenetrated by computational devices), all water and sanitation facilities off- line, all electric grids down, all national and international supply lines cut, banking systems crashed, agricultural and livestock production at a standstill, all medical equipment except the most robust hand instruments unavailable, etc. No doubt some people in rural and remote areas would survive, but the death tolls would likely mount to millions or billions. Why do we continue to think of ourselves as beings independent from our technologies and capable of living without them?"
N. Katherine Hayles, "Unthought. The Power of the Cognitive Nonconscious"