Cómic
Las Misiones Pedagógicas que no pudieron superar el miedo a la cultura: una mirada al otro mundo

Una de las mayores iniciativas de educación popular ocurridas en España también encontró el rechazo de aquellos temerosos de un pueblo ilustrado. Las Misiones Pedagógicas, puestas en marcha poco después de instaurarse la Segunda República en abril de 1931, intentaron que el pueblo más recóndito de la geografía española tuviera el mismo acceso a la cultura que los urbanitas. Sin embargo, las fuerzas reaccionarias de las localidades, con la Guardia Civil, los elementos eclesiásticos y los políticos de derechas a la cabeza, en ocasiones arremetieron contra los misioneros.
Esa es la particular perspectiva de las Misiones Pedagógicas que ahora sale a la luz a través de El otro mundo (Astiberri, 2025), una novela gráfica guionizada por Enrique Bonet y dibujada por Joaquín López Cruces. La narración que vertebra la obra, cortada y sintetizada en finas capas de lectura, habla del miedo al cambio, la superstición, la oligarquía y la fuerza de los poderes fácticos frente a unas personas, profesores y estudiantes de universidad la mayoría, cuya única arma fueron los libros, los gramófonos y las máquinas de proyección que hasta 1936, aunque algo maltrechos a partir de 1934, llevaron consigo a cada pueblo.
“Los grandes aliados de los misioneros en cada pueblo eran los niños, esa infancia que les recibía con los brazos abiertos y gran alegría”, recuerda el guionista, Enrique Bonet
Bonet, guionista de este cómic, afirma que “los grandes aliados de los misioneros en cada pueblo eran los niños, esa infancia que les recibía con los brazos abiertos y gran alegría”. Pero no todo fueron buenas experiencias. En el libro, las tintas se cargan contra los elementos reaccionarios: “Las memorias de las Misiones ya recogieron testimonios de algunos de sus integrantes en los que relataban malas pasadas en sus salidas a los pueblos. Es importante recordar que este proyecto tuvo el rechazo frontal de la derecha parlamentaria desde el primer momento en el que se habló de él”, destaca el autor.
Según los conservadores del momento, las Misiones Pedagógicas no constituían nada más que una forma de propaganda de los valores republicanos a los que ellos eran contrarios, tales como la justicia social y la igualdad. “Concentraron mucho rechazo. Las fuerzas más revolucionarias las llegaron a ver innecesarias porque anteponían el levantamiento popular antes que la instrucción, mientras que los nacionalismos periféricos consideraban que anteponían la expansión de la cultura castellana ante cualquier otra”, desarrolla Bonet.
Nada más lejos de la realidad. Estas “escuelas ambulantes que van de pueblo en pueblo” eran “escuelas donde no hay que aprender con lágrimas, porque lo primero es divertirnos”, tal y como las definió Manuel Bartolomé Cossío, eminente intelectual al frente de su Patronato.
Exportar cultura al campo
Consideradas por sus artífices como “una tarea de justicia social”, las Misiones dotaron de una biblioteca de cien libros cuidadosamente seleccionados a unas 5.522 localidades, la mayoría de ellas de menos de 5.000 habitantes, según datos publicados por el profesor emérito de Historia de la Educación de la UNED Alejandro Tiana, autor de Las misiones pedagógicas. Educación popular en la Segunda República (Catarata, 2021).
No solo se trataba de literatura, sino también de teatro, música y arte pictórico a través del Museo Ambulante. Copias de los más grandes y famosos cuadros del Museo del Prado y de la Academia de Bellas Artes de San Fernando, realizadas por algunos de los pintores que luego dejarían su nombre en el surco de la historia, colgaron de cientos de pueblos para que hasta la persona más iletrada pudiera disfrutarlos. Y de cine. Ahí quedan las fotografías y los documentales realizados por Val del Omar, unas instantáneas preciosas que captaron la mirada de tantas personas que pudieron ver una proyección por primera vez en su vida gracias al trabajo de las Misiones.
Unas 1.300 poblaciones disfrutaron de una forma u otra de esta iniciativa de educación popular sin parangón hasta la fecha, protagonizada por unos 700 misioneros
Según la investigación de Tiana, desde 1931 y hasta 1936 se realizaron 125 misiones centralizadas y 63 delegadas; se visitaron más de 900 localidades; el Teatro y Coro del Pueblo deleitó a más de 220 municipios; el Museo Circulante llegó a 176 pueblos; y el servicio de música hizo lo propio en otros 73. En definitiva, unas 1.300 poblaciones disfrutaron de una forma u otra de esta iniciativa de educación popular sin parangón hasta la fecha, protagonizada por unos 700 misioneros a lo largo de su andadura.
La conciencia cívica del campo
Fueron ellos los que se enfrentaron al analfabetismo galopante en el mundo rural, aunque no sin reticencias por parte de quienes quisieron evitar que la República convirtiera también en ciudadanos a aquellos más olvidados por los grandes centros de poder, ubicados en las grandes ciudades. En este sentido, Tiana apunta que “fue una iniciativa fundamentalmente de raíz urbana que nació con la intención de desarrollar el campo, no de colonizarlo políticamente en un sentido estricto, sino de desarrollar la conciencia cívica de las gentes del campo”.

El profesor emérito de Historia de la Educación recalca que había gente muy diversa entre los misioneros y los participantes, y que las Misiones ya poseían una impronta institucional muy marcada por la Institución Libre de Enseñanza. “Más allá de la cultura, realizaban actos de difusión cívica, lo que hoy llamaríamos educación para la ciudadanía. No solo representaban los entremeses de Lope de Rueda o proyectaban un documental sobre Egipto, también se impartían conferencias sobre el significado de la República o se cantaba el himno de Riego”, ilustra el especialista.
Desde su punto de vista, esto fue lo que provocó el rechazo de las fuerzas reaccionarias, mientras que algunos paisanos de los pueblos “veían con cierto recelo y prevención, pero también con curiosidad, cómo unos señoritos de ciudad llegaban cargados de bártulos a lomos de los burros, mulos y camiones”. Las memorias de las Misiones Pedagógicas que Tiana se ha estudiado con conciencia apenas recogen pasajes de este tipo, aunque los hubo. “Dan noticia de los problemas que se dieron en algunos pueblos, pero no cuentan mucho, y en otras ocasiones parece que se silencian. En la prensa local sí que se hacen eco de algunos conflictos ante la llegada de las Misiones”, apunta.
“Si uno lee los debates parlamentarios sobre las Misiones, verá que los conservadores llegaron a decir barbaridades sobre ellas”, dice el historiador Alejandro Tiana
Este temor a lo nuevo, que no era otra cosa que la cultura, venía supeditado por las opiniones del cacique, del cura, del alcalde, del guardia civil. “Si uno lee los debates parlamentarios sobre las Misiones, verá que los conservadores llegaron a decir barbaridades sobre ellas. Esa gente tendría su propia gente en el territorio y participarían del mismo sentimiento”, añade el antiguo docente universitario. Él mismo defiende que no era ni mucho menos la realidad más generalizada, “aunque es verdad que esa significación no política pero sí republicana, de civismo republicano, que ponía en riesgo las estructuras tradicionales de poder de los pueblos, no era bien vista por todos”.
Mirar hacia el otro mundo
Joaquín López Cruces, dibujante y encargado de ilustrar las palabras de Bonet, ha realizado un laborioso trabajo a partir de unos colores en los que el rojo marca lo revolucionario. Con gran acierto, se ha dejado llevar también por el material gráfico de la época. Sin ir más lejos, la portada del cómic remite a esas caras entusiastas e inmortalizadas por Val del Omar. Ficcionada en un pueblo inventado de La Alpujarra granadina, esta historia también contada por los pinceles de Cruces nos ayuda a entender una realidad adelantada, pero con cierta reminiscencia profética, a la posterior Guerra Civil que derrocaría al gobierno legítimo republicano.
El otro mundo cuenta eso, el otro mundo. Un mundo que, en ocasiones, no nos atrevemos a observar por el simple hecho de que no sabemos verlo. Hubo un tiempo en que esto no fue así. Las ansias de que lo rural pudiera disfrutar de la cultura presente en el mundo urbano hicieron realidad el propósito. Personajes de la cultura y el pensamiento de la talla de María Zambrano, Alejandro Casona, Luis Cernuda, Ramón Galla, María Moliner, Maruja Mallo y Carmen Conde formaron parte de estas Misiones Pedagógicas que, aunque alejadas de todo tipo de dogmatismo religioso, sí albergaban cierta fe en la creación de un mundo mejor a través de la instrucción popular, por mucho rechazo que causaran. Hay creencias que no se pueden derribar.
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