‘Garzón, el duelo imposible’, el cómic que recuerda cómo Jaime Garzón se convirtió en semilla en Colombia

La monumental novela gráfica ‘Garzón, el duelo imposible’ recrea la vida del periodista y humorista crítico con el poder asesinado en 1999. Colombia ha reconocido en 2025 la implicación del Estado en ese crimen.
Doble página del cómic ‘Garzón, el duelo imposible’, de Alfredo Garzón y Verónica Ochoa
Doble página del cómic ‘Garzón, el duelo imposible’, de Alfredo Garzón y Verónica Ochoa. Imagen cortesía de Rotundo Vagabundo.

Aunque no sea del todo cierto, y ya iremos viendo por qué, se puede afirmar que lo que cuenta la novela gráfica Garzón, el duelo imposible (Rotundo Vagabundo, 2024), firmada por el ilustrador Alfredo Garzón y la dramaturga Verónica Ochoa, es una historia contenida entre dos fechas separadas por más de un cuarto de siglo. 

El 13 de agosto de 1999, el periodista y humorista colombiano Jaime Garzón fue asesinado de varios disparos a bocajarro cuando se dirigía a primera hora de la mañana a su trabajo en la emisora de radio Radionet en Bogotá. Las tres balas que se incrustaron en su cráneo silenciaron una voz mordaz, crítica con el poder y su violencia, mataron a un comunicador muy popular que usaba el idioma del humor para denunciar las atrocidades que desangraban su país. El 8 de junio de 2025, Colombia admitió por primera vez su implicación en el asesinato. La Agencia de Defensa Jurídica del Estado comunicó que el homicidio —declarado crimen de Estado y de lesa humanidad en 2016— se había llevado a cabo con la autorización de varios agentes estatales. 

Para Alfredo Garzón, es “innegable” que el reconocimiento por parte del Estado colombiano de la responsabilidad en el asesinato de su hermano Jaime tiene “repercusiones positivas” en el camino de lucha contra la impunidad y por la verdad en el que la familia lleva 26 años, pero puntualiza que “el crimen continúa en la impunidad desde el punto de vista judicial, es decir, no se ha logrado, o solo hasta cierto punto, establecer la verdad de lo que pasó, ni investigar, procesar y castigar a los responsables del crimen y de la posterior desviación de la investigación”. La justicia condenó al fallecido paramilitar Carlos Castaño, de las Autodefensas Unidas de Colombia, y a José Miguel Narváez, subdirector del desaparecido Departamento Administrativo de Seguridad (DAS), pero Garzón recuerda que ninguno de ellos pisó la cárcel y que “la élite empresarial y política, señalada como determinante por testigos que fueron asesinados, nunca fue vinculada al proceso, al igual que los altos mandos militares comprometidos en el crimen”. Por ello cree que la asunción de la participación del Estado en la muerte de su hermano es una verdad a medias que no ayuda “a la necesidad urgente que tiene Colombia de desmontar las estructuras que permitieron estos crímenes y que continúan operando en el país”. Ese desmontaje fue precisamente la tarea a la que Jaime Garzón dedicó su vida, empleando para ello la inteligencia como arma.

El duelo en viñetas

Garzón, el duelo imposible es el fruto del trabajo desarrollado por Alfredo Garzón y Verónica Ochoa durante más de un lustro, primero en soledad y después con un equipo de hasta diez personas encargadas del diseño gráfico, la investigación y la edición. La obra recorre la historia de Colombia en la segunda mitad del siglo XX a través de la mirada de dos hermanos sensibles a la realidad que les rodea —desigualdad rampante, violencia sistemática contra los trabajadores pobres— y dispuestos a transformarla, pero también es el intento de uno de esos dos hermanos por superar el dolor y convertirlo en narración inspiradora, una respuesta a la necesidad profunda de hacer que la impotencia que genera la impunidad se vuelva potencia. El resultado es abrumador: un cómic emocionante, exquisitamente ilustrado, con varias páginas desplegables espectaculares, que consigue aunar la belleza reparadora de la narración con el firme propósito de confrontar el silencio impuesto por la verdad oficial.

‘Garzón, el duelo imposible’, el cómic que se pregunta por la violencia en Colombia
‘Garzón, el duelo imposible’, el cómic que se pregunta por la violencia en Colombia. Imagen cortesía de Rotundo Vagabundo.

La novela gráfica se abre con la descripción del asesinato de Jaime Garzón, que da paso a una serie de recuerdos de su hermano sobre las vivencias compartidas por ambos durante la infancia. La segunda parte se inicia con el regreso de Alfredo Garzón a Colombia en 2016, tras 30 años de exilio en Estados Unidos, acompañado por la carpeta verde con el informe forense y las fotos del cuerpo de Jaime cuando lo mataron. La obra incluye aquí unos apuntes históricos necesarios sobre la historia de la violencia política en el país desde la creación del Frente Nacional en 1958. Posteriormente, la narración se convierte en una suerte de biografía comparada de ambos hermanos, su desempeño como maestros en escuelas indígenas, su acercamiento a posiciones marxistas, sus diferencias sobre las estrategias para enfrentar el abandono estatal de las comunidades campesinas, la carrera de Jaime como periodista azote del Gobierno desde la orilla del humor, también su labor de mediación para la liberación de los secuestrados por los paramilitares y la guerrilla. Y, finalmente, la terrible respuesta institucional a esos esfuerzos por mejorar la vida de los más desfavorecidos.

“Son los asesinos quienes han estado en el centro del relato oficial y hegemónico, nosotros queríamos proponer otro centro narrativo, la vida inspiradora de aquellos que fueron asesinados y eso fue lo que hicimos”, dicen los autores del cómic

Asimismo, Alfredo Garzón y Verónica Ochoa miran más allá del asesinato de Jaime Garzón y lo relacionan con el mismo destino que sufrieron los ambientalistas Mario Calderón y Elsa Alvarado; y los defensores de derechos humanos Eduardo Umaña y Jesús María Valle. “Convencidos de que cada día sin justicia era un día más en que los asesinos triunfaban y las víctimas eran privadas de descanso, nos dimos a la tarea de inventar un tipo de justicia, una que estuviera a la altura de sus luchas y de sus ideas. Como sabíamos que el crimen de Jaime hacía parte de un plan mayor, obedecía a una sistematicidad, decidimos que esa justicia inventada fuera más abarcante, que otros líderes emergieran en el relato y que esta forma de justicia simbólica también los cubriera y los convocara al presente”, explican a través del correo electrónico, desde donde dejan claro otro de sus objetivos: “Son los asesinos quienes han estado en el centro del relato oficial y hegemónico, nosotros queríamos proponer otro centro narrativo, la vida inspiradora de aquellos que fueron asesinados y eso fue lo que hicimos”.

¿Quién fue Jaime Garzón?

Como comunicador, Jaime Garzón destacó por su mordacidad caricaturesca, creando personajes que retrataban todos los polos de la sociedad colombiana. Entre 1995 y 1997 se emitió su programa de televisión ¡Quac! El Noticiero, una parodia de los espacios informativos. Antes había hecho algo parecido con Zoociedad y después se dedicaría a la radio. Sus palabras siguen escuchándose en la Colombia de 2025. Pocos días después de la publicación del cómic, sus autores fueron invitados a un museo en Santa Fe de Antioquía, “un pueblo que ha recibido a muchos desplazados del Urabá, una región brutalmente golpeada por la violencia narcoparamilitar”, según cuentan. Allí, una chica de 14 años se acercó a saludarles y les dijo que conoció a Jaime Garzón por vídeos de YouTube y que eso le hizo entender que debía construir su propio pensamiento político.

También era habitual que diese charlas en las universidades colombianas donde, recuerda su hermano, solía relatar una anécdota sucedida en 1991, cuando colaboró en el proceso de traducción de la nueva Constitución del país a lenguas indígenas. “Cuando trabajó con la comunidad wayúu de La Guajira, se sorprendió al ver cómo los indígenas reinterpretaron un artículo de la Constitución. El texto original decía ‘nadie puede ser sometido a pena cruel, trato inhumano o desaparición forzada’. Para Jaime, era vergonzoso que una Constitución tuviera que declarar algo así, pues dejaba en evidencia que la violencia había estructurado no solo el discurso, sino también la realidad y las leyes que la regían. Los indígenas, en cambio, tradujeron el artículo de esta manera: ‘Nadie podrá llevar por encima de su corazón a nadie, ni hacerle mal en su persona así diga y piense diferente’. Con ese gesto, subvirtieron el sentido y ofrecieron una mirada nueva”. Con esta anécdota, Jaime Garzón pretendía resaltar que Colombia está “llena de miradas y voces históricamente silenciadas por las lógicas coloniales que han marcado nuestro destino”, comenta Alfredo, quien señala que su hermano les insistía en que en esas voces excluidas de la conversación política se encontraban “las verdaderas salidas, no en la vieja clase política corrupta que creó los problemas y luego pretendía presentarse como la solución”.

Incluir en la conversación política a quienes habían sido marginados de ella fue uno de los empeños de Jaime Garzón. “Por eso lo eliminaron”, razona su hermano, quien añade que “la misma clase política a la que confrontó y denunció ha tejido narrativas para justificar su crimen, quieren seguir asesinándolo una y otra vez, ya sea silenciando su mensaje o instrumentalizando sus palabras cada vez que hay elecciones, con el único fin de crear con el electorado una empatía de la que, en realidad, son incapaces”.

‘Garzón, el duelo imposible’, el dolor de Colombia en viñetas
‘Garzón, el duelo imposible’, el dolor de Colombia en viñetas. Imagen cortesía de Rotundo Vagabundo.

Aquella chica de 14 años de Santa Fe de Antioquía no fue la única que en los últimos años ha seguido aprendiendo de Jaime Garzón. Alfredo cuenta que, durante el estallido social de 2021, la voz de su hermano “empezó a aparecer en todas partes, su rostro, sus frases, sus ideas, sostenidas por una generación que no había nacido cuando Jaime fue asesinado, una generación que declaraba orgullosa en sus pancartas ‘Somos los jóvenes con los que soñaba Garzón’”. En su opinión, el paso del tiempo ha hecho que sus palabras sean cada vez más pertinentes y que los lugares a los que dirigió su mirada sean ahora “los puntos neurálgicos de la conversación política” en Colombia, según enumera: la manipulación de los medios hegemónicos, la responsabilidad de las grandes corporaciones en el conflicto armado, la fallida y solapada guerra contra las drogas, el nefasto intervencionismo norteamericano, la influencia del narcotráfico en los gobiernos. Y un largo etcétera.

“Aniquilaron su cuerpo pero su potencia permaneció incólume. Jaime ayudó a construir un cambio de realidad objetiva y, en esa medida, en eso consiste el fracaso de sus asesinos”, resume Alfredo Garzón

A modo de resumen, Alfredo Garzón dice que la muerte de su hermano obró un cambio, “su ausencia se volvió semilla, aniquilaron su cuerpo pero su potencia permaneció incólume. Jaime ayudó a construir un cambio de realidad objetiva y, en esa medida, en eso consiste el fracaso de sus asesinos”.

Colombia es una fosa común

Garzón, el duelo imposible pone sobre la mesa una pregunta fundamental sobre la violencia como arquitecta de la historia de Colombia. Las cifras son demoledoras: el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) y la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas (UBPD) reportan más de 120.000 personas desaparecidas forzadamente desde 1958 hasta la firma del Acuerdo de Paz con las FARC-EP en 2016. Garzón y Ochoa entienden que la violencia extrema es una herramienta de un modelo “colonial-capitalista” que se ha instaurado en el país, traducido en “el exterminio de un partido de izquierda —5.733 miembros de la Unión Patriótica—, la concentración de la tierra y de la riqueza a sangre y fuego, las ejecuciones extrajudiciales con el fin de generar estadísticas —los 6.402 mal llamados falsos positivos—, el desplazamiento forzado de casi nueve millones de personas, el asesinato de líderes ambientales”. En su opinión, esta brutalidad ha creado “un relato oficial que quiere convencernos de que así es, que no tenemos redención posible, que estamos condenadas a la violencia y que nuestra única salvación es más violencia. No es gratuito que lograran convencer a buena parte del pueblo de que había que votar ‘no’ en el plebiscito por la paz. En eso consiste la complejidad de nuestro país y las paradojas históricas que nos llevan siempre a encrucijadas que recrudecen la violencia o la reactualizan”.

Sin embargo, ambos refutan que la violencia sea el motor de la historia de su país, recurriendo a lo que han encontrado en su camino: “Nuestra experiencia a lo largo de estos años de creación, publicación y divulgación de la novela es que la resistencia de las personas, el apoyo mutuo en las comunidades, la búsqueda de la verdad por parte de la víctimas y la sabiduría de los ecosistemas es, en realidad, la silenciosa arquitecta de nuestra historia. Son sus luchas quienes sostienen este país, las ideas son sus cimientos. Por eso la novela se centra en algunas de estas luchas, porque hemos reconocido que son esos liderazgos los que nos mantienen en pie, por eso los matan, por eso los persiguen y por eso quieren borrarlos de la historia”.

‘Garzón, el duelo imposible’, una novela gráfica que podría ser un libro de historia de Colombia
‘Garzón, el duelo imposible’, una novela gráfica que podría ser un libro de historia de Colombia. Imagen cortesía de Rotundo Vagabundo.

Durante una presentación del libro en Medellín este verano, Francisco de Roux, ex Presidente de la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, surgida del Acuerdo de Paz, aseguró que Garzón, el duelo imposible supera “lo que nosotros logramos decir en la Comisión de la Verdad porque el mundo simbólico permite expresar lo que no se puede decir con las palabras”. Una afirmación que sobrepasó a los autores, que califican el informe de la Comisión y todos los materiales que produjeron a lo largo de esos años como “el sistema límbico” de su novela gráfica. “Sentimos que, en medio de las cifras abrumadoras que arroja el conflicto armado, una obra como la nuestra contribuye a darle dimensión humana a nuestra catástrofe nacional, nos permite observar qué es lo que hemos perdido, la importancia dentro del tejido social de aquellos que nos han sido arrebatados, lo que es irreparable, el absurdo de seguir insistiendo en ello, los intereses que hay detrás de esta devastación”.

En las páginas de Garzón, el duelo imposible aparece un personaje clave para entender las posiciones de derecha y extrema derecha en Colombia en el siglo XXI: Álvaro Uribe Vélez, presidente del país entre 2002 y 2010 y anteriormente Gobernador de Antioquía. En agosto de este año, Uribe fue condenado a 12 años de prisión domiciliaria por inducir al abogado Diego Cadena a cometer soborno en actuación penal y fraude procesal. “Lo que podemos decir es que el proceso judicial que dio como resultado esa sentencia es uno de los, al menos, 28 procesos en los que Álvaro Uribe es objeto de investigación. Lo paradójico es que, de todos los procesos en su contra, el único que prosperó fue el que él mismo inició. Es conocido que fue Uribe quien denunció al senador Iván Cepeda por compra y manipulación de testigos, pero la Corte Suprema no solo desestimó los señalamientos hechos por el expresidente, sino que encontró mérito para investigarlo a él por el mismo delito que atribuía a Cepeda”, explican Garzón y Ochoa, quienes precisan que, durante los años de ese proceso judicial, han quedado probados los vínculos del expresidente con el paramilitarismo, además de la compra y manipulación de testigos: “Antes de esta sentencia, jefes paramilitares ya habían señalado esos vínculos y reconocido la jefatura que Álvaro Uribe Vélez ejercía sobre ellos”.

Y recuerdan que Jaime Garzón también fue pionero en la denuncia de este caso: “A mediados de los años 90, cuando el fenómeno paramilitar aún no se nombraba —y mucho menos en los medios—,  ya había hecho varios sketches que señalaban estos hechos. Es decir, Jaime denunciaba los nexos de Uribe con el paramilitarismo incluso antes de que fuera presidente de Colombia”.

Un éxito inesperado desde la autoedición, con ayuda ministerial

Los autores de Garzón, el duelo imposible reconocen que la recepción de la obra por parte de los lectores ha desbordado por completo sus expectativas. Hicieron una tirada inicial de mil ejemplares, una cifra considerable que esperaban vender en un año, más o menos. Sin embargo, a las tres semanas ya habían despachado unos 800 y al mes se agotó la primera tirada. La segunda edición, con otros dos mil impresos, está a punto de acabarse también.

Para que la novela gráfica viese la luz, Garzón y Ochoa tuvieron que fundar su propia editorial, Rotundo Vagabundo, tras un periplo enrevesado por los dos gigantes de la edición en español que “merece ser contado” por el aprendizaje que les supuso. En una primera etapa, casi llegaron a un acuerdo con Planeta, gracias a la labor del editor Juan David Correa. “Consciente de que publicaba en un país en transición —hacia la paz y hacia un nuevo orden político y cultural—, entendía el libro como un dispositivo capaz de intervenir en la conversación pública. Estaba deseoso, desde su lugar de editor, de aportar al diálogo, al disenso, a la escucha y a la construcción de argumentos”, valoran. Pero uno de los proyectos editoriales de Correa, La costa nostra, de Laura Ardila, fue censurado por Planeta y él renunció a su cargo. Garzón y Ochoa entendieron que esa editorial no podía ser su casa y Correa fue nombrado poco después ministro de Cultura en el Gobierno de Gustavo Petro.

La siguiente puerta a la que llamaron fue la de Penguin Random House, donde “no se hablaba de responsabilidad social ni de resonar con el tiempo que vivía Colombia”, recuerdan. A pesar de que los editores reconocieron la calidad de la obra, les marearon durante casi un año para finalmente despacharles con un “dictamen lapidario” en el que, según las métricas de la editorial, el libro vendería a lo sumo 21 ejemplares. El departamento comercial determinó que Garzón, el duelo imposible era “inviable económicamente”. Garzón y Ochoa se preguntan aún hoy si esa decisión fue una forma encubierta de censura.

Correa entró de nuevo en escena en ese momento. Convencido de la pertinencia y la calidad de la novela gráfica, decidió desde el ministerio que cada biblioteca pública de Colombia recibiría un ejemplar. Garzón, el duelo imposible cuenta actualmente con 5.300 ejemplares impresos. De ellos, 2.300 están en las bibliotecas oficiales, comunitarias y populares de toda Colombia, según el recuento que hacen sus autores.

Cargando valoraciones...
Comentar
Informar de un error
Es necesario tener cuenta y acceder a ella para poder hacer envíos. Regístrate. Entra en tu cuenta.

Relacionadas

Cargando...
Cargando...
Comentarios

Para comentar en este artículo tienes que estar registrado. Si ya tienes una cuenta, inicia sesión. Si todavía no la tienes, puedes crear una aquí en dos minutos sin coste ni números de cuenta.

Si eres socio/a puedes comentar sin moderación previa y valorar comentarios. El resto de comentarios son moderados y aprobados por la Redacción de El Salto. Para comentar sin moderación, ¡suscríbete!

Cargando comentarios...