Cómic
‘El Eternauta’, una parábola que anticipa las tragedias de su autor, Héctor Germán Oesterheld, y de Argentina

El creador del cómic que dio origen a la serie del cineasta Bruno Stagnaro protagonizada por Ricardo Darín fue secuestrado y desaparecido junto a sus cuatro hijas por la última dictadura argentina.
El Eternauta Oesterheld
Promoción de la serie intervenida con los carteles de la familia Oesterheld. Además del autor, las cuatro hijas fueron desaparecidas por la dictadura argentina, dos de ellas embarazadas. Los cinco fueron asesinados por el terrorismo de Estado. Sólo se recuperó un cuerpo y todavía se busca a los dos niños nacidos en cautiverio.
16 may 2025 09:25

Elsa Sánchez, viuda del guionista argentino Héctor Germán Oesterheld, célebre autor de la historieta El Eternauta, sostuvo en 2011 que la obra cumbre de su marido fue premonitoria de la aniquilación que sufriría su familia, al compás de la destrucción que asoló Argentina durante la última dictadura cívico-militar (1976-1983).

Nacido en 1919, Oesterheld era conocido entre sus amigos como “el alemán”, por su ascendencia europea, y como “Sócrates”, por su vasta cultura. Aunque estudió Geología en la Universidad de Buenos Aires, su vocación lo motivó a seguir una vertiente más artística.

“Era un tipo humanista, un artista y un escritor muy creativo”, cuenta a El Salto la periodista Alicia Beltrami, una de las coautoras del libro Los Oesterheld (Sudamericana, 2016), que reúne más de 200 entrevistas realizadas durante cinco años de investigación. “Era bondadoso, solidario, se fijaba siempre en el otro. Así fueron educadas sus hijas”.

Oesterheld fundó con su hermano Jorge la Editorial Frontera, que alumbró sus primeros personajes de historieta. Uno de ellos fue el Sargento Kirk, un soldado desertor del Ejército estadounidense que se une a los indios, en una propuesta precursora que Hollywood no se atrevería a explorar hasta la década de los 70.

Con el diseño del dibujante Francisco Solano López nació también El Eternauta, publicada entre 1957 y 1959 en entregas de tres páginas, para narrar la épica de un hombre común que hace frente a una invasión extraterrestre junto a su familia y amigos en una Buenos Aires devastada por una nevada mortal.

Juan Salvo sale a la calle en una página del cómic ‘El Eternauta’
Juan Salvo sale a la calle en esta página del cómic ‘El Eternauta’, creado por Héctor Germán Oesterheld y Francisco Solano López en 1957. Imagen cortesía de Planeta Cómic.

El dibujante uruguayo Alberto Breccia acompañó en 1969 una segunda versión de El Eternauta, más permeada por los influjos revolucionarios que llegaban del mayo francés, de la revolución cubana y del Cordobazo, una protesta estudiantil y sindical en la provincia de Córdoba (centro) contra el dictador Juan Carlos Onganía (1966-1970), pero esta recreación no prosperó entre los lectores.

Cómic
Cómic ‘El Eternauta’, la obra maestra del cómic que describió en viñetas la muerte llegada del cielo
La historieta creada en Argentina en 1957 por el guionista Héctor Germán Oesterheld y el dibujante Francisco Solano López es un monumento de la ciencia ficción que sigue generando apasionantes interpretaciones.

Argentina vivía convulsionada con los sucesivos Gobiernos de facto cuando Oesterheld se acercó a un peronismo enfervorizado por el rumor de un posible regreso de su líder, que estaba exiliado en Madrid desde hacía más de una década. Arrimado a una corriente izquierdista del movimiento, el guionista se sumó a Montoneros entre finales de 1973 y principios de 1974, al igual que habían hecho sus cuatro hijas: Estela, Diana, Beatriz y Marina.

La fractura

No llegó a un escalafón jerárquico en la guerrilla, pero Oesterheld era una figura pública. El 6 de septiembre de 1974, tras fallecer Juan Domingo Perón, Montoneros pasó a la clandestinidad.

Desde algún escondite, y ya en plena dictadura, Héctor encaró a partir de 1976 la segunda parte de El Eternauta. Solano López, que no lo volvió a ver, recibía los guiones por terceros. Ambientada en un futuro cercano, esta secuela recupera al protagonista, Juan Salvo, para transformarlo en un héroe individual que es capaz de sacrificar a su familia en pos del bien superior: la lucha contra los invasores.

“Es una narración más politizada. Su alter ego, Germán, es protagonista de la aventura, e incluye un personaje, María, que hace alusión a su hija Beatriz, que ya había desaparecido”, contextualiza la otra coautora de Los Oesterheld, Fernanda Nicolini. “Es una historia desgarradora: hay muchas marcas de su vida como militante y de su vida en la clandestinidad, y de cómo estaba interpretando la dictadura que estaba viviendo en ese momento”.

La imagen de portada del libro que escribieron Nicolini y Beltrami captura un momento feliz de la familia, en la que aparecen Héctor y Elsa sentados en un parque infantil con sus cuatro hijas pequeñas alrededor, cuando el célebre autor estaba abocado por entonces a la escritura de su obra maestra.

“Pese al gran quiebre que supone para una familia que alguien decida militar y quedar clandestino por decisión de una organización, ellos intentaron hasta el último momento vincularse”, recuerda Alicia Beltrami, coautora de ‘Los Oesterheld’

La unión de esa familia idílica se hizo añicos a mediados de los años 70. “Sabíamos de la tragedia familiar, pero no sabíamos que adentro, en esa casa, había habido una separación entre Elsa, Héctor y las hijas”, reanuda Beltrami. “Pese al gran quiebre que supone para una familia que alguien decida militar y quedar clandestino por decisión de una organización, ellos intentaron hasta el último momento vincularse. Se mandaban mensajes, e intentaban verse y darse un abrazo”.

El exterminio

Beatriz, la tercera hija de Elsa y Héctor, fue secuestrada en junio de 1976, horas después de reunirse con su madre en una confitería por última vez. Tenía 20 años y su cuerpo fue el único que Elsa pudo recuperar para enterrarlo.

Su hermana Diana, de 23 años, cayó en la provincia de Tucumán (noroeste) en agosto de ese año. Estaba embarazada de seis meses.

El turno de Héctor llegó en abril de 1977. Pasó por al menos tres centros clandestinos de exterminio, El Sheraton, el Vesubio y el Campito, donde el historietista le confesó a uno de sus compañeros en las duchas que los genocidas le habían mostrado, entre comentarios obscenos, las fotos de sus hijas torturadas y asesinadas.

En el Vesubio, donde fue ubicado entre noviembre de 1977 y enero de 1978, Oesterheld se enteró de la muerte de su hija menor, Marina, que tenía 20 años y cursaba un embarazo de ocho meses.

Estela, la primogénita, fue la última de las hijas en caer. Tenía 25 años. “Aquel día había dejado una carta en la casa de una amiga de su mamá en la que le contaba que Marina había fallecido”, evoca Nicolini. “A las pocas horas la mataron en la calle, pero se llevaron su cuerpo y hasta el día de hoy sigue desaparecida”.

Estela tenía un hijo de casi cuatro años, Martín, que el día en que su madre fue acribillada fue trasladado al Vesubio. Era el 14 de diciembre de 1977. “Allí Martín pasó unas horas con Héctor”, revela Beltrami. “Martín cuenta que el primer recuerdo que tiene de su vida es compartir con su abuelo ese espacio y ese lugar. No tenía la dimensión de dónde estaba, pero recordaba su ternura y el color de una pared”.

Martín fue llevado a la casa de su abuela esa noche, gracias a la dirección que facilitó Héctor. Al encontrarse con su nieto, Elsa tomó conocimiento de que a su hija Estela no la vería más, de que Martín quedaba a su cargo, y de que su marido estaba preso, pero vivo. Entonces recibió en sus manos la carta de Estela con la noticia de la muerte de Marina.

La pregunta

“Hay algo muy conmovedor cuando empezamos a hacer entrevistas, porque una indaga en memorias borradas o que provocan dolor, al tratarse de personas perseguidas durante mucho tiempo”, medita Nicolini. “Pero cuando mencionábamos a Héctor, los sobrevivientes querían hablar. Tenían un recuerdo muy amoroso de él, como de una persona cálida y afectuosa. Les pasaba una cartita, juegos, les comentaba historias. En el Vesubio coincidió con una nena de 12 años en un momento, y a esa nena la paternó allí adentro”.

Las misivas familiares a las que accedieron las autoras de Los Oesterheld permiten también entender el viaje transformador que experimentó el guionista a lo largo de su vida. “Pasó de ser un intelectual humanista que iba cambiando su percepción ideológica del mundo a un militante político activo, pero siempre con la historieta como herramienta pedagógica y militante”, describe Beltrami.

El camino inverso siguió Elsa, fallecida en 2015 con 90 años. “Era una mujer de una condición humilde que venía de una historia dura de infancia, pues se había muerto su hermana Estela cuando era pequeña”, precisa la periodista. “Entonces descubre al amor de su vida, se siente como en las nubes, tiene cuatro hijas hermosas, y pierde todo. Llegó a estar muy enojada con la vida y con el mundo”.

Elsa, cuyos yernos también fueron desaparecidos, llegó a disfrutar de sus nietos Martín y Fernando, que es hijo de Diana y fue criado en la localidad bonaerense de Pergamino por sus abuelos paternos, y también de sus bisnietos, pero no cesó de buscar a sus otros dos nietos que pudieron haber nacido en cautiverio, como sucedió con 500 niños apropiados por el terrorismo de Estado y entregados a otras familias con una nueva identidad.

“Con el tiempo pudo renacer superando su dolor y haciendo un viaje transformador con su fortaleza”, añade Beltrami. “Esa resignificación la situó a ella en otro lugar en los últimos años de su vida, con un costado más amable”.

‘El Eternauta’, cómic de ciencia ficción creado por Héctor Germán Oesterheld y Francisco Solano López
Juan Salvo, dispuesto a salir a la calle con el traje que han confeccionado para protegerse de los copos fosforescentes. Página de ‘El Eternauta’ cortesía de Planeta Cómic.

Todos los clásicos pueden tener diversas lecturas, y El Eternauta no es una excepción. A partir del estreno de la serie, en Argentina se sextuplicaron las consultas a Abuelas de Plaza de Mayo de argentinos que dudan de su identidad, y además se triplicaron las denuncias de posibles apropiaciones de bebés durante la dictadura.

La organización humanitaria H.I.J.O.S (acrónimo de Hijos e Hijas por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio), aprovechó la ocasión para solicitar que contacten con Abuelas quienes hayan nacido en noviembre de 1976, o entre noviembre de 1977 y enero de 1978, y tengan dudas sobre su identidad.

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Los carteles publicitarios de la serie, en la que participó Martín como consultor creativo, fueron intervenidos en Buenos Aires con las imágenes en blanco y negro del creador de la historieta y de sus cuatro hijas. Una pregunta resuena de nuevo en la nación sudamericana: “¿Dónde está Héctor Oesterheld, y dónde están sus hijas?.

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