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Colombia
Nos hablarán de Colombia cuando gobierne la izquierda
En los últimos años la presencia en los medios internacionales de información sobre Colombia ha ido aumentando. El Proceso de Paz del 2016 situó al país en el mapa para muchas personas, un proceso del que renegaban y siguen haciéndolo quienes hoy gobiernan. Desde entonces las noticias sobre el país han ido cogiendo resonancia en determinados medios de comunicación. No es para menos, a día de hoy Colombia produce algunos de los artistas internacionales más conocidos, el turismo ha crecido y se ha venido construyendo una imagen (diré que falseada) de un país de renta media que merece la pena visitar. No lo voy a negar, Colombia tiene rincones preciosos que disfrutar.
Pero la realidad es otra. Una realidad que no suele reflejarse tanto desde el plano internacional. Colombia sigue siendo el país del mundo con más asesinatos a líderes sociales, defensores del territorio y sindicalistas. Un país que desde hace años presenta las mayores cifras de desplazados internos en todo el mundo por encima de Siria. Donde los procesos migratorios nunca cesaron. Sobra señalar que gran parte de la población inmigrante forzada a una situación de ilegalidad en España son personas de origen colombiano. En Colombia el 54% de la población sufre inseguridad alimentaria y más de medio millón de niños desnutrición crónica. Departamentos como Chocó o la Guajira son sinónimo de desamparo. En Cartagena, donde resido, más del 70% de las personas no come las tres comidas diarias. Se trata de un estado con tasas de empleo informal de más del 60%. A todo esto se suman los conflictos internos, el paramilitarismo, la Ñeñepolítica, la corrupción, etc.
Colombia sigue siendo el país del mundo con más asesinatos a líderes sociales, defensores del territorio y sindicalistas. Un país que desde hace años presenta las mayores cifras de desplazados internos en todo el mundo por encima de Siria
El 2021 el país lo terminó con 145 líderes sociales asesinados según la Defensoría del Pueblo mientras que las masacres ascendieron a 96 en todo el año con más de 300 personas muertas. A ello se suma los más de 136 desplazamientos masivos que tuvieron lugar según la Oficina de Asuntos Humanitarios de Naciones Unidas (OCHA).
Un 2021 en el que se retomaría el paro nacional iniciado justo antes de la pandemia en el que se repetirían constantes escenas de la violencia del paramilitarismo contra los manifestantes y la connivencia de la policía con hombres civiles armados que disparaban a las multitudes. Cali fue el foco del desahogo del pueblo colombiano y donde la represión alcanzó sus peores dimensiones. En esos días vimos disparos desde helicópteros, lanzamiento de proyectiles por parte de los cuerpos de seguridad del estado y toda una serie de imágenes que fueron recogidas por manifestantes y testigos que atestiguaban una violencia descontrolada contra la población. El resultado fue, según datos de la organización Temblores y de Indepaz, de 75 personas asesinadas (44 de ellas con presunta autoría directa de la fuerza pública), 1.832 detecciones arbitrarias y un total de 3.486 casos de violencia policial, varias violaciones a mujeres y todo ello llegando a haber más de 400 personas desaparecidas durante el tiempo que duraron las protestas.
Tras ello, el presidente de Colombia Iván Duque iría a Madrid donde sería recibido con honores. Justo un mes antes el presidente del PP Pablo Casado cancelaría en último momento una visita a Colombia debido a las restricciones por la pandemia. Es decir, la figura de Duque nunca sería cuestionada públicamente sino por el contrario ampliamente respaldada.
Lo cierto es que, mediáticamente, el problema histórico de violaciones de derechos humanos de Colombia nunca se ha vinculado a la ideología que la ha gobernado durante toda su trayectoria. Mientras, nos hemos aburrido de escuchar y leer hasta la saciedad que el problema de Venezuela ha sido el marco ideológico desde el que se ha gobernado, incluso cuando ese relato era falso ya que nunca ha habido comunismo en Venezuela. En Colombia nadie, ni políticos ni medios, han hecho un ejercicio que ligase la violencia en el país, con la orientación ideológica de sus gobernantes.
Mediáticamente, el problema histórico de violaciones de derechos humanos de Colombia nunca se ha vinculado a la ideología que la ha gobernado durante toda su trayectoria
De alguna forma, el problema del capitalismo, de los liberales y de los neoliberales no es su planteamiento sino las figuras concretas políticas individuales que gobiernan bajo tales lógicas de forma, según esos relatos, errada. Pero si la violación de derechos, la pobreza y la precariedad se sitúan bajo gobiernos de izquierdas (ya sean izquierda liberal, socialdemócrata o los casi inexistentes casos de comunismo) el problema no son la mala praxis de sus dirigentes sino sus planteamientos ideológicos. De esta forma el capitalismo y la democracia liberal nunca son cuestionadas.
Pues bien, Colombia lleva siendo gobernada por la derecha desde que es considerada una democracia. Y por primera vez, la izquierda (que en el último año se ha ido suavizando a sabiendas de que no puede ganar bajo marcos leídos externamente como radicales), puede llegar a sentarse en los salones de la Casa de Nariño en Bogotá en las próximas elecciones el 29 de mayo de este año. Las encuestas así llevan mostrándolo desde hace un año.
De ser así, debemos prepararnos para poner a Colombia en el mapa mediático como país donde la democracia es una burla, la vida no vale nada y los derechos de la gente son pisoteados cada día. Porque, seamos realistas. ¿Qué capacidad de cambio podría darse en los primeros años de ese hipotético gobierno? Lo que cabría esperar sería un recrudecimiento de la violencia paramilitar y una más que difícil gestión de un ejército historicamente controlado, administrado y dirigido bajo un mandato de violencia estableciendo una cultura de funcionamiento por intereses económicos y políticos manchada de sangre y corrupción. El mismo ejército de los estimados diez mil falsos positivos (6.402 confirmados) que sigue sin reestructurarse.
La realidad hace que sea imposible pensar en un cambio de un día para otro. Un proyecto político que de durar toda una legislatura tendrá las manos atadas en muchos sentidos y deberá enfrentar una cultura institucional establecida en su contra que se transformará en una barrera desde el primer momento. Es ahí cuando se hablará de la corrupción, ya todos sabemos que solo la izquierda es corrupta.
Todo esto llevaría a que en España resonara un nuevo nombre en platos de tertulias, periódicos y en el Congreso de los Diputados. Sabremos todo de Gustavo Petro, sobre todo su vinculación (aunque no fuera política) con el M19. Conoceremos de su vida tanto como desconocemos de Duque. ¿Cuánto sabemos de Nicolas Maduro? ¿Cuántas personas en España saben el nombre del presidente de su vecino país Portugal?
Tendremos que esperar a que Petro gobierne para conocer la situación de miseria de un país que llora a través de su bullerengue. Y dicho lo dicho, ojalá llegue ese día en el que Colombia sea foco internacional por el desaliento de las personas que viven en su territorio. Y si tiene que ser como consecuencia de que por primera vez gobierna una izquierda en el país. Bienvenido sea.