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Cine
Iris Barry, la protectora olvidada de Luis Buñuel
Se cumple medio siglo del fallecimiento de Iris Barry, precursora del género de la crítica cinematográfica y protectora de Buñuel durante su exilio en Estados Unidos y México, que gozó de una enorme reputación mundial, pero ha sido ignorada históricamente.
“Acababa de conocer a una mujer a la que le debo mucho, una inglesa, Iris Barry”. Así recordaba el cineasta Luis Buñuel en su autobiografía, Mi ultimo suspiro (1982), a Iris Barry, cuya muerte cumple 50 años hoy, día 22 de diciembre de 2019. Parece, por tanto, buen momento para resucitar a esta escritora inglesa, precursora del género de la crítica cinematográfica y fundadora de la Film Library del Museo de Arte Moderno de Nueva York, además de protectora de Buñuel durante su exilio en Estados Unidos y México, que gozó de una enorme reputación mundial en su día, pero que a pesar de todo ha sido ignorada históricamente como tantas otras.
En 1939, Buñuel se encontraba en los Bajos Pirineos, en Bayona, al servicio de la Embajada española. Su papel como encargado de la propaganda republicana consistía en ocuparse del lanzamiento por encima de los Pirineos de pequeños globos cargados de octavillas. Unos amigos comunistas, que más tarde serían fusilados por los nazis, se encargaban de lanzar los globos los días en que los vientos parecían favorables. Semejante actividad le resultaba absurda, un tanto ridícula, usando sus propias palabras. ¿Qué influencia podía tener un trocito de papel llegado nadie sabe de dónde? ¿No había nada mejor que hacer?
En una entrevista con el embajador de España en París, Marcelino Pascua, ex director de Sanidad Pública en España, Buñuel le transmitió estas dudas. Entonces Pascua le propuso que regresara a Hollywood, donde se estaban rodando películas sobre la guerra de España que contenían muchas veces errores graves sobre el posicionamiento geográfico de algunos de los dos bandos. Podía conseguir allí un contrato como technical o historical advisor. Fue así como, con la ayuda de varios amigos que simpatizaban con la República española, pudo reunir el dinero para pagar su viaje, el de su mujer y el de su hijo.
Una vez en Estados Unidos, cuando se disponía a empezar su trabajo como asesor histórico en la película sobre la evacuación de Bilbao, Cargo of Innocents, llegó una orden de la Asociación General de Productores Americanos que prohibía cualquier película sobre la guerra de España. Así que tuvo que intentar buscarse la vida mientras el poco dinero que tenía se esfumaba. Intentó venderle unos gags a Chaplin y un proyecto a René Clair, sin obtener resultados. Entonces decidió abandonar Hollywood e ir a Nueva York a buscar trabajo de cualquier cosa. Para entonces ya había conocido a Iris Barry, tal y como refleja una de las cartas incluidas en Luis Buñuel. Correspondencia escogida (Cátedra, 2018), con fecha 13 de septiembre de 1939, diez días después del estallido de la Segunda Guerra Mundial:
Querido señor Buñuel,
Sentí mucho no tener la oportunidad de verle otra vez antes de partir de Hollywood, pero tuvimos que regresar a toda prisa en vista de la situación europea […] Nos encantó conocerlos a los dos y esperamos volver a verle pronto. Si por cualquier razón viene finalmente a Nueva York […] estaríamos encantados de recibirlo en nuestra casa si así lo desea.
Saludos cordiales,
Atentamente,
Iris Barry
Buñuel no tardó en aceptar la invitación de Barry, dado que el 17 de noviembre del mismo año envió otra carta, esta vez a unos laboratorios de París, desde el domicilio de Iris Barry y Dick Abbott, marido de esta, además de vicepresidente del Museo de Arte Moderno.
Cabe también deducir de las misivas publicadas que fue en aquel primer encuentro cuando el cineasta se ofreció a enviar sus películas a la Film Library, algo que tuvo que posponerse hasta que se restableció el transporte interrumpido por la guerra. Sin embargo, para abril de 1940, Barry atesoraba ya una copia de Tierra sin pan en su versión inglesa. Dicha copia requería de una nueva y buena sonorización. Es por eso que Buñuel rogó a Barry por escrito que no la mostrase a nadie de momento. Pero una Iris desobediente e inquieta, a quien no le falta la iniciativa, ya había enseñado la película de la región hurdana a nada más y nada menos que el padre del documental, Robert Flaherty (1884-1951), y a su mujer, la escritora Frances Hubbard Flaherty (1883-1972). “Se han quedado absolutamente maravillados, conmovidos por la película”, aseguraba Barry. Tras disculparse por haberla mostrado, lo invita a impartir una conferencia privada para sus estudiantes y vuelve a insistir en un nuevo visionado de la misma. También lo anima a proyectar Un perro andaluz para una camarilla formada por ilustres izquierdistas como Joris Ivens (1898-1989), autor del documental sobre la Guerra Civil The Spanish Earth (Tierra española, 1937) o el cineasta Joseph Losey (1909-1984), más tarde perseguido por el macartismo.
Por aquel entonces, Barry le propuso a Buñuel trabajar para un comité de propaganda destinado a los países de América Latina que se denominaría Office of Coordination of Inter-American Affairs. Solamente se estaba a la espera de la autorización del Gobierno, que siempre había mostrado la más absoluta indiferencia hacia la propaganda, y muy especialmente en el caso del cine. Entre enero y marzo de 1941, Buñuel trabajó en el montaje de versiones abreviadas de los documentales Triumph des Willens (El triunfo de la voluntad, 1935) de Leni Riefensthal y Feldzug in Polen (Campaña en Polonia, 1940) de Fritz Hippler, dentro de un proyecto sobre propaganda nazi del MoMA.
Cuenta Buñuel en sus memorias que Barry le confió entonces un secreto: el primer secretario de la Embajada alemana les había hecho llegar clandestinamente estas dos películas de propaganda. “Usted sabe”, le dijo ella, “que los medios gubernamentales americanos, contrariamente a los alemanes, no creen en la eficacia de la propaganda cinematográfica. Vamos a demostrarles que están equivocados”. La misión de Buñuel se convirtió en seleccionar películas de propaganda antinazi con la ayuda de Iris Barry y distribuirlas en tres lenguas: inglés, español y portugués. Estaban destinadas a América del Norte y del Sur. Además, por su propia cuenta producirían otras dos juntos.
El 30 de junio de 1943, Buñuel envía una carta a Barry para presentar su dimisión:
Querida señora Barry,
En vista de las continuas referencias hechas en el Motion Picture Herald de carácter discriminatorio hacia mi persona, y tras mi conversación con usted en el día de hoy, considero que no me queda otra alternativa que dimitir de mi puesto de montador jefe y jefe del departamento de guionistas de adaptaciones cinematográficas del Museo para la Oficina del Coordinador de Asuntos Interamericanos […]
Tal y como explica a continuación en la misma carta, había personas decididas a sembrar cizaña sobre él, posiblemente con la intención de desacreditar la actividad del Departamento de Cine coordinado por Iris Barry. Entre otras lindezas, lo acusaban de izquierdista, y a su película La Edad de Oro, realizada en París en 1930, de antirreligiosa. Barry, una de las pocas personas que había visto la película en el país, sabía que se trataba de un poema surrealista donde se simbolizaban los obstáculos que la religión y la sociedad oponían a la consecución del amor. Además, era consciente de que Buñuel dimitía para no perjudicarla a ella. Pero muy a su pesar, y deshaciéndose en elogios en su respuesta sobre la lealtad, la capacidad y la devoción del talentoso cineasta, la comisaria se vio obligada a aceptar su dimisión. Por su parte, la despedida de Buñuel demuestra el agradecimiento mutuo y el vínculo afectivo que se llegó a crear entre ambos:
[…] Antes de finalizar esta carta, querría asegurarle que, al dejar el Museo después de dos años y medio, llevo conmigo los mejores recuerdos. Siempre he encontrado aquí un espíritu de cooperación sincera hacia mi trabajo y la mayor comprensión y cordialidad en nuestras relaciones. Todo eso, señora Barry, ha sido posible gracia a usted.
Así fue cómo Iris Barry ayudó a Buñuel a aterrizar en Estados Unidos, y más concretamente en el ecosistema de Nueva York, que aunque conservó durante mucho tiempo la reputación de ciudad hospitalaria y generosa, no resultó ser ningún caminito de rosas para nuestro querido cineasta. Pero no acaba ahí la historia.
Cuando en 1946 Iris Barry es escogida presidenta de la Federación Internacional de Archivos Fílmicos (FIAF) en el congreso del organismo celebrado en París en julio de ese año, esta le ofrece a Luis Buñuel el cargo de secretario general. Lamentablemente, un Buñuel exiliado ahora en México, desde donde lamenta los temas cinematográficos aztecas y el gusto del público allí, se encuentra atrapado y sin forma de ir a París para cumplir con dicha función.
El resto de la correspondencia entre ambos se reduce a tres cartas más escritas desde México, donde él expresa su deseo de volver a verla en Nueva York. “Iris la sigo recordando con nostalgia. Con ternura. Suyo, Luis” (1948). Sin embargo, parece que no hay rastro de respuesta alguna por parte de ella desde ese momento. Y es que, como sabemos por Robert Sitton en su reciente biografía sobre la pionera, Lady in the Dark. Iris Barry and the art of film (2014), a finales de los años 40, víctima del cáncer y de la caza de brujas también, Iris Barry enferma y deja el museo y Estados Unidos, para morir en 1969 en Marsella, lejos y marginada, como los olvidados de Luis Buñuel.