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Estos días todo el mundo habla de la violencia en Barcelona y otros lugares de Cataluña. Que si son los independentistas, que si son anarquistas importados, que si unos niñatos, que si son secretas. Que si la violencia se justifica o no, que si a veces, que si contra las personas, que si contra las cosas. Que qué pintan los ultras. Que si los medios prefieren mostrar las imágenes de los contenedores quemándose en lugar de mostrar las protestas pacíficas y masivas. Que si esto es solamente una oportunidad para que la testosterona se cuente en golpes: una cosa de machitos contra machitos.
Nos falta información sobre quién y por qué está detrás de los disturbios, aunque alguna cosa ya se ha dicho aquí y aquí. La sensación (y lo digo así porque no creo que nadie tenga un estudio hecho sobre el tema de momento) es que es gente joven que expresa frustración sin objetivos claros. Y para mí la palabra clave es frustración. Que no responden directamente al movimiento independentista, resulta bastante claro. Este último ha sido y sigue siendo pacífico. Y ha condenado la violencia de estos días.
Personalmente, una de las cosas que más me ha atraído del independentismo ha sido su capacidad de resiliencia, de creatividad, de repensarse, de tomarse con humor los eventos más trágicos. El 1 de octubre de 2017 es muestra de esta vocación. Policías entrando a escuelas y encontrando a gente que hacía como que jugaba al ajedrez. Familias durmiendo en las escuelas para que estuvieran abiertas al día siguiente. Y creo que las actividades organizadas para esta semana por el Tsunami Democrático también lo son. Una mezcla de cachondeo y fuerte convicción. Cortar calles, sí. Ocupar el aeropuerto al estilo Hong Kong, también. Pero no violencia como la hemos visto en las calles.
Es difícil descifrar por qué hay tanta gente que de pronto ha decidido salir a quemar contenedores, levantar las baldosas del suelo y romper locales de La Caixa
Es difícil comenzar a descifrar qué es lo que realmente está pasando. Por qué hay tanta gente que de pronto ha decidido salir a quemar contenedores, levantar las baldosas del suelo y romper locales de La Caixa. Saldrán en los próximos días muchas hipótesis. Permítaseme una: va de la rabia y la impotencia contenidas en una sociedad que ve que a las personas no se nos reconoce como esperamos. Algunas (la mayoría) simplemente critican la situación y otras canalizamos esta rabia de ciertas formas; otras, las más jóvenes, plantan cara a la policía y en ocasiones queman cosas.
Esta hipótesis puede sonar obvia o vacía, pero creo que no lo es. Tengo la sensación de que están ocurriendo dos fenómenos simultáneamente. Por un lado, un cambio cultural que muchos niegan, pero ya ha sido reconocido ampliamente en todo el mundo: vamos hacia una cultura política donde el reconocimiento de las personas como sujetos nos resulta cada vez más importante que los “servicios” y el “bienestar” que obtengamos. Se trata cada vez menos de tener ciertas cosas (aunque también), que de que se nos trate como personas adultas con capacidad de opinar y decidir sobre la política. Se trata de democracia real.
Enorme cantidad de información sobre este fenómeno global y que afecta a todas las clases sociales se puede encontrar en los trabajos de Ronald Inglehart y Christian Welzel, de Pipa Norris y en la encuesta mundial de valores. Otra que destacaba este fenómenos es Nancy Fraser cuando decía que estamos viviendo un triple movimiento, que va más allá de la izquierda y la derecha. Un tercer movimiento que pide la emancipación y no únicamente la justicia social o la libertad.
El 15M iba por este camino y decía “no somos mercancía en manos de políticos y banqueros” o “lo llaman democracia y no lo es”. No se pedía (o sí, pero solo indirectamente) servicios por parte del Estado. Se pedía acabar con la farsa de que otros decidan por nosotras. Se pedía reconocimiento y emancipación.
Con abismales diferencias, el movimiento soberanista (entendido en un sentido amplio, no solo independentista) también bebe de esta fuente. Se pide que se deje de usar la letra de la ley como excusa para no solucionar un problema político de manera política y democrática. Se pide un referéndum y dejar que la gente decida qué quiere. Se pide que no se encarcele gente por organizarse, por defender ideas políticas. Se pide reconocimiento y emancipación.
Se pide un referéndum y dejar que la gente decida qué quiere. Se pide que no se encarcele gente por organizarse, por defender ideas políticas. Se pide reconocimiento y emancipación.
Por el otro lado, están los partidos políticos de todos los colores, que en la práctica siguen funcionando con las lógicas de siempre. Lo que importa es a) qué servicios se le puede otorgar a la ciudadanía y b) ganar las elecciones. La izquierda tradicional insiste en mejorar la situación socioeconómica de las personas pero no acepta ceder poder para dárselo a la ciudadanía reconociendo a las personas como sujetos de la política. Además, en muchos ayuntamientos en 2015 ganaron las elecciones plataformas ciudadanas que leyeron bien las aspiraciones de emancipación y prometían cambiar las instituciones. En gran medida lo han hecho, pero no fue suficiente y en 2019 fueron castigadas electoralmente.
Pese a los grandes avances en términos sociales y económicos, los avances hacia la democracia real seguían pendientes y la gente prefirió malo conocido. El independentismo también leyó bien las aspiraciones de emancipación de un sector de la población, pero en la práctica no ha hecho más que inflar las expectativas sin ofrecer soluciones reales. La derecha, sin embargo, lee mejor el panorama y presta atención al miedo y frustración de la gente. Su respuesta, lamentablemente, es echar la culpa al otro: la inmigrante, el diferente, la abortista, el independentista, la pobre, etc. Y así gana votos.
Nos encontramos ante una situación difícil. Aspiraciones de reconocimiento y emancipación; de democracia real. Un sistema político que o no escucha o no es capaz de dar respuestas reales en esta dimensión de las demandas. Como consecuencia de la combinación, una gran parte de la población con una sensación de frustración enorme y grupos que están recurriendo a la violencia. Es clave, en este sentido, ver también qué pasa en estos días con las protestas que comienzan a contagiarse en diferentes lugares del resto del Estado.
Cuáles son las soluciones es algo que no tengo capacidad de articular, ni creo que sea mi función. Sin embargo, creo que ayudaría mucho preguntarnos si los actos de resistencia, y en ocasiones violentos, de estos días no son la punta de un iceberg de frustración y clamor popular por el reconocimiento y la emancipación. Y si las respuestas políticas no deberían, de una vez por todas, empezar a venir por ese lado.
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Se agradece artículos problematizadores. La simplificación siempre es violenta y es a lo que se nos somete desde todos los medios y la que se termina imponiendo como forma de pensamiento, generador de una subjetividad conflictiva ya que no responde a lo que se siente y experimenta.
Tenemos mucho miedo, todo el tiempo, en todo momento y lugar. porque hemos perdido la más mínima porción de poder efectivo para crear nuestras propias vidas. La propaganda nos ha disociado mientras las élites se han manteniendo fuertemente cohesionadas teniendo vía libre para la imposición de sus programas eugenésicos y destructivos. Esto genera mucho miedo, indefensión por la impunidad que genera la gerarquización del poder, cada vez más polarizado.
La autoridad y el mérito, con sus artefactos psicomorales, la culpa y la vergüenza, nos paraliza y aísla. Cualquier causa se percibe como una oportunidad de recuperación del poder, de canalización de la frustración: en el conflicto violento se da una autopercepción de capacidad para crear algo, aunque sea destrucción, la misma que se vive cotidianamente.
El proceso independentista no cuestiona en su institucionalidad en orden gerárquico del poder, no cuestiona la autoridad lo que genera mayor frustración, sin embargo puede estar generando una conciencia colectiva que acierte a señalar el problema de fondo: el sujeto político moral contemporáneo, indiviualista, temeroso e indiferente.
Gracias
El artículo está bastante bien. Sin embargo, no me convence del todo lo del ángulo ciego, ya que si al ciudadano no se le da un trato de sujeto político desde el gobierno entonces podemos suponer que las instituciones entiendan los disturbios y protestas como "arranques" no políticos. De hecho, eso es lo que se está haciendo desde la cúpula: solamente se contempla la violencia de las protestas (aún incluso cuando son pacíficas la mayoría de las manifestaciones), porque si no, no se entiende cómo pueden deliberadamente volcar todo su lenguaje sobre el temita de la violencia (como si no tuvieran consciencia los dirigentes políticos de este país de la violencia y miedo inherentes al sistema del Estado español, básicamente, porque la ejercen ellos en multitud de ocasiones, tanto legislativas, judiciales y en praxis de discurso), y obviar el pensamiento de base e ideología - ergo politización - de las protestas, manifestaciones y disturbios. Ya sé que todo es campaña electoral y que señor Sánchez lo tiene ya todo pensado y repensado, pero de ángulo ciego nada, porque son las instituciones las que están decidiendo como llevar todo este tema de Cataluña. Porque vamos, entonces los Mossos, Nacional, Antidisturbios y Ertzaintza estarían ejerciendo una violencia represiva sobre los ciudadanos de absoluto libre albedrío y sin tener órdenes de hacerlo, lo cual es básicamente prevaricación, es decir, un delito penal del que las fuerzas del estado estarían incurriendo con plena consciencia.
Pero no creo que sea el caso, más bien entonces podemos hablar del ángulo ciego del ejercicio del poder, que es lo que está ocurriendo: manipulación, medios de comunicación comprados, complicidad con individuos abiertamente neonazis y franquistas. Para terminar, creo que también deberíamos re-pensar cómo es posible que, a excepción de unos cuantos diarios (en concreto me encanta leer este, me parece que hacéis una gran labor y una cobertura bastante buena), haya que recurrir a prensa de fuera de España para, ya no conseguir algo de información que no esté ultrasesgada, si no ya noticias decentes que no sean partidistas.
Un saludo!
Estoy razonablemente de acurdo con la hipótesis que plantea el texto... Rabia, impotencia, frustraciónm etc canalizadas.