Opinión
El “tema catalán” desde Cataluña: más allá del 10N
Las elecciones del domingo se vivieron con indiferencia en Catalunya, a pesar de que el independentismo salió reforzado del 10-N.

Fue una noche electoral extraña la vivida en Cataluña. La jornada, como gusta decirse, transcurrió con “total normalidad”, destruyendo los sueños húmedos de una derecha que espera la mínima ocasión para poder llevarse la manos a la cabeza y espetar: ¡lo ves como son violentos! Pero no. Nada de eso ocurrió. Es más, las elecciones se vivieron con una cierta indiferencia, mezcla del hastío generalizado por hacer de las elecciones una yincana bianual, y otra mezcla por la parte del independentismo que, simplemente, no quiere estar allí.
Quieren estar atentos a las informaciones de los canales de Telegram de Anonymous Catalonia y Tsunami Democràtic: quieren estar en La Junquera, danzando y batallando por una causa que creen que es justa y que, de pasada, les refuerza en el convencimiento de ser ellos y ellas los sujetos tocados por la varita mágica de la revolución y la Historia. Hay pocas fuerzas más potentes que esta.
En ese caldo de indiferencia y hastío se tenían que posicionar los partidos políticos. Es obvio que los partidos necesitan concursar a las elecciones para poder perpetuar su existencia, pero para participar en las elecciones españolas desde Cataluña se requiere de una coartada previa que lo justifique: que si es por restaurar la paz rota e reunir el constitucionalismo, para denunciar la situación de los presos políticos, o para llevar el bloqueo a las instituciones.
Quienes más sufren éste escenario es Catalunya en Comú: encasillados en el marco de la equidistancia perdieron 70.000 votos. Podría haber sido peor —se dicen con la boca pequeña—, pero saben que es necesaria una reflexión sobre su situación actual. Cierto es que la irrupción de Más País les ha propiciado un buen mordisco en Barcelona, pero cabe recordar que en las elecciones de 2015 y 2016 los comuns fueron la primera fuerza catalana con 12 escaños. Ahora tienen 7. Aunque por aquel entonces aun no habían presos políticos, ni el 1-O había tenido lugar. Hay muy poquito espacio para desplazarse en la política catalana, y los comuns son los que más notan la asfixia. Si adoptan un discurso con tintes rojigualdos, una parte de su electorado vuelve hacia Partido Socialista, partido que representó a muchos de los ahora votantes morados en un pasado no tan remoto. Si hacen lo propio hacia posiciones soberanistas, pierden parte del voto metropolitano, desconfiados por el elitismo pujolista que impregnan los seguidores de Junts per Catalunya.
El independentismo volvió a mostrar buena salud. Aunque no consiguen llegar al 50% de los votos, la suma de los tres partidos consiguió un diputado más
Pero desazonados están también los socialistas catalanes. No necesariamente la dirección política, que se saben beneficiados por el incómodo enclave en que se sitúan los comuns. Pero ellos también susurran sus deseos, pues hacerlo público iría en contra a todo lo han dicho luchar. Pero si se escucha atentamente se les oirá decir: ¡que vuelva Artur Mas y ponga seny en el independentismo!
Y es que los resultados en Cataluña se leen siempre en función de los dos bloques. En este sentido, el independentismo (ERC, JxCAT, CUP) volvió a mostrar buena salud. Aunque no consigan llegar a la frontera psicológica de obtener el 50% de los votos, la suma de los tres partidos consiguió un diputado más (23), y están a uno de obtener la mitad de los que aporta Cataluña al Congreso, que son 48. Así que mientras se les tilda de antidemocráticos y anticonstitucionalistas, van aumentado su apoyo electoral. En 2016 lograron 17 diputados; en abril de 2019 sacaron 22. Ahora ya suman otro más.
El partido ganador, ERC (13), lleva un tiempo girando su discurso. Piden ser escuchados, pero, por supuesto, lo hacen con suma cautela. Las redes cargan contra les republicanos por “traidores y butiflers”. Pero entre ellos se hacen preguntas. ¿Es compatible ser un partido independentista, pero preferir una España federal que respete la plurinacionalidad? Y luego, ¿no tiene eso sentido dentro de una estrategia independentista? Preguntas que ya han respondido afirmativamente, pero, por supuesto, en silencio. La infidelidad se paga cara y ya se han dejado dos escaños por el camino respecto el mes de abril. Y mira que ERC lo pone fácil: solamente piden a Sánchez que se siente y dialogue. Ni amnistía, ni indulto, ni nada, simplemente hablar. Pero el PSOE, que ya se ha manifestado en contra de cualquier colaboraciones con los partidos independentistas, dice que no. Que no es no.
Que contra los enemigos de España, nada. Poco les ha durado la ilusión de quienes ante la irrupción de nuevo del franquismo en España pensaban que empujaría a Sánchez hacia una propuesta valiente: que los nacionalismos vascos del PNV, catalanes de ERC y los gallegos de BNG, (las tres comunidades donde, con Navarra, VOX ha obtenido los peores resultados) participen en la formación de un nuevo gobierno. Que Pedro Sánchez empuje una alianza plurinacional y de izquierdas desacomplejada. Por ahora, un escenario que pertenece al mundo de las Ideas.
La mención especial se la lleva Albert Rivera. El catalán más catalán-español-europeo se va después de hundir su partido en cuestión de meses. Podría ser motivo de alegría para una parte de Catalunya, que recuerda que “con Rivera empezó todo”. La crispación en las instituciones catalanas y la búsqueda del conflicto en la crítica al sistema de inmersión lingüística, probablemente el aspecto más transversal de la toda la política catalana. No se le echará en falta.
Para acabar, los que somos millenials llevamos toda la vida escuchando historias sobre la existencia de una figura mitológica que responde al apodo de hombre de Estado (porque, por supuesto, el Estado es una cosa de hombres). Dicen las leyendas que tal ser es capaz de dejar a un lado sus propios intereses y los de su partido en aras de un bien mayor. Pero claro, luego miramos a Quim Torra y a Pedro Sánchez y se nos pasa la tontería.
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