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Crisis climática
La transición de la industria del acero choca con los límites del hidrógeno verde
Hablemos de acero. La idea de combinar hierro con carbono es vieja pero no fue hasta mediados del siglo XIX cuando se comenzó a utilizar de forma masiva y ahora forma parte de casi todo: puentes, edificios, aviones, coches, barcos, electrodomésticos, utensilios de cocinas, instalaciones de energía renovable. Su producción se ha incrementado diez veces desde 1950. Algunas estimaciones apuntan a que la demanda se podría duplicar de aquí a 2050.
Pero la economía del acero presenta sus inconvenientes: la industria siderúrgica representa actualmente el 7% de las emisiones de gases de efecto invernadero y debería reducir su aportación al calentamiento global en un 93% para 2050 si que quiere mantener el aumento de la temperatura planetaria por debajo de los 1,5ºC con respecto a la era preindustrial, según un informe de Ecologistas en Acción hecho público este 13 de mayo.
Para Ecologistas en Acción, urge una transformación de toda la industria siderúrgica para reducir sus impactos medioambientales y sociales
Para esta federación ecologista, urge una transformación de toda la industria siderúrgica para reducir sus impactos medioambientales y sociales. Además de la emisión de gases de efecto invernadero, sobre todo dióxido de carbono, la producción de acero es responsable de la contaminación del aire con óxidos de nitrógeno, óxido de azufre, benceno y otras partículas.
El primer cambio, defienden, debería afectar a la forma de producción para reducir las emisiones, algo que ya está comenzando pero que debería realizarse de forma masiva para tener el impacto deseado. La forma tradicional de la industria siderúrgica —basada en gran uso de carbón en altos hornos (BF-BOF)— sigue representando el 71% del total. Esta ruta de producción es la que más gases de efecto invernadero genera y más contamina el aire. Existe una alternativa, la ruta de reducción directa —horno de arco eléctrico (DRI-EAF)—, priorizada en las estrategias de descarbonización y que, en la actualidad, representa el 29% de la producción global.
Este cambio en la forma de producción consigue reducir las emisiones de dióxido de carbono de 1,9 toneladas por cada tonelada de acero producido a 0,4 toneladas. Este modo de producción alternativa sigue requiriendo altas dosis de energía, pero con la posibilidad de prescindir del carbón y otros combustibles fósiles y utilizar, en cambio, el llamado hidrógeno verde, tanto para la reducción del mineral de hierro como para generar la electricidad necesaria en el proceso. Según detalla el informe “¡Hablemos de acero!”, hay vías intermedias entre estas dos rutas en donde el hidrógeno empleado no es verde.
El primer cambio debería afectar a la forma de producción para reducir las emisiones, algo que ya está comenzando pero que debería realizarse de forma masiva para tener el impacto deseado
La transición de la industria siderúrgica hacia el hidrógeno verde está llena de obstáculos, explican desde Ecologistas en Acción. El primero de ellos, los altos precios, que hacen que muchas empresas prefieran hidrógeno de otras fuentes no renovable para transformar sus instalaciones.
El hidrógeno gris —proveniente del gas natural— cuesta entre 0,98 y 2,93 dólares por kg. El hidrógeno azul —producido con combustibles fósiles pero sujeto a captura de carbono—, entre 1,8 y 4,7 dólares por kg. Y el hidrógeno verde —producido con energías renovables—, entre 4,5 y 12 dólares por kg, señalan en este estudio.
Alemania y Suecia son los dos países que más están apostando por esta ruta. La propia UE ha anunciado ayudas públicas de 9.750 millones para financiar la descarbonización y modernización de la siderurgia. Las ayudas para transformar los procesos de producción de la siderurgia han llegado a ArcelorMittal en Francia, Bélgica y España, así como a ThyssenKrupp y otras compañías en Alemania y Austria.
Además, señalan en el informe, las soluciones basadas en el hidrógeno no son tan verdes como las pintan: “Generan grandes impactos en los territorios, requieren inversiones en infraestructura muy elevadas” y conllevan procesos más automatizados que, por lo tanto, requieren menos mano de obra.
La transición al acero verde manteniendo los actuales niveles de producción, en un sector con escaso reciclaje de materiales, conservando los puestos de trabajo y reduciendo el impacto ambiental es un “reto complicado”, según afirman. “No existen soluciones mágicas”, dicen, pero existen posibilidades de avanzar hacia “una planificación donde participen todos los actores implicados” donde se combinen los avances tecnológicos y “cambios en el modelo económico-social”.
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