Opinión
Cómo salvar una Tierra abrasada

Hemos entrado en una nueva y peligrosa época en la historia de la Tierra, argumentan Simon L. Lewis y Mark A. Maslin. A medida que la humanidad se convierte en la fuerza primaria que remodela el planeta, ¿cómo podemos evitar destruirlo?

Eduard Toll rompehielos paso del norte
El buque Eduard Toll atravesó en enero el paso del norte, a través del ártico, sin rompehielos. Foto: Teekay Corp.
Traducción: Pilar Gurriarán
23 nov 2018 06:00

Los impactos de las acciones humanas en nuestro planeta son ahora tan grandes que muchos científicos están hablando de una nueva fase de la historia terrestre. A las viejas fuerzas de la naturaleza que transformaron la Tierra hace muchos millones de años, incluyendo meteoritos y mega-volcanes, se suma otra: nosotros. Hemos entrado en una nueva época de tiempo geológico dominada por los humanos, llamada Antropoceno.

El Antropoceno señala muchas cosas a mucha gente, pero en su esencia esta combinación de las palabras griegas “ser humano” y “nuevo” o “reciente” indica que la escala de los asuntos humanos está dictando cada vez más el futuro del único lugar en el universo conocido por albergar vida.

Hay poco desacuerdo entre los científicos, nosotros incluidos, de que estamos viviendo en una nueva época, porque los cambios planetarios que se observan hoy compiten con los acontecimientos importantes del pasado de la Tierra. Las fábricas y la agricultura eliminan tanto nitrógeno de la atmósfera como todos los procesos naturales terrestres. Este es el mayor cambio en el ciclo global del nitrógeno en 2.500 millones de años.

En términos de cambio en la vida —los marcadores habituales de los nuevos períodos del tiempo geológico— el impacto humano es igualmente profundo. Las extinciones son habituales, marchando a una velocidad 1.000 veces superior a la típica observada antes de que los humanos caminaran por la Tierra. Y si se pesan todos los mamíferos de la Tierra, el 30% de ese peso nos corresponde a los seres humanos, el 67% a los animales de granja que nos alimentan y sólo el 3% a mamíferos que viven en estado salvaje. Más allá de eso, las acciones humanas están homogeneizando la vida al trasladar especies a nuevas regiones, borrando más de 200 millones de años de separación.

¿Antropoceno o capitaloceno?

Algunos en la izquierda se oponen a la idea de llamar a esto una ‘época humana’ porque puede hacer que parezca que todo el mundo tiene la misma culpa en la crisis medioambiental actual. Algunos académicos de izquierda prefieren llamarlo el Capitaloceno —el tiempo del capitalismo— por el sistema económico que provocó estos cambios planetarios.
Decir que el capitalismo es ahora tan duradero que lo medimos en escalas de tiempo geológicas cierra las posibilidades de cambio

Pero las épocas, como unidades geológicas formales de tiempo, normalmente duran millones de años. Así que a menos que pensemos que el capitalismo estructurará las sociedades humanas por un período tan vasto de tiempo, cualquier nombre de este tipo es un error. Decir que el capitalismo es ahora tan duradero que lo medimos en escalas de tiempo geológicas cierra las posibilidades de cambio, en lugar de abrirlas como desean los defensores del término Capitaloceno.

No obstante, el papel del capitalismo en la creación y desarrollo de este nuevo capítulo en la historia de la Tierra es obviamente central en la narrativa del Antropoceno. En nuestro nuevo libro El Planeta Humano, rastreamos los impactos ambientales cada vez mayores de las diferentes sociedades humanas, encontrando que sólo hay cinco tipos amplios que se han extendido por todo el mundo.

Nuestras sociedades originales de cazadores-recolectores fueron seguidas por la revolución agrícola y nuevos tipos de sociedad que comenzaron hace unos 10.500 años. El siguiente cambio resultó de la formación de la primera economía global, después de la llegada de los europeos a las Américas en 1492. Este modo de vida capitalista mercantil fue seguido a finales del siglo XVIII por las nuevas sociedades de la revolución industrial. El tipo final es el actual modo de vida capitalista de alta producción y consumo que surgió después de la segunda guerra mundial.

Cada modo de vida sucesivo —cazador-recolector, agrícola, capitalista mercantil, capitalista industrial y capitalista de consumo— ha dependido de un mayor uso de energía y una mayor disponibilidad de información y conocimientos, dando lugar a un aumento de la población humana y un aumento de nuestra acción colectiva.

Evitando el colapso

Estos conocimientos nos ayudan a pensar en evitar el colapso que se avecina a medida que nuestra economía global masiva se duplica cada 25 años con un impacto ambiental cada vez mayor. Nos permiten ver nuevas posibilidades de un modo de vida nuevo y más sostenible para sustituir al capitalismo de consumo.

Visto así, un nuevo sexto tipo de sociedad, cualquiera que sea, requerirá tanto un mayor suministro de energía como mejores sistemas para comunicar el conocimiento y gestionar la información. El papel de la energía renovable para todos adquiere una importancia que va más allá de la de detener la degradación del clima. Asimismo, la educación gratuita e internet para todos tienen un significado que va más allá del acceso a las redes sociales. Sin embargo, un mayor flujo de energía e información por sí solos podrían aumentar nuestros problemas medioambientales, como en el pasado.

Para iniciar una nueva forma de vida, es necesario romper con la dinámica central de la producción y el consumo cada vez mayores de bienes y recursos, junto con un enfoque social en la reparación del medio ambiente. Se necesitan intervenciones sistémicas que desencadenen dinámicas para empujar a la sociedad hacia un nuevo modo de vida. Dos ideas cada vez más debatidas pueden hacer precisamente esto.

Renta básica

La renta básica universal (RBU) es una política en virtud de la cual se abona un pago económico a todos los ciudadanos, sin condiciones ni obligación de trabajar, a un nivel superior al de sus necesidades de subsistencia. Los ensayos a pequeña escala de la RBU muestran que el nivel educativo es más alto, los niveles de emprendimiento suben, las personas están más sanas y la felicidad referida por ellos mismos aumenta. Sin embargo, la RBU no sólo hace esto: podría romper el vínculo entre trabajo y consumo. La necesidad de la mayoría de nosotros de vender nuestra mano de obra y ser cada vez más productivos se compensa con el aumento de nuestro consumo. Dada esta dinámica, no tiene mucho sentido renunciar a comportamientos perjudiciales para el medio ambiente cuando sabemos que tenemos que trabajar más duro en el futuro, independientemente de nuestras decisiones. El consumo es la “recompensa” por ser cada vez más productivo en el trabajo. A menudo nos decimos a nosotros mismos que nos merecemos ese regalo desechable, el último aparato de alta tecnología, o unas vacaciones en un sitio lejano. Decimos: trabajo duro, me lo he ganado.
La RBU reduce la dependencia, dando a la gente la oportunidad de decir “no” al trabajo indeseable y “sí” a las oportunidades que a menudo están fuera de su alcance

Al romper este vínculo entre trabajo y consumo, la RBU podría, si se gestiona cuidadosamente en el tiempo, reducir drásticamente los impactos ambientales. Podríamos trabajar menos y consumir menos, y aún así satisfacer nuestras necesidades. El miedo al futuro se disiparía, lo que significaría que no tendríamos que trabajar cada vez más duro por miedo a no tener trabajo en el futuro.

La RBU reduce la dependencia, dando a la gente la oportunidad de decir “no” al trabajo indeseable y “sí” a las oportunidades que a menudo están fuera de su alcance. Con la RBU todos podríamos pensar a largo plazo, más allá del próximo día de paga. Podríamos cuidarnos a nosotros mismos, cuidar a los demás y cuidar al mundo en general, como exige vivir en el Antropoceno.

La RBU también ayuda a gestionar las consecuencias de la demanda del capitalismo de una productividad cada vez mayor. A medida que la mente y el cuerpo humanos son cada vez más incapaces de hacer frente a tales demandas, las máquinas están asumiendo cada vez más papeles humanos. Y a largo plazo, si la RBU se diseña e implementa sabiamente, parece posible una ruta hacia un modo de vida post-crecimiento y post-capitalista que se apoye fuertemente en la tecnología.

Reparación ambiental

La reparación ambiental podría provenir de la simple, pero profunda idea de que asignemos la mitad de la superficie de la Tierra principalmente para el beneficio de otras especies. La mitad de la Tierra es menos utópica de lo que parece a primera vista, ya que nos hemos convertido en una especie urbana. La restauración forestal a gran escala ya está en marcha, con compromisos en 43 países para restaurar 292 millones de hectáreas de tierras degradadas en bosques, diez veces más que el área del Reino Unido.

A un nivel más profundo, nuestra visión de la naturaleza se forja en la sociedad en la que vivimos. La idea de una naturaleza prístina en parques nacionales separados surgió en oposición a la contaminación de la revolución industrial. Reconocer el Antropoceno restablece que los seres humanos son parte de la naturaleza, por lo que cada vez son más populares los proyectos de retorno de la vida silvestre, en los que se gestionan grandes áreas para permitir que los procesos naturales se desarrollen. Poco a poco, una nueva estética de la naturaleza está naciendo.

Pero, ¿podemos realmente escapar del auge de la producción y el consumo? El destino de las especies que se encuentran con grandes recursos nuevos es el crecimiento exponencial y luego el colapso, ejemplificado por la rápida expansión y eventual muerte de las bacterias que crecen en una placa de Petri. Aunque rara vez se reconoce, nosotros los humanos nos hemos convertido recientemente en la primera excepción a esta regla: las tasas de natalidad en todos los continentes están disminuyendo o ya se han estabilizado. La población mundial no se duplicará de nuevo y probablemente dejará de crecer a mediados de siglo.

La rápida reducción del tamaño de la familia tiene sus raíces en el suministro de más información, en la forma de educación de las chicas y en su consiguiente empoderamiento, que es un factor determinante del tamaño de la familia. La educación —esencialmente la puesta a disposición de información estructurada— ha permitido a los seres humanos hacer algo único en 4.000 millones de años de vida en la Tierra: estabilizar nuestra propia población. En este caso, las metas progresistas y la protección planetaria van de la mano.

Con políticas cuidadosamente diseñadas, como la RBU y el retorno de la vida silvestre, que desencadenen dinámicas que empujen a la sociedad hacia un nuevo modo de vida para una nueva época, podemos hacer lo que es necesario: mantener la infraestructura que sostiene la vida en la Tierra, reducir el sufrimiento humano y permitir que la gente florezca.

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