Brecha salarial
El salario anual de las mujeres es un 22% más bajo que el de los hombres
La economía feminista propone medidas como la deuda patriarcal, el impuesto de maternidad y el factor de repercusión para incluir el trabajo de cuidados y poder terminar con la brecha salarial, que para las mujeres supone 5.800 euros menos de salario anual medio en relación con el salario de los hombres.

Hoy se celebra el día internacional de la brecha salarial que, en el Estado español, se sitúa en el 21,9%, según la UGT. Casi 5.800 euros menos al año en el salario de las mujeres. Los sindicatos ofrecerán datos y estadísticas. Las instituciones, intenciones y planes de futuro. Pero ni las cifras ni los deseos diagnosticarán y sanarán adecuadamente si no incluyen, como el movimiento feminista pide a gritos, los cuidados que sostienen la vida y que siguen recayendo, mayoritariamente, sobre las espaldas de las mujeres.
Esta semana un sindicato ha reivindicado dos conceptos que han destacado sobre las demás propuestas: la deuda patriarcal y el factor de repercusión. Y si de teoría económica feminista hay que hablar hoy, también es buen momento para valorar el impuesto de maternidad.
“La brecha salarial seguirá si continuamos con nuestra jornada extraordinaria en el hogar”
“Abordar la brecha salarial sin perspectiva feminista no tiene sentido”, resume la representante de la Secretaría Feminista del sindicato de la izquierda vasca abertzale LAB, Arantxa Vázquez. “Nosotras nos ocupamos casi exclusivamente de los cuidados de la casa, de los mayores y de la infancia, por lo que las mujeres estamos abocadas a coger jornadas parciales y reducidas. No es una elección. La brecha salarial seguirá si continuamos con nuestra jornada extraordinaria en el hogar. Políticamente existe una deuda patriarcal y esa deuda debería saldarse con un salario mínimo a todas las empleadas de 1.200 euros, con independencia de su jornada laboral”. ¿Quién lo pagaría? “No decimos quién lo debe pagar, si la patronal o las instituciones, pero tenemos claro que estamos en el mercado laboral de una forma secundaria y que, por ello, se nos roba”, añade Vázquez sobre la corresponsabilidad institucional de seguir manteniendo una sociedad patriarcal, en la que los cuidados a personas dependientes recaen especialmente en las mujeres.
En 2018, de un total de 358.200 personas ocupadas que trabajaron a tiempo parcial con objeto de disponer de más tiempo para cuidar de personas dependientes —una cifra que lejos de descender supone un aumento del 29% con respecto a 2017—, la mayoría fueron mujeres (344.800). Los hombres solo representaron el 3,8%, según los datos ofrecidos ayer por el Instituto Nacional de Estadística. El 57% de ellas, indicó que considera que “no hay servicios adecuados para la atención a personas dependientes (niños, adultos, enfermos, personas con discapacidad, etc.) o que no pueden costearlos”.
Es decir, si las administraciones públicas sigue sin ofrecer recursos públicos, la deuda patriarcal a través del salario mínimo remuneraría dicho vacío institucional.
El factor de repercusión
La sindicalista feminista vasca también propone incorporar a la hora de negociar los convenios colectivos el factor de repercusión. ¿Fabricar neumáticos aporta a la vida? ¿Y cuidar de ancianos en una residencia? “Los neumáticos no nos aportan, pero cuidar de personas tiene una repercusión positiva a la sociedad. Este factor debería tenerse en cuenta a la hora de valorar los trabajos en función de si sostienen la vida”, resume Arantxa Vázquez, quien recuerda que la industria, generalmente habitada por hombres, ha podido luchar por mejores convenios laborales. “Trabajan juntos y disponen de espacios para asamblearse. Sin embargo, sectores como el de la limpieza o de los cuidados, que están feminizados, son trabajos atomizados. Las mujeres apenas están en contacto entre sí, por lo que luchar por mejoras salariales es aún más difícil”.La profesora de economía aplicada de la Universidad del País Vasco, Mertxe Larrañaga, explica en ese sentido que “nos venden la idea de que hay brecha salarial por el mismo trabajo realizado, pero eso sería discriminación directa y está prohibida, aunque haya casos puntuales. La brecha aparece, sobre todo, en la segregación ocupacional, donde vemos que los empleos se valoran y se pagan de forma diferente, empujando a las mujeres a la precariedad laboral”.
El impuesto de maternidad
En el Estado español, hay 7,5 millones de mujeres asalariadas. Si el salario medio de los hombres asciende a 26.391 euros al año, el de ellas se sitúa en 20.607, por lo que la brecha salarial se eleva a 21,9%, según los datos del estudio de UGT presentado esta semana. La brecha aumenta con el paso de los años y hay una circunstancia que la alienta: la llegada de los hijos. De los 25 a los 29 años, se sitúa en el nivel más bajo: 14,1%, y asciende al 17,5% de los 30 a los 39 años, cuando las trabajadoras se convierten en madres.
Larrañaga cita un estudio presentado en el Congreso de economía feminista de Valencia, el pasado septiembre, sobre el impuesto de maternidad. Los investigadores Libertad González Luna y Jorge García Hombrados replicaron estudios que se llevan realizando en distintos países europeos para resaltar qué supone la llegada del primer hijo en la vida laboral de la mujer. Y qué significa —ningún cambio— el mismo hito vital para un hombre.
“Los ingresos de los padres se mantienen en la misma tendencia tras el primer hijo, mientras que los de las mujeres sufren una fuerte caída los dos primeros años, de la que no se recuperan durante el período estudiado. Al cabo de cinco años, la brecha de género que se abre con respecto al año de partida es del 17%”, han descrito los investigadores. Según el estudio del sindicato UGT, al final de la vida laboral, la brecha se agranda hasta un 52,38%, con un impacto enorme en las pensiones de las mujeres.
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