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Barcelona
Enric Bárcena (BCN en Comú): “Nuestra nación sería el barrio”
Eric Bárcena, de la dirección ejecutiva de Barcelona en Comú, habla sobre los obstáculos que enfrenta su formación en el gobierno municipal de la capital catalana, de la escalada en el precio de los alquileres, de remunicipalización y de cómo ha impactado el 155.
Enric Bárcena está en Madrid presentando el proyecto político de Barcelona en Comú, con la intención de “intercambiar impresiones, proyectos y estrategias” de cara al futuro próximo. “Creemos que el municipalismo es el espacio desde el que se puede dar respuesta al miedo y a la incertidumbre que genera la situación actual, frente a la alternativa de la extrema derecha populista y del neoliberalismo macroniano”, explica. Entre sus prioridades, añade, figura “hacer la organización mucho más permeable”.
¿A qué se refiere cuando habla de permeabilidad?
Una autocrítica que hacemos es que tendemos a generar impermeabilidad a lo externo. Necesitamos un espacio dinámico que no se fosilice, con una permeabilidad sobre todo hacia jóvenes y gente de colectivos diversos. Son dos asignaturas pendientes: nos vota mucha más gente joven y de colectivos de la que participa, y tenemos que hacer un esfuerzo activo para igualar su participación.
¿Cuáles son los límites de ese municipalismo?
Hay límites externos e internos. Te das cuenta que desde los ayuntamientos se pueden hacer cosas, pero es cierto que hay cosas que nos pueden superar. Por ejemplo, la Ley de Arrendamientos Urbanos es un drama. El Ayuntamiento en estos casos puede remar, liderar, pero si el resto de administraciones, el Estado y la Generalitat no reman hacia allí, ese esfuerzo es en vano.
Cuando cambias de escala, el problema es que hay gente que no lo ve, o te expones mucho a otras dinámicas menos asamblearias y entran en juego todos los temas nacionales, identitarios, en los que ya no nos sentimos cómodos, porque nuestra nación sería el barrio, por decirlo en un sentido.
La Ley de Arrendamientos Urbanos es un drama. El Ayuntamiento puede remar, liderar, pero si el resto de administraciones del Estado y la Generalitat no reman hacia allí, ese esfuerzo es en vano
Y después tenemos los límites de la propia estructura interna. Quienes venimos de los movimientos sabemos que ha habido siempre un discurso del dentro-fuera que, para mí, es bastante reaccionario en el sentido de que nos dicen lo mismo que la derecha: “Cuando estéis dentro haréis lo mismo que los otros”.
Romper este discurso es fundamental, porque no podemos concebir la institución solo desde el contrapoder, algo que también es imprescindible. Si queremos conseguir la hegemonía, este no es un rompeolas que va chocando contra el muro, sino que lo vemos más bien como una playa donde la ola entra y sale todos los días en un diálogo constante y donde no podrías trazar una línea, el dentro y fuera se diluye.
Cuesta entender a unos y a otros. La suerte en Barcelona es que hay una cultura colaborativa y un ejemplo de esta colaboración que no implica sumisión de nadie es el Plan Especial Urbanístico de Alojamientos Turísticos (PEUAT). La presión ciudadana y la predisposición política en la institución forzaron un acuerdo, cambiaron un relato en la opinión pública y los partidos no tuvieron más que aprobarlo, contra la presión de todos los lobbies. Era imposible hace dos años imaginar que esto sucediera tan rápido.
Claro que desde algún movimiento dirán que [el nuevo plan que regula los alojamientos turísticos] no era a lo que aspirábamos. Lo que te aseguro es que no era a lo que aspiraban los lobbies de turismo
Claro que desde algún movimiento dirán que no era a lo que aspirábamos. Lo que te aseguro es que no era a lo que aspiraban los lobbies de turismo. En todo caso, es importante lo discursivo, aunque se pierda. Y poner el foco. 'Es que no se ha conseguido todo lo que decíais'... pero bueno, hay batallas que hay que dar, es una cuestión de principios.
Por ejemplo, todavía no hemos conseguido cerrar los CIE, pero te aseguro que hay gente que se está dejando la piel para que suceda. Estamos en el último escalafón de presupuesto, de lo local, intentando luchar contra los mastodontes. La partida y la batalla la seguiremos dando. Hoy no tendremos el resultado, pero no podemos dudar del compromiso sobre ello.
Pese a ese plan, la situación de la vivienda en Barcelona es alarmante.
Lo que está pasando es muy grave. En Barcelona tenemos 144.000 familias que viven de alquiler y que en los próximos tres años para renovar se les va a subir el 30%. Es una transferencia de las rentas del trabajo a las rentas del patrimonio tan brutal que implica una bomba de relojería.
Nosotros nos presentamos con el objetivo de dar respuesta a la crisis de la vivienda. Los desahucios se han reducido un montón, pero algunos no se pueden evitar y sigue habiendo demasiados.
En el tema del alquiler se han hecho muchas cosas, se están supervisando las irregularidades de Airbnb, a la que hemos multado con 600.000 euros, se ha perseguido el furtivismo de los pisos turísticos... Pero luego tenemos las Socimis, fiscalmente premiadas, que compran edificios de renta antigua, nos los vacían y suben su valor de reventa. Su negocio es vaciar porque así vale más. Todo esto es un drama porque está rompiendo las redes comunitarias de barrio.
Ante esto, como Ayuntamiento, hay mecanismos y los hemos de explotar todos para evitar que se aproveche la ley para especular. La coordinación entre ciudades es fundamental. Tenemos que compartir estrategias y presionar juntos a otros niveles.
En este momento hay tres consultas ciudadanas en juego en Barcelona, una de ellas sobre la remunicipalización del agua.
Con independencia de la opinión de cada uno, que la gente pueda decidir sobre aquellos asuntos que le afectan, a unos pocos que mandan como si fueran muchos les pone muy nerviosos, porque es un mensaje muy potente. Lo primero es que tiene que haber un mandato ciudadano: el plazo para juntar las firmas necesarias es hasta el 15 de febrero, aunque podría prorrogarse. Para abril o mayo sería la campaña para la votación. Y creo que otros partidos harán todo lo posible para que la votación no se haga. Es lo que tiene enfrentar a los lobbies.
Nos presentamos para dar respuesta a la crisis de la vivienda. Los desahucios se han reducido, pero algunos no se pueden evitar y sigue habiendo demasiados
La remunicipalización es poner los bienes comunes en el centro de la política municipal. Algunos bienes tienen una rentabilidad social y esto hay que volver a ponerlo en el centro, porque si no generamos espacios absolutamente mercantilizados sin ninguna aportación social.
¿Cómo ha afectado el 155 a Barcelona?
El 155 es un drama para cualquier elemento público y es además un mal precedente democrático. A nivel colectivo afecta porque en el 1-O se vivieron escenas que a nadie le gusta ver, sean independentistas o no. El unilateralismo también ha generado escenas en que mucha gente se ha sentido excluida y ninguneada.
El problema es que se ha dejado de hablar de cosas que estaban pasando, la corrupción, el caso Palau, el 3%, la Gürtel. Les ha servido a todas las derechas para sepultar sus basuras, han cubierto con un manto todo aquello que estábamos impugnando.
El drama mayor es que, además, esto ha tensionado, se ha polarizado innecesariamente creando la obligación de tener que tomar partido en algo que nos disgustaba, que era el vencer sobre el otro.
Hemos vivido un período muy emocional en que mucha gente se ha sentido herida y, de hecho, ha afectado mucho a la salud mental. Debemos volver a construir una comunidad que repare, que cuide, que acerque. Tenemos que generar políticas de cercanía.
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No son traidores a nada. Nunca han sido nacionalistas. Todos los nacionalismos son fachas.