Arte
Los paisajes interiores de Etel Adnan

En la película Las playas de Agnès (2008), la directora Agnès Varda dice “si abriéramos a la gente, encontraríamos paisajes. Si me expusieran a mi misma, encontraríamos playas”.
La artista Etel Adnan se encargaba de abrirse ella misma esos paisajes para que todos pudiésemos leerlos en su poesía, verlos en sus lienzos. Sin duda, uno de esos paisajes interiores sería Delfos, y su oráculo, que Adnan recuerda así: “A lo mejor desearía morir allí. Las piedras de Delfos, a mediados de verano, están al rojo vivo. Le queman a uno la piel y el corazón. Allí siempre abundan las revelaciones”.
Con esa manera de mirar la vida y la eternidad escribe Etel Adnan en Desplazar el silencio, su último libro, que vio la luz en 2020, un año antes de que la escritora y pintora muriera, y que ahora publica la editorial Tránsito, con traducción de Laura Salas Rodríguez.
Etel Adnan fue hija de lo multicultural desde su origen. Nacida en Beirut en 1925 en el seno de una familia acomodada —de madre griega cristiana y padre sirio musulmán con los que hablaba en griego y turco—, se formó en una escuela católica francesa. Tuvo el privilegio de poder estudiar filosofía en La Sorbona, y más tarde se trasladó a la Universidad de Berkeley, donde quedó fascinada por la efervescencia cultural de la California de los años 60. Allí fue donde decidió establecerse y experimentar con la poesía y la lengua inglesa, con lo beatnik, y expresar su rechazo a la guerra de Vietnam, un compromiso —el pacifista— que mantendría durante toda su vida.
El inglés se convirtió para ella en una herramienta de liberación: una vía para experimentar y expresarse al margen del francés, la lengua de la potencia colonizadora de su tierra
El inglés se convirtió para ella en una herramienta de liberación: una vía para experimentar y expresarse al margen del francés, la lengua de la potencia colonizadora de su tierra. Adnan se negó a usar el francés tras los conflictos por la independencia de Argelia y la crisis de Suez, que consolidaron su rechazo a la herencia colonial. Cabe recordar que el francés fue lengua oficial en Líbano hasta 1943. Sin embargo, nada de esto se cuenta en Desplazar el silencio, donde solo encontramos a una Adnan filosófica, abstracta.
Lo importante, que diría Aby Warburg, está en los fragmentos. Son los fragmentos de una vida, apenas unas impresiones, y no una biografía pormenorizada lo que nos deja Adnan en este librito, pequeñas imágenes que recuerdan a la asombrosa obra de Jonas Mekas As I Was Moving Ahead Occasionally I Saw Brief Glimpses of Beauty (2000).
En ellos rememora la luz de su país natal, la luz del mediterráneo occidental, “que no es la de la Provenza ni la de España” y que culmina en la presencia del sol y el mar.
De hecho, el sol y los amaneceres y atardeceres frente al mar son omnipresentes en la obra plástica de Adnan, y aparecen también en casi todos sus libros, como en su poemario Arab Apocalypse, escrito con motivo de la guerra civil libanesa (1970-1990).
“En el horizonte hay una banda amarillenta y pálida. ¿Por qué existe un horizonte? ¿Para animarme? […] Me conecta con un pequeño jardín de Beirut donde había dos o tres árboles bajos, cargados de plátanos. En este momento es un recuerdo doloroso: mi brazo deseaba en vano alcanzar los plátanos que atraviesan los años. Si esperas lo bastante, a lo mejor vuelves a ese jardín en una de tus vidas”, escribe la artista en su última obra.
La pintura llegó a su vida cuando estaba en su treintena, mientras enseñaba en un colegio dominico californiano. Una de sus colegas, Ann O’Hanlon, le animó a desarrollar las inquietudes que transmitía a sus alumnos en sus clases de estética —como la famosa descripción de “el ángel de la historia” que hace Walter Benjamin del dibujo Angelus Novus de Paul Klee— al terreno plástico.
En la creación pictórica que se mueve entre lo abstracto y lo figurativo, Adnan encontró lo que ella denominó un equivalente a la poesía, como una forma más abierta de expresión en la que ya no estaba sometida al dominio colonial
En la creación pictórica que se mueve entre lo abstracto y lo figurativo, Adnan encontró lo que ella denominó un equivalente a la poesía, como una forma más abierta de expresión en la que ya no estaba sometida al dominio colonial. Algo que intentaría resumir en una de sus frases: “Me parece que escribo lo que veo, pinto lo que soy”.
Con pintura acrílica y acuarelas, pintó una y otra vez con trazo firme los colores de las puestas de sol en el mar, empleando una espátula y captando las diferentes tonalidades de los objetos, de la vida. Siempre atenta a la importancia de la intuición en todo el proceso. También, sobre todo, pintó los viejos dioses que para ella representaban las montañas, imbuyendo cada lienzo con la calidez y la luz que dotaba a todas sus creaciones.
Especialmente retrató la montaña de Tamalpais en California, que pintaría desde su hogar en Sausalito en numerosas ocasiones, de la misma manera en que Cézanne pintaba de manera obsesiva la montaña Sainte-Victoire.

“Los colores existen para mí como entidades en sí mismas, como seres metafísicos”, declaró. Se sabe que influyeron en sus creaciones la cultura japonesa, con la que ideó los leporellos —libros plegables en los que podía incluir en un mismo lugar la poesía con la imagen— y por supuesto la cultura y la lengua árabe, que por fin era también su propia lengua, aunque fuese en el exilio.
Este proceso de definición de su propia voz no se limitó al lienzo o al papel, sino que se extendió a su vida. Así, en sus últimas décadas, pese al tabú aún vigente en la sociedad, Adnan se reconoció públicamente como lesbiana, como si estuviera apropiándose de su identidad y de sus múltiples lenguajes poco a poco. En 1972, cuando volvió a Líbano para trabajar como editora cultural de la revista Al Safa, conoció a la que sería su pareja durante 40 años, la también artista Simone Fattal, a quien le dedicó su poemario Sea & Fog (Mar y niebla). En esta delicada pieza, Adnan fusiona su amor por los paisajes —el mar, el sol, el horizonte y la niebla— con el amor lésbico.
También el amor es uno de los principales sujetos de Desplazar el silencio, reflejado, más allá de su querencia por los lugares en los que ha transcurrido su vida, en la importancia de los amigos y el dolor por su desaparición. “Una ausencia es una forma de silencio”, escribe, haciendo referencia a la muerte de su amiga Lydia Yourtchenko. “Es el espacio del que ha desaparecido el lenguaje. La desaparición de las respuestas […] ¿Dónde está Lydia? Orfeo se preguntaba ¿dónde está Eurídice? ¿dónde? […] Entonces, ¿es mi búsqueda una forma de intentar procurarle su resurrección? […] No hay resolución para la ausencia final de alguien”.
En Desplazar el silencio también se refiere a temas sociales y a su preocupación por el futuro. Adnan escribe este libro con 94 años, con unos pensamientos que pasan de las guerras y de los conflictos en su tierra natal hacia el cambio climático —“hay fuegos en California, han vuelto. Me quemo. Soy uno de los árboles que desaparecen en los incendios. Mi cuerpo gris y negro convirtiéndose en ceniza”— pero también a las misiones a Marte y la situación política mundial: “Estamos presenciando los últimos días de esta civilización tal y como la conocemos”.
En las últimas páginas se refiere incluso al covid19, que trastocó su vida y que padeció durante cuatro meses. En sus últimos años, Adnan describe la extrañeza de la vida, el transcurrir del tiempo, siempre circular y esquivo, y también su filosofía ante la muerte: una curiosidad vital que le lleva a reconocer que cuanto más pasan los años menos sabe de las cosas. “Estamos en el universo, pero no sabemos realmente dónde. Todo lo que es es en una escala propia”.
En uno de estos párrafos finales, Adnan vuelve su mirada de nuevo hacia Delfos, sin dejar de preguntarse, sin dejar de recordar: “Delfos sigue esperando las ofrendas de los pueblos. Al parecer, no viene nada. La sibila se desanimó, se cansó de predecir nuestros desastres, nuestros presidentes y dictadores inaccesibles a la culpa. Se cansó de contemplar la alegría, el júbilo que sienten los ‘dirigentes’ de nuestro mundo al desencadenar sus guerras totales. Está en silencio. No hay pasado ni futuro, así que se quedó profundamente dormida. Si te interesa, si te atreves, puedes ir a escuchar su sueño”.
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