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El próximo 22 de octubre Argentina se enfrenta a una de las elecciones más atípicas de su historia post dictadura. A pesar de que son cinco las fórmulas que quedaron habilitadas luego de las PASO —Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias en las que se definen los candidatos de las distintas fuerzas que podrán participar en las generales—, solo tres cuentan con chances de ganar las elecciones y pasar a la segunda vuelta.
Esas fórmulas las encabezan el ultraderechista, Javier Milei (La Libertad Avanza), el actual ministro de Economía, Sergio Massa (Unión por la Patria) y Patricia Bullrich (Juntos por el Cambio), ex ministra de Seguridad de Mauricio Macri. La mayor novedad de este escenario electoral es que las opciones ganadoras de los distintos espacios políticos fueron las que mejor representan a las propuestas de derecha, o de centroderecha.
Sergio Massa: el candidato (no) kirchnerista
En la previa de la presentación de candidaturas —con la que estuvieron entretenidos al menos hasta el 23 de junio cuando se anunció la candidatura de Massa—, el kirchnerismo se dejó ilusionar con la posibilidad de que Wado de Pedro, actual ministro del Interior, hijo de desaparecidos y parte del núcleo duro kirchnerista, fuera “el candidato”. Pero la ilusión duró poco, tanto como la campaña con un candidato ya definido.
Por su parte, al elegido, Sergio Massa, le quedó muy poco tiempo para instalar su propuesta y hacer campaña de cara a las PASO. Su contrincante en las internas, Juan Grabois, referente de los movimientos sociales con una relación muy cercana al Papa Francisco, pero con una relación muy fluctuante con el peronismo, había anticipado que no disputaría la candidatura a presidente en el caso de que el elegido fuera de Pedro, pero que sí lo haría en el caso en que lo fuera Massa, y cumplió. Aunque ni Sergio Massa ni Juan Grabois se caracterizan por su kirchnerismo en sangre, fueron los candidatos “kirchneristas” de las PASO, en las que resultó vencedor, por amplio margen y sin grandes sorpresas, Sergio Massa.
Massa tiene 52 años y lleva al menos tres décadas en política. Fue y vino del kirchnerismo, y ahora se dispone a cumplir el mayor de sus sueños: colgarse la banda presidencial
Massa tiene 52 años y lleva al menos tres décadas en política. Fue director de ANSES (Administración Nacional de la Seguridad Social), durante cinco años, con importantes logros para un sector históricamente muy castigado: los jubilados. También fue intendente del municipio de Tigre, que ganó con el voto de un 71% de los mayores de 65 años. Es decir, supo cosechar lo que había sembrado. Fue y vino del kirchnerismo, y ahora se dispone a cumplir el mayor de sus sueños: colgarse la banda presidencial.
En junio de 2022, cuando Martin Guzmán renunció al ministerio de Economía en medio de una grave crisis económica, y nadie quería coger esa patata caliente, Massa se hizo cargo. “La constante en él es que tiene una enorme capacidad de poder, una gran vocación para pelear por el poder y una energía inagotable para actuar en política”, sostiene el analista político Diego Genoud, autor de Massa, la biografía no autorizada (2015) y de El arribista del poder. La historia no publicitaria de Massa (2023).
Massa tiene línea directa con empresarios, políticos, sindicalistas, y con Washington. En sus orígenes militó en un partido conservador (la UCeDé), luego se pasó al peronismo y en 2013 creó el Frente Renovador. Ese mismo año asumió una banca como diputado. Tiene una larga carrera política que lo respalda y un fuerte vínculo con lo más variopinto de los círculos de poder. “Massa activa las endorfinas del poder porque es seductor y entusiasma mucho al poder”, afirma Genoud. “Además, tiene esa capacidad de vender escenarios que pueden ser propicios para actores del poder permanente que piensan que él es capaz de garantizar la gobernabilidad, y que Cristina (Fernández de Kirchner) se subordine a su conducción. Todo eso entusiasma al poder económico con la idea de una Argentina en la que sea posible reconciliar lo que fue el kirchnerismo, Cristina y los sectores que la apoyan, con el poder económico y las ambiciones del establishment”.
Los que lo conocen dicen que funciona muy bien de intermediario, “Massa se ofrece como puente y por eso es capaz de entusiasmar a esos actores del poder permanente: empresarios con intereses en sectores estratégicos que son sus socios, o sus sponsors, y sus amigos de muchos años. Massa tiene más capacidad de seducir al poder que de convencer a la sociedad argentina. Habrá que ver ahora si logra mejorar su performance electoral”.
El Massa candidato carga sobre sus espaldas con una gestión en la que hubo una devaluación del 22%, una inflación tocando su máximo histórico desde 1991 y un índice de pobreza del 40%
El Massa candidato carga sobre sus espaldas con una gestión (como ministro de Economía) en la que hubo una devaluación del 22% (post PASO), una inflación tocando su máximo histórico desde 1991 y un índice de pobreza del 40%. Si bien estos son números producto de una gestión de casi cuatro años, y Massa lleva poco más de un año en el cargo, para el electorado él no deja de ser el candidato oficialista, o lo que es lo mismo, el responsable de un nuevo fracaso en materia económica. Aunque durante meses se dijo que la candidatura de Massa dependía en gran medida de sus buenos resultados al frente del ministerio de Economía, esto finalmente no fue un impedimento y se erigió como el candidato de consenso del peronismo.
El hecho de que Massa haya sido el máximo consenso dentro del peronismo muy probablemente habla más de las peleas internas de este partido que de otra cosa. “En algún punto compite contra sí mismo, es decir, el candidato compite contra el ministro. En una elección tan polarizada como esta, y en un contexto de inflación desbocada, y de tanta angustia e inestabilidad, parece difícil que sectores que quedan fuera de la vieja polarización, se inclinen por él”. Para Genoud, en el camino de querer alcanzar la presidencia a Massa le juega en contra cierta ansiedad por querer quemar etapas que lo llevaron a priorizar el corto plazo. “Esa improvisación lo llevó a descuidar la construcción de un plan económico y el trabajo de crear un equipo que lo acompañe en su gestión, lo que quizás le hubiera evitado llegar a esta elección crucial en las condiciones en las que está llegando”.
Patricia Bullrich, la mano dura
Estas elecciones no son atípicas solo por el retroceso que implica para las fuerzas de izquierda, en todo su arco expresivo, tener que adoptar una posición defensiva frente al avance de la ultraderecha sobre derechos conquistados durante décadas de lucha —fundamentalmente en materia de derechos humanos y género—, sino porque podrían barrer con las dos fuerzas más importantes del escenario político argentino de los últimos 15 años: el kirchnerismo y Juntos por el Cambio.
Si bien Patricia Bullrich salió en segundo lugar en las PASO, todo hace prever que su perfil, tan cercano a Milei, inclinará al electorado a votar por la primera marca, es decir, el ultraderechista, quien, no sólo es una versión más acabada de una propuesta ultraliberal que promete ser aplicada a cualquier costo, sino que resulta más atractiva a sabiendas de que no viene de la mano de una fuerza política que ya fue gobierno y fracasó.
En agosto pasado, Bullrich venció en la interna a Horacio Rodríguez Larreta, que gobierna la ciudad de Buenos Aires desde 2015. La pésima elección de Larreta, si no hubiese sido opacada por el fenómeno Milei, ya estaría siendo objeto de papers académicos. No se entiende cómo, con su trayectoria y los fondos invertidos en campaña, sus números fueron más cercanos a los de Grabois que a los de cualquiera de los otros candidatos del establishment.
Bullrich representa el ala dura de su partido caracterizado por un programa promercado, de liberalización, apertura, ajuste fiscal, revisión de los planes de asistencia social y desregulación sindical, y un profundo anti peronismo
Bullrich formó parte de Montoneros (una organización guerrillera peronista de los años 70) y una de las cuestiones que más suelen reprochársele es su facilidad para cambiar de bando: fue peronista, formó parte del gobierno del radical Fernando De la Rúa (el que se fue en helicóptero en el estallido de 2001), y luego ministra de Seguridad de Mauricio Macri. Para Ricardo Ragendorfer, autor del libro Patricia, de la lucha armada a la seguridad, lo que llama la atención de Bullrich, más que su pasaje por todo el arco ideológico, es “la sustitución escalonada de lealtades, siempre del lado ganador, un lugar en el que ella se percibía al menos hasta hace algunas semanas. Lo único que se ha mantenido inalterable en Bullrich es su ambición de poder, y su olfato oportunista. El problema es que su candidatura a presidente la ha obligado a hablar de temas para los que no está preparada, como la economía, y ha demostrado ser más voluntariosa que inteligente”.
Durante su gestión como ministra se dieron los asesinatos de Santiago Maldonado y Rafael Nahuel, a manos de las fuerzas de seguridad. Proveniente de la aristocracia argentina, Bullrich representa el ala dura de su partido caracterizado por un programa promercado, de liberalización, apertura, ajuste fiscal, revisión de los planes de asistencia social y desregulación sindical, y un profundo anti peronismo. En sus intentos de despegarse de las constantes acusaciones de terrorista que le endilga Milei cada vez que le recuerda su pasado montonero, y atraer el voto de su electorado, Bullrich se ha subido a su discurso negacionista. En el primero de los debates presidenciales, la candidata llamó a reivindicar la “memoria completa”, es decir, “juzgar a todos los que mataron inocentes, también a los guerrilleros”, tal como lo viene haciendo Victoria Villarruel, la candidata a vice de Milei, desde hace décadas.
Si algo ha demostrado Bullrich a lo largo de esta campaña política es que cada vez que la sacan del terreno de las arengas sobre el orden y la seguridad, hace agua, y balbucea. No sólo ha perdido identidad frente a Milei, sino que ha demostrado un profundo desconocimiento en materia de política económica. A pesar de que desde Juntos por el Cambio armaron estrategias para intentar dejarla mejor parada, entre las que se cuenta haberle puesto como ladero al ex director del Banco Central, Carlos Melconian, prácticamente nadie duda de que está es una elección perdida para Bullrich. Ni siquiera Macri, quien ha tenido gestos de acercamiento mucho más claros hacia Milei, que hacía su propia candidata.
Javier Milei, “El Loco”
Lo de Milei vino a romper con casi todas las lógicas con las que se pensaba la política argentina hasta este momento. Milei, por lo demás, es el resultado y el emergente de un proceso que se venía cocinando a fuego lento y que, en su punto cúlmine (las PASO) hizo volar todo por los aires. El ultraderechista representa una fuerza (La Libertad Avanza), muy anclada en su personalidad y con un armado político detrás que, al menos hasta el 13 de agosto (elecciones PASO), no contaba con más de 50 personas. Pero con lo que sí cuenta es con un claro mensaje de cara a su electorado: romper todo para hacer nacer algo nuevo.
Milei es el resultado y el emergente de un proceso que se venía cocinando a fuego lento y que, en su punto cúlmine (las PASO) hizo volar todo por los aires
Milei viene de una infancia cargada de violencia tanto en su casa como en la escuela. Estudió economía en una universidad privada y su carrera política fue impulsada por el empresario Eduardo Eurnekian, quien, en su rivalidad con Mauricio Macri, promovió su aparición en los medios para criticar al ex presidente y a sus funcionarios. Se lo señala como un hombre muy solitario, su círculo íntimo se reduce a su hermana (su colaboradora más estrecha) y sus perros, y desde después de las PASO, a su primera pareja, la conocida actriz Fátima Flórez. La muerte de su perro Conan -al que trataba como a un hijo- es un hito importantísimo en su vida, no solo lo hizo clonar, sino que dice hablar con el perro muerto y que esas conversaciones lo llevaron a tener charlas con otros muertos hasta llegar a Dios, quien le reveló que tenía que meterse en política y llegar a ser presidente.
Los resultados de las PASO tomaron por sorpresa a todos, “excepto a Milei y a su hermana”, sostiene Juan Luis González, que escribió El Loco, una biografía no autorizada de Milei. Luego de las PASO el ultraderechista logró moderar su discurso —lo caracteriza una verba enfervorizada y colérica—, y ahí es donde González ve uno de sus puntos más fuertes, aunque desconfía sobre cuánto más podrá contener ese rasgo de su personalidad. Pese a que se moderó, o se encargó de no mencionar algunas de sus propuestas más polémicas, como la venta de órganos o de niños, Milei ha dado rienda suelta a un discurso negacionista inédito en la Argentina post dictadura, afirmando que lo que hubo en el país no fue terrorismo de Estado sino una guerra, y negando la cifra de los 30 mil desaparecidos.
Para González, el crecimiento de Milei y de estas nuevas derechas lo explican: “Por un lado, los cambios que operan en el capitalismo, que deja fuera del sistema formal y laboral a un montón de gente, y por el otro, la irrupción de las redes sociales y de un individualismo que resquebraja la idea de comunidad y que pone en crisis los viejos relatos que nos servían para explicar cosas, como la religión. Aunque también creo que es una reacción a los progresismos, o a los avances de las políticas de género”.
El autodefinido anarcocapitalista promete cerrar ministerios como el de género y acabar con la casta, como llama a quienes viven de la política y sus privilegios. También promete cerrar el Banco Central y dolarizar la economía, una de las promesas que menos adhesión acapara tanto entre el establishment como entre gran parte de la sociedad. Por un lado, la propuesta, y su posible implementación, resulta a todas luces descabellada en la realidad económica argentina, y, por otro lado, las experiencias que se conocen de otros lugares (como El Salvador o Ecuador) han resultado fallidas.
“Milei logra presentarse como lo nuevo, cuando no es nuevo”, aclara González. “Él viene trabajando en política al menos desde el 2002. Entonces, él no sólo logra capitalizar el descontento actual, sino que se presenta como la esperanza y recupera cierta rebeldía. Es el único que habla en términos revolucionarios, en el sentido de dinamitar el Banco Central, o de dar la vida por algo, en su caso, por el mercado.” No son pocos los que creen, como González, que esta ruptura con la clase política, el “que se vayan todos” del 2001, habla de un cambio de época y de un hartazgo con lo mismo de siempre.
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Buenos dias en la nota sobre los tres candidatos a posibles presidentes argentinos , solo comentar que el kirchnerismo , no existe , segundo que durante el mandato de Nestor Kirchner y el de Cristina Fernandez hasta 2012 , se llevaron adelante políticas y economías peronista. a partir del 2013 cambio las políticas y economías , pasaron a ser globalistas y socialdemócratas , nada tiene que ver con las políticas en los diez años anteriores .