Análisis
Política industrial, Este u Oeste, ¿para el desarrollo o para la guerra?

La geopolítica actual ha conocido un renovado interés occidental por la política industrial como arma en la nueva Guerra Fría.
Armas y soldados
(Fuente: Pixabay)
5 abr 2024 10:58

Los países en vías de desarrollo deseosos de aplicar una política industrial fueron duramente reprendidos por los defensores del Consenso de Washington «neoliberal». Ahora, esta se despliega como arma en la nueva Guerra Fría.

Política industrial vs colonialismo

A menudo se considera que Friedrich List fue el pionero de la política industrial. Pero List se inspiró en el primer secretario del Tesoro de George Washington, Alexander Hamilton, quien abogó por la promoción de la industria manufacturera, cuando la Revolución Industrial despegaba en Inglaterra. Para List, el desarrollo nacional poscolonial requería aranceles. A pesar de un título engañosamente similar al de su anterior obra Principles of the Natural Economy, los Principles of the National Economy de List eran muy diferentes, claramente inspirados en Hamilton.

En Japón la Restauración Meiji comenzó en 1868 tras un cuarto de milenio de gobierno militar del shogunato Tokugawa. El gobierno del emperador Meiji no fue fruto de un mero golpe palaciego, sino que implicó una política industrial para alcanzar al ya industrializado Occidente. Mientras tanto, intelectuales públicos como Dadabhai Naoroji y Sayyid Jamaluddin al-Afghani rechazaban el imperialismo occidental, criticando cómo áreas del Sur global estaban siendo transformadas y arruinadas por este. Medio siglo después, Josef Schumpeter, desde Harvard, rechazó la idea de que el capitalismo se hubiera vuelto imperialista. El economista austriaco insistía en que el imperialismo era un atavismo precapitalista, que el ascenso del capitalismo eliminaría.

La política industrial es mucho más que la política comercial e incluye el despliegue de toda una serie de instrumentos ligados a las políticas públicas

La política industrial como arma

La geopolítica actual ha conocido un renovado interés occidental por la política industrial como arma en la nueva Guerra Fría. El asesor de Seguridad Nacional del presidente estadounidense Joe Biden, Jake Sullivan, es ampliamente reconocido por articular su uso como arma económica. Ello contrasta significativamente con el interés que desde hace décadas despierta la política industrial en el Sur global. Para muchos observadores, la política industrial ha estado asociada durante mucho tiempo a los esfuerzos de desarrollo poscolonial. Mientras tanto, las fuertes tendencias al estancamiento persistentes en Occidente tras la crisis financiera mundial de 2008 han puesto de manifiesto el fracaso del neoliberalismo. La defensa de políticas industriales transformadoras, incluidas las ecológicas, por parte de Mariana Mazzucato y otros autores y autoras en Europa, ha sido bien recibida por gobiernos desesperados y deseosos de reanudar el crecimiento.

Política industrial desarrollista

Sin embargo, en los países en vías de desarrollo ha existido desde hace mucho tiempo un interés por la política industrial desarrollista. Los economistas neoliberales y las numerosas e influyentes instituciones financieras que controlan han desaprobado este interés persistentemente, pero conviene no olvidar que Alfred Marshall, Petrus Johannes Verdoorn, Nicholas Kaldor y otros economistas instaron a Europa a industrializarse. La política industrial selectiva ha sido aún más controvertida, ya que esta supone que el gobierno favorezca determinadas actividades manufactureras en detrimento de otras, por ejemplo, debido a los rendimientos crecientes de escala de las primeras. Los países en vías de desarrollo, que normalmente se enfrentan a limitaciones de recursos, incluidos los fiscales, no han tenido más remedio que ser selectivos. Sin embargo, dadas las potestades asociadas a los gobiernos, era comprensible la preocupación por el potencial de abuso, arbitrariedad y error implícitos en las mismas.

Definir el éxito de la política industrial únicamente atendiendo a la rentabilidad financiera de las inversiones ignora otro tipo de beneficios

Por el contrario, se suponía que el mercado decidía en el mejor interés de la sociedad sin reconocer la existencia de sus propios sesgos y «fallos» inherentes, especialmente en sociedades poscoloniales muy desiguales. Los economistas neoliberales se apresuraron a caricaturizar la política industrial con metáforas despectivas (por ejemplo, ridiculizándola mediante su equiparación a un proceso de «elegir ganadores») en lugar de acometer un análisis riguroso de la misma.

¿Milagros asiáticos?

El milagro de Asia Oriental se caricaturizó de forma simplista debido al abandono de la industrialización por sustitución de importaciones en pro de la orientación a la exportación de sus economías. De este modo, se ignoró una narrativa alternativa más matizada de «protección eficaz condicionada a la promoción de las exportaciones» seguida en el noreste asiático. La política industrial es mucho más que la política comercial e incluye el despliegue de toda una serie de instrumentos ligados a las políticas públicas. Es esencial reconocer los variados aspectos, dimensiones y herramientas de la política industrial. Además de la inversión, la financiación y la tecnología, también es importante el desarrollo de los recursos humanos. Por ejemplo, los Institutos Indios de Tecnología fueron una importante iniciativa de apoyo a la industria del país, cuyo paulatino abandono de la política industrial, sin embargo, ha hecho que estos hayan contribuido probablemente más al desarrollo de la alta tecnología estadounidense que a alta tecnología india.

Evaluación de la política industrial

Durante años, los economistas estudiosos de la India han criticado la política industrial de este país, normalmente refiriéndose a la experiencia nehruviana. Pero llegar a esta conclusión precipitada, remitiéndose únicamente a tal experiencia, evidencia una análisis realmente sesgado del conjunto del problema. La política farmacéutica india ha sido crucial para la salud y el bienestar de su población. Los medicamentos asequibles, a menudo genéricos, han sido fundamentales para mejorar la salud pública india. Sin embargo, a diferencia de las empresas farmacéuticas transnacionales occidentales, las empresas indias no han sido acusadas de abusar de los precios.

Desde entonces, Bangladesh ha utilizado su dispensa especial como «país menos desarrollado» para exportar medicamentos genéricos asequibles a muchos otros países pobres. Sin embargo, Occidente bloqueó la iniciativa india-sudafricana de suspender los derechos de patente para hacer frente a la pandemia de la covid-19 durante la duración de la misma. De hecho, Occidente denunció su acuerdo de 2001 sobre la «Excepción de Salud Pública» incluida en los Trade-Related Industrial Property Rights (TRIPS). Este compromiso era necesario para reiniciar las negociaciones de la Organización Mundial del Comercio tras el abandono africano de la reunión ministerial de la misma celebrada en Seattle en 1999.

Si no hubiera sido por India y Bangladesh, los costes de los medicamentos habrían sido mucho más elevados y hoy la situación sanitaria global sería peor. Definir el éxito de la política industrial únicamente atendiendo a la rentabilidad financiera de las inversiones ignora tales beneficios. Es crucial, por lo tanto, crear coaliciones que propicien las condiciones necesarias para implementar políticas industriales sostenidas y adecuadas, pero adaptables, las cuales son necesarias para acelerar el crecimiento y la transformación estructural con el fin de lograr un desarrollo sostenible frente al estancamiento y la regresión vigentes en gran parte del mundo, especialmente en el Sur global.

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