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Análisis
¿Qué está pasando en Alemania? La izquierda alemana, la organización desde abajo y las garras del Estado
Pareciera que no hay salida. Pero no es del todo cierto. Hay resistencia y, por tanto, hay vida. Eso también nos lo enseñan cada día las mujeres y los hombres que habitan Palestina. Si los marcos éticos y de derechos humanos se han derrumbado, es importante no dejar de señalar nunca lo que hace la vida posible, y lo que la hace posible es resistir, no sucumbir a la lógica de guerra. El pasado 19 de diciembre cientos de personas hacían una sentada masiva en Haupbahnhof, la estación central de Berlín. El 31 de diciembre y pese a las prohibiciones explícitas para ese día, las calles de Berlín volvían a llenarse de protestas hasta la madrugada.
Los sonidos de las protestas no se han acallado ni un decibelio desde la primera manifestación hasta la más reciente. A veces, bajo la hiperinflación de imágenes, esos sonidos nos transportan más vívidamente a un ambiente. Con ese propósito grabé el paisaje sonoro de una de las manifestaciones semanales de Berlín con el afán de registrar lo que acontece, la verdad que resiste bajo el ruido mediático y el silenciamiento político.
Análisis
Análisis ¿Qué está pasando en Alemania? Cultura y universidad: la modernidad hecha pedazos
Decía que en la lógica del Estado alemán en su defensa incondicional del Estado de Israel, de su política racista e islamófoba, de su recorte de derechos y la cancelación de cualquier atisbo de pensamiento crítico, decolonial, subalterno, la verdad importa poco. Pero la verdad importa. La verdad es importante.
En paralelo a las manifestaciones unitarias que inundan las calles de esta capital europea, se van organizando eventos de solidaridad, apoyo, encuentro y debate. Hay una necesidad palpable de encontrarse y reconocerse, entre la población migrante y también entre aquellas personas alemanas a las que su entorno les resulta casi igual de sofocante. El elefante en la habitación. La habitación puede ser la familia, el entorno de trabajo o el propio colectivo político. ¿Qué pasa en la izquierda alemana?
Empiezan a organizarse iniciativas que recogen casos de represalias laborales a personas que han expresado públicamente su apoyo a Palestina o su oposición a los bombardeo
Uno de los fenómenos que más suelen llamar la atención a quien no conoce la realidad alemana de izquierdas es el fenómeno antideutsch. Un espectro que va desde un sector autodenominado antifa a otro que inunda espacios como el del partido de Los Verdes en Alemania. No merece la pena detenerse especialmente en ello (no hace demasiado ya lo explicaba Carmela Negrete), digamos que es la expresión más extrema de esa connivencia de la izquierda alemana con la política del Estado de Israel. Resulta fácil quedarse en el anecdotario de despropósitos: manifestaciones muy muy minoritarias en las que pueden verse la bandera antifa junto a la bandera del Estado de Israel, pegatinas en las que dicen “Antifascismo es igual a la defensa de Israel”, mensajes incendiarios en Indymedia contra cualquier espacio de la izquierda alemana que exprese solidaridad con Palestina, con acusaciones de antisemitismo, pintadas, mensajes de amenaza...
El caso más extremo se produjo recientemente en Leipzig, donde atacaron la sede de una asociación política de corte migrante que tenía un cartel de apoyo a Palestina. Cristales rotos y pintadas. Esas son las formas, según los antideutsch, del “Nie wieder” (“Nunca más”). Tiene tan poco sentido que no puede pensarse. Pero la lógica que lleva detrás tiene que ver con parte del relato que hemos intentado construir hasta ahora. El monopolio blanco-alemán respecto a la interpretación de la historia y la memoria, y respecto a la defensa de sus normas de convivencia, en las que, se vislumbra, no hay cabida para la disidencia. Lo que sí importa no es tanto esa expresión extrema, sino el amplio espectro de grises que provoca parálisis y silencio (cuando no censura y cancelación) en un sector más amplio de la izquierda alemana, desde partidos hasta espacios autogestionados.
Decíamos que las primeras manifestaciones tras el 7 de octubre, que han ido en aumento desde entonces, ponían en evidencia un atronador silencio por parte de la población blanco-alemana. En la calle, en los medios, en la universidad y también en los grupos de izquierda. La iniciativa Global South United se propone inundar las calles con protestas masivas, y así ocurre desde finales de octubre hasta hoy. La composición social de esas manifestaciones es la de un amplio Sur global. Hay incomodidad social, un elefante enorme ocupa la habitación de las conversaciones. Una grieta que se va ampliando con el curso de los días. El aire es espeso y a veces hablamos a media voz. Acompaño a una amiga a alquilar un camión para una de esas manifestaciones, el empleado de la empresa le pregunta que para qué es: “¿No será por Palestina?”, le espeta a mi compañera, que hace un gesto con la mano desestimando la afirmación y evitando contestar.
Llevar una kufiya al cuello se convierte en un gesto de desafío. Hay guerrilla comunicativa, pegatinas de apoyo a Palestina son arrancadas y sustituidas por otras que dicen “Contra todo antisemitismo”
Empiezan a organizarse iniciativas que recogen casos de represalias laborales a personas que han expresado públicamente su apoyo a Palestina o su oposición a los bombardeos. En el sector cultural y no solo. Algunas organizaciones o asambleas políticas que trabajan sobre migración y fronteras sufren el vaciado de sus miembros blanco-alemanes cuando se aborda la cuestión palestina. Una grieta.
Desde inicios de noviembre, algunos espacios políticos de grupos autogestionados comienzan a organizar eventos, cenas solidarias, proyecciones y encuentros. Uno de esos espacios es el café Karanfil, en el barrio de Neuköln, un café donde se reúne y celebra veladas sobre todo la comunidad kurda. La agregación alrededor de estos eventos va en aumento, así como el deseo (y sobre todo la necesidad) de organizar cualquier tipo de expresión colectiva, de combatir el silencio impuesto, el desprecio y el desinterés por una cuestión que, en el mejor de los casos, se ve como un fastidio porque está generando tensión entre colectivos y, en el peor, genera crispación, porque “antisemitismo” es la palabra que levanta ampollas. Llevar una kufiya al cuello se convierte en un gesto de desafío. Hay guerrilla comunicativa, pegatinas de apoyo a Palestina son arrancadas y sustituidas por otras que dicen “Contra todo antisemitismo” precedido de las más variopintas identidades: “queers contra el antisemitismo” o “antifas contra el antisemitismo”..., políticas de identidad que se revelan ineficientes.
Pero los bombardeos no cesan, la masacre va en aumento, el dolor y la indignación también, y las expresiones públicas de denuncia. Hemos hablado con anterioridad de la política represiva inicial, que no logró contener la movilización. Las manifestaciones y los símbolos vuelven a estar permitidos —no siempre, hay cierta aleatoriedad en ello—, pero se vigila de cerca lo que se hace y lo que se dice. Las nuevas organizaciones juveniles parece que se despojan de esa carga histórica de la izquierda alemana. Entre ellas, Zora, una organización de jóvenes feministas que denuncia la violencia de género en Alemania y apoya el movimiento de mujeres kurdas, e Interbüro, un espacio de organización juvenil de izquierdas en el barrio de Wedding. Zora escribe algunos post en Instagram denunciando los bombardeos y solidarizándose con el pueblo palestino desde una perspectiva interseccional e internacionalista. Interbüro organiza algún encuentro sobre la misma temática.
La mañana del 20 de diciembre, la misma fecha en la que un tribunal alemán declaraba que cantar “From the river to the sea” no podía ser calificado de antisemitismo y apelaba a la libertad de expresión como derecho, se pudo ver por redes las imágenes de agentes de policía pistola en mano, respaldados por un grupo de periodistas dispuestos a hacer la crónica propagandística al uso, entrando en dos locales en Berlín. Eran las seis de la mañana. Los espacios eran el de Interbüro y el café Karanfil. Produjeron algunos destrozos y secuestraron ordenadores y otros materiales. La policía también entró a esa hora en cinco casas buscando a jóvenes de Zora acusadas, nuevamente, de antisemitismo, por un flyer de apoyo a Palestina. Voy a volver a escribirlo: la policía entró armada en casa de cinco jóvenes y esposó contra el suelo a las que se encontraban allí y les fueron requisados ordenadores y teléfonos móviles... por un panfleto de apoyo a Palestina. (Lo cuentan en este post).
En los dos últimos meses, señala Bifo en un artículo citado con anterioridad, nos hemos dado cuenta —el mundo entero se está dando cuenta— de que Israel aplica una política de deportación, discriminación racial, limpieza étnica y genocidio. En una palabra, dice, una política nazi. Negar esa evidencia resulta difícilmente justificable, no digamos ya comprensible, solamente por construcciones en torno a la política de memoria, la identidad nacional en torno a la culpa o la obediencia a la forma del Estado-nación. Hay algo más, es nuestra propia política europea la que se retrata. Dice Noura Erakat en una entrevista reciente que lo que está pasando en Palestina es, como lo fue el covid, una experiencia global, y, por tanto, añado, nuestra relación con ello es un reflejo de lo que somos, en este caso, en Europa, y de la política que se practica aquí. Nuestro desafío no es solo parar el bombardeo de Gaza, sino la propia política europea. Que también lo es de deportación y discriminación racial, y de connivencia política y económica con Israel.
Análisis
Análisis ¿Qué está pasando en Alemania? Estado, memoria y sustracción de derechos civiles
El relato de lo que está sucediendo en Berlín nos habla de una escalada de violencia en el seno de Europa, pero también de la posibilidad de romper el consenso de las políticas de los Estados europeos. Desde abajo, desde el Sur global, desde una asociación juvenil feminista o desde toda esa parte de la población que nunca podrá sumarse al supremacismo blanco, por color, por estatus o por convicción ética. Y nos habla de la necesidad de hacerlo desde todas partes, del internacionalismo, de reconocernos en medio del infierno, y de no mirar nunca hacia otro lado: contagiar la afectación y combatir la indiferencia.
Gracias a mis compañeros y compañeras de Berlín, Madrid y algunos otros territorios del Sur Global por alentar y acompañar la producción de estas líneas.
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Enhorabuena y gracias por los tres artículos. Es cierto que ya no se trata solo de Gaza, también son las políticas que pretenden llevarnos a una represora Europa iliberal y racista en manos de los Fondos de Inversión. Todxs en la calle el día 20 de enero.