Opinión
Paracetamol, ibuprofeno y cafeína: así maternamos las precarias

Más del 40 % de las madres entrevistadas utiliza analgésicos al menos una vez por semana y más del 60 % consume cafeína diariamente para sostener el ritmo. La mayoría señala que este consumo está directamente vinculado a la carga del trabajo reproductivo, o al menos reconoce que dicha carga lo intensifica.
Madre con carrito
David F. Sabadell Una mujer con su hijo en un carrito en Madrid.

Para escribir este artículo, quise empezar por escuchar. Diseñé y realicé personalmente dos encuestas aleatorias que respondieron alrededor de 200 mujeres y personas no binarias de distintas comunidades autónomas del Estado español. Mi objetivo era sencillo y ambicioso a la vez: poner cifras y palabras a cómo vivimos, en nuestros cuerpos, la maternidad y la crianza en este contexto social.

Aunque no se trata de un estudio académico formal, sí he procurado trabajar con el rigor que he aprendido como socióloga. He combinado el análisis cuantitativo, para identificar tendencias y patrones, con el cualitativo, para rescatar las voces y relatos que explican esas cifras. Crucé variables como la renta, diferentes categorías identitarias, el modelo familiar, el nivel de ingresos o el tipo de empleo, buscando comprender mejor cómo se entrelazan las experiencias corporales con las condiciones materiales de vida.

No son solo datos: son historias contadas en primera persona que, al ponerlas juntas, dibujan un mapa claro de carencias, desigualdades y también resistencias. Ese mapa es el que sirve de base para todo lo que leerás a continuación.

En lo referente a la maternidad, el cuerpo materno o cuerpo que gesta es un tema complejo y puede abordarse desde múltiples puntos de vista. Una vez te quedas embarazada/e, tu cuerpo pasa a realizar un servicio público, que por otra parte, pronto se olvida. El patriarcapitalismo ha asegurado no solo la producción de personas consumidoras desde el minuto uno y futuras trabajadoras, si no una vigilancia férrea y estandarizada para asegurar que esa producción se lleva a término, todo esto acompañado de mecanismos de control social que procuran que no te salgas del proceso (re)productivo.

Apenas comienzas a marcar barriga, aparecen los cuidados y atenciones, mayoritariamente desde la infantilización. ¡Ojo! Que toda esa atención tiene trampa. Te ceden el asiento en el metro, tu entorno se preocupa por tu salud y bienestar y se inicia un protocolo que se traduce en una infinidad de citas médicas programadas, para las que no hay lista de espera en la sanidad pública (por supuesto, si pagas, tampoco). Aquí, amiga mía, da comienzo el extractivismo del cuerpo materno.

No se trata de una mera percepción: las cifras lo respaldan. Un 62 % de las participantes declara que no se siente atendida ni escuchada por el sistema sanitario. Más del 40 % recurre a analgésicos al menos una vez por semana y más del 60 % consume cafeína a diario para poder mantener el ritmo. En ambos casos (consumo de analgésicos y estimulantes) la mayoría lo consideran asociado a la carga del trabajo reproductivo o, en última instancia, este lo agrava. Este panorama evidencia cómo la maternidad se sostiene, muchas veces, a base de medicación y estimulantes.

La encuesta revela que el 18 % de las encuestadas son monomarentales, un colectivo que refleja niveles más altos de consumo de fármacos y cafeína según los datos analizados

Además, la encuesta revela que el 18 % de las encuestadas son monomarentales, un colectivo que refleja niveles más altos de consumo de fármacos y cafeína según los datos analizados. La suma de precariedad económica y ausencia de redes de apoyo amplifica el desgaste físico y emocional que ya de por sí implica la crianza.

A esto se suma un dato nada menor: las peores condiciones de salud física se dan entre quienes desempeñan trabajos precarios que implican el uso intensivo del cuerpo, como limpieza, cuidados o almacenes, muchas veces en contacto con productos tóxicos o en entornos laborales inestables. No es casual que sean estas mujeres quienes reportan un mayor consumo de analgésicos y estimulantes. El cuerpo, en estos casos, no solo cría: trabaja, se expone y aguanta.

Clase, raza, género y salud: la desigualdad económica atraviesa el cuerpo. Quienes declaran ingresos por debajo de 1.500 euros duplican la frecuencia de dolor crónico que las que superan los 3.000 euros.

La salud de tu cuerpo gestante se convierte en prioridad, de hecho, es prioridad, por encima de tu autonomía como habitante de ese cuerpo. Si decides saltarte el protocolo de control sanitario establecido sobre el cuerpo que gesta, comienza un enjuiciamiento público y si decides someterte a él, eres objeto de violencias incontables y del despojo de tu posibilidad de agencia como mujer-persona adulta.

El protocolo de control sanitario de la producción de personas trabajadoras y consumidoras y la ventaja que este proceso otorga en las listas de espera para citas médicas tiene fecha de caducidad y es para todas la misma: el nacimiento de la criatura. A partir de aquí, el procedimiento de preocupación/control de la salud se activa para ella, la criatura, y no hay más que hablar. Ahora estás sola y si no tienes dinerete o seguro privado, te va a tocar esperar… y mucho.

El 62 % siente que sus dolencias son minimizadas, nombradas como inherentes a la maternidad o ignoradas por profesionales sanitarios

Es el punto de ruptura entre la atención pública al cuerpo gestante y el abandono del cuerpo materno. “Entre la medicalización y el abandono”: así describen muchas participantes su experiencia. El sistema ofrece medicación como parche, pero no un acompañamiento integral: el 62 % siente que sus dolencias son minimizadas, nombradas como inherentes a la maternidad o ignoradas por profesionales sanitarios.

Empecemos con las secuelas físicas de un embarazo y un parto. No tiene por qué haberlas, pero en muchas ocasiones las hay, especialmente en un contexto donde la violencia obstétrica es el pan de cada día. Tanto, que en ocasiones, nos damos cuenta de la violencia sufrida mucho tiempo después, debido a la impunidad y naturalización de la que goza el ejercicio de esta violencia machista. En principio, tienes 19 semanas (ahora 32 las moparentales) para “recuperarte” y volver a tu otra tarea, la de producir bienes y servicios, porque “a la persona”, de cara a la galería, ya la has producido. Que llegue a ser una adulta funcional al sistema va por tu propia cuenta. Y digo que, en principio, tienes 19 (o 32) semanas porque las que no “gozan” de un empleo formal, están inmersas en tal desprotección, que se nos debería caer la cara de vergüenza por no estar prendiendo fuego como forma de manifestación sorora.

Las disfunciones físicas derivadas de un parto muy intervenido son cosa tuya y sólo tuya. Si necesitas rehabilitación, págate fisioterapia de suelo pélvico o aprende a vivir con ello

Las disfunciones físicas derivadas de un parto muy intervenido son cosa tuya y sólo tuya. Si necesitas rehabilitación, págate fisioterapia de suelo pélvico o aprende a vivir con ello. No hay una sola revisión estandarizada por la seguridad social)tras el parto, depende de la disponibilidad de la matrona de tu centro de salud (en Madrid disponemos de una matrona por cada tres o cuatro centros) y en tal caso son una o dos revisiones, no más. Esta afirmación queda de relieve en una de las consultas mencionadas. Respecto a revisiones con la matrona tras el parto un 19% declara no haber tenido revisión ni contacto alguno, un 50% declaran una sola revisión y el otro 30% se dividen entre dos o más revisiones. Sobre las revisiones ginecológicas tras el parto, tan sólo un 7% asegura haber sido atendida.

Si dependes del empleo informal para sobrevivir, dime cómo vas a hacer, por ejemplo, para trabajar en el campo o fregar un montón de metros, si te meas o cagas encima por las secuelas físicas de un parto negligente.

Esta desatención no ocurre en el vacío: responde a una lógica estructural. Los determinantes sociales de la salud —ingresos, modelo familiar, precariedad laboral— condicionan el bienestar físico y emocional. Desde una mirada interseccional, la maternidad no se vive igual si eres monomarental, trabajadora informal o clase media con red de apoyo. La construcción social de la maternidad sigue exigiendo invisibilizar el dolor y naturalizar el sacrificio, incluso cuando el cuerpo grita.

A partir de aquí, hablamos de otro tipo de dolencias y sintomatologías, todas ellas asociadas a la falta de autocuidado, por imposibilidad de atención, ya que está centrada 24/7 en el sostén de otros cuerpos. Cuerpos, que sin ese sostén, no sobrevivirían. De todos modos, tras la primera infancia, el extractivismo de nuestros cuerpos (m)aternos continúa, a ver hasta cuándo.

A veces las sintomatologías no vienen derivadas directamente del trabajo materno, al menos no a priori, pero la ignorancia sistemática de estos síntomas, por falta de tiempo, deriva en consecuencias físicas que podían haberse subsanado. Desde una caries que acaba en endodoncia o extracción, y aquí habría que ver quién se puede pagar un implante, hasta un bultito que resulta que era cáncer, por nombrar uno de los peores escenarios.

El cansancio constante y sistematizado, el comer rápido, mal y a deshoras, no poder dormir una fiebre y estar con una intoxicación alimentaria cocinando mientras sales corriendo a vomitar por lo mal que te huele todo o mientras estás amamantando, da igual, has perdido tus privilegios, no hay baja por enfermedad del trabajo materno. De tu otro trabajo, el productivo, si está formalizado, sí que hay baja, pero a ver quién mantiene una criatura con el 70% del Salario Mínimo Interprofesional.

No son quejas aisladas: son el síntoma de un sistema que sigue extrayendo cuerpos. El dolor, el cansancio y la medicalización son el precio que pagan las madres precarizadas por sostener la vida.

Maternidad
Maternar sola, precaria y sin que se note
Actualmente, asistimos a un nuevo modelo de súper madre que es la monomarental, precaria, activista feminista, que hace malabares para que sus criaturas no se enteren de las patrañas que nos rodean sin perder de vista la crianza respetuosa
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