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La realidad se ha acabado imponiendo y ha ido derribando distintos mitos económicos, esparcidos como verdades absolutas, lo que no dejaban de ser meros chascarrillos de tasca no sometidos al rigor de los números, a la robustez de un contraste de hipótesis. Aquellos males, a modo de plagas bíblicas, predichas por los economistas conservadores patrios, alrededor de determinadas medidas de políticas económicas implementadas por el actual Gobierno de coalición de España, no solo no es que no se hayan cumplido, sino que el resultado final ha sido diametralmente el opuesto a los agoreros pronósticos que estos nuevos videntes esparcían con sus bolas de cristal y sus cartas de tarot. Sigue siendo un misterio como tan “reputados” profesionales siguen apareciendo en los platós de televisión, prensa o programas radiofónicos diversos, una vez contrastada su incompetencia económica. ¿O no?
Si fuera por incompetencia, no se seguiría divulgando estos chascarrillos de tasca, y obviamente se ofrecerían explicaciones alternativas que, por otro lado, ya existen hace mucho tiempo en la literatura económica. Por ejemplo, basta ver qué ha provocado la inflación actual para entender que nunca ha sido un fenómeno monetario. Basta con comprender los balances financieros sectoriales de Wynne Godley para saber que el Estado no se comporta ni actúa como una familia. Basta con estudiar la hipótesis de inestabilidad financiera de Hyman Minsky para saber que un ciclo de endeudamiento privado alrededor de una burbuja siempre acaba en recesión. Basta con entender el principio de demanda efectiva, y la paradoja de costes kaleckiana para predecir que la subida del salario mínimo y la reforma laboral del actual gobierno no iba a provocar ese aumento espectacular del paro que algunos chamanes predijeron. Basta con estudiar las evidencias del Banco de Inglaterra para saber que la oferta de dinero es endógena, de manera que los créditos producen depósitos, es decir, es la inversión la que produce el ahorro, y no al revés. Basta con estudiar historia económica y comprobar que siempre que se desregulan los mercados financieros, o se diluye la supervisión por parte del regulador de los bancos comerciales, acaba generándose o una Gran Recesión, o, peor aún, una Gran Depresión. Y así un sinfín de evidencias que invalidan teorías esparcidas exclusivamente para defender unos intereses de clase, los de la superclase, con la ayuda inestimable de cierta academia o tecnocracia, bien remunerada, por cierto.
Las subidas del SMI en España y la reforma del mercado laboral no solo no han generado paro, sino que han ido acompañadas de la mayor generación de empleo de nuestra historia reciente
Por eso, las subidas del salario mínimo en España y la reforma del mercado laboral no solo no han generado paro, sino que han ido acompañadas de la mayor generación de empleo de nuestra historia reciente, de una reducción de la desigualdad, o de un impulso positivo al consumo privado. Por eso, el poner un tope al precio del gas ha reducido drásticamente nuestra inflación. Por eso, cuando el BCE financia a los tesoros europeos en los mercados secundarios, jamás hay y nunca habrá problemas de financiación. Por eso, cuando el Estado tiene superávits presupuestarios no es síntoma de un buen hacer de política económica sino el resultado de un ciclo de endeudamiento privado descomunal que nos llevará a una Gran Recesión, sino Gran Depresión. Por eso, cuando se desregulan los mercados derivados de materias primas, se montan burbujas que acaban generando pobreza energética y alimentaria. Por eso, cuando bajo el gobierno de Bill Clinton, y tras el enorme esfuerzo lobista del sector bancario y financiero, se repele la Ley Glass-Steagall, se montan las bases de la Gran Recesión. Por eso, por eso, por eso…
Pero hay que dar muchos más pasos
Pero no basta con lo implementado para conseguir una mayor eficiencia económica y mayor cohesión social. Hay que dar muchos más pasos. Lo primero, desmantelar y desmontar los andamiajes colocados por una ortodoxia que ya no da más de sí. La economía, en el momento actual, representada por la corriente dominante, no deja de ser una pseudo-ciencia. En The Trouble with Macroeconomics, el premio nobel Paul Romer entona un mea culpa, y nos obsequia con un resumen que no tiene desperdicio, y que he reproducido y reproduciré tantas veces que haga falta hasta desmontar el último de esos andamiajes oxidados de la teoría macroeconómica actual: “Durante más de tres décadas, la macroeconomía ha ido hacia atrás. El tratamiento de la identificación ahora no es más creíble que a principios de la década de 1970, pero escapa al desafío porque es mucho más opaco. Los teóricos de la macroeconomía descartan los meros hechos fingiendo una ignorancia obtusa sobre afirmaciones tan simples como que una política monetaria restrictiva puede causar una recesión. Sus modelos atribuyen las fluctuaciones de las variables agregadas a fuerzas causales imaginarias en las que no influye la acción de ninguna persona…”.
Las políticas fiscal y monetaria pueden, y deben, concentrarse en garantizar que el gasto doméstico fuera el suficiente para mantener altos niveles de empleo
En segundo lugar, el Estado debe repensarse. Para ello debe expulsar de sus inmediaciones a los distintos lobbies económicos y financieros que succionan del presupuesto público, y volver a controlar, desde la voluntad de la ciudadanía, el volante de la política fiscal. Sí es posible alcanzar el pleno empleo, y la política económica debe ineludiblemente centrarse en ello. Tras la ruptura de Bretton Woods en 1971, la mayoría de los gobiernos empezaron a emitir sus monedas mediante decretos legislativos bajo un tipo de cambio flotante. Un tipo de cambio flexible libera a la política monetaria de tener que defender una paridad fija. Los gobiernos que emiten sus propias monedas ya no tienen que financiar su gasto, ya que los gobiernos emisores de moneda nunca pueden quedarse sin dinero. El culto a la austeridad se deriva de la lógica del patrón oro y no son aplicables a los sistemas monetarios “fiat” modernos. Por lo tanto, las políticas fiscal y monetaria pueden, y deben, concentrarse en garantizar que el gasto doméstico fuera el suficiente para mantener altos niveles de empleo. Sin embargo, los videntes y tarotistas acabaron imponiendo reglas fiscales para el gasto y la deuda pública bajo aseveraciones falsas.
El objetivo último de estos respetables chamanes era dar el poder de financiar a los Tesoros al sistema financiero. Con ello se pretendía limitar la eficacia de la política fiscal de los gobiernos. Michal Kalecki ya en 1943 en “Political Aspects of Full Employment” exponía las razones por las que a “los hombres de negocio” o a las élites no les gustaba, y sigue sin gustarles, la idea de utilizar la política fiscal como instrumento de política económica. Hay que seguir manteniendo comportamientos y estructuras institucionales que limiten las capacidades de gasto de los gobiernos. Esto le da a la superclase un poderoso control indirecto sobre la política del gobierno, mientras permiten dar forma a los fundamentos de cierta ética capitalista basados en que te ganarás el pan con el sudor -a menos que tengas los medios privados suficientes-. Pero sobre todo permiten que el miedo siga desempeñando su papel como medida disciplinaria.
Se debe desmontar el principal andamiaje generado por la ortodoxia económica en las últimas tres décadas bajo el fundamentalismo de mercado, la financiarización de la economía
En tercer lugar, se debe desmontar el principal andamiaje, a modo de Leviatán, generado por la ortodoxia económica en las últimas tres décadas bajo el fundamentalismo de mercado, la financiarización de la economía. Dicha financiarización es la responsable última de las subidas de los precios de los alquileres, del precio de la vivienda, del precio de los alimentos y de los combustibles, del precio de la luz, de la pobreza energética y alimentaria, de la desigualdad creciente, del mayor poder de mercado de ciertas empresas, en definitiva, de una extracción de rentas asfixiante… ¿O ustedes creen que los personajes más ricos del mundo han conseguido su fortuna con negocios reales y no financieros?
Lo dicho, falta mucho por hacer, pero de cara al nuevo año, soñemos a lo grande porque, como recitaba el poeta Carl Sandburg, “nada sucede a menos que primero lo soñemos”.
Opinión
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Hasta Yannis Varoufakis a estas alturas dice que la causa principal de la crisis actual es llevar creando dinero de la nada desde la crisis anterior hasta ahora, yo no se en que mundo vivís. Si se puede crear dinero y eso no causa inflación, entonces porque pagamos impuestos?
Tres propuestas económicas muy interesantes para cuestionar y acabar con la ortodoxia económica que tanto dolor y sufrimiento causa a la clase trabajadora.