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A la UEFA no le gusta que los aficionados o los jugadores expresen sus opiniones políticas en plena competición, como tampoco les gusta a la FIFA ni al COI. Por eso insisten en decir que no hay que mezclar deporte y política, al mismo tiempo que organizan competiciones entre selecciones de diferentes Estados, en las que suenan los himnos nacionales y exhiben sus respectivas banderas por todas partes. Ocurre en cada una de las competiciones organizadas por estas asociaciones y a pesar de la insistencia de la UEFA, de las amenazas de sanciones, en esta Eurocopa las cuestiones políticas han estado en el primer plano informativo; al fin y al cabo, el fútbol es política y su repercusión es mucho mayor cuando se compite representando a un país.
El jugador de la Real, Mikel Oyarzabal, fue el autor del gol definitivo en la final, pero Lamine Yamal y Nico Williams han sido, por derecho propio, los estandartes de la selección española y la admiración que han despertado entre los aficionados ha terminado siendo unánime. “Lamine Yamal, cada día te quiero más” ha sido uno de los cánticos que se han ido extendiendo a lo largo de la Eurocopa y toda España se alegra de que Mounir Nasraoui, originario de Marruecos y Sheila Ebana, de Guinea Ecuatorial, vinieran en su día a España y que su hijo Lamine naciera en Esplugues de Llobreguat. Igual que se alegran de que Nico Williams, nacido en Pamplona, eligiera jugar con la selección española y no con la de Ghana, como hace su hermano Iñaki, vasco nacido en Bilbao.
Kylian Mbappé nació y creció en Bondy, uno de los suburbios de París, donde conocen bien el efecto de las estrategias políticas de la extrema derecha.
Los éxitos deportivos contribuyen muy positivamente a la consolidación de determinados relatos políticos, como ya ocurrió en el Mundial de Sudáfrica. Entonces se habló del triunfo de la España diversa que suma cuando se une, aunque terminó por imponerse el mensaje más directo de “yo soy español, español, español”. Ahora, el papel estelar de Lamine y Nico pone sobre la mesa la cuestión de la inmigración, la importancia de aplicar políticas para su integración y el enorme potencial que pueden aportar a la sociedad española; y ocurre precisamente cuando Vox rompe sus acuerdos de gobierno con el PP, tratando de criminalizar a la población inmigrante y el propio Feijoo habla de que se vive “probablemente, una de las peores crisis migratorias que está sufriendo o ha sufrido España ”. Ese discurso racista y estigmatizador se ha visto superado por el impacto de la Eurocopa y del brillo de Lamine Yamal y Nico Williams.
“Les Bleus” contra Le Pen
Pero la politización del fútbol en estas últimas semanas se ha vivido con mayor intensidad en la selección francesa, protagonista por las manifestaciones de algunos de sus jugadores en plena campaña electoral y ante el riesgo de que la extrema derecha se alzara con la victoria en las elecciones legislativas. Ousmane Dembélé, Olivier Giroud, Benjamin Pavard, Kylian Mbappé o Marcus Thuram han sido algunos de los futbolistas que han animado a participar en las elecciones o directamente, han pedido frenar el avance del partido de Marine Le Pen.
Francia
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“Más que nunca hay que ir a votar. Hay una verdadera urgencia. No podemos dejar nuestro país en manos de esa gente. Hemos visto los resultados y es catastrófico. Esperamos que cambie y se movilice todo el mundo para votar y que lo haga del lado bueno” dijo Mbappé tras la primera vuelta de las elecciones legislativas francesas. Su compañero, Marcus Thuram, fue un poco más allá: “Esta es la triste realidad de nuestra sociedad hoy. Creo que hay mensajes que se transmiten todos los días en la televisión para ayudar a que este partido avance”. También añadió: “Hay que luchar todos los días para que esto no vuelva a suceder y para que no pase la RN (Rassemblement National)”.
Más allá de la influencia concreta que hayan podido tener las declaraciones de los futbolistas franceses en el resultado de las elecciones, lo cierto es que el fútbol y sus máximos protagonistas tienen un gran potencial movilizador; de hecho, la extrema derecha francesa no tardó en reaccionar a sus declaraciones. Sébastien Chenu, vicepresidente de RN, respondió a Mbappé diciendo que “tiene derecho a tener opinión, pero no creo que las personas que considero desconectadas de la realidad vengan a dar lecciones a los franceses”.
El elogio de la Francia multirracial duró lo mismo que el éxito de aquella selección. En 2002 Jean-Marie Le Pen accedió a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales
Lo cierto es que Kylian Mbappé nació y creció en Bondy, uno de los suburbios de París, donde conocen bien el efecto de las estrategias políticas de la extrema derecha. Igual que lo conoce Lilian Thuram, padre de Marcus y jugador que más veces ha vestido la camiseta de la selección francesa.
Ya se enfrentó a Nicolas Sarkozy cuando, en 2005, siendo este ministro, los suburbios parisinos ardieron tras la muerte de dos jóvenes que escapaban de la policía. Entonces Sarkozy se refirió a la población de la banlieue como racaille (escoria), lo que despertó la ira del futbolista. “Yo vivía en los suburbios, así que, cuando dice que “vamos a limpiar el barrio”, el Sr. Sarkozy tal vez no sepa exactamente lo que dice”, respondió entonces Lilian Thuram.
Un precedente a analizar
Aquel fue el enésimo enfrentamiento entre los futbolistas de la selección y la derecha francesa, dibujando una relación a lo largo de los años de la que España puede sacar muchas conclusiones. En 1998, cuando “Les Bleus” ganaron en Francia el primer Mundial de su historia, se habló de la selección “Black-Blanc-Beur” (blanca, negra, árabe), destacando el carácter multirracial de aquel equipo en el que jugaban Zidane, Djorkaeff, Thuram, Desailly, Lizarazu, Karembeu… Jean-Marie Le Pen, padre de Marine, se quejó de una selección “artificial” por el origen diverso de sus componentes, pero, igual que ocurre actualmente con la selección española, aquella crítica quedó totalmente silenciada por la victoria en la final del Mundial. “Zidane president!” cantaba la gente en unos Campos Elíseos abarrotados, en la mayor concentración de gente que había vivido Francia desde la liberación de los nazis.
Sin embargo, el elogio de la Francia multirracial duró lo mismo que el éxito de aquella selección. En 2002 Jean-Marie Le Pen accedió a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, en las que competiría con Jacques Chirac. Entonces, Zidane reaccionó de la misma manera que lo ha hecho ahora Mbappé. “Hay que pensar en las consecuencias que puede tener votar a un partido que no corresponde para nada con los valores de Francia. Soy francés. Mi padre es argelino. Estoy orgulloso de ser francés y estoy orgulloso de que mi padre sea argelino” dijo entonces el número 10 de la selección. Igual que ahora, la movilización popular atajó el riesgo de la llegada de la ultraderecha al poder y el fútbol aportó su grano de arena.
Mal que le pese a la UEFA y a la FIFA, en los próximos años, los triunfos de la selección tendrán una lectura política y social
Un años después, con buena parte de los representantes de la Francia “Black-Blanc-Beur” retirados, una nueva generación tomó el mando de la selección de cara al Mundial de Sudáfrica. Después de empatar con Uruguay, un enfrentamiento entre el seleccionador, Raymond Domenech y Nicolas Anelka en el descanso del partido frente a México, terminó con la expulsión del delantero de la concentración francesa. Los jugadores, liderados por Patrice Evra, reaccionaron negándose a entrenar en señal de protesta, dando lugar a un escándalo nacional. Sarkozy dio orden de que no se repartieran las primas a los jugadores de la selección, mientras en la Asamblea Nacional, la ministra de cultura y deporte, Roselyne Bachelot, declaró que “sólo veo el desastre en un equipo francés donde jefes inmaduros mandan a niños asustados”. Las palabras de la ministra se interpretaron como una nueva referencia a los jóvenes de origen inmigrante. En el momento más bajo de la selección francesa, volvió a aparecer el racismo latente en la sociedad.
Después del Mundial, Laurent Blanc, uno de los emblemas de la Francia “Black-Blanc-Beur”, fue nombrado nuevo seleccionador. Unos meses después se hizo público que se había impuesto un sistema de cuotas raciales en las categorías inferiores de la selección para que incluyeran a más jugadores blancos. “Actualmente, los grandes y potentes son los negros. Es así. Es un hecho. Dios sabe que en los centros de formación, en las escuelas de fútbol, hay muchos. Creo que hay que buscar otros criterios, modificados con nuestra propia cultura” dijo el seleccionador en una reunión privada de la federación cuyo contenido fue filtrado a la prensa. Las tesis racistas del Frente Nacional habían sido asumidas por la Federación Francesa de Fútbol. Las investigaciones posteriores, abiertas por la federación y el ministerio, determinaron que Blanc no estaba implicado en el escándalo de las cuotas y el seleccionador, apoyado siempre por Sarkozy, mantuvo su cargo.
El éxito actual de la selección española y de sus estandartes, Lamine Yamal y Nico Williams, pone en valor la importancia de la integración y contribuye a extender una imagen positiva de la inmigración. Mal que le pese a la UEFA y a la FIFA, en los próximos años, los triunfos de la selección tendrán una lectura política y social, pero, igual que ocurrió con la selección francesa, la alegría pasará y está por ver cuál será la respuesta de la sociedad española y quiénes serán los jugadores señalados el día que la selección no cumpla las expectativas.
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Quiero recordar que el entrenador de la selección española apoyó a Rubiales. Y que el fútbol es un negocio lucrativo que, encima, se beneficia de los recursos del estado. O acaso no cuesta mucho dinero recibir ordas de aficionados en las ciudades donde hay equipos importantes, con despliegue policial a todo trapo? Entre otras muchas cosas. Un saludo, buenos días