Opinión
Aranceles chinos al cerdo europeo: la factura de un modelo suicida

Lo que está pasando con los aranceles chinos no debería verse solo como un problema coyuntural. Es una llamada de atención, un aviso a navegantes.
Cerdos en granja de explotación.
Cerdos en granja de explotación. Foto: Matthias Zomer.

Director de Justicia Alimentaria

8 sep 2025 09:50

La noticia ha corrido como la pólvora: China impondrá un arancel de hasta un 62% a una serie de productos porcinos y derivados procedentes de la Unión Europea. Para algunos puede sonar como un titular más de la guerra comercial global, pero para algunas zonas de Aragón o Cataluña, la medida puede convertirse en un auténtico terremoto económico. No hablamos de una cuestión menor: cerca del 80% del cerdo español se destina a la exportación y China, en particular, ha sido el gran destino en los últimos años. Desde España, la cifra de exportación fue de aproximadamente 540.000 toneladas en productos porcinos a con un valor de 1.097 millones de euros el año pasado. La carne de cerdo es el segundo rubro más importante de las exportaciones agroalimentarias, tan sólo detrás del aceite de oliva.

Nos hemos convertido el tercer productor de cerdo al nivel mundial, tan sólo detrás de China y EEUU. Hasta 2013 el censo se había estabilizado, más o menos, alrededor de los 25-26 millones de animales. Pero a partir de 2014, las explotaciones porcinas empezaron a hacer saltos millonarios. En 2014 el censo aumentó en un millón de animales. En 2015 fueron 1,8 millones y el Estado español se colocó como tercera potencia mundial. En 1986 el territorio tenía 15 millones de cerdos. En 2020 eran 32,6 millones. En el último lustro se han conseguido cifras récord cada año hasta llegar a los 52,4 millones de animales sacrificados en 2020 y unos 4,52 millones de toneladas de carne producida.

Este golpe no es, sin embargo, un accidente imprevisible. Es la consecuencia lógica de haber apostado todo a un modelo totalmente dependiente del mercado internacional, hipertrofiado y profundamente desequilibrado. Durante años, desde Justicia Alimentaria hemos venido alertando de la fragilidad estructural de la industria cárnica española. Un sector que se presenta como motor económico y generador de empleo, pero que en realidad solo ha beneficiado a unas pocas multinacionales, a costa de externalizar costes ambientales, sociales y de salud pública.

El modelo porcino español se ha construido sobre una ficción: producir cada vez más, con más macrogranjas, más contaminación y más dependencia de piensos importados, para colocar todo ese excedente en mercados internacionales. China, durante la última década, ha sido la válvula de escape perfecta. Cuando la peste porcina africana devastó su cabaña ganadera, abrió de par en par sus puertas a la carne europea. España se volcó, multiplicando las exportaciones y presentando cifras récord que políticos y patronales vendieron como un “éxito nacional”.

Pero los mercados internacionales son volátiles. Basta un cambio en la política comercial de un país, un nuevo tratado, un brote de enfermedad o una guerra, para que el castillo de naipes se derrumbe. Y eso es exactamente lo que está pasando ahora. Si China encarece la carne europea con un arancel de hasta un 62%, o aunque sea mucho menor para nuestro país, en realidad el sector español se enfrenta a un callejón sin salida: no hay otros mercados con la misma capacidad de absorción y, mientras tanto, las macrogranjas seguirán produciendo como si nada.

Pero no es sólo esto, no se trata sólo de un “desajuste con China”, sino que en realidad la composición del aire ya ha cambiado. En los últimos tres años la geografía del comercio mundial del cerdo ha cambiado con rapidez y sin pudores: lo que antes era una ruta claramente dominada por la Unión Europea —con España como proveedor de referencia para buena parte de Asia— hoy se fragmenta bajo la presión de gigantes sudamericanos que venden volumen y precio. El caso de Brasil es el más elocuente: en 2024 y en la primera mitad de 2025 sus exportaciones alcanzaron cifras récord y siguen creciendo a ritmos que ponen tensión sobre los proveedores tradicionales. Esos volúmenes —con aumentos de doble dígito en 2025 respecto al año anterior— permiten a Brasil ofrecer ofertas más competitivas y ocupar espacio en cadenas de suministro que hasta hace poco eran dominadas desde nuestro país.

Argentina, que a menudo aparece en los titulares por la carne vacuna, también ha venido fortaleciendo su sector porcino. En 2024 registró incrementos muy pronunciados en sus exportaciones —un avance de alrededor del 30–35% en los primeros meses de ese año según las fuentes— y ha abierto nuevos mercados en Asia y Sudamérica. Además, una parte relevante del comercio argentino de carnes tiene a China como destino prioritario, lo que muestra la dependencia y la intención de disputar la cuota de mercado asiática.

Durante unos años se apostó todo a una industria de volumen y bajo coste, se importaba soja barata de Suramérica, se engorda en macrogranjas en nuestro territorio y se exportaba. Este modelo se ha vuelto imposible, simplemente porque países como Brasil o Argentina venden más barato por escala, costes y estrategia de mercado. Brasil dispone de plantas industriales de gran capacidad y de cadenas integradas que reducen costes por kilo producido; a ello se suma una política comercial agresiva de apertura de mercados y de diversificación de producto.

El cerdo ha colonizado la economía local, desplazando otras actividades, concentrando la riqueza en manos de unos pocos y dejando tras de sí un rastro de purines, emisiones de metano y precariedad laboral

El impacto territorial es brutal. Zonas como el Segriá y Osona en Cataluña, La Llitera, el Bajo Cinca en Aragón dependen en gran medida de esta industria. El cerdo ha colonizado la economía local, desplazando otras actividades, concentrando la riqueza en manos de unos pocos y dejando tras de sí un rastro de purines, emisiones de metano y precariedad laboral. Ahora, con el mercado chino en entredicho, la catástrofe se acelera: caída de precios, cierre de explotaciones familiares, pérdida de empleos indirectos y más concentración en manos de las grandes integradoras.

Aquí conviene recordar lo que hemos dicho siempre: no se trata de demonizar a los pequeños ganaderos, atrapados en un sistema que no han elegido. Son ellos los que pagan las consecuencias de las decisiones estratégicas que han tomado las grandes empresas y las administraciones, apostando por un modelo insostenible e hipersubvencionado y verticalizado.

Estamos viendo, en tiempo real, las consecuencias de haber fiado la economía alimentaria de un país a los vaivenes del comercio global

Lo que está pasando con los aranceles chinos no debería verse solo como un problema coyuntural. Es una llamada de atención, un aviso a navegantes. Estamos viendo, en tiempo real, las consecuencias de haber fiado la economía alimentaria de un país a los vaivenes del comercio global. Sabíamos que algo así iba a pasar, y había dos caminos, planificar una reducción y reconversión del sector porcino, o dejar que cuando llegara la crisis que todo explotara y a ver que y quién queda. Esto es lo que se decidió, simplemente porque tiene menos coste político.

El sector porcino necesitaba, y necesita ahora más que nunca, una reconversión planificada, justa y valiente. Reducir progresivamente la producción, priorizar el mercado interno, apostar por sistemas extensivos y agroecológicos, garantizar precios dignos a los ganaderos y orientar las subvenciones públicas hacia modelos que de verdad generen bienestar colectivo.

El sector porcino necesitaba, y necesita ahora más que nunca, una reconversión planificada, justa y valiente

Porque lo que está en juego no es solo el futuro de unas cuantas empresas. Es la salud de nuestros ecosistemas, la calidad del aire y del agua, el derecho a una alimentación sostenible y el empleo digno en el medio rural. Seguir inflando la burbuja porcina solo nos llevará a nuevas crisis, cada vez más graves.

La guerra comercial que se abre entre China y la Unión Europea no será la última. Los aranceles y las restricciones se están convirtiendo en la norma, no en la excepción, en un mundo cada vez más multipolar y menos regido por el “libre comercio”. Pretender que un sector tan sensible como el alimentario puede sostenerse exclusivamente sobre exportaciones masivas es, simplemente, suicida.

El arancel chino al cerdo europeo es una sacudida dolorosa, sí, pero también es la oportunidad de romper con la inercia de un modelo agotado

La pregunta que deberíamos hacernos como sociedad es: ¿queremos seguir a merced de los vaivenes de la geopolítica e intereses de grandes empresas? ¿O queremos un modelo alimentario arraigado en el territorio, que produzca lo necesario de manera sostenible y que ponga la vida en el centro?

La respuesta debería ser clara. El arancel chino al cerdo europeo es una sacudida dolorosa, sí, pero también es la oportunidad de romper con la inercia de un modelo agotado. Aprovecharla o no dependerá de la valentía política y de la presión social para exigir un cambio que ya no es solo necesario, sino urgente.

Río Arriba
Javier Guzmán: “Desde la izquierda falta la visión de que el derecho a la alimentación es un tema básico”
Nueva entrevista de Río Arriba en formato podcast donde hablamos de soberanía alimentaria, políticas públicas relacionadas con la alimentación, tratados de libre comercio y sus efectos sobre la agricultura, ganadería y alimentación.
Opinión
UE-Mercosur, el acuerdo que acabará con el modelo de agricultura europeo
Toda la producción agroalimentaria familiar, de pequeña escala y que desarrollan la economía local va a salir perdiendo, sea en Europa o los cuatro países latinoamericanos.
Cargando valoraciones...
Comentar
Informar de un error
Es necesario tener cuenta y acceder a ella para poder hacer envíos. Regístrate. Entra en tu cuenta.

Relacionadas

Cargando relacionadas...
Cargando portadilla...
Comentarios

Para comentar en este artículo tienes que estar registrado. Si ya tienes una cuenta, inicia sesión. Si todavía no la tienes, puedes crear una aquí en dos minutos sin coste ni números de cuenta.

Si eres socio/a puedes comentar sin moderación previa y valorar comentarios. El resto de comentarios son moderados y aprobados por la Redacción de El Salto. Para comentar sin moderación, ¡suscríbete!

Cargando comentarios...