Opinión
La dignidad de la buena gentuza
Qué orgullo representa que un personaje de la catadura del secretario del PP en la Comunidad de Madrid te considere chusma, populacho, plebe, vulgo… por denunciar el genocidio del ejército de Israel sobre el pueblo palestino en Gaza. Frente a personajes tan insignificantes pero siniestros como Alfonso Serrano la inclusión en el bloque de la gentuza solo nos puede producir la satisfacción de sabernos en el lado correcto; no en el lado de los que se niegan a contar los 65.000 cadáveres destrozados de niños, mujeres, ancianos, periodistas, médicos, activistas de organizaciones humanitarias; no junto a quienes miran para otro lado para no ver casas, escuelas y hospitales destruidos, caravanas de familias —lo que queda de ellas— cargadas de unos pocos enseres camino de un lugar donde sobrevivir, bajo una chabola de plásticos y cartones, hasta que un nuevo ataque les obligue a huir sin destino seguro.
La magnitud del crimen de Gaza, cometido por Israel y permitido por el resto de gobiernos, está generando el rechazo de pueblos de todo el mundo. Las movilizaciones se generalizan y alcanzan cada día mayor intensidad sin que la ONU, el COI, la UE y demás organismos internacionales hagan poco más que lamentarlo y pedir cortésmente a Netanyahu que detenga la masacre.
En ese contexto de indignación popular se han desarrollado las acciones de protesta al paso de la Vuelta Ciclista a España que tanto han dolido a la derecha de toda la vida, a pesar de que el supuesto terrorismo kale borroca no ha ido más allá de exhibir pancartas y banderas palestinas, con algún corte simbólico de la carrera mediante la irrupción de los manifestantes en la ruta o el volcado de las vallas poco antes de la llegada del pelotón.
En ese contexto de indignación popular se han desarrollado las acciones de protesta al paso de la Vuelta Ciclista a España que tanto han dolido a la derecha de toda la vida.
Pese a la alarmista calificación de graves disturbios no se ha saqueado El Corte Inglés, quemado cajeros de los bancos o destruido el mobiliario urbano (esos síntomas de la anarquía que tanto asustan a la gente de bien) y tampoco los agentes de su orden han sufrido lesiones de consideración; siendo rigurosos habría que resaltar que fueron muchos más y mayores los daños infligidos por los antidisturbios a pacíficos manifestantes.
Dicen que no se debe mezclar deporte y política, como si eso no hubiera ocurrido siempre y con tanta claridad como en los JJ.OO. de Berlín (1936) o Moscú (1980) y los Mundiales de Argentina (1978) o Qatar (2022). En nuestro propio país tenemos espejos tan acusadores como las demostraciones deportivas franquistas en el Santiago Bernabéu cada 1º de mayo o las íntimas y oscuras relaciones entre políticos, empresarios y la mayoría de las directivas de nuestros gloriosos clubes de fútbol.
La Vuelta y cualquier otro acto cultural o deportivo son una ocasión de oro para manifestar el rechazo social a todo tipo de injusticias y atropellos de gobiernos, empresas o instituciones que, al contrario que los movimientos sociales, disponen de los grandes medios de comunicación y propaganda para difundir sus mensajes y consignas.
Protestar, denunciar, exigir, opinar son derechos que tiene la ciudadanía y que en casos como el de la brutal agresión al pueblo palestino era obligado ejercer. De alguna forma hay que decirle al mundo que mire hacia Gaza y que exija el fin del genocidio.
Los artículos de opinión no reflejan necesariamente la visión del medio.
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