Alimentación
Come y comparte: recetas contra la soledad en Londres

Vecinos de la zona londinense de Kentish Town se reúnen cada viernes para cuidar del huerto local, hacer manualidades y hablar sobre alimentación y bienestar. Ahora preparan un libro de cocina.

El Jardín de los Seis Sentidos en el centro de salud James Grigg, Kentish Town, Londres
El Jardín de los Seis Sentidos en el centro de salud James Grigg, Kentish Town, Londres. Foto: Nicola Jayne Maskrey.

La comida como excusa para sociabilizar, pero sin sibaritas de por medio. Sin fotografías colgadas en redes sociales. Ni filtros. En el centro de salud James Grigg, en la zona londinense de Kentish Town, hay un grupo de personas que busca un acercamiento a la alimentación y el bienestar de manera integradora, honesta y sin más miramientos que la buena compañía.

En las instalaciones del ambulatorio se encuentra el Jardín de los Seis Sentidos, una pequeña parcela que da patatas, ajos, cebollas, remolachas, tomates,… y que cuenta con una variedad de hierbas aromáticas y plantas comestibles.

Ideado por la artista Bess Frimodig y con la colaboración de la doctora catalana en Fisiología Vegetal, Anna Febrero, el Jardín de los Seis Sentidos nació con el objetivo de examinar cómo las plantas y las personas gestionan el estrés.

“Nuestros sentidos están desorientados. Estamos rodeados de olores artificiales y ruido. Se cocina menos y hasta desentrenamos nuestras puntas de los dedos, que olvidan las texturas de los alimentos. Por eso el jardín es un lugar para reconectar con los sentidos, cocinar y ser creativos”, explica Frimodig a El Salto.

El plan de Frimodig y Febrero se ha convertido ahora en un proyecto multidisciplinar, con el nombre de SEED, que se imparte todos los viernes en el ambulatorio. El taller invita a los participantes a abordar la alimentación y el bienestar a través de la horticultura, la biología y el arte.

La cita es un lugar de encuentro para vecinos del que se benefician aquellos pacientes con dolores crónicos, ansiedad o depresión que llegan animados por los médicos locales.

Esta actividad les da un refugio contra la soledad y los prejuicios y algunos se meten en faena directamente. Durante dos horas se plantan semillas, se recogen verduras de temporada y se corta la maleza. Además se hacen manualidades, se imprimen grabados o se decoran diminutos hoteles para insectos que favorecen la polinización. De repente surge el remedio para no pasar la tarde solo.

“La comida es una buena manera de comunicarse. En estas reuniones no se necesita identificar a las personas bajo ninguna patología o colectivo. Todos son seres humanos”, apunta la doctora Jane Myat, otra de las personas detrás del proyecto.

Echando de menos cocinar

En el cercano ambulatorio de Caversham, Myat observó los vínculos entre una salud en declive, la soledad y el abandono a la hora de cocinar. Durante sus 21 años de experiencia médica, visitó numerosos hogares donde abrió neveras y despensas. Y dejó de sorprenderse al encontrarlas vacías. Los pacientes sobrevivían a base de comida para llevar mientras sus dolencias dejaban de corresponderse con los diagnósticos.

“Algunos han perdido la habilidad de cocinar por lo que esa destreza no se transmite a la siguiente generación. Otros no tienen confianza o se sienten obligados y por eso tienden a opciones procesadas y comidas preparadas”, asegura la médico.

Las anécdotas son muchas; los que van a la tienda de pollo frito de la esquina a diario, los que solo tienen una berenjena en el frigorífico o los que no saben hervir una papa. Pero la solución no es un acercamiento paternalista. “Soy muy cuidadosa al hablar de dietas ya que los pacientes pueden sentirse juzgados. Ellos saben que las decisiones alimentarias que toman no son las mejores y lo achacan a cuestiones de tiempo y dinero. Además, la sociedad ha impuesto mucha presión sobre este tema”, explica Myat.

La doctora habló con Frimodig y pronto surgió una iniciativa a la que se siguen sumando personas. Para los vecinos de Kentish Town, SEED es un espacio donde la comida es el vehículo para inspirar un pensamiento crítico y el acercamiento cultural.

“El problema de la alimentación en la actualidad es la obsesión por el consumo de alimentos sanos (ortorexia) a la vez que, irónicamente, desconocemos cómo alimentarnos saludablemente. Falta el sentido de compartir, de ser generosos. Hay tanta tontería en torno a la comida… Todo se basa en el disfrute, el placer y la comunidad”, dice Frimodig.

La franqueza de la artista es su mejor baza para conversar sobre los desafíos vigentes, amarrándolos a las experiencias y realidades individuales que se exponen espontáneamente en las reuniones. Entre tazas de té de hierbaluisa, lavanda y menta, cosecha del propio jardín, se salta de los problemas sanitarios, sociales y medioambientales a las limitaciones económicas o a las relaciones interpersonales. Las conversaciones fluyen aleatoriamente sin sermones ni romanticismos.

“Alimenta el alma. Comparte una comida”

En los últimos meses SEED se ha centrado en la elaboración de un libro de cocina. Con el nombre de Revival Cooking, se han recopilado las experiencias, saberes y recuerdos de los participantes. Es una colección de recetas que evoca a los consejos culinarios de la abuela y que incluso cuenta con la participación del chef catalán Jordi Herrera.

“El libro puede que sea sencillo pero se basa en la rutina de los pacientes. No son solo recetas sino algo accesible para aquellos que no cocinan o no tienen tiempo”, dice Frimodig.

La artista, además, se ha encargado de incluir las impresiones realizadas durante el taller y que adornan las páginas de un libro que se olvida a propósito de los consejos en nutrición.

Numerosas personas se han sumado al proyecto de manera altruista como las editoras Priya Mehra y Shobha Karunakaran. “Las recetas no son rígidas sino inspiradoras. Las direcciones son simples, de una línea, para que no intimiden”, dice Mehra que se alterna con Karunakaran a la hora de explicar la confección del libro: “Puede que haya recetas basadas en un mismo ingrediente pero la selección se rige por el precio, la durabilidad y la accesibilidad, además del tiempo de preparación y cocción”.

“Ya no cocino porque no tengo mucha energía. Preparo lo que tengo y modifico las recetas. Hago algunas anotaciones para saber qué ha funcionado y qué no”, explica una de las pacientes que llegó poco antes del verano al taller. Ella respalda instrucciones fáciles de leer y una de sus prioridades es saber cuánto va a tardar en cocinar.
Revival Cooking, que tiene previsto publicarse en mayo de 2019, es un conjunto de recetas contra la soledad, para atiborrar el alma y compartir. Es el resultado de un proyecto comunitario que intenta revivir la pasión por comer. Y por vivir.

La cita de los viernes ha puesto los cimientos para desarrollar una organización alimentaria y creativa que ya busca otros proyectos como el de crear un club de cocina gestionado por los propios pacientes y vecinos. Algo que pueda ser viable económica y socialmente donde la función sea la de establecer un diálogo sobre lo que se come. “Hay que quitar la ansiedad que rodea a la alimentación”, dice Frimodig.

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