Actualidad africana
Memes, política y crítica anticolonial para un funeral real

El funeral de la reina Isabel II ha sido el detonante para un estallido de protestas públicas y mediáticas contra el servilismo de los políticos africanos y los restos bien sólidos del sistema colonial. Dos elecciones cruciales del continente han vuelto a arrojar dudas sobre la salud de los sistemas democráticos, mientras la ciudadanía de Sudán y Guinea no deja de reclamar su espacio a pesar de la represión.
Presidentes africanos en autocar
El presidente de Kenia, William Ruto y la presidenta de Tanzania, Samia Suluhu junto a otros líderes africanos, fueron trasladados en bus al entierro de Isabel II
23 sep 2022 06:00

Una foto en las redes sociales y un error en la interpretación han servido para poner al descubierto todos los agravios que las ciudadanías africanas acumulan contra sus políticos y la conciencia de la persistencia de un sistema colonial que sigue marcando con fuerza la vida de cientos de millones de habitantes del continente. La ironía se ha impuesto en esta denuncia que, sin embargo, mantiene raíces profundas. Tan profundas como las dudas sobre los sistemas democráticos que han arrojado las elecciones en Kenia y Angola. Tan profundos como la determinación de las y los ciudadanos que arriesgan su vida en Sudán y Guinea para recuperar esa democracia.

El funeral real y la ácida crítica a los políticos africanos

Una imagen muestra al orgulloso recién elegido presidente de Kenia, William Ruto, junto a su esposa montado en un autobús con una amplia sonrisa. En el asiento de delante viaja Samia Suluhu, la presidenta tanzana que se ha convertido en la gran esperanza de la apertura y la democratización del país de África oriental. La imagen empieza a circular por las redes sociales y pronto se convierte en un fenómeno en el que confluyen crítica, ironía, anticolonialismo y una reivindicación del papel protagonista que los países africanos deben ocupar, por derecho propio, en el escenario global. La imagen es una de las instantáneas tomadas en Londres y que se han difundido en el marco de las exequias por la muerte de la reina de Reino Unido, Isabel II.

A juzgar por la actitud de los presidentes y los políticos que aparecen en las fotos, se trata de imágenes informales y que fueron consideradas inocentes o incluso simpáticas por parte de sus protagonistas. En una de ellas, hasta el presidente de Zimbabue, el controvertido Emmerson Mnangagwa, posa relajado en el asiento del conductor, al volante de autobús. Tal vez le pareció que la foto transmitía un mensaje de liderazgo al mostrarse a los mandos.

El hecho es que las redes han devuelto la medida del cansancio acumulado por una buena parte de las sociedades africanas hacia sus clases políticas, pero también el creciente rechazo hacia la persistencia de las consecuencias de un sistema colonial que, a pesar de haber sido superado formalmente, sigue provocando consecuencias tangibles para la ciudadanía. Para los usuarios que reaccionaron en un primer lugar en las redes sociales, las imágenes transmitían una intolerable pleitesía por parte de sus presidentes y eran la muestra de la discriminación y el desprecio con el que siguen siendo tratadas las instituciones africanas.

A partir de ahí, se compartían imágenes de grupos de ciudadanos empujando autobuses, como “los presidentes africanos volviendo del funeral de Londres”; de vendedores ambulantes de comida, a los que “los presidentes africanos trataban de comprar pollo de camino a Buckingham Palace”; de colas de escolares esperando para la comida, que simbolizaban a esos políticos desplazados a Reino Unido; o de austeros internados que debían emular los alojamientos de los presidentes africanos en su viaje a Gran Bretaña; acompañadas de todo tipo de memes, montajes, canciones, cortes de series de humor y cualquier comentario hiriente y desafiante que se pueda imaginar.

Los memes del bus son un síntoma de un sentimiento que está cada vez más presente y que coloca a la ciudadanía enfrente (a menudo opuesta) a la clase política y radicalmente en contra de cualquier muestra de dependencia o de tutela extranjera

Es cierto que poco a poco, los mensajes se fueron atemperando, cuando empezaron a ser complementados por aquellos que recordaban que todos (casi todos, más bien) los líderes y lideresas mundiales que habían asistido al funeral, lo había hecho en esos autobuses, por indicación expresa de la organización. Aunque la excepción siguió dejando un margen al agravio comparativo. El presidente estadounidense Joe Biden viajó con su propia limusina blindada.

Ese torbellino desatado en las redes sociales y marcado, fundamentalmente, por la ironía y el sarcasmo (aunque también ha sido refugio de la crítica furiosa), no puede ser considerado, ni mucho menos, una muestra representativa de la opinión generalizada; pero sí que es, en todo caso, un signo, un síntoma, de un sentimiento que está cada vez más presente y que coloca a la ciudadanía enfrente (a menudo opuesta) a la clase política y radicalmente en contra de cualquier muestra de dependencia o de tutela extranjera.

Las elecciones y la democracia no siempre van de la mano

Las dos elecciones más calientes del verano tienen ya resultados definitivos, aunque en algún caso se haya hecho esperar y en ambos haya provocado situaciones de incertidumbre. Lo ajustado de los escrutinios ha generado momentos de considerable tensión y ha despertado algunos fantasmas. En Kenia, a pasar de que las votaciones se produjeron el 9 de agosto, el Tribunal Supremo no sancionó los resultados definitivos a favor de William Ruto hasta el 5 de septiembre. Casi un mes de denuncias de fraude, de críticas sobre el desarrollo de los recuentos, de ataques a la credibilidad de las instituciones que deberían sustentar la democracia en el país que, sin duda, dejan huella. Los primeros resultados oficiales desvelaban la victoria de Ruto sobre Raila Odinga que aspiraba a la presidencia del país por quinta vez. Sin embargo, los porcentajes eran tan ajustados que dejaban margen a un cambio en otras instancias. Hasta ocho peticiones de impugnación recibió el Tribunal Supremo en los días posteriores a las elecciones. No se puede perder de vista que en los últimos comicios este mismo tribunal acabó decretando la nulidad de las votaciones por irregularidades y ordenó que fuesen repetidas.

En Kenia, a pasar de que las votaciones se produjeron el 9 de agosto, el Tribunal Supremo no sancionó los resultados definitivos a favor de William Ruto hasta el 5 de septiembre. Casi un mes de denuncias de fraude

Finalmente, la máxima jurisdicción keniana, acabó ratificando la victoria de Ruto. Y, aunque Raila Odinga y su compañera de candidatura Martha Karua aceptaron a regañadientes el fallo judicial, desde entonces se han repetido las ocasiones en las que el propio candidato ha cuestionado la decisión de los magistrados y ha cuestionado su honestidad. La credibilidad de las instituciones democráticas kenianas no pasa por su mejor momento y en estas últimas elecciones se ha mostrado claramente como ese sistema se enfrenta constantemente a una estrategia para minarlo y sembrar la duda, a través de intensos bombardeos de desinformación que incluso alientan los conflictos de convivencia. Hasta el punto de que la periodista Samira Sawlani advertía recientemente en un artículo en The New York Times: “Para muchos jóvenes kenianos, negarse a votar no es el resultado de desinterés, indiferencia o incluso ignorancia. Es, en cambio, como me dijo Mumbi Kanyago, un consultor de comunicaciones de 26 años, una ‘opción política’”.

El segundo escenario crítico ha sido Angola. Aunque el contexto del país y el férreo control del MPLA, que lleva 47 años en el poder, estrechaba considerablemente las posibilidades de sorpresa, algunos movimientos ciudadanos, además de los propios partidos de oposición, habían intentado alimentar una corriente de esperanza en la alternancia. Sin embargo, las votaciones del 24 de agosto pronto mostraron las intenciones de todos los actores. Al día siguiente el MPLA afirmaba su victoria, aunque haciendo un ejercicio de verosimilitud reconocía un resultado relativamente ajustado. Los recuentos alternativos de algunos observadores cívicos, como en el caso de la iniciativa del Movimento Mudei, ofrecían el mismo estrecho margen pero con la balanza desequilibrada en favor de la UNITA (el principal partido de la oposición y adversario secular del MPLA, incluso en la guerra civil que siguió a la independencia). A partir de ahí, las críticas y las denuncias, los procesos lanzados por diferentes organizaciones de la sociedad civil e incluso por los propios partidos de la oposición, no han detenido la toma de posesión (discreta) del presidente reelegido João Lourenço. En un primer momento, los parlamentarios de la UNITA también ocuparon sus escaños en la Asamblea, ante las críticas por estar legitimando el gobierno de Lourenço, pero pronto abandonaron sus asientos en señal de protesta. Se abre, así, de nuevo un escenario incierto e inestable en el que se impone el enfoque práctico del MPLA, como ha ocurrido en los últimos años en los que la contestación no ha parado de aumentar.

El pesado balance de la resistencia popular al poder militar en Sudán

La resistencia popular al último golpe de estado en Sudán se encamina hacia su primer aniversario. Dentro de poco más de un mes, el 25 de octubre, se cumplirá un año de la toma del poder por parte de Abdel Fattah al-Burhan. Aquella maniobra militar, en realidad, suponía frustrar el camino hacia la recuperación de las instituciones por parte de los civiles, después de que se acabase abruptamente con un proceso de transición, desde la caída de Al-Bashir, que los mandos castrenses consideraban que estaba siendo demasiado rápido. En esa misma fecha hará también un año de una resistencia popular con pocos precedentes. Desde el mismo momento del levantamiento militar, la ciudadanía tomó las calles para reclamar la retirada de los soldados y un camino rápido y directo a la democracia.

En Sudán, en algunos momentos, las demostraciones cívicas han sido diarias, en otros han aparecido un poco más espaciadas; pero la sensación transmitida es la de una contestación permanente e inasequible al desaliento

En estos once meses, se ha producido una tensión constante entre los manifestantes y las autoridades. En un reciente artículo Al Jazeera, hablaba de manifestaciones casi semanales, simplemente para marcar una periodicidad orientativa. Lo cierto es que en algunos momentos las demostraciones cívicas han sido diarias, en otros han aparecido un poco más espaciadas; pero la sensación transmitida es la de una contestación permanente e inasequible al desaliento. Además del desgaste que el propio paso del tiempo genera en un movimiento de resistencia ciudadano, el balance de víctimas es realmente pesado. El Comité Central de Médicos Sudaneses, la organización profesional que monitoriza los efectos de la represión en el país, ha contabilizado 117 personas asesinadas por las fuerzas de seguridad durante las manifestaciones de los últimos 11 meses. Durante este tiempo los y las manifestantes han mostrado una capacidad de innovación en las tácticas, con variadas fórmulas para bloquear las calles y paralizar las ciudades, y también en los mecanismos de organización: sustituyendo las organizaciones que ya habían sido novedosas en las últimas movilizaciones contra Al-Bashir, por comités de barrio. Una impresionante movilización y un compromiso con la democracia que no ha podido, por el momento, neutralizar la fuerza impuesta por los poderes militares.

La movilización ciudadana vuelve a imponerse en Guinea

Hace poco más de un año, el 5 de septiembre de 2021, el coronel Mamadi Doumbouya encabezó un golpe de estado en la República de Guinea y se hizo con el poder liderando el Comité Nacional de la Unión para el Desarrollo (CNRD, por su nombre en francés). Cuando eso ocurrió un amplio sector de la sociedad civil depositó sus esperanzas de cambio en esos militares. En ese momento el FNDC (el Frente Nacional para la Defensa de la Constitución), un frente amplio de organizaciones ciudadanas y de partidos de la oposición, llevaba meses movilizado para atajar la deriva antidemocrática del entonces presidente Alpha Condé. Sin embargo, a pesar de las manifestaciones, de ocupar masivamente las calles y de caer bajo la represión de Condé, no conseguían frenar la determinación del presidente de hacer de la Constitución un traje a su medida, muy lejos de las reglas democráticas.

Cuando los militares mostraron las imágenes de un Alpha Condé descamisado en un sofá, rodeado de soldados y desprovisto de su poder, fueron muchos los guineanos que brindaron por la democracia. Ahora, el CNRD y la junta militar que intentan ocultar esas siglas han agotado su crédito definitivamente. El FNDC vuelve a estar movilizado, lo ha hecho progresivamente, pero ha llegado al punto álgido. Sin concesiones. Ha vuelto a tener que enfrentarse a una descarnada represión. Un amplio sector de la sociedad civil ve en el coronel Doumbouya y el CNRD un reflejo de lo que Condé aspiraba a ser y por eso han vuelto a poner todas sus energías en una nueva resistencia y en una nueva reivindicación de la democracia.

Cuando la cultura tensa una moral politizada

El Nyege Nyege es, tal vez, el festival de música electrónica más importante de África Oriental. El encuentro que se celebra en Uganda se ha convertido en una referencia de la escena cultural global y atrae una considerable atención mediática, así como a turistas interesados en un ambiente muy particular. La cita representa una especie de oasis de innovación, de libertad y de riqueza cultural en un país cuyos dirigentes, capitaneados por el contestado Yoweri Museveni, parecen decididos a condenar a las sombras, con políticas frontalmente opuestas al reconocimiento de los derechos de las mujeres; reformas legislativas que se zambullen en una pretendida moral férrea; una persecución constante de la comunidad LGTBIQ+; y un intento de preservar al país de perversas influencias extranjeras.

Un festival de música electrónica que ha logrado visibilidad internacional, ha conseguido tensar las costuras de un régimen que lleva el camino de convertirse en uno de los más restrictivos del continente

A principios de septiembre se desplegó una intensa campaña para desprestigiar el festival. La diputada Sarah Opendi lideró la acometida calificando de “inmoral” el evento, una acusación que debía ser suficiente para prohibirlo. El Parlamento llegó incluso a pronunciarse, de manera que el festival habría quedado prohibido. Hubo una reacción inmediata de rechazo en los medios y en las redes sociales y el Primer Ministro tuvo que intervenir revocando la prohibición y asegurando la continuidad del evento. El encuentro se celebró, como estaba inicialmente previsto, entre el 15 y el 18 de septiembre y el portavoz de la policía ugandesa compareció públicamente para elogiar categóricamente la celebración de un festival sin ningún tipo de altercado y con un elevado nivel cultural, a pesar de las acusaciones previas de inmoralidad.

Finalmente, un festival de música electrónica que ha logrado visibilidad internacional, ha conseguido tensar las costuras de un régimen que lleva el camino de convertirse en uno de los más restrictivos del continente y que está haciendo bandera de unas políticas ultraconservadoras que ponen en jaque la propia democracia recortando y amenazando derechos, sobre todo, de los colectivos más marginalizados, pero no solo.

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Kahina
23/9/2022 15:08

La foto es muy elocuente: todos hombres y una mujer llevando el velo.

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Hodei Alcantara
Hodei Alcantara
23/9/2022 7:27

Para comenzar, es imposible hacer un análisis serio sin dejar claro que todos estos presidentes autoritarios y dictatoriales en realidad no tienen el más mínimo poder, ya que no son más que representantes, vasallos, de los que realmente controlan las economías africanas: Las grandes corporaciones occidentales. Las mismas que roban sus recursos naturales, quitan las tierras a los campesinos locales y llevan sus productos manufacturados a los mercados africanos. Mientras no existan gobiernos capaces de romper con este esquema capitalista y neocolonial, será imposible pensar en una África popular y soberana. Pero ya sabemos lo que Occidente es capaz de hacer con los presidentes revolucionarios...

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Kahina
23/9/2022 15:07

En parte son vasallos, en parte reproducen el sistema ya vigente en África antes de la colonización europea, cuando Estados africanos eran gobernados de manera autoritaria por traficantes de esclavos y guerreros.
África subsahariana fue prácticamente independiente salvo entre la segunda mitad del XIX hasta la descolonización post segunda guerra mundial. Es cierto que buena parte del continente ya llevaban más de mil años bajo el sistema esclavista islámico y otros miles bajo los esclavistas preislámicos. Con lo cual, la sumisión está ya institucionalizada, y el puñado de líderes feministas y anti coloniales no han necesitado más que un empujón para que los propios africanos se deshagan de ellos y de sus legados. Pero de todos ellos algo queda para que surja una nueva generación de contestatarias.

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