Abengoa
Los Benjumea de Abengoa: la hidalguía derrochada

La rama de los Benjumea que fundó Abengoa ha sido siempre muy rica porque sus antepasados se partieron la cara para ser 'hidalgos'. La familia ha pasado ocupando altos cargos en las dictaduras de Primo de Rivera y Franco que le han permitido engordar la empresa ahora hundida.

Aerogenerador de Abengoa
Aerogenerador de Abengoa en el parque eólico Peralta (Uruguay).
12 ene 2018 11:26

Por mal que esté tirar de tópicos, si se piensa en la imagen del típico señorito andaluz de toda la vida, con pinceladas de nobleza y la altivez de quien se cree nacido para mirar a los demás por encima del hombro, los Benjumea de Sevilla, los que han hundido Abengoa, son quienes mejor encajan en la descripción del tópico. Son tan representativos de su 'clase', que han sido objeto de chanza y mofa en de la comedia televisiva Allí abajo, en la que se muestra la idiosincrasia costumbrista y social de la ciudad de Sevilla. En la serie, el señorito andaluz, muy acaudalado, y sus hijos pijos y consentidos se llaman, cómo no, Benjumea.

La familia perdió el control en 2015 y llevó al mayor pre concurso de acreedores de la historia de España a una de las más exitosas y emblemáticas empresas del Ibex 35, extendida por medio mundo. La compañía llegó a valer 4.000 millones en bolsa, ha sido la número uno mundial en energía termosolar y otras energías tradicionales y renovables, con más de 700 filiales en cuatro continentes y 15 países. Sin embargo, el crecimiento sin control y la gestión autártica derivaron en una deuda de 25.000 millones de euros (el 2,5 % del PIB español), provocaron miles de despidos y han arrancado de las manos de la familia la compañía, que pasa a ser controlada por sus acreedores.

La rama de los Benjumea que fundó Abengoa ha sido siempre muy rica porque sus antepasados se partieron la cara para ser 'hidalgos', tras siglos al servicio del duque de Osuna en tierras sevillanas. Supieron utilizar su inteligencia para administrar tierras del duque, ganado y cargos municipales, hasta escalar en poder y riqueza durante el siglo XIX y sobre todo el XX. Llegaron a ser tan poderosos que consiguieron títulos nobiliarios hechos a su medida, fueron miembros del gobierno de dos dictaduras (la de Primo de Rivera y la de Franco) y fundaron una floreciente actividad empresarial, apoyada por el Estado y basada en grandes infraestructuras, que les hizo aún más acaudalados y les alzó como un poder fáctico, casi intocable, en la capital andaluza.

Ahora, en el siglo XXI, la carrera ascendente de esta rama de la familia podría haberse estancado. Abengoa se está vendiendo a trozos, y está arruinada. Felipe Benjumea, heredero, junto a su hermano Javier, de títulos y de la empresa que fundó su padre en 1941, ha conseguido mantener la indemnización millonaria por el cese anticipado en la empresa –11,4 millones de euros–, ahora asegurada tras la absolución por los delitos de administración desleal de los que estaba acusado.

Orígenes latifundistas y comerciantes

Según la Real Academia Española, un hidalgo era quien por linaje pertenecía al estamento inferior a la nobleza. Es decir, familias con algunos bienes, al servicio directo de un noble, que debido a alguna prestación militar tenían derechos, como estar exentos del pago de tributos. Tras salir en el siglo XVI (1532) de su Rioja originaria para ir a luchar contra los árabes en la reconquista de Granada, un par de siglos después (en 1761), y tras 18 litigios, los Benjumea consiguieron el reconocimiento social de hidalguía.

Se quedaron por la zona, en la localidad sevillana de La Puebla de Cazalla, para servir al duque de Osuna sacando rendimiento de tierras concedidas por éste. Durante los siglos XVII y XVIII tuvieron acceso a beneficios y la propiedad de esas fincas (de cereal, olivo y viñas), a cabezas de ganado, a cargos municipales y religiosos comprados al duque, a casamientos interesados, y a mediar entre la plebe y el noble, mediante prácticas esclavistas propias de la edad media.

Según el libro La Puebla de Cazalla, una villa centenaria, una villa con historia, editado en 2010 con la ayuda del patrimonio personal de Javier Benjumea, actual Marqués de la Puebla de Cazalla y ex presidente de Abengoa –justo antes de serlo su hermano Felipe–, en el siglo XVIII la familia estaba “en la cúspide de la sociedad de La Puebla, donde se había consolidado un reducido grupo de familias, gracias a su preeminencia económica sobre jornaleros o pequeños propietarios. También monopolizarán cargos en diferentes cofradías, para demostrar “vieja cristiandad” y su patronazgo”.

El retatarabuelo de los actuales Javier y Felipe, Diego Benjumea Reina, fue nombrado por el duque de Osuna alcalde ordinario de La Puebla en 1751 y “era propietario de una cabaña ganadera tan numerosa, que en muchas ocasiones necesitó de otros dehesas ajenas al propio término municipal para su adecuado pastoreo”. Aunque su hijo –para no perdernos: el tatarabuelo–, José María Benjumea Vecino, también sería alcalde de La Puebla, en el primer tercio del siglo XIX deja el pueblo para irse a vivir a Sevilla, donde acabará siendo Gobernador Civil (1836). Según La Gaceta de Madrid (el BOE de la época), “ofrece el sueldo de dicho destino en favor del hospicio provincial de aquella ciudad”. Le sobraban recursos también para comprar una ganadería de toros de lidia (1832) que aún existe y que pasará a su hijo, Diego Benjumea Pérez de Seoane (1835).

El bisabuelo Diego fue abogado, continuó siendo ganadero, se metió a bodeguero y, por supuesto, no dejó de ser propietario agrícola. Además tuvo tiempo y recursos para tener dos matrimonios y hasta once hijos, de los que al menos tres han transcendido en la historia española.

Tíos abuelos nobles, al servicio de dictadores

Tras enviudar, Diego Benjumea y su segunda mujer, María de las Mercedes Burín, tienen en 1876 a Rafael Benjumea Burín, quién terminará siendo un “reconocido ingeniero de caminos, canales y puertos, estudios en los que fue el primero de su promoción. Siempre relacionado con las obras públicas, se especializó en obras hidráulicas, llegó a ser ministro (1926-1930) nada menos que de Fomento en la Dictadura de Primo de Rivera, y más tarde presidente del consejo de Administración de Renfe”.

Según explica el historiador y pedagogo Feliciano Robles Blanco, autor del blog Sevillanos ilustres, “Rafael se casó en Málaga con la hija de un aristócrata, Isabel Heredia Coring-Bebel, por lo que acabó codeándose con políticos como Cánovas del Castillo, Francisco Silvela y otros. Alfonso XIII le nombró Conde de Guadalhorte, porque en ese río realizó una central hidroeléctrica en 1905 y el pantano del Chorro en 1925, obras muy innovadoras para la época”.
Tanto mérito le llevó a ser ministro hasta 1930 –durante la dictadura de Primo de Rivera–, etapa en la que fundó las diferentes confederaciones hidroeléctricas y comenzó a arreglar firmes de carreteras

Tanto mérito le llevó a ser ministro hasta 1930 –durante la dictadura de Primo de Rivera–, etapa en la que fundó las diferentes confederaciones hidroeléctricas y comenzó a arreglar firmes de carreteras. También ese año presidió la recién creada Unión Monárquica. Con la Segunda república tuvo que exiliarse, pero volvió en 1947 y a Franco le faltó tiempo para ponerle al frente de Renfe.

Dos años después de Rafael, nace su hermano Joaquín en 1878, quién le superará en cargos y poder. También ingeniero, pero de minas. Trabajó junto a su hermano Rafael en promover sistemas de regadíos y confederaciones hidrográficas. Mientras gestiona el patrimonio agrícola familiar y se curte en temas económicos y financieros, trabaja en la Jefatura de Minas de Sevilla y preside el Consejo de Minería.

El Benjumea que organizó la economía franquista

Aunque ya era conservador, todo cambia para Joaquín cuando su hijo falangista de 22 años muere en un enfrentamiento en Sevilla el mismo fatídico día 18 de julio de 1936. Según explicó en su día Juan José Alzugaray en su libro Ingenieros egregios, a José Ignacio Benjumea se le ha considerado la primera “víctima” de la guerra civil en Sevilla. “Este penoso suceso determinó que Joaquín se inclinase a tomar parte activa en el bando nacional, organizando la retaguardia a las órdenes del general Queipo de Llano”, uno de los generales más sanguinarios de la contienda, quién le iba nombrando en los diferentes cargos públicos que desempeñaba.

Así, la retahíla de cargos comienza con la presidencia de la Diputación Provincial de Sevilla en 1936, desde la que restauraba pueblos “devastados”, y alcalde de Sevilla de 1938 a 1939. Acaba la guerra como jefe del Servicio Nacional de Regiones Devastadas, y de seguido dirige el Instituto de Crédito para la Reconstrucción Nacional. Las obras y el capital para las mismas, en sus manos.
Franco lo nombra ministro de Agricultura y Trabajo en 1939. En ese cargo impone la famosa cartilla de racionamiento y aprueba la ley que devuelve fincas y propiedades incautadas por la República

Franco lo nombra ministro de Agricultura y Trabajo en 1939. En ese cargo impone la famosa cartilla de racionamiento y aprueba la ley que devuelve fincas y propiedades incautadas por la República. A partir de 1941 será ministro de Hacienda y no parará de aprobar leyes que diseñaron la economía autárquica e insolidaria de la España de la dictadura.

Según relata Alzugaray, "entre las principales disposiciones que promovió figuran: creación de la Junta Superior de precios (1941), refundación de las cuentas bancarias de las zonas nacional y republicana (1942), ley contra el mercado negro (estraperlo) (1946), cambio múltiple de la peseta para incrementar el comercio exterior (1948), creación en Madrid de un mercado limitado de divisas (1950), ley reguladora de las sociedades anónimas (1951), organización de la Mutualidad de Hacienda y promoción de la Ley de Beneficios Extraordinarios". 
Tras doce años de ministro, cesa en 1951 y Franco, agradecidísimo, le concede el título de conde de Benjumea y le coloca al frente del Banco de España

Tras doce años de ministro, cesa en 1951 y Franco, agradecidísimo, le concede el título de conde de Benjumea y le coloca al frente del Banco de España. La firma de Benjumea aparece en varias series de billetes de la época. Hasta su jubilación y retiro a Sevilla, fue comisario de la Banca Oficial, presidente del Instituto de Crédito a Medio y Largo Plazo, y presidente del Instituto de Crédito de las Cajas de Ahorro.

Bando ganador y reconstrucción, origen de Abengoa

En plena dictadura de Primo de Rivera, fallece Javier Benjumea, hermano de Rafael y de Joaquín. Deja cinco huérfanos, solo un varón; Javier Benjumea Puigcerver, quien gracias al paraguas familiar no lo tiene demasiado mal para tener estudios, montar una empresa y conseguir excelentes negocios para la misma.

El padre del actual expresidente de Abengoa, Felipe Benjumea, acaba siendo doctor ingeniero industrial por la Universidad jesuita de Comillas (ICAI) donde ingresa en 1931, recién estrenada la II República. Debido a la expulsión de los jesuitas de España, estos le dieron una beca con la que se trasladó a la Escuela de Lieja (Bélgica) para poder concluir sus estudios. En la guerra se incorpora a la unidad de requetés, luego ingresa en el área de ingenieros, y acaba cono teniente de zapadores. Tras la contienda, trabaja en el departamento de ventas de la empresa suiza especialista en energía eléctrica Brown&Boveri. Aguanta seis meses.

Felipe Benjumea (padre) funda Abengoa en 1941, justo el año en que su tío Joaquín es nombrado ministro de Hacienda de la dictadura franquista

No le hace falta más para fundar Abengoa, en 1941, justo el año en que su tío Joaquín es nombrado ministro de Hacienda de la dictadura franquista. Lo hace con un capital inicial de 180.000 pesetas, un dineral para la época, y con el ingeniero José Abaurre como socio y amigo (ambos se casan con dos hermana, apellidadas Llorente Zuazola, de la alta sociedad argentina), otros tres amigos más y algunos familiares. Los descendientes de Abaurre –que no han dudado en dar la espalda a los Benjumea en la crisis de Abengoa– tienen una gran participación en Inversión Corporativa IC, la sociedad formada por las grandes familias sevillanas fundacionales, y que siempre ha sido accionista mayoritaria de Abengoa.

Ser el sobrinísimo huérfano, pero espabilado, de uno de los ministros más importantes de la dictadura te hace rico a nada que pongas interés. Y Javier lo puso. La autarquía y el férreo control estatal fue un trampolín de ganancias para la empresa de Benjumea. Según consta en la página web oficial,  “su objetivo inicial era fabricar un contador monofásico de cinco amperios. Los problemas de aprovisionamiento que sufría España impidieron el desarrollo del proyecto. A partir de 1943 Abengoa se dedicó a proyectos y estudios técnicos, y a los montajes eléctricos”.

Aprovechó oportunidades, como las concesiones oficiales de proyectos para poner luz y algo de tecnología eléctrica y energética a una España anticuada, desolada, fría y carente de hasta las más básicas redes de infraestructuras eléctricas, de telefonía, agua potable o alcantarillado.

Así, en sus inicios como empresa, ente las primeras concesiones públicas figuran la renovación y mejora de la instalación telefónica del puerto de Sevilla en 1950 (767.003,19 pesetas), del concurso de proyectos de construcción de los aprovechamientos hidroeléctricos derivados del Plan general de obras para el abastecimiento de agua a la zona gaditana en 1954 (70.938.680,25 pesetas), el balizamiento y señalización en cinco puntos kilométricos (2.485.000 pesetas), y la renovación de la instalación eléctrica en el muelle de Las Delicias del puerto de Sevilla en el río Guadalquivir en 1958 (2.840.878,81pts).

Durante el franquismo la empresa salió de la región andaluza, con licitaciones por todo el país, y comenzó a establecerse también en el extranjero. Además de ser durante años empresa subsidiaria de Telefónica de España, de Renfe y de Sevillana de Electricidad. Solo en nuestro país, estableció infraestructuras para el riego, realizó elevaciones de aguas, centrales hidroeléctricas e instalaciones eléctricas en presas, la iluminación de grandes infraestructuras públicas, como el aeropuerto de Barcelona, instaló surtidores de carburante y puso en funcionamiento plantas de tratamiento de residuos sólidos urbanos y redes de bombeo, colectores y depuradoras.

Los hijos, Don Javier y Don Felipe

Para continuar con arcaicas tradiciones, el fundador de Abengoa será nombrado por el rey Juan Carlos I primer Marqués de Puebla de Cazalla, ya en 1994. De nuevo se crea un título nobiliario a la medida del apellido. También es muy tradicional a nivel privado; tiene trece hijos, once hijas y dos varones, Javier y Felipe, los únicos que estudiarán una carrera.

El mayor, Javier, es actualmente el segundo Marqués de la Puebla de Cazalla al heredar el título paterno. Se doctoró en Economía y máster en administración de negocios. Sus cargos dan una idea de las abultadas rentas de las que ha podido disponer, solo por la pertenencia a consejos de administración. Es miembro del consejo de la Telefónica de Argentina, presidente de la Fundación Sevillana Endesa, y ha sido teniente de hermano mayor de la Maestranza de Sevilla –ahora miembro de su Junta de Gobierno–.

También ha presidido o pertenecido a los órganos de gobierno del diario ABC de Sevilla, de la Fundación Escuelas Profesionales SAFA, del patronato de la Fundación Focus-Abengoa, y de la junta rectora y patronato de la Fundación Universitaria Comillas ICAI-ICADE –jesuitas, cómo no–. De 1991 a 2007 fue copresidente de Abengoa junto a su hermano, donde se quedó como consejero. A finales de 2016 tuvo que abandonar la junta de accionistas de Abengoa.

Su hermano, Felipe Benjumea, entró en la compañía paterna a los 32 años. Decidido por su padre, el fundador, en 1991 ya era presidente de Abengoa. Esta decisión generó rencillas y distanció a los hermanos. Felipe era más ambicioso y su implicación con la empresa, absoluta. Está casado, tiene cuatro hijos y es un “señorito” que siempre ha vivido para el trabajo, que sabía y controlaba todo de la empresa, que según los trabajadores era tiránico y soberbio, que gusta del anonimato y que no ha hecho gala de grandes ostentaciones, porque su orientación siempre fue la de ganar dinero, no presumirlo.

El pequeño Benjumea ha sido siempre más ambicioso que su hermano Javier. Consiguió sentarse en el consejo del entonces Banco Hispanoamericano –ahora Santander–

El pequeño Benjumea ha sido siempre más ambicioso que su hermano Javier. Consiguió sentarse en el consejo del entonces Banco Hispanoamericano –ahora Santander–. Se enfrentó a Botín, que lo echó a los dos años, pero como lo salvó declarando en una querella contra el cántabro por administración desleal, este se lo agradeció siempre. También ha sido miembro del consejo de administración de Iberia a principios de siglo XXI. Todo esto mientras trataba de tocar el sol con las manos con la empresa paterna, Abengoa.

“Javier defendía la continuidad del negocio basándose en la tradicional ingeniería eléctrica, en tecnologías de la información y el reciclaje. Felipe, en cambio, se veía a sí mismo como el paladín del desarrollo sostenible, y apostó por las tecnologías renovables, la termosolar y el biofuel. Para ello necesitaba la captación de recursos a través de todas las vías posibles. Quería demostrar que era el más capaz de convertir Abengoa en un líder mundial”, sostiene Carlos Pizá en el libro Abercrash. No acudió al mercado, primó a los accionistas, por lo que acabó hundiendo la empresa y teniendo que abandonar el cargo en 2015.

Los Benjumea siguen siendo accionistas mayoritarios de la empresa a través de inversión corporativa

Los Benjumea siguen siendo accionistas mayoritarios de la empresa a través de inversión corporativa (IC), la sociedad patrimonial que controla el 50,54% de Abengoa, y en la que participan ellos y las renombradas familias andaluzas que ayudaron a su padre a fundar la empresa, como los Aya Abaurre, sus primos Abaurre Llorente, los Guardiola Solís y los Sundheim Losada. Los Benjumea Llorente eran los primeros accionistas de IC, con el 24,34% del capital, es decir, los mayores inversores de Abengoa. Los Aya Abaurre y los Abaurre Llorente suman el 25,06%. Unos 300 accionistas que, como en toda buena familia, han tenido más de una refriega y siempre han exigido mantener el control y los ingresos provenientes de Abengoa. Al final han perdido todo.

Javier y Felipe heredaron pertenecer a ese “poder fáctico” sevillano, como nobles y ricos que eran, con poder en la luz y en la sombra. Intocables, a los que se les respetaba, admiraba y evitaba mancillar en los medios de comunicación. Los editores y directores practicaban de cierta auto censura, según cuenta Manuel Jesús Florencio, fundador del Diario de Sevilla, en el prólogo del libro Abencrash. Se tapaban sus irregularidades y se acallaban sus prácticas esclavistas, hasta que las dificultades económicas de la empresa fueron un clamor. Muchos compañeros periodistas sevillanos dicen que, “todavía hoy, tras su caída, de eso no se habla en Sevilla. Se les sigue respetando. Siempre serán Don Javier y Don Felipe”.

La Abengoa creciente y poderosa

La empresa crece constantemente hasta salir a bolsa en 1996. Asciende porque diversifica su actividad hacia la construcción, el medio ambiente, la energía fotovoltaica. Se extiende internacionalmente y se hace con cuantiosas subvenciones públicas destinadas a innovar en materia energética. Abengoa apuesta por las renovables, muy de moda institucional la pasada década.

Lalo Agustina, autor del libro El ocaso del imperio del sol, explica como “en pocos años la empresa creció muchísimo, apostando por todas las oportunidades de negocio energético, sobre todo en innovación termosolar y en biocombustible, gracias a una legislación favorable durante el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero”.

Miguel Sebastián concedió a la empresa la mitad del cupo de potencia para instalar centrales termosolare. Su hermano, Carlos Sebastián, fue miembro del consejo de Abengoa hasta 2012

El exministro socialista de Industria, Miguel Sebastián concedió a la empresa la mitad del cupo de potencia para instalar centrales termosolares durante el gobierno de Zapatero. Su hermano, Carlos Sebastián, fue miembro del consejo de Abengoa hasta 2012. Le sustituyó Ricardo Martínez Rico, ex socio del actual ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro. Como a lo largo de toda la historia familiar, les era sencillo conseguir más dinero o credibilidad gracias a su altísima posición social y a sus conexiones políticas.

Como ejemplo, algunas cifras. Bajo el paraguas del Plan Nacional de Investigación Científica, desarrollo e innovación tecnológica, como gran programa marco, en el año 2001 y 2002 Abengoa se embolsa 15 millones de euros del Estado en subvenciones. Del 2008 al 2011 otros poco más de 11 millones y entre 2012 y 2014, 5 millones del subprograma Innpacto. También reciben ayudas y subvenciones para desarrollo de energía térmica solar, los sistemas de concentración fotovoltaica, del Plan E, del programa Feder-Interconecta de la Comunidad Andaluza, (unos 11 millones de euros), de la Oficina de Patentes y Marcas, y del Ministerio de Economía y Competitividad.

Felipe Izquierdo, el letrado de la Plataforma de Perjudicados por Abengoa, que ha presentado dos querellas en la Audiencia Nacional contra la ex cúpula de la compañía, lo tiene contabilizado. “Entre planes y subplanes nacionales, fondos del ICO (Instituto de crédito oficial) y del CESCE [Compañía Española de Seguros de Crédito a la Exportación], la empresa ha contado con unos 1.000 millones de euros de dinero de nuestros impuestos. Un dinero ahora comprometido por la situación de quiebra en la que ha quedado”.

Con el viento a favor, en 2004 tuvieron 1.700 millones de beneficios, 2.000 millones en 2005, en 2006 unos 2.700 y en 2007, 3.200. En esos años se les preasignaron 14 instalaciones termosolares que requerían 4.000 millones de inversión, que no tenían. No obstante, diversificaron las actividades y ellos mismos eran promotores, constructores y empresa de servicios después. Así que con los negocios tradicionales financiaban los emergentes. Todo quedaba en casa y no contaba como deuda.

Una exitosa multinacional rota

Abengoa es también un juguete roto a nivel internacional. Con presencia en el extranjero (Colombia, Venezuela y Guatemala) desde 1966, llegó a controlar en 2001 en plena crisis más de sesenta sociedades en España y cuarenta en el extranjero repartidas en cuatro continentes. Tenían proyectos en Latinoamérica, en Sudáfrica, en Marruecos, en el resto de Europa (Holanda) y en Estados Unidos (la enorme planta termosolar de La Solana, en el desierto de Arizona, y otra en el de Mojave). En 2014 era la líder mundial como industria termosolar.

Un ejemplo de la expansión alcanzada fuera es el caso de su poderosa presencia en Uruguay. Conrado Hughes Álvarez, jubilado de la política, fue el auditor y asesor tributario de Teyma (Técnicas eléctricas y Mecánicas) Abengoa en el país latinoamericano. “En los 80 se habían establecido en Argentina, y consiguieron la licitación de la UTE, (empresa pública de electricidad uruguaya) para llevar el tendido eléctrico desde el gran salto de Rincón del Bonete, en el centro del país, a las ciudades de Tacuarembó y Rivera, por unos 5 o 6 millones de dólares”, explica.


El gerente de Teyma era Brandon Kaufman, quien hizo en la empresa una “carrera meteórica y terminó en Sevilla millonario” y como vicepresidente de una de la sociedad Abeinsa, la filial de Abengoa de ingeniería industrial. “Consiguió hacer llegar la energía desde las centrales a las ciudades. Diversificó su actividad y se convirtió en la empresa constructora y de ingeniería más importante de Uruguay. Ha sido siempre el proveedor favorito del Gobierno”.

En Uruguay han construidos fábricas, estadios, centrales cementeras, tres plantas de bioenergía, (bio-etanol y biodiesel), dos de cemento Portlan, dos parques eólicos, otro fotovoltáico, el estadio ANTEL Arena para espectáculos, y aún construyen una cárcel a 15 km de Montevideo, con contrato de mantenimiento incluido, que pagará el Estado a lo largo de 25 o 30 años.

Hughes, nos cuenta las razones por las que cree que se ha hundido Abengoa. “Estalló porque utilizaban prácticas poco éticas, sin transparencia y con un manejo irresponsable de los intereses, que no hacían más que crecer exponencialmente”. Además de Uruguay, estaban en Perú, Brasil y Chile. “Todo financiado desde Sevilla, y creyendo que podían continuar aprovechándose de la corrupción y los subsidios”.

Se refiere Hughes, por ejemplo, a “desmadres” como la planta de etanol encargada por la empresa estatal de petróleo (ADUL) presupuestada en unos 50 millones de dólares y que finalmente le costó al Estado 147 millones. “Se la encargó a Benjumea sin licitación el dimitido vicepresidente de Uruguay Raúl Secdic”, o a los subsidios obtenidos en la época de Obama para montar una inmensa planta termosolar en Texas con Abengoa Yiald, una de las filiales que acaban de tener que ser vendidas.

El ex empleado de Abengoa razona apesadumbrado sobre el futuro de la multinacional, “una empresa que habría sido admirable si se hubiera hecho con cabeza. Contaba con una red de sociedades diseñadas para enloquecer a cualquier auditor. Y creo que van a quebrar en los próximos años. Teyma está endeudadísima, las obras en marcha van a un ritmo muy lento, el dinero no llega ya desde Sevilla y el estado Uruguayo no va a adelantar nada de plata”.

Saquear el propio barco cuando se hunde

Desde que en 2010 estallara la crisis, y en 2012 se produjera un viraje en la generosa política de las energías renovables en España, nada parece haberse hecho con cabeza en Abengoa. Benjumea decide entonces que la multinacional siga creciendo con dinero que no tiene, es decir, con deuda. Sin embargo, el cambio legislativo patrio no es la causa real del hundimiento según todos los expertos consultados. Coinciden en que es la mala gestión, con cierto complejo de superioridad.
“Les pudo la ambición –reflexiona Felipe Izquierdo, letrado de la Plataforma de Afectados de Abengoa–, sobre todo a Felipe Benjumea. Se gastaban diez veces lo que tenían

“Les pudo la ambición –reflexiona Felipe Izquierdo, letrado de la Plataforma de Afectados de Abengoa–, sobre todo a Felipe Benjumea. Se gastaban diez veces lo que tenían. Vivían de subvenciones, de préstamos que se pedían para proyectos aún inexistentes, y financiaban los que estaban en marcha. O emitían los bonos verdes; pedían dinero a inversores para proyectos futuros que luego no se han podido realizar. Era como comprar un piso sobre plano, sin tener los terrenos. Y encima premió por ello con 100.000 euros a los directivos responsables. Se permitía el lujo de repartir cuantiosas propinas a sus fieles. Todo un ejemplo de malas prácticas”.

Lalo Agustina por su parte habla de falta de gobernanza. “Cometieron muchos errores de gestión, y no supieron rectificar a tiempo. Como Benjumena controlaba la mayoría del capital, creía que la empresa era de él, algo personal, o de la familia, y no de los accionistas” explica.

“Aquello era una minidictadura. Por algo se le llama Palmatraz –corrobora Felipe Izquierdo– Felipe ve la empresa con paternalismo

“Aquello era una minidictadura. Por algo se le llama Palmatraz –corrobora Felipe Izquierdo– Felipe ve la empresa con paternalismo y parece pensar que ,“como esto es mi casa, aquí mandamos”. Y la que hace las veces mamá de todos es su mujer, Blanca de Porres, que ganaba nada menos de 70.000 euros anuales como asesora de nutrición en el comedor de la compañía. No les bastaba con los 5 millones de euros de sueldo de Felipe, más los dividendos como accionista”.

Izquierdo es categórico: “El Consejo de Administración de Abengoa estaba lleno de condes y de marqueses, pero de muy pocos nobles realmente. Tenían pérdidas de 1.213 millones, estaban con un pie en la quiebra, y su consejo de administración se gasta el doble del año anterior: 32,1 millones de euros. Tenían que haber cobrado menos, corrido menos y ampliar capital, es decir, desprenderse de acciones”.

Pero así Benjumea habría perdido el control, y eso no era una opción para él. Como se lanzó con todo lo que tenía, tuvo que pedir más a terceros. Abengoa acabo siendo como un negocio piramidal”. Y lo parecía debido a la endogamia empresarial. Con cada concesión o proyecto se constituía una filial, se cogía el dinero de otro proyecto ya consolidado, aparecían beneficios ficticios y la deuda crecía.

Mediante ese “yo me lo guiso y yo me lo como”,  Felipe obligaba a contratar los servicios con empresas del mismo grupo (unas 700 filiales). Las deudas pasaban de unas a otras.
Los acreedores (el Santander, donde es consejero un sobrino de Benjumea, HSBC y Citigroup principalmente) se plantaron e impusieron la salida de Felipe Benjumea en septiembre de 2015 para ampliar el capital. Pocas semanas después –el 25 de noviembre– la empresa solicitó el preconcurso de acreedores. De valer 4.000 millones de euros, Abengoa pasa a desplomarse en bolsa. Se deben 20.200 millones a acreedores financieros (unos 300 bancos, diversos fondos internacionales y bonistas privados) y otros 5.000 a proveedores. La empresa comienza a sufrir una especie de liquidación disfrazada, y se va vendiendo a trozos para poder recuperar lo prestado.

Por su parte la empresa fundacional, Inversión Corporativa (IC), la sociedad patrimonial con la mayor parte de las acciones de Abengoa (controlada por Felipe), realizaron alguna operación con acciones b (con valor, pero sin poder) con la que ganaron al menos 123.000 euros en 2015.

Con unas deudas de 25.000 millones de euros y la responsabilidad sobre 28.000 trabajadores repartidos por todo el mundo, cuando se va Benjumea cobra 11,48 millones de euros de indemnización y su consejero delegado, Manuel Sánchez Ortega, otros 4,5 millones, en un momento en el que las cuentas ya eran delicadas. Felipe, además, cobra 4 millones como cláusula para no irse a otra empresa de la competencia, y se mantiene como presidente de honor y asesor, cobrando un millón más hasta que en febrero de 2016 los acreedores consiguen “echarle” definitivamente.

La presunta ruina del nombre noble

La Plataforma de Perjudicados por Abengoa son pequeños bonistas y accionistas que invirtieron en la empresa en bonos que se podían adquirir desde los 13.000 euros. Según explica su letrado, “son unos 200 de los 50.000 accionistas que se han visto perjudicados, de toda España, y de un perfil social medio. Son profesionales, jubilados pequeños empresarios que se han dejado en Abengoa sus ahorros, como el caso de una persona mayor de Palma de Mallorca, que ha perdido 800.000 euros; todo lo que tenía. Me sorprende que de tantas personas a las que les han engañado, reclamen solo unos 300. En España siempre nos cuesta reclamar, como si nos avergonzara que nos timen”.

Se presentaron dos querellas ante la Audiencia Nacional. Una por Administración desleal, contra Felipe Benjumea, Manuel Sánchez Ortega y tres consejeros más de Abengoa por dar luz verde las indemnizaciones de los anteriores.

La causa fue instruida por Carmen Lamela –recientemente más conocida por haber metido en la cárcel a los miembros del ex Govern catalán– y la vista se celebró el pasado mes de septiembre. Y la sentencia les ha absuelto. Lamela, ya en la instrucción, rechazó las pólizas de seguro que aportaron los encausados, para hacer frente a las posibles responsabilidades, “porque las ha pagado la misma Abengoa, no es el dinero de los acusados” explica el abogado.

Izquierdo esperaba que sus representados pudieran recuperar parte de sus inversiones “y yo cobrar algo, porque voy a porcentaje, y llevo ya dos años de trabajo. Las pruebas están ahí, pero la interpretación de la Justicia puede ser dispar”. Sin embargo, sí había cierta sensación de éxito en el hecho haber visto presentarse ante la justicia a un estirado Felipe Benjumea y a los hombres de su confianza.

Este guion tiene una subtrama titulada “La puerta giratoria”, por la que pasó el ex ministro socialista Josep Borrell. Los abogados de la plataforma denunciante lo tienen claro: “Borrell tenía que haber estado encausado, pero la juez Lamela le salvó. Aunque no estuviera en el consejo el día que se aprobó la indemnización del Benjumea, sí estuvo en el que se aprobó el de Manuel Ortega”, explica Felipe Izquierdo.

Borrell, que cobraba sus 300.000 euros por su labor en el consejo de Abengoa, se fue a tiempo para que el escándalo no le salpicara

Borrell, que cobraba sus 300.000 euros por su labor en el consejo de Abengoa, se fue a tiempo para que el escándalo no le salpicara. Los que no han podido evitar verse salpicados han sido los trabajadores.

Prácticas esclavistas que enriquecen

Tanto el fundador de la empresa, como sus hijos Javier y Felipe, fueron educados en el ámbito moral jesuita, pero de esa moral y de la supuesta responsabilidad social corporativa de la que se hace gala en la web oficial, no han regido en la multinacional andaluza, ni para obtener el dinero con prácticas limpias, ni en tratar a sus trabajadores con las debidas garantías laborales.

En Abengoa nunca se ha visto bien el sindicalismo. La empresa impone prácticas esclavistas y se salta el estatuto de los trabajadores con impunidad, hasta el punto de que los representantes sindicales son despedidos sin problema alguno, como nos explica Carlos Vázquez, de UGT, uno de los pocos miembros del comité de empresa que queda.

“Han echado a la mayoría de los compañeros del intercomité de las 300 sociedades que forman Abengoa en España. Siempre hubo represión a la hora de sindicarnos, y lo hemos hecho un poco clandestinamente antes de 2015”, momento en que afloraron los problemas financieros de la empresa y comenzaron los despidos. A partir de entonces empezaron a poder funcionar los comités, y las prácticas ilegales se “suavizaron”.

El trabajo debía ser a destajo. “Una cosa es que se favorezca el presentismo y otra que las jornadas laborables sean eternas. Aunque el horario oficial es hasta las 17h, había que estar hasta las 20h o 20.30h horas. No se ha pagado ni una sola hora extraordinaria, nunca, y estabas obligado a hacerlas, incluso los becarios contratados a media jornada. Si no cumplías esos horarios entrabas en determinadas listas negras, y sufrías desde descartes en promociones salariales hasta despidos. Existe una competición tácita entre las distintas sociedades para ver cuál de ellas tiene la media más alta de horas trabajadas”.

El campus donde se asienta la empresa en Sevilla, Palmas Altas, es conocido como “Palmatraz”. Todo figura en la tarjeta con la que se ficha al entrar o salir, con la que se paga la comida o los productos en las máquinas expendedoras. Así la empresa se asegura que no se introduce comida en el campus, y obliga a gastar parte de los sueldos en las mismas instalaciones, en las que están más de 12 horas diarias si o sí.

“La reiteración de faltas en este sentido te metía también en una lista negra”, explica Carlos. “Sufrimos un control exhaustivo de los picajes. Con la tarjeta hay que picar a cada paso que des dentro del campus y lo controlan con aplicación informática, Bizagi, que detecta y pide justificación de las vulneraciones a las normas (si picas 1 minuto después de la hora de entrada, si te pasas en 1 minuto de la hora de comida, si tardas más de pocos minutos en moverte dentro del campus entre edificios…) Debes picar al ir a la consulta médica, a estafeta, a repografía, gimnasio, salas de reuniones, etc”.

El representante sindical nos enumera más situaciones injustas. “En materia de vacaciones, jamás se ha podido coger más de un puente al año. Era obligado cogerlas entre el 15 de junio y el 15 de septiembre y no si había ya un 10% de tu empresa de vacaciones. Los días 24 y 31 de diciembre eran laborables, contradiciendo el convenio. La conciliación familiar, no saben ni lo que es. En los despidos que se han llevado a cabo, se han ido fuera todos los que tuvieran reducción de jornada por guarda legal. Y en cuanto a igualdad de género, tampoco la conocen. Más del 80% de la plantilla son hombres”.

Según este representante sindical, “los trabajadores de Abengoa hemos sido siempre gente dócil, que ha preferido conservar el puesto de trabajo ante la complicada situación económica y la situación del mercado laboral en Andalucía, porque creíamos que trabajábamos para una buena empresa y con un relativo buen sueldo”.

Indefensión legal y laboral

Todas estas fragantes infracciones del Estatuto de los Trabajadores, y las relacionadas con los despidos y expedientes de regulación, se han denunciado en innumerables ocasiones ante la Inspección de trabajo, ante los municipios implicados (Sevilla y Sanlúcar), ante los diferentes partidos políticos del Parlamento Andaluz, el vicepresidente de la Junta de Andalucía Manuel Jiménez Barrios, ante el Senado, ante el secretario de Estado de Empleo, Juan Pablo Riesgo, y ante el Congreso de los diputados. “No ha servido de mucho. Nadie nos ha ayudado”.
Solo se han suavizado las prácticas, explican, desde que está fuera Felipe Benjumea y es objeto de escándalo

Solo se han suavizado las prácticas, explican, desde que está fuera Felipe Benjumea y es objeto de escándalo. “Siguen produciéndose los abusos, pero de manera más sutil. Te avisan diciéndote: 'Oye, que vemos que eres el que te estás yendo más temprano' o 'mira a ver, porque tu departamento está sobredimensionado' y claro, te quedas hasta las ocho de la tarde. Antes incluso nos lo decían por escrito. Les daba igual que fuera ilegal”.

Los trabajadores de la multinacional han sufrido 32 expedientes de regulación de empleo (16 EREs y 16 ERTEs) “con la inexistencia de información y consulta sobre planes de viabilidad, reestructuración o el efecto sobre el empleo. Presentaban un expediente de entre 15 y 18 meses sin planes de recolocación y sin poder negociar las condiciones, que siempre han sido las mínimas legales”, continúa.

Mientras los directivos aumentaban en número, al igual que sus ingresos, en el peor momento económico de la empresa, los 32.000 trabajadores han pasado a ser 13.500 en el último año. A juicio de los representantes sindicales “todo responde a un plan de liquidación encubierta de las distintas empresas que forman el holding, como es el caso de Abengoa Research, dedicada a la investigación y el desarrollo. La han liquidado completamente, y despedido el personal dedicado al I+D, cuando era la abanderada de la compañía y de la Junta de Andalucía. Sus laboratorios se han vendido por piezas. Eso puede ser la mayor ruina”.

En la ruina, pero no tanto

Siguen haciendo la misma vida de antes, viven en las mismas casas, y lo único que ha bajado es la frecuencia de los viajes. Entonces, los Benjumea, ¿están arruinados? “No, para nada”, dice Felipe Izquierdo. El abogado sostiene que la relación de bienes que presentaron en el juzgado es “muy relativa. Para ellos no ha sido difícil distraer el dinero poniendo todo a nombre de mujer e hijos y de toda la extensa familia (las 11 hermanas, sobrinos…).

Sin ir más lejos, Felipe “trabaja” ahora en H2B2, una sociedad en la calle Fortuny, 19 de Madrid, donde tienen su sede social varias empresas de la familia y colaboradores. Se trata de una starup de tecnología para producir hidrógeno en la que trabaja desde finales de 2016. Según los registros, figura como directivo Javier Brey, amigo personal, que dirigió Abengoa Hidrógeno cuando la multinacional apostó también por esta nueva energía. Felipe Benjumea aparece como administrador único de la empresa Ardachón S.L, creada en Sevilla en 2005, y su mujer, Blanca de Porres, de Mangala Directorship, S, L, ambas vinculadas con la empresa de Brey.

Actualmente Benjumea aparece relacionado con once empresas en España (en Madrid y Sevilla) de distintas actividades (agrícolas, inmobiliarias, financieras, y una consultoría ya liquidada). Una de ellas es Iberia, en la que mantiene el cargo de consejero desde 2007, y otra una operadora de mercado eléctrico, con un millón de euros de ingresos el pasado año.

Javier, por su parte, figura vinculado a siete empresas entre financieras e inmobiliarias, en una es consejero, en otras solo apoderado y en dos más, de la Fundación jesuita ICAI, es representante. Es administrador único de la inmobiliaria Abenjamar Inversiones, SL.


Lalo Agustina, en El ocaso del imperio del sol, desvela también la existencia desde 1985 de una sociedad offshore en Panamá, Lyon Investments S.A,  a nombre de los dos hermanos Benjumea y de Carlos Serra, cuñado de Javier. “Eran directores los tres y nació con un capital escriturado de un millón de dólares. Apenas hay registro de movimientos en más de 30 años y su actividad real es un misterio”. Según los registros públicos panameños, el objeto social de la sociedad es una larga lista de actividades empresariales de todas las áreas posibles, y en cualquier parte del mundo.

Felipe Izquierdo lo corrobora, porque en la causa ante la Audiencia Nacional ha tenido delante la relación de bienes de Benjumea. “En la amnistía fiscal de 2012, promovida por el gobierno del Partido Popular, regularizó algo más de un millón de euros no declarados fuera de España. Dijo entonces que eran de su padre, y que estaban en una cuenta en Suiza. Él siempre ha dicho que ha invertido todo lo que ha tenido en Abengoa, salvo las propiedades inmobiliarias y una sociedad agrícola”.

Carlos Pizá también apunta que quien tuvo, retuvo. En Abencrash” menciona Uruguay como posible lugar donde guardar restos de la gran fortuna. “Se trata de un país con secreto bancario, y guarda muchas claves de cómo ha invertido Felipe Benjumea su fortuna personal y familiar… y de dónde puede estar depositada”. Sin embargo Conrado Hughes desde el país latinoamericano dice que en Uruguay no tienen riqueza personal, “ni siquiera casa. Pero no, no me creo en absoluto que los Benjumea estén arruinados”.

Un poco de corrupción, que no falte

La relación constante con el poder de la familia Benjumea y de la empresa que dirigía (han trabajado en los consejos de las diferentes filiales numerosos cargos públicos) deja rastro de algún que otro caso de corrupción típica patria de los que no han salido demasiado mal parados.

La matriz familiar Inversión Corporativa tenía el 3,7% de Xfera, una operadora telefónica que no valía nada en 2002. Se la vendió a una de las filiales de Abengoa (Telvent) por 25 millones de euros. Las familias ingresaban un dineral, que perdía la empresa y el total de los inversores. Los Benjumea y el resto del consejo se vieron ante la fiscalía anticorrupción por administración desleal. Salieron absueltos porque no se personaron como acusación los supuestos perjudicados.

El Campus de Palmas Altas se construyó a finales de 2009 tras un pelotazo en terrenos municipales sevillanos recalificados. El ayuntamiento cedió 40.000 metros a cambió de 15.000 edificables cerca de la antigua y pequeña sede de Abengoa, en la zonas sevillana de Los Arcos.

La filial de Abengoa, Befesa se vio implicada en un asuntillo relacionado con la modernización de regadíos del Bajo Guadalquivir, y la filial Telvent tuvo que ver con el caso “saqueo” del ayuntamiento de El Ejido.

Allí donde recales como empresario, la relación con el poder cuándo este es tu cliente habitual resulta difícil de mantener con la honestidad inmaculada. Tal y como nos cuenta uno de sus más cercanos colaboradores en Latinoamérica “yo me fui de la empresa hace 25 años porque no conseguía instalar el código de ética adecuado”. Hughes habla con un hondo y sentido pesar del final de Abengoa. Tras conocerse la historia, esa decepción o pena solo parecen merecerla los trabajadores y los pequeños inversores afectados. La familia Benjumea, con su ancestral hidalguía mancillada, no parece estar en situación de merecer sentimiento de pesar alguno.

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Alberto
20/2/2018 9:48

Abengoa a acudido al arbitraje internacional por recordes de las renovables, tal como han realizado otras empresas y fondos del sector?

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Exabengoino
15/2/2018 0:03

Brillante articulo. Ni que hubiera trabajado dentro veinticinco años. Felipe lo peor que entró en Abengoa

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#8478
14/2/2018 20:23

Ya que la justícia Española no parece muy equitativa en este asunto; no se tendria que recurrir a algun organisme judicial europeo?
MIS felicidades por este articulo, respectuoso però meridianamente claro en mostrar como el poder deshonra nuestro querido país.

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