Coronavirus
Las otras cuarentenas

Las situaciones de crisis pueden marcar un antes y un después en el funcionamiento democrático de las instituciones. Mientras más de la mitad del planeta está en confinamiento por el coronavirus, miles de millones de ciudadanos siguen en su particular cuarentena por pobreza.

13 abr 2020 09:15

Si, según Baudrillard,  para el hombre moderno el único resquicio que queda de realidad es el acto terrorista, esta pequeña luz se apagó en los televisados e hiperreales atentados del 11 de septiembre de 2001. En la sociedad de la saturación audiovisual el último suceso que podía sacudir las conciencias quedó asimilado al sistema. Hay acontecimientos que marcan una época y los atentados de las Torres gemelas no sólo supusieron el último fogonazo de realidad sino la normalización del terrorismo de estado y del espionaje sistemático por parte de las agencias gubernamentales. Estados Unidos decretó la guerra global contra el terrorismo e inició programas con cárceles clandestinas y asesinatos indiscriminados de ciudadanos sospechosos de ser sus enemigos. La razón de estado maquiavélica se imponía al derecho a la privacidad, a la vida y a la presunción de inocencia.

Dice Byung-Chul Han que el temor ante el coronavirus se extiende porque el virus es real. Sin embargo una vez más lo real se esconde. Los ciudadanos temen al coronavirus porque se lo dicen los medios de comunicación. Siempre resulta cínico hacer comparaciones ante el drama humano, pero con los datos en la mano hay peligros mayores que el último brote epidémico. Para la humanidad representa un riesgo de más alcance el calentamiento global, y para los individuos, es mayor la posibilidad de contraer cáncer o de morir por enfermedades asociadas a la contaminación, las prácticas de riesgo y un modo de vida sedentario que, aunque sea más inminente, fallecer por coronavirus. No trato con esto de restar importancia a la alerta sanitaria ni poner en tela de juicio las medidas ante esta nueva pandemia, simplemente intento hacer notar que los juicios de valor pueden estar condicionados por el punto de vista.

Mientras más de la mitad de la población mundial está en situaciones de restricción de movimiento, muchos otros padecen cuarentena por razón de su pobreza y los países desarrollados les dicen que no deben salir de sus territorios

Si hacer determinadas comparaciones resulta odioso, señalar algunas hechos equiparables puede ser ilustrativo sobre esa influencia de los medios y lo que es importante para el ciudadano medio. En estos momentos en los que más de la mitad de la población mundial está en situaciones de restricción de movimiento por el coronavirus una cantidad no mucho menor padece cuarentena por razón de su pobreza. Los países desarrollados decretan que esos ciudadanos no deben salir de sus territorios.

En esos lugares en cuarentena por pobreza hay infecciones y epidemias para los occidentales ignoradas que siguen matando. En la actualidad en la que contemplamos la carrera entre laboratorios de distintos países por ofrecer una vacuna contra el coronavirus, sigue sin ser posible inmunizar a los varios millones que mueren por paludismo. El olvidado tifus para los europeos continúa siendo epidemia en algunos de los sitios más pobres de la Tierra. La lepra aún cuenta cientos de miles de casos en áreas tropicales de Brasil, África y el Sudeste asiático. El Dengue, para el que la única vacuna existente tiene grandes limitaciones, produce varias decenas de millones de contagios sobre todo en Centroamérica.

En relación a la cuarentena, la prohibición de trabajar y las limitaciones de movimiento sería importante mencionar la situación que algunos afectados ambientales con Sensibilidad Química Múltiple y electrosensibilidad en los países occidentales llevamos padeciendo de manera indefinida. Hemos que permanecer en nuestros hogares y tenemos dificultades para salir a la calle, utilizar el transporte y asistir a edificios públicos, porque en todas esas situaciones nos vamos a encontrar con sustancias químicas volátiles y campos electromagnéticos que nos causan dolorosos síntomas de salud. En ocasiones al sufrimiento físico y psicológico se añade el sufrimiento moral por la incomprensión de amigos y familiares, el abandono institucional e informaciones auspiciadas por las industrias química y de las telecomunicaciones que niegan el caracter real y ambiental de nuestra patología.

El problema no es que se concedan poderes excepcionales o se magnifique el éxito de las herramientas informáticas, el peligro es que se empiece a ver este tipo de prácticas como normales y ventajosas

El coronavirus no es solo una amenaza para la salud sino que se está convirtiendo en un riesgo para la democracia y las libertades individuales. Con motivo de perseguir al virus la policía y las instituciones sanitarias están empezando a acceder al historial de geolocalización y a los datos individuales de los usuarios de teléfono móvil. En Francia el gobierno acaba de publicar una ordenanza en la que dota a la teleoperadoras de la prerrogativa de instalar nuevas antenas sin los permisos municipales, de la Agencia de frecuencias, ni relativos al ordenamiento urbanístico.

El problema no es que se concedan poderes excepcionales o se magnifique el éxito de las herramientas informáticas, el peligro es que se empiece a ver este tipo de prácticas como normales y ventajosas, y cada vez nos vayamos aproximando más a sociedades dibujadas en los mundos de Orwell o Huxley. Si algo nos enseña la historia es que puede ser más fácil perder las libertades que recuperarlas y que las situaciones de crisis son aprovechadas por algunos para hacer negocio y por otros para introducir determinadas prácticas y modo de ver el mundo.

Los atentados del 11 de Septiembre no supusieron una irrupción de realidad como Baudrillard hubiera imaginado. El virus corona a pesar de Byung-Chul Han no representa una de toma de conciencia para el ciudadano medio, ni siquiera sobre la perentoriedad de la vida y la precariedad de nuestra civilización en el planeta Tierra. De momento la audiencia televisiva, las conexiones a internet, las telecomunicaciones vía móvil baten records. Los ciudadanos atomizados y recluidos en sus hogares, temerosos del contacto humano consumen metarrealidad y ensayan las formas sociales del futuro. El capitalismo de ficción está servido.

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