Opinión
Catalunya no se va, a Catalunya la empujan

Por si no ha quedado claro, dos líderes civiles han sido condenados a nueve años de cárcel por convocar una manifestación sin heridos, una presidenta del Parlament ha sido condenada a 11 años y seis meses por no vetar un debate parlamentario... Catalunya no se va, a Catalunya la empujan.

Moncloa Proces
El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, al comienzo de la comparecencia ante los medios de comunicación, con motivo de la sentencia dictada por el Tribunal Supremo sobre el Procés. Foto: Moncloa
14 oct 2019 17:58

Se nos atragantó el café de buena mañana.

Primero con las (oh, qué sorpresa, que bonita democracia) nuevas filtraciones. Luego con la confirmación de la sentencia.

No eran ni las 9h30, y mientras andábamos odiando el capitalismo por habernos entregado a los lunes y estábamos todavía dirigiendo el atentado terrorista de la farola de la Castellana... pam. 

Meses esperando este momento, días sabiendo que lo tenían programado como el VHS y, al final, ni se esperaron a echar la copa y el puro para darle una apariencia más castiza a todo. Esto ya no es lo que era.

Por si no ha quedado claro, dos líderes civiles han sido condenados a nueve años de cárcel por convocar una manifestación sin heridos, una presidenta del Parlament ha sido condenada a 11 años y seis meses por no vetar un debate parlamentario y media docena de cargos públicos han recibido penas de más de diez años por hacer algo tan insurreccional como intentar montar un referéndum que la misma sentencia dice que fue un simulacro.

Y el señor Marchena, infantilizando a los dos millones de votantes de ese 1 de octubre, diciendo que, pobrecitos ellos, les habían tomado el pelo. Que “aunque se adjetive con la evocación de la paz, la resistencia es resistencia y supone fuerza física e intimidatoria”, de paso dejando claro que, vaya por dónde, la desobediencia civil debe ser castigada porque “la falta de sanción demostraría que no hay divergencia con la ley, convirtiendo el acto pretendidamente desobediente en un acto de obediencia al derecho”. ¡Va por ustedes! Que todos somos iguales ante la ley, dicen. Que se lo digan a los chavales de Altsasu, joder.

“No hay cárceles en España, España es la cárcel”, leo en las redes.

España, ese país que tiene que repetir hasta la saciedad que es muy —mucho— democrático. Previniendo la sentencia, de buena mañana el gobierno sacaba un vídeo en que manifestaba ser una democracia consolidada al rico hashtag de #EverybodysLand.

Dum excusare credis, accusas (“cuando crees excusarte, estás acusándote”) decían los romanos. Enésimo tiro al pie del gobierno. En pocas horas, el cuarto trending topic mundial era #SpainIsAFascistState.

No por esperada la sentencia, la indignación se hizo más leve. “Joder”, “cabrones”, “rabia” se iba escuchando en calles, bares y redes. Los primeros cortes se iban anunciando. Unos chavales han cortado la ronda con la cara tapada. Los estudiantes de tal instituto se han sentado en la calle. Tal entidad convoca en tal sitio. Los Mossos bloquean el acceso a la estación de Sants, por si acaso a alguien se le ocurre que por allí pasa el AVE.

Ante la sede de Òmnium se congregan varios centenares de personas convocadas por la entidad. De repente sale su junta en tropel, encabezada por Txell Bonet, pareja de Jordi Cuixart, con su hijo de apenas tres semanas en brazos. Esposa, podemos decir, porque aparte de engendrar al crío, también se casaron entre rejas. Esas en las que está a punto de cumplir dos años. Ocho veces más que Barrionuevo por los GAL. Solo por decir algo.

La gente alza los carteles al cielo. “Ho tornarem a fer”. Algunos llevan una pequeña hoz de plástico amarilla donde se lee “determinación”. Gritos de “libertad presos políticos”. “Piel de gallina” dice un chico. Los ojos de humedecen a más de uno y de dos. El vicepresidente de la entidad, y presidente de facto, Marcel Mauri, reproduce una grabación hecha por Cuixart desde la cárcel tras conocer la condena. “No conseguirán enfrentarnos con los pueblos de España”, dice. “La única respuesta, la reincidencia”, sentencia. Mauri sigue: “En un juicio político, la única sentencia la escribe la gente”.

Los de Òmnium se dirigen a la sede del Tribunal Superior de Justicia de Catalunya. Ahí anuncian que la junta en bloque se autoinculpa de los delitos imputados a su presidente. Aplauso sentido de la masa. Aquella masa que sobrevoló muchas sesiones de este juicio que hoy pretende dictar sentencia. En Plaza Catalunya se congregan los estudiantes, que en columnas han ido convergiendo hasta el centro de la ciudad ante la estupefacción de cientos de guiris que no entienden nada de lo que pasa. Otra protesta tiene lugar en Plaça Sant Jaume. En el cielo, el helicóptero de la Nacional lo controla todo. En Girona se anuncian barricadas en las vías del tren. Será difícil seguir el ritmo de las micro-protestas dispersadas por el país.

Los políticos, a lo suyo. Van saliendo a dar sus versiones.

En la televisión sale Casado diciendo que “quien la hace la paga”. Y no se le escapa la risa. Rivera dice que “han ganado los buenos”. Qué chachi, me compraré el cómic. Sánchez, por su lado, insiste en la “absoluta transparencia” del proceso (será por las filtraciones) y en el naufragio del independentismo. Curiosa la obsesión con los símiles marinos.

Mientras Sánchez hablaba del naufragio del independentismo, los móviles hervían en Catalunya por un anunciado tsunami. En los últimos días, en un absoluto déjà vu, goteo constante de contactos que se instalan de nuevo el Telegram.

Pepito se ha unido a Telegram! Juanita se ha unido al Telegram!

Más de 150.000 personas se unen al dicho canal, Tsunami Democràtic, cuando, poco antes de las 13h se lanza la consigna. “Todos al aeropuerto”, afirma. Y miles de personas encauzan, por transporte o a pie, el camino del aeropuerto catalán, donde se producen cargas de la policía autonómica catalana que, sin embargo, no impiden la ocupación masiva de la terminal 1. Los primeros vuelos se retrasan.

Catalunya no se independizó de España. Es el Estado quien se independizó entonces y se independiza ahora, y con saña, de Catalunya

Entre ciertos movimientos sociales, cautela. No quieren ser manipulados por no se sabe bien quien. Aprendieron de lo sucedido en 2017 y quieren tener el control de esta protesta, que se promete larga y más descentralizada que nunca. El fracaso de la unidad de acción del independentismo puede ofrecernos un panorama totalmente distinto al de hace dos años.

Cuidado, Pedrito, que a ver si con tanto naufragio se te va a atragantar el 10N.

Y, dos años después, volvemos a estar frente a un horizonte de previsiones incalculables.

Deberemos esperar a ver el alcance de estas movilizaciones que justo hoy empiezan. Movidas por la rabia, que quema el bajo-vientre. Deberemos ver cómo se canalizan en una sociedad poco dada a la confrontación prolongada. Por lo menos hasta ahora. Pero si ese 1 de octubre los porrazos abrieron una grieta entre miles de catalanes y el Estado, la sentencia solo consigue reabrir la herida todavía llena de pus. Y aumentar esa grieta.

Catalunya no se independizó de España. Es el Estado quien se independizó entonces y se independiza ahora, y con saña, de Catalunya. Quien sigue dando por perdida esta parte de él, y lo hace con un discurso cada vez más alienado. La única sentencia dictada es la de la alienación política. Con una izquierda post-15M herida de gravedad, aparentemente más preocupada en apuntalar aquello que venían a torcer y que ya ha dicho que el tema catalán no será nunca una línea roja para pactar un gobierno, cualquier puente parece una quimera. La sentencia deja por escrito una jurisprudencia brutal a todo tipo de disidencia real en el Estado. Eso no va contra el independentismo, ni contra Catalunya. Cuidado.

Catalunya no se va, a Catalunya la empujan. Porque cuando se dice que es un juicio político no es por nada más que por lo que ahora veremos en las calles. Miles de personas que se sienten condenadas por esa sentencia. Que sienten que esos años de cárcel que caen sobre personajes públicos, por muy políticos del signo que sea que fueran, les caen por un proyecto político que una parte integral de la sociedad catalana ve como legítimo e incluso como propio. El independentismo puede no ser ninguna solución, no sé, pero el problema es que todavía se esperan otras propuestas. Más allá de los palos.

Dos años después, aquí volvemos a estar. ¿Alguien le dará la voz a la política?

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