Yemayá Revista
El trauma de la violencia sexual como legado de guerra en Bosnia-Herzegovina

En Bosnia y Herzegovina, una de cada dos mujeres ha sufrido algún tipo de violencia desde los 15 años, según la Encuesta sobre el Bienestar y la Seguridad de las Mujeres liderada por la Organización para la cooperación y la seguridad en Europa (OSCE, por sus siglas en inglés) en 2019. Cada mes de 2024, una mujer del país balcánico perdió la vida a causa de la violencia de género. Además, las líneas de ayuda y emergencias por violencias de género recibieron más de 17.000 llamadas en los últimos tres años. ¿Los agresores más comunes? Las parejas íntimas actuales o anteriores —en más del 70% de los casos—, lo cual revela el peligro al que muchas mujeres se enfrentan en sus propios hogares.
La mayoría de estos casos no han sido denunciados debido al miedo, la vergüenza y la desconfianza en las instituciones. Todo ello pone de manifiesto lo arraigado que está el problema y cuántas mujeres buscan ayuda en silencio. En Bosnia, la violación y violencia sexual continúa acarreando un enorme estigma que mucho tiene que ver con factores históricos.
Sanela Bašić, profesora en el departamento de Trabajo Social de la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad de Sarajevo, estudia desde hace tiempo las intersecciones entre el trauma de la guerra y la violencia estructural en las sociedades de posguerra.
“La situación es grave y profundamente preocupante”, señala Bašić. “La violencia de género en Bosnia y Herzegovina no es un hecho aislado o esporádico, sino que representa un patrón de comportamiento sistémico y persistente enraizado en desigualdades de género y normas sociales profundamente arraigadas. Y la situación se ha deteriorado aún más en los últimos años”, continúa.
Para esta académica resulta preocupante la falta de respuesta estatal. Bosnia y Herzegovina carece de leyes nacionales y estatales que tipifiquen como delito la violencia doméstica. Por otro lado, el feminicidio, como forma más extrema de violencia contra las mujeres, no está adecuadamente reconocido en la legislación, lo que da lugar a penas indulgentes para los perpetradores.
Esto en parte se debe a la naturaleza fraccionada del país. La respuesta estatal frente a la violencia de género está configurada por un panorama institucional complejo y descentralizado, donde la responsabilidad se distribuye entre distintos niveles de gobierno: estatal, entidades, cantones, distritos y municipios. Así, aunque Bosnia y Herzegovina ha adoptado instrumentos legales y políticos clave en consonancia con los estándares internacionales, la implementación de los mecanismos de protección y apoyo sigue siendo fragmentada, desigual y altamente dependiente de las capacidades locales y de la voluntad política.
Durante el conflicto en Bosnia y Herzegovina (1992-1995), la violencia sexual fue utilizada de forma sistemática como un arma de guerra, especialmente por el ejército serbobosnio
En última instancia, la ausencia de estrategias nacionales integrales, junto con la falta de financiación de los centros de acogida, la insuficiencia de los servicios de apoyo a las supervivientes y la escasa formación de los profesionales, contribuyen a crear un clima de impunidad y silencio.
Ante esta falta de mecanismos de respuesta públicos, desde el fin de la guerra, las organizaciones de la sociedad civil han desempeñado un papel indispensable en la provisión de apoyo tanto de emergencia como a largo plazo para las personas sobrevivientes de violencia de género en Bosnia y Herzegovina, especialmente ante el vacío dejado por las débiles instituciones estatales. ONG como la Fundación para la Democracia Local, entre otras, han ofrecido servicios de refugio y protección, brindado asesoría psicosocial y legal, llevado a cabo campañas de sensibilización y defensa, así como participado en programas de rehabilitación y reintegración, incluyendo el empoderamiento económico.
“Fue después de la guerra cuando comenzamos a saber qué era la violencia sexual, porque colegas nuestras la sufrían o habían sufrido durante el conflicto y queríamos ayudarlas. No había ni un solo albergue en Sarajevo para víctimas de violencias basadas en género, después de la guerra. No hemos tenido pistas, registros al respecto. No hemos tenido refugios. No hemos tenido sociedad civil”, denuncia emocionada Selma Begic, coordinadora de programas en la Fundación Democracia Local.
Una guerra teñida por la violencia sexual
Durante el conflicto en Bosnia y Herzegovina (1992-1995), la violencia sexual fue utilizada de forma sistemática como un arma de guerra, especialmente por el ejército serbobosnio. La violación, la esclavitud sexual, el embarazo y el aborto forzados no fueron hechos aislados, sino parte integral de una estrategia militar orientada a la limpieza étnica, la destrucción de comunidades y la guerra psicológica. “Esta violencia buscaba desestructurar familias y aniquilar identidades colectivas”, afirma la profesora Bašić. También hubo quienes fueron retenidas como esclavas sexuales durante meses. Como ejemplo paradigmático de la brutalidad de los actos, la investigadora destaca: “Uno de los ejemplos más notorios de esta violencia fue el uso de Vilina Vlas, un hotel balneario cerca de Višegrad, que se convirtió en un lugar de violación, tortura y degradación sistemática de mujeres y niñas bosnias. Sobrevivientes e investigadores lo describieron como un lugar donde decenas, posiblemente cientos, de mujeres fueron encarceladas, violadas repetidamente por soldados y paramilitares y, en muchos casos, asesinadas o desaparecidas. Vilina Vlas se convirtió no sólo en un lugar de violencia de género, sino en una herramienta de genocidio, cuyo objetivo era eliminar permanentemente a la población bosnia mediante el uso del terror, la tortura sexualizada y la eliminación de la continuidad reproductiva y social”.
Uno de los ejemplos más notorios de esta violencia fue el uso de Vilina Vlas, un hotel balneario cerca de Višegrad, que se convirtió en un lugar de violación, tortura y degradación sistemática de mujeres
Demasiados casos acompañan desgraciadamente a Vilina Vlas. Se estima que hay entre 20.000 y 40.000 víctimas de violencia sexual relacionada con el conflicto. En muchos de ellos se ejercía la violencia sexual delante de familiares u obligando a estos a ejercerla, lo cual tenía la intención clara de humillar y destruir la cohesión familiar y comunitaria. Selma, que está en contacto directo con numerosas sobrevivientes, reflexiona: “La violencia sexual se utilizó para desestabilizar a las comunidades, traumatizarlas… no solo impactaba a las mujeres, sino a toda la comunidad. Algunos no logran recuperarse. Están vivos, pero se puede ver en sus ojos que por dentro están muertos.”
La experta puntualiza que las violaciones fueron en su mayoría hacia mujeres musulmanas, pero que afectaron también a mujeres de otras etnias y, también, a hombres, a quienes no sólo obligaban a violar a sus hijas o familiares para destrozarlos mentalmente, sino que en algunos casos también ellos eran violados.
Muchas de las mujeres que se alojaron en el refugio de la Federación para la Democracia Local dijeron que sus maridos estuvieron en campos de concentración. “No es que quiera justificar a los agresores” dice Selma, “pero en muchos casos ellos mismos fueron gravemente agredidos. También hay mujeres que sufrieron abusos sexuales durante la guerra, violaciones, cuyos maridos también fueron violados. Y este es el tema más difícil. De alguna manera, para las mujeres es un poco más fácil. O sea, no es más fácil, pero es un poco... Si ya hay estigma en el caso de las mujeres todavía es más tabú para los hombres hablar de esto. Muchos tienen problemas con la bebida como consecuencia del trastorno de estrés postraumático”.
“Esta violencia buscaba desestructurar familias y aniquilar identidades colectivas”, afirma la profesora Bašić. También hubo quienes fueron retenidas como esclavas sexuales durante meses
La falta de condena y reconocimiento institucional de la violencia sexual en tiempos de guerra ha creado un clima de impunidad y silencio, que se refleja en la tolerancia social actual hacia la violencia contra las mujeres. “Además, las consecuencias estructurales de la guerra —incluido el aumento del militarismo, el nacionalismo y el conservadurismo— han reforzado los patrones patriarcales, influyendo directamente en la dinámica actual de la violencia”, relata Bašic. Así, la brutalidad, lejos de quedar atrás, se mezcló con actitudes patriarcales arraigadas y consolidó un problema que aún persiste de forma sistémica.
“Después de la guerra todos necesitábamos algún tipo de apoyo psicológico para poder volver a comenzar. Pero no, hicimos ver que aquí no había pasado nada, borrón y cuenta nueva y a vivir como si nada. A veces culpo a la comunidad internacional por esto. Nos impusieron vivir en paz y felices de la noche a la mañana, como si nada hubiera pasado. No, algo pasó. Vivimos un conflicto muy grave durante cuatro años y tenemos que asimilarlo” dice Selma.
Otra de las conexiones entre el militarismo, la desigualdad de género y la violencia contra las mujeres es la que se refleja en forma de prostitución forzada y de tráfico de mujeres para su explotación sexual. Efectivamente, la presencia de numerosos contingentes de militares —tanto locales como internacionales— en territorio bosnio, está directamente relacionada con la expansión de la prostitución y con las redes de tráfico de mujeres. Hoy, Bosnia y Herzegovina es un territorio que es origen de víctimas de tráfico, pero también de tránsito y de destino, especialmente para mujeres traficadas desde Moldavia, Ucrania, Rumania, Bulgaria, Rusia, Serbia y Montenegro.
La brutalidad, lejos de quedar atrás, se mezcló con actitudes patriarcales arraigadas y consolidó un problema que aún persiste de forma sistémica
Hoy, la violencia de género en Bosnia no es simplemente una sombra del pasado, sino una realidad anclada en traumas no resueltos y en las desigualdades que dejó el frágil orden de la posguerra. Sin embargo, a pesar del inmenso sufrimiento, “las mujeres en Bosnia y Herzegovina han demostrado una resiliencia extraordinaria, activismo y agencia política en la respuesta a la violencia de género”, puntualiza Bašić. “Muchas sobrevivientes han roto el silencio, hablado públicamente sobre sus experiencias, formado asociaciones de sobrevivientes y se han convertido en defensoras de la justicia”. Sus acciones representan no solo procesos de sanación personal, sino también actos de resistencia política frente a las estructuras patriarcales que buscan silenciar o borrar sus vivencias.
La respuesta internacional
En 1993, la ONU creó el Tribunal Penal Internacional para la exYugoslavia para investigar y juzgar a los principales sospechosos de crímenes de guerra. En total, procesó a 167 personas y se iniciaron más de un centenar de juicios. A finales de 2017, el Tribunal cerró el proceso habiendo condenado a algunos de los perpetradores de la limpieza étnica, como Ratko Mladic, máximo líder militar serbobosnio. Gracias a la valentía de la testigo 99, que contó al tribunal cómo se le detuvo en una sala deportiva en el centro de la ciudad de Foca junto a otras 100 mujeres y niñas, y cómo los militares serbios la violaron diariamente. El Tribunal juzgó, por primera vez en la historia, la violación como crimen de guerra.
Según la oficina en Bosnia y Herzegovina de ONU Mujeres, “el reconocimiento por parte del Tribunal de la violación sistemática y la esclavitud sexual como crímenes de lesa humanidad marcó un hito histórico, tanto legal como moral, no solo para Bosnia y Herzegovina y la región, sino a nivel mundial, y sentó precedentes para el derecho penal internacional”. Sin embargo, reclaman que el impacto ha sido desigual, con una traducción limitada de estos avances legales en justicia y reparaciones integrales a nivel nacional.
Gracias a la valentía de la testigo 99, el Tribunal Penal Internacional juzgó, por primera vez, la violación como crimen de guerra, “un hito histórico, tanto legal como moral“, según ONU Mujeres
Las sobrevivientes de violencia sexual rara vez fueron consultadas en la creación de leyes o políticas reparadoras que les afectan directamente. Además, la justicia transicional no desafió fundamentalmente las estructuras de poder patriarcales en las instituciones de posguerra, incluyendo el poder judicial, la educación y los servicios sociales. Como resultado, muchas de las mismas jerarquías y silencios de género que posibilitaron la violencia en tiempos de guerra continúan operando en tiempos de paz.
Sobre esto, Selma añade: “La respuesta a las víctimas, tanto de nuestro Estado como del mundo, es muy lenta e ineficaz. Y además ahora hablamos de mujeres mayores. Muchas tienen altos grados de desconfianza en el Estado y muchas ya están enfermas o se están muriendo”.
Formalmente, estas sentencias contribuyeron a la reforma legal y se incorporaron al derecho interno de Bosnia y Herzegovina. Sin embargo, en la práctica, su aplicación ha sido desigual y, a menudo, inadecuada. “Las sobrevivientes con frecuencia tuvieron que testificar varias veces, no se les concedió el anonimato y volvieron a sufrir traumas durante el proceso judicial. Por otro lado, el número de perpetradores procesados sigue siendo desproporcionadamente bajo en comparación con las estimaciones de mujeres y niñas fueron víctimas de violencia sexual durante la guerra”, según la profesora Bašić. Algunos de ellos ocupan cargos de poder o viven en la misma comunidad que las víctimas.
“La respuesta a las víctimas es muy lenta e ineficaz. Y además ahora hablamos de mujeres mayores. Muchas tienen altos grados de desconfianza en el Estado y muchas ya están enfermas o se están muriendo”
Y desde ONU Mujeres añaden: “Muchas sobrevivientes de violencia sexual relacionada con el conflicto siguen sin tener acceso adecuado a la justicia, la atención médica, el apoyo psicosocial ni la compensación económica. La memoria histórica con respecto al conflicto es todavía una tarea pendiente. “La falta de una narrativa nacional unificada sobre la guerra y sus impactos de género ha obstaculizado aún más el desarrollo de mecanismos de apoyo integral”, concluyen.
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