Feminismos
¿Qué feminismo hegemónico queremos?
Ante acontecimientos como la huelga del 8 de Marzo, neoliberales como Inés Arrimadas dejan claros los límites de su feminismo: un feminismo que se niega a cuestionar la explotación de clase que también sufren millones de mujeres en todo el mundo.

Diputada de En Marea en el parlamento gallego, forma parte de Anticapitalistas y milita en el movimiento feminista
En el último periodo, el feminismo está colocando en el centro de la agenda debates que hasta hace poco quedaban reducidos a espacios minoritarios. Aparecen “voces feministas” en lugares en los que era inusual: desde las páginas de los periódicos más populares del mundo, hasta en los discursos más virales en galas como los Globos de Oro.
Esta situación es resultado, en gran parte, de la capacidad que tuvo el movimiento feminista de conectar sus demandas con partes muy amplias de la sociedad. Es evidente que esto abre muchas potencialidades, pero estas vienen acompañadas de numerosos riesgos.
Uno de ellos es la posible asimilación y aprovechamiento del discurso feminista por parte de sectores tradicionalmente ajenos e incluso beligerantes a éste. Esto contribuye a la confusión en cuanto a la inclusión de la perspectiva feminista de forma transversal en nuestra sociedad. Partidos como el Frente Nacional en Francia o candidatas como Hillary Clinton pasaron a envolverse en la bandera de la “igualdad”, haciendo que nuestra causa fluctúe entre múltiples niveles de aceptación, transversalidad y radicalidad en función de quién la abandere. Eso sí, ante acontecimientos como la huelga del 8 de Marzo, neoliberales como Inés Arrimadas dejan claros los límites de su feminismo: un feminismo que se niega a cuestionar la explotación de clase que también sufren millones de mujeres en todo el mundo.
Para evitar este riesgo de banalización, es necesario hacer una reflexión sobre la complejidad del sujeto "mujeres". Tenemos que partir de que no existe una única subjetividad femenina universal, aislada de otras construcciones sociales. Por tanto, debemos romper con la idea, que se va extendiendo cada vez más, de que las relaciones de dominación y opresión son iguales para todas las mujeres, en todos los contextos históricos y sociales.
Esto no quiere decir que debamos rechazar o desplazar el género o el sexo como categoría de análisis, como variante que condiciona unas determinadas relaciones sociales o incluso como base para la construcción de una identidad común. Pero sí debemos tener en cuenta que la repercusión masiva que han alcanzado ciertos debates está teniendo, en demasiadas ocasiones, la contrapartida de transmitir una idea homogeneizadora de las mujeres, en la que la parte más mediática se identifica como el conjunto.
En consecuencia, para evitar las invisibilizaciones concomitantes debe ser un objetivo fundamental poner en el centro a las que siempre quedan en un segundo plano, a las que soportan mayores niveles de opresión, las precarias, las cuidadoras, las invisibles.
En la construcción de este nuevo sujeto antagonista, es imperativo incorporar otras categorías como la clase y la raza, que interactúan con el género; sin subordinarlas ni jerarquizarlas. Tenemos que ser conscientes de que a la hora de configurar ese sujeto colectivo, van a convivir identidades y realidades sociales diversas, por lo que va a ser clave la correlación de fuerzas entre ellas.
Pero esto no quiere decir en ningún caso que un “nosotras” no sea necesario, que un sujeto conjunto no sea fundamental. De hecho, aunque pueda parecer contradictorio, es más necesario que nunca para responder a otro de los grandes riesgos actuales: el intento de reconfigurar el feminismo como una salida individual.
Los referentes que transmiten esta idea son múltiples y cada vez están más presentes. Desde cantantes o actrices famosas hasta determinados iconos políticos como los antes mencionados. Esto hace que, salvo excepciones, el mensaje se transmita desde posiciones individuales con un determinados estatus económico y social, por parte de mujeres que han alcanzado una determinada posición de poder.
Ello nos lleva a otra cuestión complicada. ¿Modifican estas conquistas, realmente, las relaciones de poder? ¿Podemos aprovechar las experiencias y estas determinadas posiciones “individuales” para la transformación del conjunto de las relaciones que nos atraviesan y no para reproducir aquello que decimos denunciar?
Estamos ante un debate verdaderamente complejo, porque, por supuesto, uno de nuestros objetivos es el de romper con la falacia de la separación de la vida pública/privada y en este sentido es importante visibilizar todas esas vivencias que se llevaban en lo más interno de cada una de nosotras. Estas palabras de Germaine Greer apuntan algo interesante "Lo personal sigue siendo político. La feminista del nuevo milenio no puede dejar de ser consciente de que la opresión se ejerce en y a través de sus relaciones más íntimas, empezando por la más íntima de todas: la relación con el propio cuerpo".
Pero a la vez que asumimos esto, no podemos olvidar que nuestra política no puede basarse en una colección de estas experiencias particulares. O bien nos dotamos de un marco estratégico, y compartimos la idea de que para ser eficaces en la erosión de los valores dominantes debemos responder conjuntamente, o habremos perdido.
El riesgo de centrar nuestra política sólo en respuestas personales es la de acabar normalizando el concepto liberal de la libertad individual aplicado al feminismo. Detrás de nuestras decisiones y patrones de vida no está la capacidad de "empoderamiento" individual que tengamos, sino una determinada estructura social. Aunque, por supuesto, esta crítica al concepto de libertad liberal y esta mercadotecnia que describe el feminismo como una practica individual, no debe convertirse en un discurso que facilite la vuelta al paternalismo o la victimización sobre las mujeres.
A pesar de todas las contradicciones y riesgos, es innegable que en un momento general de reflujo, el feminismo se está convirtiendo en un espacio para la esperanza y el combate. Nuestro momento es ahora, aprovechémoslo. Los pasos dados de cara este 8 de Marzo señalan que vamos en el buen camino,ya que todo el trabajo de preparación colectiva está ayudando a construir ese "nosotras", ese sujeto vinculado y configurado en torno a las luchas de las subalternas y las trabajadoras. Un sujeto antagonista aglutinante que, en el espacio del conflicto, adquiere el poder de parar el mundo.
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