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Venezuela
Venezuela hacia el 28J: unas elecciones en las que por primera vez en una década cualquier cosa puede pasar
Sociólogo, analista político y profesor de la Universidad Central de Venezuela
El 28 de julio se desarrollarán las elecciones presidenciales en Venezuela. Desde hace once años no se producía un proceso de este tipo con participación de todos los sectores políticos, sin excepción. Los llamados a desconocer al Gobierno, las protestas violentas, las amenazas de invasión, los golpes de Estado y las inhabilitaciones abusivas por parte del Estado han cedido ante el inminente escenario electoral que muy pocos esperaban que se pudiera concretar.
Desde la revuelta de 2017 hasta 2021 cuando el “experimento Guaidó” terminó de disolverse, Venezuela estuvo en el centro de atención de los medios y diplomacias del mundo. En aquellos momentos, importantes medios occidentales instalaron secciones informativas para hablar exclusivamente de Venezuela y esperar la caída del presidente Nicolás Maduro. No había cumbre presidencial en la que no se declararan las “preocupaciones” por la situación en el país.
Resulta previsible que la derecha radical no reconozca el triunfo del adversario, porque no lo ha hecho ni siquiera en los mejores momentos del chavismo
Una vez que no se cumplieron los deseos occidentales, el país salió de las agenda setting y nunca más se supo con claridad qué estaba ocurriendo. Los procesos de diálogo entre las partes y la regularización económica no ocuparon los pantallazos de las principales agencias. El algoritmo no se dio por enterado.
Antes de la inscripción de la candidatura de Edmundo González, a finales de abril, por la Plataforma Unitaria, coalición que reúne diversas tendencias opositoras, muy pocos se imaginaban que la oposición asistiría al evento electoral —debido a su postura abstencionista ante las presidenciales de 2018— y que además podría inscribir su candidatura, pasando con éxito por la alcabala de la aceptación del Consejo Nacional Electoral (CNE).
Sin embargo, todo eso pasó y el país se encumbra en una competencia democrática con campañas masivas en todo el territorio nacional, sin hechos violentos que lamentar.
Después del 28J
El 28J se acerca y las expectativas van subiendo de nivel. La campaña electoral se desarrolla por medio de eventos masivos en todas las calles y pueblos del país. Las marchas se cruzan, pero la violencia no se dispara. Todos los sectores políticos, sin excepción, participan y apoyan a alguno de los diez candidatos. Una verdadera fiesta democrática se vive en un país que ha logrado vencer la hiperinflación y la desmedida inseguridad pública y se apresta a estabilizar su producción petrolera y a regularizar sus relaciones con el mundo. La ONU, el Centro Carter y más de 600 observadores internacionales ya comienzan a arribar y a desarrollar su agenda que incluye reuniones con los diez candidatos inscritos.
La incógnita que se instala ahora es por cuánto tiempo se mantendrá este espíritu festivo y democrático. La presente campaña puede significar una nueva época para Venezuela en la que el perdedor asuma su derrota, reconozca al vencedor y se dispongan ambos bandos a cohabitar. Pero el día después pone en riesgo todo. Tan pronto se divulgue el resultado electoral, el perdedor tendrá que decidir si “patear la mesa” con la intención de que vuelvan los tiempos de disgregación y conflicto, o concentrarse en ganar las mega-elecciones del 2025 en la que se elegirán todos los curules de la Asamblea Nacional y todos los alcaldes y gobernadores del país.
Si alguna sombra sobrevuela todos los escenarios posibles es el esquema de sanciones que Washington mantiene, donde se incluye especialmente la sanción del candidato oficialista, Nicolás Maduro. Es muy difícil pensar que con el poder institucional y militar que ha acumulado Maduro, deje la silla presidencial si todavía está en una lista de “búsqueda y captura” por parte del Gobierno de Estados Unidos. Washington y Caracas han reiniciado conversaciones a comienzos de julio, pero no hay nuevas informaciones que permitan saber el status actual de las negociaciones.
De la misma forma, resulta previsible que la derecha radical —que ha asumido las riendas nuevamente de la oposición desde el liderazgo de María Corina Machado y de su candidato Edmundo González—, no reconozca el triunfo del adversario, porque no lo ha hecho ni siquiera en los mejores momentos del chavismo, cuando los resultados eran tremendamente holgados a favor del entonces presidente Hugo Chávez.
Estas dudas sobre el comportamiento de los candidatos permite prever que una vez se conozca el resultado, todos los escenarios, desde los más pacíficos hasta los más violentos, son posibles. Importa más el 29 de julio, que el propio 28.
Por lo pronto, las críticas sobre el proceso electoral se vienen disipando y por ende, con una amplia participación, los escenarios de triunfo de Maduro y González se ubican en el marco de lo probable.
Las dudas sobre el comportamiento de los candidatos permite prever que una vez se conozca el resultado, todos los escenarios, desde los más pacíficos hasta los más violentos, son posibles. Importa más el 29 de julio, que el propio 28
Hablamos de unas elecciones realmente competitivas en las que cualquiera de los dos bandos podría ganar. Eso lo sabemos por el tenor de los mítines de ambos candidatos, por los registros disímiles de las encuestadoras y por la fuerza que acumulan ambas maquinarias políticas.
Por un lado, el Gobierno cuenta con baluartes ineludibles. Posee todo el andamiaje institucional —la totalidad de los poderes públicos— a su favor, después de sus victorias electorales y la abstención opositora. También ha contado, en situaciones críticas, con el respaldo firme de las Fuerzas Armadas. Bajo este agrio panorama tendría que atravesar un hipotético triunfo del candidato opositor.
Por el otro, la oposición también cuenta con claras fortalezas. Hace su campaña en medio de un malestar social que se ha asentado a raíz de la situación económica que comenzó desde 2015. También tiene aliados internacionales que apuntan y sancionan al candidato oficialista y toda la mediática a su favor.
En escasos días, seremos testigos de un choque de trenes.
Este 28 de julio, junto con el día después, sabremos qué tipo de Venezuela se está forjando para el próximo sexenio (2025-2031) y solo esperamos que la mediática y la diplomacia internacional no vuelva a echar leña a cada chispa que brota de la conflictividad política que, mientras tanto, se dirime por los caminos democráticos.
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Nadie informa aquí en los grandes medios que la oposición son bastantes más partidos que ese conglomerado impulsado y financiado por USA, ni que es peor que Milei. Europa reconoció al golpista Guaidó, una vergüenza de las democracias occidentales para seguir sirviendo al amo yanki. La manipulación informativa sesgada en España es brutal.
Vaya dos candidatos, uno, Maduro, que traicionando todo el legado de Chávez y burocratizandose, ha dejado de lado las comunas y el proceso revolucionario, para pasar s vender el oatroleo y empresas a multinacionales estadounidense, además de perseguir a comunistas y sindicalistas.
Y por el otro, un derechista y neoliberal que trabaja en favor de la restauración capitalista del país y de los interés yankees.