Opinión
¿Por qué la oposición venezolana no va a las presidenciales?

Si bien es cierto que un sector de la oposición inscribió la candidatura de Henry Falcón, también lo es que esta postulación muestra debilidades internas que asoman la ausencia de apoyo del voto duro opositor.

policia venezuela
Dos agentes de policía pasean por el centro de Caracas.

Sociólogo, analista político y profesor de la Universidad Central de Venezuela

25 mar 2018 07:00

En mayo serán las elecciones presidenciales en Venezuela, y gran parte del buró político opositor al gobierno chavista decidió no inscribir candidatos. En este panorama, dos factores notables dificultan la justificación de la posición abstencionista. Primero, el hecho de que el avasallante triunfo opositor de 2015 sucediera bajo condiciones análogas a las actuales, a saber: mismo Consejo Nacional Electoral y equivalente superioridad gubernamental. Segundo ‒y quizá más determinante‒, la crisis económica que encarna el país suramericano ha generado una creciente impopularidad hacia Maduro y las élites del chavismo.

Voceros de la oposición esgrimen que las “nulas condiciones para participar en igualdad”, “el ventajismo gubernamental”, y la “no neutralidad del árbitro” hacen ilegítimos estos comicios. Ya en 2005 la misma oposición se abstuvo en unas legislativas, recurriendo a idénticas razones. La situación derivó en una superioridad chavista en el tablero institucional, que 13 años después aún persiste.

Ya en 2005 la misma oposición se abstuvo en unas legislativas, recurriendo a idénticas razones

Entonces, ¿por qué no intentar derrotar al chavismo a través del sufragio?, así sea como paso previo a una imponderable acción extrema. De presentarse Nicolás Maduro como único candidato de peso, aumentarían las probabilidades de intensificación del conflicto a una escala impredecible.

Si bien es cierto que un sector de la oposición inscribió la candidatura de Henry Falcón, exgobernador de Lara, también lo es que esta postulación muestra debilidades internas que asoman la ausencia de apoyo del voto duro opositor. El líder regional que fue capaz de ganar una gobernación en tres ocasiones ‒cautivando el voto opositor y parte del voto oficial‒ tiene un pasado chavista, eso parece imperdonable hoy día para la cúpula opositora. Tal circunstancia evita que se pueda considerar un candidato representativo. Aunque algunas encuestas ‒cercanas al Gobierno‒ le calculan 6 puntos por encima de Maduro, sin la confianza del voto duro opositor, mucho le costará ganar. Pero si tuviera efecto un voto masivo de la oposición ‒como el de las últimas elecciones legislativas‒ Falcón sí se perfilaría como figura fuerte, pues además tiene grandes probabilidades de sustraer una buena cantidad de votos al chavismo.

Al dejar de lado este último escenario ‒negado por su propia dirigencia‒, la oposición no delinea con claridad sus jugadas previas y posteriores a las próximas elecciones. El discurso de los líderes se basa en descartar la ruta comicial sin proyectar alguna otra.

Una vez derrotadas las manifestaciones de calle de 2017 ‒contexto que culminó con decenas de muertos‒, no se vislumbra nuevamente esta vía contra Maduro, quien ha contado con respaldo irrestricto de las fuerzas militares y policiales. Ciertamente, un levantamiento de calle vendría a caotizar aún más un país agobiado por la severa coyuntura económica, pero ha quedado comprobado que no es suficiente para derrocar al Gobierno, a menos que emerja una división interna entre los militares, situación que más que abrir un vórtice para el derrocamiento significaría la posibilidad de una guerra civil, pues el chavismo tiene comprobadas fuerzas militares que no van a diluirse pasivamente. Por tanto, es difícil comprender el sentido de las palabras de Rex Tellerson ‒secretario de Estado de la administración Trump‒ al comentar que en Venezuela y América Latina “casi siempre son los militares los que se hacen cargo de esto”.

Escenarios poselectorales a la vista

El primero, una intervención militar estadounidense y especialmente de sus aliados en la región suramericana. A comienzos de febrero ‒mientras Tellerson realizaba una gira por Latinoamérica para tratar la situación de Venezuela‒, Brasil y Colombia movieron tropas hacia la frontera venezolana bajo el argumento de que la “crisis humanitaria” afecta sus territorios. Por otro lado, la ONU envió al Tribunal Penal Internacional la diatriba jurídica con respecto al Esequibo (zona en reclamación entre Venezuela y Guyana) justo un día antes del comienzo de la gira del funcionario estadounidense, quien además fue director ejecutivo de la Exxon Mobil de 2006 a 2016, empresa líder en la exploración y explotación de petróleo en aquella zona.

De manera que la intervención militar se va definiendo. Se dibuja en la actuación de gobiernos vecinos ‒como ha ocurrido en los últimos conflictos bélicos del orbe‒; en el desmembramiento de Venezuela por parte de una posible decisión del TPI sobre el Esequibo; en la apuesta por la división entre militares venezolanos; en nuevas rebeliones de calle.

Ahora bien, este escenario extremo ‒que con todo podría resultar insuficiente para salir del chavismo‒ conduce a uno paralelo. El Gobierno amenaza ‒una vez consumado el triunfo electoral de Maduro‒ con fortificar el monopolio absoluto de las instituciones democráticas y preparar la estructura jurídica que lo ancle indefinidamente al poder, como el PRI mexicano (en el poder desde 1929). De hecho, la Asamblea Nacional Constituyente pidió al Consejo Nacional Electoral adelantar las elecciones legislativas, único poder institucional que la oposición detenta y cuyo periodo debiera culminar en 2020. Por otro lado, Maduro advirtió ‒ante la posibilidad de un embargo petrolero bosquejado por Tellerson‒que Venezuela tenía opciones de colocar su producción en otros mercados. Se prefigura así una escalada de poder en todos los ámbitos posibles.

Vencer al chavismo por la vía pacífica podría devenir en un país ingobernable

La falta de claridad del liderazgo opositor para tomar una senda política, electoral o insurreccional, hace imposible distinguir razones indiscutibles que descarten el inminente camino del voto. La real fortaleza electoral del chavismo es su maquinaria política y organizativa, que cuenta con un aproximado de 6 millones de votantes. Esta cifra no parece suficiente para conquistar los comicios presidenciales en un país de alta participación política y cuyo padrón electoral superó los 20 millones de inscritos, de los cuales más de 8 millones optaron por la oposición en 2015.

Finalmente, vencer al chavismo por la vía pacífica podría devenir en un país ingobernable. El presidente electo tendría que enfrentar la Asamblea Nacional Constituyente, el Tribunal Supremo de Justicia, las Fuerzas Armadas y parte importante del pueblo; salvo que llegase con estrategias conciliatorias, algo que Henry Falcón podría hacer. Pero la oposición radical ‒mucha de la cual se encuentra fuera de Venezuela o en posiciones políticas débiles (cárcel, inhabilitación, descrédito)‒ domina la opinión pública y no acepta una salida gradual, sino de categórica aniquilación del chavismo.

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