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Todos vimos las noticias. La escalada de tensión a la que había sido sometida Venezuela desde hacía meses parecía estallar finalmente con la toma de la base militar de La Carlota, en Caracas, por parte de los opositores al gobierno de Nicolás Maduro. Los informativos hablaron de crisis, de incertidumbre, de manifestaciones de chavistas y antichavistas en las calles, pero evitaron decir que era un golpe de Estado. En realidad, los datos que se difundieron en los primeros momentos no eran ciertos: los opositores no estuvieron nunca en el interior de la base militar, sino a unos metros, en un cruce de carreteras situado en el barrio de Altamira, un enclave de clase alta de la capital. Guaidó tampoco había sido nunca presidente: a pesar de sus autoproclamación, en Venezuela nunca se ha instaurado un doble gobierno o un poder con capacidad efectiva de control sobre la administración, el ejército o el territorio, y tampoco lo lograron en aquella ocasión.
Sin embargo, el fracaso del intento de derrocar a Maduro el 30 de abril no significó una reducción de la tensión que vivía el país. El golpe no era un suceso aislado, sino parte de una estrategia de desgaste que se desplegaba en diferentes frentes y que no afectaba solo al gobierno y a su capacidad de maniobra, sino también, y de forma muy directa, a la población del país.
El periodista argentino Marco Teruggi, corresponsal en Venezuela desde hace seis años y autor de Diario urgente de Venezuela (Txalaparta, 2019) sostiene que, más que una tensión, habría que hablar de una agresión permanente con picos de intensidad: “Se puede hablar de una estrategia de agresión permanente que en los últimos años se ha mantenido de forma ininterrumpida y que está en proceso de agudización en cuanto a la intensidad y las áreas abarcadas. Esa agresión constante, en determinados momentos, intenta lograr el desenlace, el derrocamiento del gobierno venezolano. En 2019 lo que estamos viendo es que, los que estaban llevando a cabo esa guerra de desgaste llegaron a la conclusión de que estaban las condiciones dadas para que eso se tradujera finalmente en la salida forzada de Nicolás Maduro de la presidencia”.
La politóloga Arantxa Tirado también comparte ese análisis: “Después de muchos intentos de derrocar a la Revolución Bolivariana por múltiples vías, se han dado cuenta de que han de regresar a la aplicación de tácticas de largo aliento. Se trata de seguir aplicando una guerra híbrida que combina múltiples factores para un mismo objetivo estratégico: erradicar el ejemplo chavista acabando con la Revolución Bolivariana. Para ello se aplican tácticas enfocadas a debilitar y desmoralizar política, militar, económica y socialmente al adversario. Es importante repetir hasta la saciedad que Venezuela está en guerra, pero no de ahora sino desde que Chávez asumió la presidencia en 1999 y empezó a hacer políticas en defensa de la soberanía venezolana frente a los intereses estadounidenses”.
Esta guerra de desgaste se desarrolla en el frente político con los intentos de derrocar a Maduro y crear un gobierno paralelo, pero también en otros que indicen sobre el día a día de la población, como el económico. El bloqueo internacional, el ataque a infraestructuras, la especulación y el embargo de capital venezolano en el extranjero han supuesto el desabastecimiento de medicamentos y alimentos y la subida descontrolada de precios de productos básicos. A esto se suma la violencia directa en la calle, con el asesinato de militantes bolivarianos y funcionarios del gobierno, como el que sucedió el 27 de julio en el estado de Barrinas, y la fabricación de disturbios.
El fracaso de la oposición
A pesar de la intensidad de la guerra de desgaste, la oposición no ha conseguido hacerse con el poder político en Venezuela. Dividida en diferentes facciones, desacreditada por su forma de actuación y con una lectura equivocada de la situación política, los opositores intensifican la presión en la esfera económica, sobre la que sí tienen control, para intentar provocar una caída del gobierno que no han conseguido mediante el golpe. Para Teruggi, una de las causas principales de su fracaso se encuentra en el propio diagnóstico de la situación: “La oposición una y otra vez recae en un error de cálculo que es sobreestimar su fuerza y subestimar al chavismo, a la vez que tiene una lectura errada del chavismo que considera que hay un gobierno aislado sin ningún tipo de respaldo popular y una fuerza armada corrompida en su cúpula que se sostiene por negocios y nada más. Sobre ese diagnóstico, se lanzan recurrentemente a un intento de desenlace que se encuentra con una realidad más compleja, porque el gobierno no tiene ese nivel de aislamiento, porque el chavismo es una experiencia mucho más amplia que el gobierno y porque las fuerzas armadas es una realidad más compleja”.Aunque los esfuerzos diplomáticos parecen estar funcionando, no se han traducido en una disminución de la presión económica sobre el país por parte de Estados Unidos
A esta incomprensión de la realidad venezolana se une el descrédito por el recurso a la violencia y la subordinación a los intereses estadounidenses, con Guaidó pidiendo abiertamente la intervención militar en el país días después del fracaso del golpe y Trump financiando su campaña con más de cuarenta millones de dólares que en principio estaban destinados a la lucha contra la inmigración en Centroamérica, según publicó a finales de julio Los Angeles Times. “La oposición está muy desacreditada”, explica Tirado. “Sus actos violentos como fue la apuesta por las guarimbas, que en 2017 llegaron a un punto de inflexión con la quema de personas vivas por parecer chavistas, le restaron apoyos incluso entre quienes votaron por ellos para la Asamblea Nacional en diciembre de 2015. Su estrecha vinculación con Estados Unidos, al punto de percibirse que los líderes de la oposición venezolana no son más que ‘los chicos de los recados’ de EE UU en Venezuela, también la ha desacreditado”.
Las bases sociales del chavismo
Más allá de la incompetencia y los errores de la oposición, las causas de su fracaso deben buscarse también en otros dos factores: los aciertos políticos del gobierno y la implicación activa de las bases sociales del chavismo. En medio de la crisis económica, el gobierno ha mostrado el pulso suficiente para continuar con la agenda social a pesar de las dificultades. Aunque con vacíos y déficits, esto ha mostrado una lectura de la realidad mucho más acertada que la de la oposición y una capacidad de administración de la crisis centrada en la protección de sectores vulnerables. El periodista venezolano Franco Vielma, investigador en Misión Verdad, señala entre estas medidas “la creación de los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP), el Plan Chamba Juvenil y la Gran Misión Vivienda Venezuela”.Precisamente los CLAP han estado en el centro de la noticia en las últimas semanas por el anuncio del Departamento del Tesoro de Estados Unidos de incluirlos en el esquema de sanciones financieras y comerciales contra Venezuela. Estos Comités fueron creados en 2016 para poner en marcha un programa de alimentos subvencionado por el Estado: las familias más vulnerables reciben una caja semanal con alimentos como arroz, pasta, lentejas o judías a precios muy inferiores a lo que cuestan en el mercado, donde la inflación, la especulación y el desabastecimiento han incrementado su precio.
Este último año el gobierno ha aumentado el número de cajas repartidas con el objetivo de paliar los efectos de la crisis, pasando de veintiséis millones en el momento de su creación a cuarenta y dos en la primera mitad de este año. Sin embargo, la ampliación de la lista de sanciones para incluir a empresas que participan en la adquisición, ensamblaje y envío de alimentos de los CLAP pone en peligro este programa. No es la primera medida que se ejecutan sanciones contra él, a principios de año ya se pusieron en marcha bloqueos financieros y navales contra la entrada de alimentos en el país, pero ahora se busca incrementar la presión para lograr el colapso económico definitivo.
Otra de las causas del fracaso de la oposición en el intento de derrocar el gobierno de Maduro se encuentra en la movilización de las bases sociales del chavismo. Esta movilización se ha visto en las manifestaciones callejeras, pero ha sido especialmente eficaz para asegurar que los recursos lleguen a la población. “El chavismo tiene una de sus fuerzas en la dimensión identitaria en las clases populares”, explica Teruggi. “Es más que la dirigencia, es una experiencia política, de vida, organizativa, que viene transitando una parte del pueblo venezolano, y que crea una base social que no tiene la derecha”.
Esta experiencia organizativa se ha articulado en gran medida a través de las comunas, asambleas locales que gestionan diferentes aspectos de la vida en común de forma autónoma. Su puesta en marcha formó parte del proyecto de Estado comunal de Chávez, que, como explica Tirado “veía a las comunas como células que se tenían que ir ramificando para unificar un nuevo sistema a través del cual el pueblo tomara las decisiones de manera directa, sin intermediación de instituciones. Por el momento, no se ha llegado a esa fase de autonomía absoluta y es el Ministerio del Poder Popular para las Comunas y los Movimientos Sociales (MPCyMS) el que articula el trabajo con los más de 45.000 consejos comunales que se calcula que existen en Venezuela. El ministerio tiene varios fondos o fundaciones para respaldar los proyectos productivos que surgen en el marco de la comuna, a través de microcréditos a cooperativas que crean los comuneros o bien a iniciativas económicas particulares que se insertan en la comuna. En otras ocasiones, la propia comuna busca los recursos de manera autónoma”. En el contexto actual, están jugando un papel fundamental para asegurar el reparto de bienes en los barrios, ya sean los que proporciona el gobierno o los que producen las propias comunas.
Hoy, tres meses después del fracaso del golpe de Estado, los representantes del gobierno venezolano se encuentran reunidos con la oposición en Barbados para tratar de desactivar la escalada de agresiones de los últimos meses. Sin embargo, aunque los esfuerzos diplomáticos parecen estar funcionando, no se han traducido en una disminución de la presión económica sobre el país por parte de Estados Unidos, que esta misma semana ha anunciado nuevas medidas de embargo. Para Teruggi, esto se debe a que “hay sectores en la oposición venezolana y en el gobierno de Trump que están trabajando para lograr una salida violenta”. No parece que esto vaya a traducirse en una intervención militar directa por parte de Estados Unidos, pero sí en un aumento de las agresiones económicas con el fin de provocar la caída del gobierno. La habilidad política del ejecutivo y la correlación de fuerzas en el plano internacional, con una Venezuela que ha estrechado lazos con China y Rusia, determinarán si los esfuerzos diplomáticos de Barbados logran evitar la salida violenta y reducir la escalada de agresiones.
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