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Uruguay
Ganan las derechas por la mínima en Uruguay: se cierra otro ciclo progresista en América Latina
Por una diferencia muy ajustada, el Frente Amplio, liderado por Daniel Martínez, pierde el gobierno después de 15 años de proceso progresista. La coalición de derechas encabezada por Luis Lacalle Pou, candidato del Partido Nacional, terminó ganando tras una votación que concluía el domingo en aparente empate técnico.
Hay partidos que se sabe cómo van a terminar. Uno se imagina perdedor y sin embargo acude al campo encomendándose a lo que sea. La Avenida 18 de julio, principal arteria de Montevideo, este pasado domingo 24 de noviembre tenía mucho de campo de fútbol. Allí había congregada una hinchada, apretada, nerviosa, conmovida, uniformada con los colores del cuadro progresista, el Frente Amplio. Los asistentes miraban el partido en sus teléfonos y se intercambiaban los resultados de última hora. Durante el día, encuestas y analistas habían estado anunciando al ganador de un partido que todavía se estaba jugando, señalando las virtudes de uno y los errores del otro.
Una holgada victoria del ala conservadora se daba por hecho. Tanto así, que recién entrada la noche, el Canal 12, una de las principales cadenas del país, anunciaba en su pantalla a Lacalle Pou, líder del Partido Nacional, como presidente. Luego, las fuerzas de la derecha, encabezadas por el Partido Colorado y el partido de extrema derecha Cabildo Abierto, junto a otros grupos minoritarios, habían pedido a su electorado el voto por el candidato conservador.
Parecía imposible que el Frente Amplio pudiese revertir en un mes su imagen de partido desgastado tras tres legislaturas consecutivas. Mucho menos convertir a su candidato, Daniel Martínez —un ingeniero de 62 años con una exitosa trayectoria empresarial, pero también política como intendente de Montevideo— en un líder carismático a la altura de Pepe Mujica o Tabaré Vázquez. En frente, el candidato de la derecha, Luis Lacalle Pou, hijo de un expresidente, abogado de 46 años y diputado desde sus veinte, había capitalizado la idea de cambio, con un discurso reformista y modernizador que se presumía ganador. La sorpresa fue general, cuando hacia las 23.00 del domingo, la Corte electoral señaló una votación muy pareja, que si bien le daba ventaja a Lacalle Pou, no se acabaría de definir hasta ayer jueves.
La sorpresa fue general, cuando hacia las 23.00 del domingo, la Corte electoral señaló una votación muy pareja, que si bien le daba ventaja a Lacalle Pou, no se acabaría de definir hasta ayer jueves.
Entre cánticos, el candidato del Frente Amplio salió esa noche al escenario para dirigirse al electorado. Un mes antes, con un respaldo del 40%, lo había hecho para pedirles “dar batalla y salir a buscar el voto a voto”. Esta vez, agradeció el esfuerzo: “Intentaron enterrarnos, lo que no sabían es que somos semillas”. Una hora más tarde, Lacalle Pou, escoltado por todos los candidatos conservadores, salió ante su electorado a celebrar una victoria por la mínima que no estaba en el guión, y que aguó el festejo. En palabras de Constanza Moreira, politóloga y ex senadora del Frente Amplio: “Alguien dijo: Nunca una derrota fue tan dulce ni una victoria tan amarga”.
El FA había logrado reconquistar a una parte del electorado y acortar una diferencia que se suponía mayor. Recién conocidos los resultados, distintos analistas priorizan una serie de hipótesis: un posible error de las empresas encuestadoras, que no lograron captar el trasvase de votos de las últimas semanas, o que menospreciaron el voto silencioso al FA; o bien, la llegada de uruguayos desde el exterior. También se refieren a un video viralizado en las horas previas a la votación, en el que Guido Manini Ríos, líder del partido de ultraderecha Cabildo Abierto, llama a las fuerzas militares a votar por el PN. En este sentido, quienes primero habrían apostado por el cambio, luego podrían haberse sentido amenazados por un discurso autoritario.
Por último, otro argumento que cobra fuerza es el de la capacidad movilizadora del “voto a voto” que habría conseguido la militancia del FA durante este último mes. Según la ex senadora Moreira, hubo un efecto expansivo que sobrepasó a la dirigencia. “Veníamos todos muy cansados, y la estrategia del “voto a voto“ le devolvió a la ciudadanía la capacidad de conquistar los votos que faltaban y eso es un experimento notable”.
Fin del ciclo progresista
En América Latina, luego del golpe de Estado que derribó a Evo Morales en Bolivia, Uruguay era el único reducto progresista con un proceso exitoso de Gobierno. El FA sacó al país de una de las peores crisis económicas de su historia; mejoró la distribución de la riqueza y duplicó la inversión social. En 2017, el país tenía la menor tasa de desigualdad de América Latina, con la pobreza al 8,1% y la indigencia al 0,1%, según la Cepal. En efecto, el caso uruguayo era visto como un oasis, un especie de milagro en una región convulsionada por los efectos de las políticas neoliberales.El triunfo de las derechas terminó por cooptar uno de los últimos bastiones que le quedaba al ciclo de izquierdas latinoamericano, que tuvo su auge en la década del 2000. Si bien el FA logró nuevamente un fuerte respaldo, durante la campaña electoral no existió el mismo nivel de movilización que caracterizó siempre a la militancia del partido. Pese al esfuerzo final, no se pudo cambiar lo que desde hace meses se visualizaba como una derrota.
Parte del desencanto que primó en el último período respondió a su plan económico. Al igual que en otros países de la región, Uruguay apostó por una política de inversiones que le abrió la puerta a proyectos neoextractivistas, que generaron grandes cuestionamientos. Para el politólogo Gabriel Delacoste, integrante del colectivo “Entre”, el FA no logró responder a las demandas del movimiento ambientalista, que junto al feminista, son los grandes protagonistas de este último ciclo. “Eso fue muy importante políticamente, aunque no tanto electoralmente, porque no se perdió en votos, sino en movilización“, señala el analista.
Durante los gobiernos progresistas, el salario mínimo nacional aumentó en un 314%, con la creación de 300 mil puestos laborales. Sin embargo, en el último período el proceso de desaceleración económica provocó la pérdida de 60 mil puestos de trabajo. “Dejamos de crecer a tasas de 4,5% a pasar a tasas del 2% y 1%, y ahora estamos casi estancados. Eso genera indudablemente cierto malestar“, explica el politólogo Daniel Chasquetti, docente de la Universidad de la República.
Uruguay no es ajeno a los grandes temas que empujaron la salida de otros procesos progresistas en América Latina: la corrupción y la seguridad
Uruguay no es ajeno a los grandes temas que empujaron la salida de otros procesos progresistas en América Latina: la corrupción y la seguridad. En 2018, Raúl Sendic, exvicepresidente del país, tuvo que renunciar luego de haber sido acusado por no declarar 30.000 dólares de una tarjeta corporativa, cuando fue presidente de la empresa petrolera estatal ANCAP. Si bien este episodio no tuvo la dimensión que otros casos de corrupción en la región, bastó para que la oposición instalara una imagen negativa de la fuerza de izquierda.
No obstante, el gran tema de la campaña fue “ la seguridad“, que desde hace años forma parte de la disputa electoral, y que en el último tiempo se ha servido de un incremento de los delitos violentos y los homicidios. En su gobierno, el Frente Amplio incrementó el presupuesto en materia de seguridad pública, pero con resultados poco efectivos. Para la politóloga y consultora, Fernanda Boidi, “uno no sabe qué hubiera pasado si no se hubieran tomado las medidas. Quizás estaríamos con tasas superiores de delincuencia, pero los niveles siguen elevados. Este es el principal problema que perciben los uruguayos en cualquier encuesta de opinión pública“.
Un paso a la derecha
Si bien es posible que parte del electorado uruguayo haya demostrado su rechazo a las expresiones del líder del partido de ultraderecha, Guido Manini Ríos, no es menor que este se haya alzado con un 11% del electorado en primera vuelta, convirtiéndolo en un partido con peso dentro de la coalición.Cabildo Abierto nació hace solo siete meses. Liderado por un militar retirado, que hasta enero de este año fue el comandante en Jefe del Ejército Nacional, Manini Ríos fue destituido por el presidente frenteamplista, Tabaré Vázquez, tras una serie de confrontaciones con el Ejecutivo, a raíz de un proyecto de ley que buscaba reformar la caja de pensiones militares, y un caso vinculado a crímenes de lesa humanidad durante la dictadura militar. El discurso de Manini replica el mantra de otros partidos de extrema derecha en la región: antisistema, antiglobalista, nacional popular, antifeminista y nostálgico del “orden” en el país.
Durante años, en el imaginario de los uruguayos persistió la idea de que en el país no existían derechas, debido a una fuerte tradición progresista y de partidos conservadores liberales
Durante años, en el imaginario de los uruguayos persistió la idea de que en el país no existían derechas; incluso se hablaba de la excepcionalidad frente a otros países de la región, debido a una fuerte tradición progresista y de partidos conservadores liberales. Sin embargo, las tendencias más a la derecha se encontraban camufladas dentro de los partidos tradicionales, sin encontrar hasta el momento un apoyo explícito en la población. Para el politólogo Delacoste, “fueron los militares los que pusieron los términos con los que se pactó la transición democrática, y eso dejó latente su poder en el país, que hoy se plasma en la irrupción de Cabildo Abierto en el panorama político uruguayo“.
La última encuesta del Barómetro de las América LAPOP, que mide la auto-identificación ideológica, evidencia un corrimiento hacia la derecha del electorado uruguayo. Según Fernanda Boidi, coordinadora regional del estudio, esta tendencia ocurre desde el 2010, aunque dentro de un fenómeno “levemente a la uruguaya“, alcanzado el promedio de 5,14 en 2019 (en una escala de izquierda a derecha del 1 al 10).
“Hay una emergencia del reclamo de ciertos valores más autoritarios, más de autoridad, más de mano dura entre los electores uruguayos“, señala Boidi. En la primera elección del 27 de octubre, un 46,3 % de la población mostró su apoyo a la implementación de políticas más represivas, en una reforma constitucional que finalmente no se aprobó.
El gobierno de coalición
Es indudable que este giro ideológico pone en riesgo muchas de las conquistas sociales y de la agenda de derechos que logró implementar el Frente Amplio. Si bien hoy el foco se pone en la influencia de Cabildo Abierto, la realidad es que el discurso antiderechos también está presente en otros partidos tradicionales. Entre las filas del Partido Nacional, figuran grupos ultraconservadores católicos como el Opus Dei, o las iglesias pentecostales.Lacalle Pou aseguró muchas veces en campaña que no habría retrocesos en materia social. Sin embargo, días previos al balotaje, firmó una primera batería de medidas con las fuerzas conservadoras, en las que se prioriza la reducción del déficit o el fortalecimiento de la polícia y los militares. De hecho, instaló la posibilidad de aprobarlas a través de una “Ley de Urgencia”. Para el politólogo Delacoste, estas afirmaciones les recuerdan a las del presidente argentino Mauricio Macri: “Él dijo que todo iba a estar bien, pero cuando empezó a hacer lo que en realidad era sabido que iba a hacer, se puso a todo el país en contra”.
En cualquier caso, Lacalle Pou no tiene otra alternativa que actuar con cautela. A la tarea de acomodar los intereses de una coalición con demandas particulares, cabe sumar la amenaza de un nuevo escenario regional, que responde con movilizaciones masivas ante las consecuencias de los proyectos neoliberales. Ejemplos que pudieron verse en Ecuador y que más tarde se replicaron en Chile y más recientemente en Colombia. “Si la idea es bajar rápidamente el déficit, me parece que ahí va a haber mucha movilización y eso es un problema, un peligro para cualquier gobierno dado el escenario regional que tenemos“ señala Chasquetti.
Lacalle Pou no tiene otra alternativa que actuar con cautela dado este nuevo escenario regional que responde con movilizaciones masivas ante las consecuencias de los proyectos neoliberales
A su vez, el Frente Amplio mantiene una alta representación parlamentaria. Sobre su desempeño como oposición, Fernanda Boidi, politóloga y consultora, asegura que si bien hubo un discurso más confrontativo, este se ha ido templando: “Mujica ha sido muy explícito en sus últimas intervenciones y ha dejado muy claro el mensaje de estabilidad institucional”. “Si nos toca ser oposición lo seremos, pero no esperen que vamos a estar con una piedra en cada mano”, aseguraba el ex presidente José Mujica.
Lo que pasó en este último mes, cambió muchas de las perspectivas del Frente, también de cara a este nuevo ciclo. El “voto a voto” le dio aire a la fuerza progresista. La ex senadora Constanza Moreira cree que salen fortalecidos. Eso sí, “si se tiene en cuenta que puede ser que la elección la hayan ganado los militantes”. Por otro lado, para Delacoste este resultado no debería estar exento de autocrítica, sobre todo teniendo en cuenta la capacidad que tuvo la derecha para instalar su agenda electoral: “la izquierda tiene que tener mucho cuidado con el tono y la forma de la autocrítica. Adoptar los discursos del enemigo no es autocrítica, es otra cosa. Es ceder”.
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