Opinión
La soledad de Podemos
El secretario general de Podemos, Pablo Iglesias, reapareció el 13 de enero en una intervención ante el Consejo Ciudadano del partido que dejó significativos silencios y marcó las líneas que el partido seguirá en 2018.
Agentes al servicio del Pentágono, financiados por Venezuela, izquierda tricornio, nacionalistas españoles, alejados de los problemas de la gente, vaciadores de las calles, nido de trepas, pata izquierda del régimen allí donde ha podido gobernar. El Podemos de comienzos de 2018 carga en la mochila las razones de un hundimiento largamente anunciado por columnistas y otros periodistas, haters e incluso comentaristas desinteresados. El desprecio de la derecha viene de suyo, pero los medios de izquierda tampoco escatiman críticas y denuestos.
Sin embargo, no tiene sentido anticipar una caída que no se ha producido, por más que el clima —el feeling— sea de derrota. Podemos comienza su año cinco como juguete o pimpampum de la prensa, lejos en las encuestas de sus partidos rivales y con el objetivo de sobrevivir a su propio y anunciadísimo entierro.
“Sin embargo estoy aquí, resucitando”, dice la canción, y con esa intención se presentó ayer Pablo Iglesias, después de un mes “bajo la tierra” (por seguir con la copla de María Elena Walsh cantada por Mercedes Sosa), en el consejo ciudadano de Podemos. ¿Puede superar Podemos, más específicamente Unidos Podemos y las confluencias un año en el que ha quedado aislado en lo institucional? ¿Puede combinar el tacticismo al que invita el año —preparar las elecciones de 2019— con una estrategia de salir a la calle? (“España necesita movilizaciones”, explicó Iglesias”). Sea cual sea la respuesta a esas preguntas, hay una certeza y es que Unidos Podemos tendrá que hacer ese trabajo en soledad. Bajo el escrutinio escéptico de la difusa izquierda que permanece extramuros (movimientos y sociedad civil), sin grandes aliados entre las izquierdas de territorios históricos (de Catalunya a Galicia, de Hondarribia a Tarifa) y consumada su ruptura con la izquierda de orden (PSOE), a raíz del caso 155.
No hay internacional
5 de enero de 2015. El periódico francés Libération publicaba en portada una foto de Iglesias acompañado del candidato de Syriza a las elecciones generales de aquel año en Grecia. Alexis Tsipras e Iglesias eran, para el rotativo de la izquierda francesa, los primeros brotes de una “primavera roja” que se podía extender en Europa “a costa de Bruselas”.Dos años después, no ya Tsipras si no Grecia, es una elipsis en el diagnóstico de Iglesias sobre la situación en la Unión. El acuerdo del SPD para sostener a Angela Merkel en Alemania es el último titular en el relato del intento de cierre de crisis del proyecto de la Unión Europea. El resumen: Merkel impone un modelo liberal a la alemana (ordoliberal) y la socialdemocracia carece de alternativas. No hay primavera a la vista.
Paradójicamente, Jean-Luc Mélenchon ha pasado de ser un pálido reflejo de lo que agitaron Podemos y Syriza a ser la esperanza de reconstrucción de ese bloque efímero de los países mediterráneos. Porque Italia hace décadas que no está, hace décadas que se la espera sin esperanza. La emergencia de Jeremy Corbyn apenas es material para un par de buenos tuits: la izquierda anglosajona ha pasado en patín históricamente de la creación de bloques, polos o frentes.
La emergencia de lo que Iglesias ha llamado “populismo reaccionario” y “populismo thatcheriano” en los países europeos tiene consecuencias y eco en el hábitat de Unidos Podemos que cada vez está más arrinconado
La emergencia de lo que Iglesias ha llamado “populismo reaccionario” y “populismo thatcheriano” en los países europeos tiene consecuencias y eco en el hábitat de Unidos Podemos que cada vez está más arrinconado en la eurorregión (sin ánimo de ofender) española. El macronismo como solución y remedio al auge de ese populismo de derechas es una buena noticia para Albert Rivera, que se consolida como depositario de lo que fue “la nueva política”, etiqueta en la que ya no encaja Unidos Podemos (posiblemente desde su fusión fría con Izquierda Unida).
Otro silencio significativo: Iglesias no mencionó en su discurso la experiencia de la izquierda portuguesa, tan parecida al proyecto que planteaba el partido morado en el lejano 2016. Otra oportunidad perdida para el confederalismo ibérico, esa utopía secreta.
Ni encuentro patriótico
Porque ¿a quién le importa Europa? Pese a que Podemos se hizo conocer en las europeas de 2014, el eje “europeo” de la crisis social, que estuvo presente —aunque no consiguió echar raíces— en parte de las demandas del 15M, ha quedado sepultado en una interpretación de la crisis que carga el peso de la misma en la mala gestión (aka, corrupción o, más afinadamente, la patrimonialización del Estado por parte de las élites) y en el que quedan marginadas otras certezas: el agotamiento de la economía “productiva” europea, la ofensiva hacia el fin del proteccionismo y la soberanía más básica a través de tratados comerciales (CETA, JEFTA, nuevo tribunal multilateral de inversiones) y las consecuencias económicas del cambio climático.El “Estado de excepción de las autonomías” (en palabras de Javier Pérez Royo) ha dejado a Unidos Podemos y las confluencias totalmente seco
Maastrich, Lisboa, la política de fronteras, son ecos demasiado lejanos cuando la opinión pública, además, exige retóricas sencillas, para el hombre de a pie, incluso para la “clase obrera”, a la que, por lo visto, no le interesa profundizar en aquello que configura las condiciones materiales en las que nace, vive, se reproduce y muere tanto como reivindicarse ante un cambio de valores y, repetimos, de condiciones que, por lo demás, ya ha sucedido.
Excursos al margen, la crisis continental no tiene fuste para organizar una victoria del centro izquierda y el “Estado de excepción de las autonomías” (en palabras de Javier Pérez Royo) ha dejado a Unidos Podemos y las confluencias totalmente seco. Es lo que han resaltado las crónicas. Iglesias comparecía ayer tras una derrota anunciada en las autonómicas catalanas.
Una derrota en la que el secretario general de los morados ha constatado un problema más grave: un giro reaccionario en el desarrollo de la crisis. Un giro del que sacamos algo en claro: Unidos Podemos se sitúa como principal fuerza antimonárquica en el Congreso. Aún tímidamente, el partido morado plantea como una posible línea de fuga el crecimiento de un republicanismo de nueva planta, en el que, deliberadamente, queda fuera la tricolor y la reminiscencia de la II República. Habrá que ver hasta dónde llega esa apuesta “sin banderas” anunciada ayer.
Por lo pronto, el mensaje de Iglesias tapó más de lo que revelaba en la clave territorial. No hay llamamientos a “la patria” —Ciudadanos se ha catapultado con ese concepto de patria post 78— y sí a la “España del 15M” nuevo marbete lingüístico que puede tener recorrido en este 2018.
Solos en la medianoche
Solos en su ataque a la institución monárquica y solos en la defensa de un referéndum pactado en Catalunya que, previsiblemente perderá peso en la oferta política que Podemos llevará hasta 2020. El margen de entendimiento con el PSOE es ahora tan fino que Iglesias parece haber renunciado a explorarlo. “Pedro Sánchez se hizo viejo de pronto”, aseguró Iglesias.La realidad es que el mapa que muestra el último Barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas, y las encuestas privadas, indican que el entendimiento con el PSOE tiene muchas posibilidades de ser superfluo. El eje extremo centro derecha (formado por PP y Ciudadanos) cabalga hacia la mayoría absoluta. El PSOE sigue necesitando tiempo para no explotar —aun sin sorpasso de Podemos su crisis no era coyuntural— y la moción de censura (efectiva) es un imposible.
Por más definido que esté el proyecto de Unidos Podemos (resumido: concordia y referéndum pactado ), sus posibilidades de encontrar “compañeros de viaje” en el Congreso son escasas
Por más definido que esté el proyecto de Unidos Podemos (resumido: concordia y referéndum pactado ), sus posibilidades de encontrar “compañeros de viaje” en el Congreso son escasas. Así las cosas, el partido se plantea mirar a la calle, a ver qué queda, sin perder de vista la próxima carrera electoral. Una carrera, por lo demás, que no termina nunca.
Otro silencio significativo en el discurso de ayer. Los sindicatos, especialmente CC OO, han dado poca bola a Podemos. Ayer, Iglesias no se refirió a ellos pese a hablar de su proposición de ley sobre impuestos a la banca (a presentar la próxima semana), de pensiones y de precariedad. Otro síntoma de soledad.
En cambio, Podemos apostará por movilizaciones más “líquidas” o 15M, si se permite esa expresión. El 8 de marzo, la huelga feminista, aparece como un jalón para el partido, que tendrá difícil capitalizar la jornada pero que se quiere dejar ver fuera del Parlamento. Para ello, el plan de Podemos es acoplarse en esa revolución feminista que ya está teniendo lugar y proponer los liderazgos ya conocidos: Carmena, Colau e Irene Montero.
Mirar / no mirar adentro
¿Cómo se combina esa necesidad de oxigenarse con la llamada a movimientos sociales con el deseo de “empezar la campaña ya”? Quizá los estrategas de comunicación del partido tengan la clave, pero la experiencia de 2015 y 2016 (el loop de elecciones internas seguido de purgas y reconfiguraciones) señala que una parte de la organización seguirá encargada de guardar la viña o de “discutir sobre sí misma”.
Simultáneamente, el partido se centrará en solucionar uno de los problemas escondidos —y que genera parte de sus conflictos con Izquierda Unida— la ausencia de “cuadros” (ojo al sabor clásico del término) o, dicho de otro modo, la escasez de un sustrato organizativo independiente de sueldos y futuras posiciones en puestos electorales de salida. Perfiles técnicos, con plaza ganada en la academia o la administración, dispuestos a “arrimar el hombro” desde un saber imprescindible e imposible de adquirir en dos tardes. Cuadros en tiempos de precariedad y volatilidad. Suerte con eso.
Por último, el partido seguirá en 2018 viviendo en la tensión entre un esbozo de un programa “municipalista”, que se relanzará este año, y su proverbial centralismo democrático
Por último, el partido seguirá en 2018 viviendo en la tensión entre un esbozo de un programa “municipalista”, que se relanzará este año, y su proverbial centralismo democrático. Menos centralista que el PP, el PSOE y, por supuesto, Ciudadanos, pero ¿quién puede considerar eso un mérito? La combinación entre un liderazgo que no se mueve del recorrido que va de la carrera de San Jerónimos a Princesa y una apuesta por la autonomía municipal que conlleva la sola enunciación del concepto municipalismo parece algo así como conseguir la cuadratura del círculo.
El de ayer fue un discurso con poco margen para la esperanza (más allá el optimismo de la voluntad), en el que vuelven a chocar las dos almas de Podemos, la que persigue ganar como razón última de las decisiones y la que nació como ruptura. ¿Se puede ganar con las herramientas que hay y romper con el régimen (que es el que establece los límites de la contienda, las herramientas y los árbitros)? La respuesta no solo corresponde a Podemos, pero esta experiencia determinará el futuro de la izquierda transformadora de esta eurorregión más intervenida que soberana.
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