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Turquía
Temor entre los refugiados sirios en Turquía ante las elecciones
Al ser preguntado si los refugiados sirios en Turquía siguen el proceso electoral que se desarrolla en su país de acogida, Obada Shehadeh responde con una sonrisa: “¡Lo siguen ellos incluso más que los turcos! ... Mucha geste está preocupada”. Este estudiante universitario, llegado siendo un niño hace una década, lo puede mirar con cierta distancia, pues forma parte de los 250.000 “privilegiados” que han obtenido la nacionalidad turca. En su caso, todo fue más fácil porque su padre enseguida encontró un trabajo en el Gobierno turco. Los otros 3,5 millones de exiliados viven en una situación más precaria.
“Los sirios aquí son beneficiarios de un permiso de residencia temporal que les permite trabajar y acceder a los servicios públicos, como la sanidad y la educación. Pero no gozan del estatuto de refugiados reconocido en las convenciones internacionales”, explica Muhsen al-Mustafá, un investigador sirio del think tank Omran, basado en Estambul y creado por miembros de la oposición siria. Por esta razón, la comunidad sigue con preocupación el tono que ha adoptado la campaña de las elecciones presidenciales, sobre todo de cara a la segunda vuelta, que se celebrará el próximo domingo 28 de mayo.
En la primera vuelta, se impuso el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, con el 49.5% de los sufragios, frente al 45% de su principal adversario, Kemal Kiliçdaroglu, un veterano político socialdemócrata que lidera una heterogénea coalición que incluye a islamistas moderados y nacionalistas. En tercer lugar, y eliminado de la segunda vuelta, el ultranacionalista Sinan Ogan, con más del 5% de los sufragios. Sus votantes son ahora decisivos y ambos candidatos, pero sobre todo Kiliçdaroglu, se están esforzando en seducirlos.
En su primera comparecencia pública tras su derrota en la primera vuelta, el templado Kiliçdaroglu mostró su cara más agresiva. “Erdogan, no has hecho nada para proteger las fronteras o el honor de nuestro país”
Ello se ha traducido en una intensificación del discurso xenófobo del líder opositor, que en su programa ya incluía la promesa de deportar a los refugiados sirios en un plazo máximo de dos años. En su primera comparecencia pública tras su derrota en la primera vuelta, el templado Kiliçdaroglu mostró su cara más agresiva. “Erdogan, no has hecho nada para proteger las fronteras o el honor de nuestro país”, espetó a su adversario. “Tú has deliberadamente traído a más de 10 millones de refugiados a este país … Tan pronto como llegue al poder, los enviaré a todos a sus casas”, añadió en un discurso propio de la extrema derecha en Europa.
Según las estadísticas disponibles, la cifra de 10 millones de refugiados parece muy hinchada. Se calcula que además de la comunidad siria, que apenas llega a los cuatro millones, el país también alberga a centenares de miles de migrantes de otros orígenes, principalmente afganos, iraquíes e iraníes. Pero la cifra apenas supera los cinco millones en un país de 85 millones.
Erdogan aplicó una política de puertas abiertas para los refugiados sirios, sobre todo los primeros años de la guerra en el país vecino. Además, en 2016, llegó a un acuerdo con la UE para controlar sus costas y evitar el tránsito a Grecia de los migrantes a cambio de 6.000 millones de euros, una decisión muy criticada por la oposición. En los últimos meses, Erdogan ha empezado a hablar de facilitar el retorno de los refugiados a Siria, y con esa finalidad ha comenzado un proceso de reconciliación con el régimen de al Assad. De hecho, algunos activistas han denunciado repatriaciones forzosas, y el pasado mes, Human Rights Watch denunció que “los policías turcos disparan indiscriminadamente contra los civiles sirios en la frontera con Siria, además de torturar y utilizar un uso excesivo de la fuerza mientras migrantes y solicitantes de asilo intentan cruzar a Turquía”.
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Ahora bien, el presidente turco se opone a un retorno forzoso de los exiliados sirios, que se enfrentan a un posible arresto y a sufrir torturas al entrar en territorio controlado por el régimen. La semana pasada, en una entrevista a la CNN, Erdogan declaró que habían lanzado una iniciativa para propiciar el retorno voluntario de un millón de sirios. “Las ONGs turcas están construyendo un millón de viviendas en el norte de Siria para que los refugiados puedan volver a su país”, apuntó el mandatario islamista. A través de milicias afines y de sus propios soldados desplegados sobre el terreno, Turquía controla una amplia franja de territorio sirio cerca de la frontera común.
En un contexto de crisis económica aguda, con la inflación oficial alrededor del 50% tras llegar al 85%, los refugiados sirios se han convertido en un caso de construcción de un chivo expiatorio de manual. “Los exiliados no son los culpables de la espiral inflacionaria en Turquía. Al contrario, contribuyen de forma positiva a la economía”, sostiene al Mustafá y recuerda que la mayoría de los refugiados lleva unos diez años en el país, pero la inflación solo se disparó en los últimos dos años como consecuencia de la guerra de Ucrania y las heterodoxas políticas monetarias del presidente Erdogan.
No obstante, una parte de la población responsabiliza a los refugiados de sus estrecheces económicas. Este hecho dio alas a los ultranacionalistas en las urnas, y su buen resultado en las legislativas les puede otorgar una mayor influencia en la política turca en la próxima legislatura.
En todo caso, tanto Shehadeh como al Mustafá coinciden en que no han padecido casos flagrantes de discriminación, al menos en Estambul. “Una vez, trabajaba de dependiente en una tienda, y una cliente se fue al saber que yo era sirio. El propietario enseguida salió tras de ella y la abroncó”, recuerda el investigador. “La mayoría de turcos han sido hospitalarios. Si eres respetuoso con ellos, no tienes problemas”, afirma Shehadeh.
Más allá de las anécdotas personales, es fácil encontrar casos de discursos de odio hacia los refugiados sirios en las redes sociales turcas
Mohamed Abbas, un periodista egipcio residente en Turquía desde hace dos años, ofrece una visión diferente. “A menudo, cuando la gente nota mi acento árabe, me miran mal. Pero es porque creen que soy sirio, cuando les digo que soy egipcio, todo cambia”, afirma. Más allá de las anécdotas personales, es fácil encontrar casos de discursos de odio hacia los refugiados sirios en las redes sociales turcas.
Sinan Ülgen, director del think tank Edam, cree que las promesas de Kiliçdaroglu sobre los refugiados son de difícil cumplimiento: “No puede devolverlos a todos a Siria. Lo que él quiere es que la UE se implique más en su acogida”. Al Mustafá también considera las promesas opositoras “parloteo de campaña”. Ahora bien, suscitan preocupación entre los sirios más vulnerables. “Es posible que nos apliquen más restricciones, que nos hagan la vida aquí más difícil. Pero la gente no va a volver a Siria y arriesgarse a ser detenida y torturada. Antes, se irán a Europa”, asegura Shehadeh. Ahora bien, para muchos, la victoria opositora es una mera especulación. “Erdogan ganará, seguro”, se muestra confiado Shehadeh. No hace falta preguntar a favor de quién irán los sirios residentes en Turquía este domingo.
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Flaco favor le está haciendo a la democracia el líder opositor, hablando de esa manera tan racista de los refugiados sirios, cuando al igual que en otros países, son los que peores condiciones materiales y laborales sufren. Por otro lado, Turquía no tiene derecho a quejarse sobre los sitios, cuando lleva más de 5 años ocupando parte del norte de Siria y apoyando a los grupos extremistas de la zona.