Transición
Los Pactos de la Moncloa: qué fueron, qué no fueron y por qué no es deseable su reedición

Desde posiciones complacientes con el proceso de transición, los acuerdos han sido convertidos en uno de los principales hitos de la imagen idílica y exitosa del consenso. En sentido contrario, los críticos han tendido a atribuir a los pactos unas consecuencias mayores de las que tuvieron en la práctica. ¿Qué fueron y qué no fueron los Pactos de la Moncloa?

Pactos de la Moncloa
Los firmantes de los Pactos de la Moncloa en 1977.

A raíz de la propuesta lanzada por el Gobierno, en las últimas semanas se ha escrito abundantemente sobre una eventual reedición de unos Pactos de la Moncloa. Sin embargo, el poder explicativo o analítico de una analogía histórica —ejercicio que siempre entraña riesgos— desaparece cuando el pasado se moldea al servicio de las necesidades del presente. Ello es justamente lo que, a nuestro entender, está ocurriendo ahora.

Desde posiciones complacientes con el proceso de transición, los acuerdos han sido convertidos en uno de los principales hitos de la imagen idílica y exitosa del consenso. En sentido contrario, los críticos han tendido a atribuir a los pactos unas consecuencias mayores de las que tuvieron en la práctica. Intentamos a continuación enmendar ambas imágenes y dilucidar qué fueron y qué no fueron los Pactos de la Moncloa. La conclusión que resultará del ejercicio es que ni el actual contexto tiene apenas nada que ver con el de entonces, ni es deseable hoy la reedición de un acuerdo semejante.

Un proceso abierto y un consenso frágil

Hay una tendencia muy extendida a concebir la transición como una foto fija, en una especie de determinismo retrospectivo que presenta su resultado final como inevitable. A menudo, además, se presume que las características de la foto fija final (el consenso, la moderación) habrían estado presentes desde el principio, como motores del proceso. Ello ha contribuido, por un lado, a ensalzar a figuras como Adolfo Súarez o el rey Juan Carlos, atribuyéndoles unas credenciales democráticas que no hacen justicia a sus iniciales reticencias al cambio. Acaso más deformadora ha sido, incluso, la otra gran consecuencia de este tipo de relatos: la minusvaloración del papel de uno los actores con más protagonismo de aquellos años: los movimientos sociales en general y el obrero-sindical en particular.

Hay una tendencia a concebir la transición como una foto fija, en una especie de determinismo retrospectivo que presenta su resultado final como inevitable. Ello ha contribuido a ensalzar figuras como la de Adolfo Suárez o Juan Carlos I

A pesar de que continúa siendo hegemónica en el debate público, hace ya bastante tiempo que la imagen de la foto fija viene siendo impugnada por la historiografía sobre el período, o al menos por la más sólida. Una primera constatación resulta ineludible: el franquismo no se desmoronó automáticamente a raíz de la muerte de Franco. El momento clave para impedir cualquier continuismo no fue el 20 de noviembre de 1975, sino los primeros meses de 1976. Fue la oleada de movilizaciones en las fábricas y las calles desatada entonces lo que convirtió en inviable el proyecto de reformismo limitado del gobierno de Carlos Arias Navarro.

Con el nombramiento de Adolfo Suárez en el mes de julio y la posterior aprobación de la Ley para la Reforma Política, el gobierno recuperó en cierto modo la iniciativa, al tiempo que la calle perdía protagonismo. Pero, como atestiguan varias fuentes, ni la legalización del PCE ni la presencia en las urnas de candidaturas de izquierda revolucionaria estaban de ningún modo entre las previsiones iniciales de Suárez. La democracia parlamentaria, alumbrada en las elecciones de junio de 1977, fue más una conquista que un pacto entre élites, a pesar de que su configuración y evolución posterior dejara insatisfechos a muchos de quienes habían luchado contra Franco.

La segunda observación de base que hay que introducir tiene que ver con la idea misma de consenso. Tras los comicios de 1977 se impuso, ciertamente, una dinámica de acuerdos entre las principales fuerzas políticas con representación parlamentaria. Con todo, hay que tener en cuenta que esta dinámica derivó de los resultados electorales y de la limitada mayoría parlamentaria que éstos otorgaron a la UCD. Los acuerdos materializados a partir de entonces tuvieron mucho más de necesidad que de virtud. Se trataba, además, de un consenso precario, frágil, y que a menudo se vio influido por presiones externas.

Los acuerdos materializados a partir de 1977 tuvieron mucho más de necesidad que de virtud. Era un consenso precario que a menudo se vio influido por presiones externas: los Pactos de la Moncloa se inscriben en ese contexto

Los Pactos de la Moncloa se inscriben en este contexto. A diferencia de la Ley de Amnistía —el otro gran acuerdo materializado en otoño de 1977—, su iniciativa se debió al Gobierno, que, puesto que carecía de la legitimidad suficiente, intentaba de esta forma corresponsabilizar a los principales partidos de las medidas económicas necesarias para paliar una crisis económica que empezaba a ser de proporciones muy notables.

Crisis económica (y del modelo keynesiano)

Los años setenta vieron nacer una crisis económica mundial que no solamente afectó gravemente la mayoría de los países industrializados, sino que, además, hizo tambalear las bases de las políticas económicas que habían predominado desde el final de la Segunda Guerra Mundial. El auge de los precios del petróleo en 1973 precipitó el inicio de una crisis que se extendería a lo largo de una década.

Pero no se trataba únicamente de una recesión económica como las que había conocido el capitalismo hasta entonces. Esta vez, el estancamiento o la recesión iban acompañados de una elevada inflación, que en 1973 ya superaba los dos dígitos. Ello complicaba una salida de tipo keynesiano, al desincentivar que los gobiernos recurrieran a la devaluación de la propia moneda (medida que suponía el riesgo de agravar todavía más el auge de los precios).

Inicialmente, el franquismo reaccionó a la crisis con una patada hacia adelante: asumiendo los aumentos en el precio del petróleo a través de las divisas y a costa de los impuestos a la energía, para no trasladar este aumento a una industria poco eficiente en términos energéticos. Pero no solo no se consiguió evitar que la crisis, aunque levemente diferida, golpeara el país, sino que, cuando lo alcanzó, lo hizo con el agravante de que las reservas de moneda extranjera estaban prácticamente agotadas y el déficit público había aumentado. El creciente déficit exterior tuvo que afrontarse, pues, mediante endeudamiento. Mientras tanto, la inflación se situaba en 1977 en el 30%, y el paro, aunque todavía en unos parámetros que hoy pueden parecer limitados (5,6%), suponía una novedad que suscitaba notable preocupación.

Las dos grandes centrales sindicales se mostraron reacias, aunque por diferentes motivos, al intento de acuerdo social entre los agentes sociales y el Gobierno tras las elecciones de junio de 1977

Después de las elecciones de junio de 1977 tuvo lugar un intento de acuerdo social entre los agentes sociales y el Gobierno. Sin embargo, el pacto resultó imposible. La contraparte patronal se encontraba en proceso de construcción, con una CEOE in nuce. Las dos grandes centrales sindicales se mostraron reacias al mismo, aunque por diferentes motivos: la UGT se encontraba en posiciones radicalizadas, en aras de marcar un perfil propio que evitara su fagocitación por parte de las CCOO. Éstas, en cambio, eran víctimas de cierto prurito ante una propuesta que remitía a un eventual “pacto social”, propuesta que habían rechazado insistentemente a lo largo de su trayectoria. El intento fallido recondujo el acuerdo, de la mano del ministro de Economía, Enrique Fuentes Quintana, hacia los actores galvanizados con una mayor legitimidad democrática: los partidos con representación parlamentaria.

Los pactos

“Sanear y racionalizar” hubiera sido una buena consigna que inscribir en el frontispicio del edificio de los Pactos de la Moncloa. La prioridad consistía en combatir una inflación galopante —que amenazaba con cerrar el año cercana al 50%—, una deteriorada balanza de pagos y el agotamiento de divisas. Se trataba, en fin, de un programa de austeridad que pivotara, entre otros, sobre la moderación de las rentas salariales para terminar con la espiral inflacionaria.

Los desajustes macroeconómicos restantes, como el paro, eran concebidos como meras variables dependientes, y se pensaba que una restauración del excedente empresarial sería suficiente para la reactivación de la inversión y, por lo tanto, también para la generación de puestos de trabajo. Pronto se constató que la patronal española no estaba por la tarea, más bien todo lo contrario.

Pronto se constató que la patronal española no estaba por la tarea de restaurar el excedente empresarial para generar puestos de trabajo, más bien todo lo contrario

Con todo, los pactos, así como las disposiciones que los precedieron, no se veían reducidos a este programa de saneamiento y ajuste, sino que contemplaban un conjunto de preceptos en materia de derechos civiles y políticos, del sistema de relaciones laborales español, en materias fiscal y financiera, aumento de la cobertura a los desempleados, de financiación de servicios públicos como la educación, un programa agrario, la reforma de la Seguridad Social, vivienda, derechos de la mujer, etc. Buena parte de estas disposiciones prefiguraban el texto constitucional y, por lo tanto, la ruptura legal con el franquismo. Sirva como muestra de este balance ambivalente el hecho que el FMI, aunque satisfecho con el mismo, hubieran preferido “más austeridad y menos reforma”.

Las disposiciones en materia salarial marcaron una importante cesura con la cultura reivindicativa previa de la clase obrera, que tenía un enfoque más igualitario, así como —aunque no siempre de forma explícita— una dimensión política destituyente, antifranquista. Este cambio comportó ciertas tensiones en determinados actores, sobre todo CCOO, a lo que luego hubo de añadir algunos incumplimientos de los pactos.

Sin embargo, los acuerdos no sólo fueron presentados como un gesto tan responsable como altruista por parte de los trabajadores y sus organizaciones, sino que, siempre según sus firmantes y defensores, fueron un esfuerzo concertado y solidario —“nacional”— para superar una crisis que se preveía más liviana de lo que terminaría siendo. Exceptuando la “familia” socialista, que no ocultó su incomodidad, la patronal, que se negó a suscribirlos, o el espacio posfranquista que pivotaba en torno a AP, que rechazó la parte política de los acuerdos, éstos concitaron cierto consenso social y político.

El balance de los pactos ofrece luces y sombras: si bien pavimentó el camino hacia la aprobación de la Constitución y consiguió notables aunque coyunturales éxitos, importantes aspectos fueron incumplidos en el combate contra la inflación

Especialmente interesados se mostraron tanto la UCD de Suárez, que veía así reforzada su mayoría relativa, como los comunistas, quienes los entendieron como un mecanismo para aumentar su menguada influencia parlamentaria y, por ende, su capacidad de codeterminación de las políticas del gobierno. Fuera del arco parlamentario, destacó el rechazo de la CNT y de la izquierda revolucionaria. Pero el caso Scala demostró que el Gobierno, además de no haber democratizado el aparato policial, no estaba dispuesto a tolerar una oposición radical.

El balance de los pactos ofrece luces y sombras. Si bien pavimentó el camino hacia la aprobación de la Constitución y consiguió notables éxitos, aunque coyunturales, en el combate contra la inflación, importantes aspectos fueron incumplidos o desarrollados de forma insuficiente y tardía. Por no mencionar su incapacidad a la hora de dar respuesta al problema social más sangrante: el paro.

Este balance desigual ya conformó la percepción de los actores involucrados, como evidencia la imposibilidad de una eventual reedición de un acuerdo en los mismos términos y con los mismos protagonistas. Atendiendo a su más bien corto aliento, difícilmente podemos concebir los pactos como una suerte de prematura y casi vanguardista instalación del neoliberalismo en España, lo que fue el resultado de un proceso mucho más largo.

¿Unos Pactos de la Moncloa hoy?

Si bien los pactos supusieron el inicio de una dinámica de moderación salarial, ésta alcanzó cuotas superiores en años posteriores. Los sucesivos acuerdos de concertación firmados hasta entrada la segunda década de los años ochenta tuvieron un carácter notablemente distinto.

Por un lado, por su forma y metodología, puesto que tuvieron lugar entre los agentes sociales —fundamentalmente la central socialista y la CEOE, aunque no sólo—, con ocasional participación del Gobierno. Por el otro, por sus contenidos, en los que las referencias a un esfuerzo solidario habían desaparecido, reduciéndose éste a una suerte de “socialismo en una clase”, en un reparto horizontal de la carga entre los diferentes segmentos en los que se estaban fragmentando las clases trabajadoras. Asimismo, cambiaron los objetivos y consecuencias.

En el primer caso, la restauración del excedente empresarial devino el deus ex machina de la política económica socialista, cuyos ejecutivos pretendían con ello, además de conseguir la corresponsabilización de los agentes sociales, limar las aristas más impopulares de su proyecto de modernización. Las consecuencias, en cambio, fueron la ya aludida moderación salarial, la extensión de la temporalidad en el mercado de trabajo y una duradera división sindical, que no se restañaría hasta años después. La huelga general del 14 de diciembre de 1988 fue el colofón de la recuperación de la unidad de acción, forjada el año anterior en el marco de la negociación colectiva, proceso que arrojó resultados favorables a los intereses de los trabajadores.

Los Pactos de la Moncloa no implantaron un modelo de desarrollo concreto ni de relaciones laborales, eso vendría más tarde

Los Pactos de la Moncloa, en definitiva, fueron el producto de una coyuntura concreta. Con ellos se pretendía dar una respuesta más o menos rápida, casi taumatúrgica, a los efectos de la crisis y afianzar la democratización. No implantaron ni un modelo de desarrollo concreto, ni de relaciones laborales, ello vendría más tarde. Fueron, en todo caso, un producto de la correlación de fuerzas en un momento caracterizado por una extrema contingencia. Ni siquiera supusieron un punto de bifurcación.

Y, en términos generales, respondieron al cálculo de los diferentes actores involucrados: en algún caso, la preocupación por el interés general ocupaba un papel más relevante en la ecuación, pero, en general, resultaban fundamentalmente orientados a maximizar las propias posiciones y el rédito político particular. El “espíritu de la Moncloa” fue el de aquel frágil y efímero “espíritu del consenso”.

El actual contexto no tiene apenas nada que ver con el de los años setenta. Lo que exige ahora la crisis económica es una implicación pública que contribuya a reactivar y democratizar la economía. La apelación a unos nuevos Pactos de la Moncloa solo puede resultar útil a los partidarios de diluir el contenido social de las medidas que el Gobierno debería aplicar.

Informar de un error
Es necesario tener cuenta y acceder a ella para poder hacer envíos. Regístrate. Entra en tu cuenta.

Relacionadas

Transición
Memoria histórica Los familiares de las víctimas de la transición toman la palabra
Yolanda González, Teófilo del Valle o los abogados de Atocha son muestra de que no existió una transición sin víctimas y de que la violencia institucional no se frenó con la muerte del dictador, tal y como denuncian los familiares, caso por caso.
Memoria histórica
Memoria histórica Daniel Pont, fundador de la COPEL: “La carga punitiva durante el régimen fue contra los marginados”
El que fuera miembro de la Coordinadora de Presos en Lucha publica sus memorias, en las que repasa los antecedentes sociales y familiares que pronto le llevaron a la delincuencia.
Política
Pablo Elorduy “Sin Estado feroz, España sería probablemente republicana, más democrática y mejor”
En su primer ensayo, ‘El Estado feroz’, el periodista Pablo Elorduy analiza las políticas de venganza y represión que caracterizan la reacción de orden desarrollada desde distintos frentes tras la crisis de 2008.
#59661
7/5/2020 19:48

El consenso político es contrario a la democracia.

0
0
Literatura
Gustavo Faverón Patriau “Quizá la novela sea ahora mismo más relevante que nunca”
El escritor peruano Gustavo Faverón Patriau quería narrar en su nueva novela la historia de un boxeador que no sabía boxear pero tumbaba a sus rivales recitándoles al oído versos de César Vallejo. ‘Minimosca’ acabó siendo un cuentacuentos inagotable.
Que no te cuenten películas
Comunidad El Salto Suscríbete a El Salto y llévate seis meses de regalo a Filmin
Estas navidades, haz posible que El Salto llegue más lejos con sus contenidos críticos y llévate de regalo medio año de Filmin. Y si ya tienes Filmin, suscríbete a El Salto y regala el acceso a esta plataforma a quien quieras.
Galicia
Memoria histórica Así fue como el Patronato de Protección a la Mujer transformó Galicia en un convento de clausura
Las mujeres que cayeron en las redes del Patronato iniciaron un periplo de encierro, humillaciones, abusos y explotación que es desconocido para la mayor parte de la población. Queda hoy en la impunidad de un silencio que tenemos el deber de romper.
Pensamiento
Sarah Jaffe “En realidad tenemos que hacer menos. E impedir que algunas cosas sucedan”
La escritora y periodista Sarah Jaffe aborda el desengaño cotidiano al que nos aboca el mundo laboral e investiga cómo, a pesar de todo, las personas se organizan colectivamente en sus empleos para que “trabajar apeste menos”.

Últimas

Palestina
Eyad Yousef “No cuentes lo que queremos ser, cuenta lo que nunca hemos dejado de ser: un pueblo que quiere la paz"
Eyad Yousef es profesor en la Universidad de Birzeit, Cisjordania, y comparte su experiencia en una universidad que “representa el pluralismo y la libertad que tanto anhela la sociedad palestina”
Opinión
Tribuna Todas las razones para decir ‘Altri non’
Aquí van unos cuantos motivos para juntarnos este domingo en Compostela y dejar clara nuestra postura frente a un expolio que nos están tratando de imponer disfrazado de progreso, pero que sólo trae beneficio económico a unos cuantos indeseables.
Análisis
Análisis El independentismo se reorganiza, pero ¿sigue siendo independentista?
Los partidos independentistas han sufrido la crisis del procés y el posprocés, y todavía no la han resuelto, sino, a lo sumo, la han aplazado. El PSC aparece como el ganador de una carrera con corredores agotados.
Opinión
Opinión Sobrevivir pagando en el Álvaro Cunqueiro
Una de las victorias ideológicas del PP de Feijóo en Galicia ha sido hacernos creer que pagar por servicios esenciales en los hospitales durante el cuidado de nuestros enfermos es lo natural, que no hay otra manera de abordarlo, pero es mentira.
Más noticias
Siria
Oriente Próximo Israel impone hechos consumados sobre Siria para condicionar la transición según sus intereses
“Está escrito que el futuro de Jerusalén es expandirse hasta Damasco”, dijo este octubre el ministro de Finanzas israelí, Bezalel Smotrich, uno de los exponentes ultras del Ejecutivo.
Ocupación israelí
Ocupación israelí Un tercio de los asesinatos de periodistas en 2024 fueron obra del ejército de Israel
Reporteros Sin Fronteras documenta la muerte de 18 periodistas en Palestina y Líbano este año “asesinados deliberadamente por hacer su trabajo” y habla de una “masacre sin precedentes” de profesionales del periodismo.
Crisis energética
Análisis Los aerogeneradores no son molinos, son gigantes
El megaproyecto eólico del Clúster Maestrazgo, punta de lanza del capitalismo verde, destruirá un área natural de alrededor de 1325 campos de fútbol.

Recomendadas

Ocupación israelí
Palestina Vivir en alerta: la resistencia palestina frente la ocupación israelí
La cruda realidad de las feministas palestinas que, ante la represión y las detenciones arbitrarias, continúan su lucha por la libertad, la justicia y los derechos humanos.
Madrid
Ciudades Fake Madrid, un paseo por los hitos del simulacro
Un recorrido por los grandes éxitos de la conversión de Madrid en una ciudad irreal.
Fronteras
Túnez Túnez endurece la represión contra las ONG de ayuda a las personas migrantes
Mientras el presidente Kaïs Saied se prodiga en discursos racistas, el estado persigue a las entidades solidarias con quienes llegan al país, bajo el silencio cómplice de la Unión Europea.