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Tecnología
RedIRIS, historia de la privatización de la alternativa española a Silicon Valley
Esta iniciativa, pionera a la hora de promover la soberanía tecnológica de las universidades, ha mantenido siempre una tensión entre mantener su función y depender de las lógicas comerciales de Telefónica. No obstante, su historia cuenta que es posible erigir alternativas a Google y Facebook.
En el marco de las conferencias acerca de soberanías digitales que tuvieron lugar en el Decidim Fest en noviembre de 2020, Alexandra Elbakyan se preguntaba: “¿Por qué consideramos censura cuando un país bloquea el acceso a la información o contenidos de una empresa pero no al muro de pago que levantan las revistas sobre el conocimiento académico?”. La respuesta siempre se esconde detrás de la arquitectura del saber que hemos construido, indisolublemente unida al propio diseño de internet y las redes. En el Estado español, la primera conexión a internet se produjo en julio de 1990 por parte del Servicio Experimental de RedIRIS. En esta primera época de la red de redes, esta tecnología estaba financiada por el Estado y era desarrollada por personas que se quedaban hasta altas horas de la noche en las dependencias universitarias.
RedIRIS, la primera puerta a Internet
Hablar de RedIRIS es hablar de la historia de internet en este país. A mediados de los 80, tras el experimento estadounidense ARPANET, las universidades europeas comienzan a experimentar en formas de interconexión, lejos aún de las miradas de los inversores y los mercados, como algo friki. En 1988, bajo el mandato de Felipe González, el Plan Nacional de Investigación y Desarrollo pone en marcha el proyecto para conectar sus centros académicos y de investigación, que en 1991 pasó a llamarse RedIRIS, tal y como cuenta Miguel Sanz en su publicación Fundamentos históricos de la Internet en Europa y España. Sin embargo, ya hubo iniciativas anteriores como la red FAENET, que conectaba varias universidades, o la entrada de Eunet, una red enfocada a intercambio de información entre quienes usaban el sistema operativo libre UNIX, la primera gran comunidad usuaria de software libre. RedIRIS nace como iniciativa estatal de coordinar e unificar los proyectos anteriores dentro del territorio español. Se trata de una NREN (red nacional de educación e investigación) y tiene equivalentes en todos los países europeos conectadas entre sí. Además, RedIRIS se ocupa de ofrecer apoyo técnico y diseño de programas para estos centros.
Debe entenderse que ello ocurrió en un inicio de década marcado por los enormes cambios técnologicos globales. En 1990, sólo el 32,4% de la población española tenía acceso al servicio telefónico, cuando la media de la Comunidad Económica Europea era del 41,7%, según el informe elaborado por Joan Calzada y Antón Costas para la Universidad de Barcelona. Como veremos, el Gobierno español respondió a este contexto mediante la liberalización de las redes, sentando las fases comerciales de internet antes siquiera de que esta red hubiera nacido. Por supuesto, ello determinaría sobremanera todas las iniciativas públicas posteriores.
RedIRIS se nutre desde sus inicios de la infraestructura de cableado, las capas más profundas de la red, de la entonces recién privatizada Telefónica
RedIRIS se nutre de la infraestructura de cableado, las capas más profundas de la red, de la entonces recién privatizada Telefónica. Desde sus orígenes, esta red utilizó el sistema de cables para teléfono que había desplegado la compañía nacionalizada durante el franquismo. Concretamente, esta red se despliega sobre la fibra óptica oscura. Se conoce con este nombre a los cables que han sido desplegados sin uso. Las compañías las despliegan pensando en ampliaciones futuras y hacer que estas no requieran de nuevas obras físicas sobre el terreno.
“RedIRIS estaba antes de que surgiera internet comercial incluso. Formó esa conexión. Los primeros movimientos en internet fueron por RedIRIS. En 1993 montamos un servidor web en la UCO, el primero de la zona sur de España. Era una cosa muy loca y fue gracias a RedIRIS nosotros ya estábamos usando ese internet que usa la gente para comprar hoy”, recuerda Luis Meléndez, antiguo responsable del Área de Sistemas de la Universidad de Córdoba (UCO), que lleva desde 1992 trabajando con RedIRIS.
Durante su primera etapa, hasta 1990, el proyecto se enfocó en la tarea de construcción de infraestructuras para tener un sistema de comunicaciones homogéneo, es decir, a establecer el cableado entre dichos centros. En esta etapa la financiación corría a cargo de la Comisión Interministerial de Ciencia y Tecnología; de su gestión se ocupaba Fundesco.
RedIRIS fue la primera iniciativa para alcanzar cierta soberanía tecnológica en la infraestructura sobre las que después se desplegarían buena parte de los servicios digitales que necesitan las universidades
A partir de 1994 su control pasa a manos del CSIC. Con RedIRIS ya de lleno en una segunda etapa en la que, además de seguir ampliando la infraestructura para conectar centros de investigación, se centraba en una labor de diseño de servicios y apoyo técnico a estos centros. Muchas de las personas que investigaban en aquella época recuerdan que estos centros fueron pioneros en todo lo que hoy ya tenemos interiorizado, como poder enviar correos electrónicos. Digamos que RedIRIS fue la primera iniciativa para alcanzar cierta soberanía tecnológica en la infraestructura sobre las que después se desplegarían buena parte de los servicios digitales que necesitan las universidades. Además, este proyecto era tremendamente vanguardista, pues comprendió la importancia de la red mucho antes que empresas o políticos.
Hasta estos años, las compañías de telecomunicaciones como Telefónica observaban internet como algo marciano y ajeno, relacionado con el ámbito académico pero no con su público. Esto cambio en 1994, justo el año en el que se presenta un estudio “de alto nivel” al Consejo Europeo por parte del Grupo Bangemann, del que forma parte Telefónica. Este estaba titulado Europa y la Sociedad Mundial de la Información y supuso uno de los primeros informes de la firma por extender sus intereses hacia los legisladores europeos. Como recogen Inés Binder y Santiago García Gago en Politizar la tecnología, el informe marca una linea mercantil para el futuro desarrollo de Internet, muy lejana a los intereses de los centros públicos y la ayuda de colectivos inmersos en la cultura hacker que habían desarrollado las primeras etapas de esta red:
“El sector de la inversión privada será la fuerza principal. (…) El mercado conducirá y decidirá los ganadores y los perdedores. (…) La primera tarea de los gobiernos es salvaguardar las fuerzas competitivas (…) El Grupo considera que la creación de la Sociedad de la Información en Europa deberá confiarse al sector privado y las fuerzas del mercado”
Telefónica, los cables por los que viaja RedIRIS
Durante estos años del gobierno de Felipe González comienza la privatización de Telefónica con Luis Solana como presidente de la ahora multinacional y su hermano, Javier Solana, como ministro de Educación y Ciencia, uno de los ministerios encargados de la gestión de RedIRIS. Sin esta apreciación no se puede entender su historia, pues tanto el futuro de RedIRIS como la privatización de la teleco van de la mano.
Desde que Telefónica fue fundada en 1924 sirvió a ambos bandos en la Guerra Civil. No obstante, el franquismo ganó la batalla y la nacionalizó en 1945 para desarrollar una vasta red telefónica en el país. Con el PSOE de González, Telefónica se fue privatizando, poniendo en venta sus acciones hasta quedarse con un 20% en 1996. Pasó de ser una empresa estatal, inflada por el franquismo, a ser una multinacional con filiales en América Latina, sur y norte de África.
Esta privatización estuvo acompañada de sucesivos ERE en los que la plantilla fue reducida de 80.000 trabajadores a poco más de 20.000. Aunque el momento clave de las privatizaciones tuvo lugar durante la presidencia de Jose María Aznar (1997-2004), colocando en la presidencia de la empresa a su amigo de la infancia Juan Villalonga, fue durante los gobiernos de Felipe González (1982-1996) donde se asentaron las bases de las mismas.
En el mismo 1994 en el que se presentaba la carta para establecer por dónde iba a ir aquello de la “sociedad de la información”, Juan Manuel Caballero Moral, trabajador de Telefónica, participaba en la creación la sección sindical de CGT en Extremadura. “Aunque soy de Córdoba, me habían destinado allí por una represalia, por participar en una huelga muy dura que hubo”.
Caballero Moral atiende al Salto y cuenta que “Telefónica siempre fue una empresa muy sindical. Nada más llegar te preguntaban que de quién eras, si de CCOO o de UGT, las dos grandes familias sindicales de la empresa”. Recuerda que la lucha sindical durante los 80 y los 90 en la compañía fue muy fuerte, pero que, con la privatización total se desinfló. “No solo por las posiciones radicales que iban tomando las empresas, también porque empezaron a captar favores de los representantes sindicales. Cada reforma laboral ha sido un clavo más en nuestro ataúd”. Este trabajador, ya jubilado, cuenta cómo en Extremadura, tras formar la CGT y radicalizarse en su lucha de Extremadura, le mandaron de vuelta a Córdoba con su familia. “Ahora hay alrededor de 300.000 personas en subcontratas externalizadas con plataformas externas. Han creado un holding empresarial con unas condiciones leoninas y esclavistas”.
Diez años después, en 2004, se produce un cambio importantes en la gestión de RedIRIS, al integrarse como departamento autónomo con identidad propia en el seno de la empresa pública Red.es. En 2003 y 2005 se celebran las dos fases en las que se divide la primera Cumbre Mundial de la Sociedad de la Información, que buscaba establecer las bases y principios de del futuro digital, dejándolo en manos de los mercados y el sector privado. No existe ni una sola mención al derecho a la comunicación en las actas, la perspectiva era la de crear un mercado de conexiones entre los habitantes del planeta.
Los contratos de Red.es y las capas de RedIRIS
Por eso no debe extrañar que, según las adjudicaciones que aparecen en el BOE, entre 2011 y 2020 haya 56 contratos con Telefónica por un valor de más de 425 millones de las arcas públicas. Todos asociados a servicios de infraestructura, mantenimiento y soporte técnico. Los datos han sido escrapeados por el investigador Ekaitz Cancela junto a un desarrollador baracaldés para una investigación denominada La economía política del capitalismo digital en España (Instituto 25M). Esta documentación evidencia algo importante en el desarrollo de la plataforma RedIRIS: a pesar de que tiene control sobre la capa de los servidores, al acceso a las infraestructuras está en manos de Telefónica, dificultando sobremanera la capacidad de las universidades para ejecutar política digitales soberanas, lo cual además se ha agravado debido a la voluntad política de liberalizar estas infraestructuras.
A pesar de que tiene control sobre la capa de los servidores, al acceso a las infraestructuras está en manos de Telefónica, dificultando sobremanera la capacidad de las universidades para ejecutar política digitales soberanas
Otra de las contratistas que reciben dinero público a través de RedIRIS es Oesia Networks, una filial del grupo Oesia, un conglomerado de la industria militar, que desarrolla sistemas para Defensa, pero también a desarrollo de software para el ámbito sanitario. En 2016, por ejemplo, pagó más de 2 millones a esta empresa por “la prestación de un servicio de soporte a la gestión de proyectos en el marco de las Ciudades Inteligentes”. Más de 200.000 euros destinados en 2016 a “servicios de Consultoría para adecuar la historia clínica digital del Departament de Salut de la Generalitat de Catalunya a los requisitos de interoperabilidad en el Sistema Nacional de Salud”. O un millón y medio para contratar un “servicio de atención al ciudadano para la oficina de atención al usuario de las telecomunicaciones y la oficina de información de la TDT”.
Encontramos entre sus contratos también a Price Waterhouse Coppers, uno de los fondos de inversión que entró en las residencias estatales y presionó para reducir sus servicios hasta mínimos. En el caso de RedIRIS, adjudicó, entre otros, en 2010 un contrato de un millón de euros para “la contratación de reingeniería organizativa para el nuevo modelo de Registro Civil”. Servicios que, aparentemente, podrían haberse derivado a profesionales en las universidades públicas.
Por otro lado, entre las mayores adjudicatarias durante las mismas fechas destacan 6 millones a la consultora Deloitte en servicios de asesoría. 12 millones a Indra, una compañía que dejó un agujero de millones en las arcas públicas prometiendo un software para el sistema judicial que nunca llegó, para desarrollo y adaptación de sistemas. Otro de 25 millones a El Corte Inglés en equipos e instalación y mantenimiento de sistemas entre otros servicios.
Sin embargo, al mantenerse, en cierto modo, al margen de Internet, RedIRIS, en tanto en cuanto sirve a las universidades y a los centros de investigación, ha mantenido las lineas de desarrollo no comerciales que permiten, por ejemplo, tener sus propios servidores y almacenamiento de datos, de los que posee el control. RedIRIS no ha sido solo fundamental para el desarrollo de internet, también para la coordinación del Estado a distintos niveles. Una piedra angular de la comunicación en el Estado. “En las listas de correo estamos las universidades, el CSIC, centros de investigación e incluso muchos Ministerios. Ahí se habla de cosas que nos competen a todas, desde problemas técnicos hasta debates en torno a la necesidad de tener infraestructuras públicas de internet”, cuenta Meléndez.
Además, el técnico de sistemas asegura que en RedIRIS hay capacidad para montar sistemas de servicios comunes que puedan competir con Google y otras empresas. “Podemos montarlos a nivel nacional porque hay una red muy potente y gente muy válida. En estos últimos años, a nivel interno se viene debatiendo mucho la delegación de servicios a empresas privadas”. El problema, como señala el técnico, es que "aunque muchas nos resistimos, hay universidades que ya han delegado sus servicios a Google o Microsoft”.
Desde el punto de vista de Meléndez, de haber apostado por el desarrollo de estos sistemas antes y haberlo implementado en administraciones públicas, universidades y centros educativos, la realidad desde el surgimiento de la pandemia podría haber sido muy distinta. Existían los medios y herramientas para haber montado sistemas de docencia públicos con intercambios de ficheros, sistemas de videollamadas o clases online a partir de software público y software libre. “En la UCO yo pensé en montar un sistema de conferencias con la herramienta libre Jitsi, pero por la velocidad que impuso la pandemia para la toma de decisiones se empezó a usar Zoom”, añade.
La universidades se gastan cada vez más millones en softwares de gestión académica y universitaria que podría ser organizado a nivel interno por esta RedIRIS si se canalizasen los recursos económicos
La universidades se gastan cada vez más millones en softwares de gestión académica y universitaria que podría ser organizado a nivel interno por esta red si se canalizasen los recursos económicos hacia los departamentos técnicos de RedIRIS. “En la UCO se hizo, teníamos nuestros propios programas, pero ahora pagamos una millonada a una empresa para que nos dé ese software, es un desperdicio de talento y dinero público”, sentencia el técnico.
Las ideas que surgen en dependencias universitarias cuyas luces se quedan encendidas hasta altas horas de la noche, desarrolladas bajo las órdenes y deseos de industrias estatales que hacen crecer un producto brillante que se dejará en manos de empresas privadas que lo convertirán en dividendos para sus directivos. La espiral de proporción áurea del desarrollo tecnológico o la arquitectura del conocimiento. Dentro de la acelerada deriva de externalización de servicios a una lejana nube que está en manos de empresas multinacionales, cabe la pregunta también de ¿qué ocurre cuando nos deshacemos absolutamente de todo el conocimiento básico tecnológico? ¿Que pasaría si no quedase nadie en las universidades, o dentro de las fronteras de un estado, con la capacidad de generar y diseñar un sistema de correos si, un día como hoy, se caen los servidores de Google?
Muchas de las herramientas que hoy utilizamos y damos por hecho, como el correo o el sistema de videoconferencias, fueron y siguen siendo desarrolladas por equipos universitarios. ¿Tiene sentido seguir compitiendo contra los grandes desarrolladores de herramientas digitales en algo tan básico como el correo? ¿Tiene sentido seguir desarrollando sistemas de correo propios estatales?
Gabriel Levy y Sergio Urquijo, en su trabajo Concentración en internet: un asunto de capas, diseñan un modelo explicativo de la red de redes basado en 6 capas done operan distintas compañías. Por ejemplo, en la capa 00 estarían los proveedores de dominios, a quienes pagas por tener la dirección de tu página en la red, en la capa 01 estarían los proveedores de servicios como buscadores o el correo electrónico que utilizas. En las capas 05 y 06 es donde sitúan a los proveedores de conectividad internacionales y a los proveedores de última milla (suministro local), que fueron absorbidas por las telecos de la capa anterior. En el caso de España, estos servicios los provee Telefónica, que copa estas dos capas.
Binder y García Gago señalan que las grandes telecos como Telefónica, a partir de los años 2000, además de proveer el acceso a Internet, pasan a crear sus propios canales de producción y difusión de contenido, compitiendo contra las otras industrias del conocimiento y la cultura. La concentración dentro de una capa pasa a ser una concentración multicapa. Además nos muestran algunos ejemplos en los que poseer el dominio de una capa, permitía a estas compañías presionar contra sus competidoras en otras capas. “En 2015, Internet Comcast (dueña de NBC, Universal Pictures y Dreamworks, entre otras) ralentizó el tráfico de Netflix para forzarla a establecer un acuerdo comercial”.
En otro punto del libro, relatan como, en el momento en que las compañías telefónicas se dieron cuenta del filón económico que suponía internet, presionaron para tratar de establecer un protocolo de intercambio de información del tipo x.25, que es cerrado y privativo, frente al TCP/IP, que hace posible la interconexión libre entre todas las computadoras conectadas a la red. Si en este punto hubiesen ganado la batalla, Internet, tal y como lo conocemos, no existiría hoy en día. También sería posible pensar en una infraestructura digital para las universidades que no dependiera cada vez más de los servicios de Google o Microsoft.
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Finamente la pandemia ha puesto en evidencia que las infraestructuras tecnológicas son una pieza clave para la sociedad, por su impacto en el conocimiento, en la economía y en las opciones de futuro.
Las grandes corporaciones tecnológicas lo entendieron en el primer minuto y han desembarcado en lo público ofreciendo servicios gratuitos pq saben que sólo necesitan ser un poco pacientes para generar dependencia y recuperar sus inversiones.
El artículo describe de forma muy clara el retroceso que hemos vivido y se atreve a plantar dudas sobre el futuro al que nos conduce la tendencia actual.
Que solo se comente un error ortográfico o imprecisiones en la atribución de las funciones es indicativo de la falta de miras en la que estamos inmersos.
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