Opinión
La profesión médica se equivoca
Las condiciones de los médicos en España son notablemente miserables. Está documentado y más que documentado que el trabajo de los especialistas médicos en España sufre de retribuciones bajas, jornadas laborales que atentan contra la salud de los pacientes y profesionales y una carga asistencial que no se puede sostener en el tiempo.
Un estudio de 2018 del Hospital Central de Nueva York afirmó que la profesión con el mayor número de suicidio es médico, con una tasa doble que el resto de la población general. Dejando a un lado las espantosas condiciones que suponen trabajar en el sistema sanitario estadounidense, resuena una realidad que no reconoce fronteras: el ejercicio de la medicina se ve impedido por condiciones de miseria.
En el año 2025, esto no es ajeno para el resto de la población. Los medios de comunicación se hacen eco de las distintas manifestaciones y huelgas que han convocado los sindicatos médicos este año, todo a raíz de la propuesta del Ministerio de Sanidad (encabezado por Mónica García, Ministra de Sanidad por el grupo parlamentario Sumar) de modificar el Estatuto Marco del personal estatutario de los servicios de salud, documento que regula las condiciones laborales de estos profesionales.
El rechazo a esta propuesta ha sido mayoritaria entre la profesión médica. El Foro de la Profesión Médica, compuesto por sindicatos (CESM), estudiantes (CEEM), la organización médico colegial (OMC), especialistas (FACME) y decanos (CNDFME) ha explicitado de forma unánime su rechazo. También lo han hecho así otros sindicatos regionales.
Estas organizaciones reafirman la necesidad de que exista un estatuto marco propio de los médicos, con un marco regulatorio que les conceda mejores salarios, mayor conciliación y acabe con las guardias de 24 horas. La Confederación Estatal de Sindicatos Médicos (CESM) ha presentado al Ministerio en numerosas ocasiones un “contra-borrador”, un Estatuto Propio de la Profesión Médica y Facultativa, recogiendo los principales puntos que consideran importantes que aparezcan en el texto.
Las manifestaciones hasta ahora convocadas resaltan estas exigencias que a menudo se dirigen de forma personal a Mónica García, preguntándose por qué ha abandonado a los médicos si ella misma lo fue antes de ser Ministra.
La respuesta a esto debe ser abordada por la profesión médica si quieren que estas manifestaciones den algún fruto. De momento están voluntariamente solos, al priorizar su profesión por encima de la clase.
La profesión por encima de la clase
Se han escrito ríos de tinta sobre por qué la propuesta de modificación del Ministerio es insuficiente, siempre asentada en la premisa de que los médicos tienen unas “condiciones de formación y responsabilidad especiales” que deben ser reguladas en un documento propio. De hecho, CESM y SMA han afirmado que los médicos no tienen una representación justa en los sindicatos mayoritarios, en los que creen que no se lucha por sus intereses.
“Formación y responsabilidad especial” indica que como el médico tiene una responsabilidad más importante que la que sostiene enfermería, administración, terapia ocupacional o limpieza, el sueldo debe ser mayor. Este es el axioma que sostiene la idea de un estatuto propio: más importancia, más salario. Si se tratase únicamente de conseguir una mejora de las condiciones salariales, la reclamación no sería “¡estatuto de los médicos!” sino “¡un mejor estatuto!”.
Un médico y un enfermero pertenecen a la misma clase. Un médico y un barrendero también. Toda persona que no posea medios de producción, que gane un salario y tenga que trabajar para poder seguir viviendo pertenece a la clase trabajadora
Este orgullo ignora la realidad material en la que existe la clase médica. Un médico y un enfermero pertenecen a la misma clase. Un médico y un barrendero también. Toda persona que no posea medios de producción, que gane un salario y tenga que trabajar para poder seguir viviendo pertenece a la clase trabajadora internacional, obligada a menudo en condiciones de miseria a trabajar para vivir.
Sí, los médicos tienen malas condiciones de trabajo. Espantosas, en algunas ocasiones. También los camareros que han de trabajar en jornadas inaceptables por salarios de pobreza. También los peones de la construcción que trabajan en malas condiciones y cobran muy pobremente. También los trabajadores del campo, que cuentan con los salarios más bajos de la economía española.
Donde los sindicatos pretenden construir un relato de excepcionalismo, es fundamental que se esboce la línea que une a la clase trabajadora. Condiciones de miseria en un mundo donde la acumulación de la riqueza se acelera progresivamente. Es precisamente esta miseria la que une al proletariado contemporáneo, que debe entender las condiciones materiales que le relacionan a los otros seres humanos y a su entorno para poder transformarlo.
Y este es el error que cometen los sindicatos médicos, que creen que el cambio progresivo y definitivo puede surgir de movimientos que carecen de carácter de clase. Lo cual es imposible cuando te enfrentas a los intereses de un Ministerio de Sanidad que en sus objetivos no se encuentra defender los intereses de los trabajadores ni proteger o mejorar el Sistema Nacional de Salud.
El Ministerio de Sanidad nunca defenderá los intereses de los trabajadores
¿Por qué Mónica García ha cambiado de parecer? ¿Por qué ha pasado de defender la eliminación de las guardias de 24 horas a considerarlas fundamentales para el funcionamiento del Sistema Nacional de Salud?
La realidad que hay que confrontar es que el Gobierno de España, que se autodenomina “el más progresista de la historia”, no responde a los intereses de la mayoría de la población. Sus políticas en materia de vivienda, defensa, seguridad y, como observamos estas semanas, sanidad, no atiende a las necesidades de reforma y cambio que requiere la crucial situación en la que se encuentra la sociedad (y que solicita la población).
Pese a que se les llene la boca defendiendo la defensa irrenunciable de los servicios públicos, mantener las condiciones miserables de los profesionales sanitarios va en detrimento de la sanidad pública, de la calidad de la atención de los pacientes y de la sostenibilidad del SNS. Sin embargo, este debate no debería orientarse en términos económicos ni de productividad que tan a menudo plagan la discusión de la salud global: la razón por la que no se deberían permitir estas condiciones laborales es porque son indignas para la clase trabajadora, en la profesión médica o en cualquier otra.
El Gobierno de España, independientemente del signo político de los partidos que lo compongan, no se puede permitir una reforma sustancial del sistema sanitario bajo el sistema capitalista en el que existe. La búsqueda del máximo beneficio no es compatible con un sistema que priorice la salud de pacientes y trabajadores.
La limitada ambición de los gobiernos de coalición compuestos por el PSOE y el espacio a su izquierda institucional (Unidas Podemos o Sumar) se demuestra por sus mismos integrantes: “No debería estar preocupada [la sanidad privada]. Siempre le he tenido mucho respeto” decía Mónica García pocos días después de su toma de posesión como Ministra de Sanidad.
Esto no se limita exclusivamente a Sumar, ya que el PSOE votó a favor de la ley 15/1997, que permite las concesiones público-privadas como forma de gestión, puerta de entrada de intereses privados que explican la situación en la que nos encontramos actualmente. Organizaciones como la Federación de Asociaciones en Defensa de la Sanidad Pública (FADSP) describen en su Undécimo Informe sobre la Privatización Sanitaria de las CCAA, de 2025, el incremento sostenido de la privatización en las últimas décadas en España.
Ante la agresión permanente que realiza la derecha y extrema derecha de PP y Vox contra los sistemas sanitarios autonómicos y el SNS cuando gobiernan, ¿cuál es el plan de actuación del ministerio de Mónica García?
Por mucho que le pese a la izquierda institucional, por mucho que crean tener intenciones serias de reforma, su papel es de muleta del status quo. Ningún cambio sustancial mientras sostengan al Partido Socialista, y en más de una ocasión han indicado que esa es su máxima aspiración.
La defensa de la sanidad pública debe ser un pilar central de las exigencias de los movimientos laborales que competen a los médicos. Eso es lo que diferencia al movimiento médico-sindical actual de las Mareas Blancas
Por tanto, los sindicatos deben entender que el gobierno no es interpelable mientras no combata activamente el interés de la oligarquía económica, que persigue la privatización completa del sistema sanitario, como en los Estados Unidos de América.
Una privatización que desatiende directamente a los pacientes, supeditando la atención al posible beneficio que pueda sacar del intercambio. Los intereses económicos propios del capital son incompatibles con un sistema completamente público, universal, accesible y gratuito. Por tanto, la defensa de la sanidad pública debe ser un pilar central de las exigencias de los movimientos laborales que competen a los médicos. Eso es lo que diferencia al movimiento médico-sindical actual de las Mareas Blancas.
Las Mareas Blancas entienden el carácter de clase
El movimiento de las Mareas Blancas, compuesto por la sociedad civil y que defiende la sanidad pública y universal en todo el territorio español, comprende un papel fundamental de la lucha por unos mejores derechos laborales. La lucha por mejores derechos y la lucha por mejorar la calidad del SNS son la misma.
Esta lucha, que en su momento acogió a la actual Ministra de Sanidad, se centra en la defensa constante e irrenunciable del derecho a la sanidad que tienen todos los seres humanos por pura dignidad humana. El foco no se dirige a la excepcionalidad médica en sus condiciones de trabajo, sino en la centralidad de la sanidad pública, accesible y universal que una sociedad humana, en condiciones de riqueza como la española, debería proveer a su población.
Huelga decir que es un movimiento sin exclusividad en la profesión. En la comprensión de que la sanidad pública es un derecho que afecta a toda la clase trabajadora por igual, se encuentra en una posición única para construir un movimiento de clase con potencial transformador que el movimiento actual no podrá alcanzar.
La profesión médica haría bien en entender qué convierte una movilización en una acción renovadora. Y de momento la solidaridad imprescindible para movilizar a la base civil y sanitaria está totalmente ausente.
El momento de rechazo es clave. Enfermeras, farmacéuticos, TCAEs, celadores… Los profesionales sanitarios, con sus diferencias concluyen todos en la necesidad de una movilización para exigir mejores condiciones laborales, sembrando una base potencial inmesurable para un movimiento que defienda la sanidad pública.
La realidad es menos halagüeña. En un ejercicio de orgullo profesional, médicos y enfermeros no son capaces de encontrar terreno común para la defensa unificada de la sanidad pública. Pese a ello, el Consejo General de Enfermería ha indicado cual podría ser el camino. Las piezas para construir un nuevo futuro están en las manos de los organizadores sindicales. Los sindicatos médicos parecen haber escogido su propia ruta.
Sin embargo, sí hay algo en lo que aciertan estos sindicatos en su movilización.
Los sindicatos generalistas no representan a los médicos
Los sindicatos generalistas no representan a los medios. Ni a la clase trabajadora en general. Desde la instauración del régimen del 78, la incorporación de los sindicatos mayoritarios a lo que se considera el “diálogo social”, ganando ese carácter institucional y perdiendo el carácter crítico con el capital que rige la democracia española.
Es comprensible que los médicos se encuentren desencantados con unos sindicatos mayoritarios que se pliegan ante el gobierno, que es el responsable de estas malas prácticas. También es lógico que en estas circustancias, donde la clasificación profesional se ha convertido en una batalla entre profesionales de ciencias de la salud, los médicos se desplacen al resguardo de los sindicatos médicos.
La realidad es que los sindicatos no pueden existir sin comprensión de las condiciones materiales de la clase trabajadora, y la lucha corporativista en defensa de una única profesión resultará en el fracaso de la negociación, una mayor tensión entre trabajadores que deben colaborar en el entorno sanitario y finalmente un agotamiento del espíritu combativo de la profesión médica.
Una lucha única, colectiva, que en vez de enfrentar a trabajadores dirige el impulso transformador hacia la institución que perpetúa la explotación
La lucha debe centrar sus objetivos en las condiciones materiales que les impiden decidir sobre sus condiciones en el trabajo. Una lucha única, colectiva, que en vez de enfrentar a trabajadores dirige el impulso transformador hacia la institución que perpetúa la explotación.
Por un lado, unos sindicatos generalistas que han abandonado la lucha de clases en favor de un reformismo apacible que nunca cambiará la realidad material de los trabajadores. Por otro, sindicatos de profesión que prometen una mejoría parcial solo para los médicos, da igual a que compañeros se lleve por delante, abrazando por completo la política de la miseria.
La política de la miseria
Los sindicatos médicos han decidido que lo máximo a lo que pueden aspirar es a reinar entre las migajas que se conceden a los trabajadores sanitarios. En vez de una lucha transversal que refuerce a toda la clase trabajadora, con un frente unido por el cambio de un sistema que se beneficia de la explotación en búsqueda del máximo beneficio, los sindicatos solo ofrecen política de la miseria: mejores condiciones únicamente para los médicos, siempre en un puesto superior.
La persecución de la política de la miseria no tiene buen desenlace. En un contexto privatizador, con una escalada bélica global que se asocia a una mayor inversión en defensa que se sostiene con recortes en servicios públicos, los trabajadores no pueden aislarse por conseguir unos privilegios particulares. Únicamente la unión de la clase trabajadora podrá frenar la destrucción de aquello que es público y es de todos.
Hasta hace unos meses fui el Presidente del Consejo Estatal de Estudiantes de Medicina. Desde mi posición, he podido constatar que los estudiantes de medicina están radicalmente en contra de esta propuesta. También he visto como el Foro de la Profesión Médica piensa y trabaja por oponerse a este documento. He encabezado la manifestación de abril en contra de la propuesta del ministerio.
Veo que los médicos se reafirman de forma casi unánime contra sus pésimas condiciones laborales. También he visto que están solos en su política de la miseria.
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