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Todo comienza con un ritual, una ceremonia que se repite: un desfile (por el número de militares) o una procesión (por sus obispos, abades y curas).
Dos horas antes del más importante acto de onanismo al que se enfrenta el titular de la Junta de Extremadura, la cola de autoridades invitadas al evento, testigos mudos cuyo principal cometido será juntar manos para aplaudir al final de la eyaculación, empieza a formarse: los galones y condecoraciones compiten con los alzacuellos; los tricornios con algún ridículo estilismo a imitación de la carrera del Hipódromo de Ascot; los gestos adustos de alcaldes en contraste con el servilismo de quienes se mueven en la trastienda del poder, esperando su migaja; diputados de variados colores se pasean reclamando un segundo de gloria ante los medios de comunicación o esperando que en el Partido tomen nota de su presencia allí, dispuestos a cerrar filas con el Líder. Finalmente, se hacen presentes las fuerzas vivas de la cultura “oficial” extremeña, esa suerte de cofradía consagrada a la genuflexión ante el poder. Tienen práctica y se nota. Juan Goytisolo escribía hace unos años contra la podredumbre de la vida cultural española, adocenada por el amiguismo, la mediocridad y la venalidad (En “Vamos a menos”). Hay excepciones, claro. Colectivos rabiosamente independientes, siempre críticos con el poderoso.
En Extremadura hay más de 400.000 extremeños que viven en riesgo de pobreza. Es el 40% de la población total. Ellos no están invitados
El 7 de septiembre, cuando se entregan las Medallas de Extremadura, en las puertas del Teatro Romano de Mérida se congrega una cuidada representación de la ciudadanía. Son la minoría: la crema del poder, los dueños de los medios de comunicación o los capataces que cuidan de sus intereses en las principales cabeceras, los directores de las extintas Cajas de Ahorro, reconvertidas hoy en oficinas bancarias, y los empresarios, la jerarquía de la Iglesia Católica y los afectos a la Junta y su Presidente, que es quien reparte prebendas y subvenciones.
En Extremadura hay más de 400.000 extremeños que viven en riesgo de pobreza. Es el 40% de la población total. Ellos no están invitados.
En nuestra tierra hay un 20% de desempleo crónico: que puede subir al 30% en periodos de crisis o quedarse en el actual 23,9% en época de -dicen - bonanza económica. 29,2% de paro femenino y 50% del juvenil. Ni ellos ni ellas tienen asiento en el Teatro Romano.
Porque, por decirlo con las palabras de Manuel Cañada, el Día de Extremadura no se hizo para protagonismos colectivos. Más aún: está diseñado para amputar cualquier veleidad reivindicativa. Solo cuentan la Virgen de Guadalupe y Él.
Él, claro, es el Presidente de Extremadura. El principal protagonista. El gran timonel para la noche. Las Medallas que entregue servirán para anudar voluntades, reconocer a las instancias del poder, premiar servilismos o darse autobombo. En muy contadas ocasiones se ha entregado a personas o colectivos críticos o comprometidos con los precarios y explotados. Podemos apuntar aquí a Victor Chamorro o Pablo Guerrero. Tras las Medallas, el discurso de propaganda – clímax masturbatorio – donde enumerar los lugares comunes, las imágenes idílicas de una Extremadura inexistente y, tal vez, formando parte del ritual, alguna crítica al gobierno central que no ha de pasar a mayores.
Tiene razón Manuel Cañada: pura estampa de costumbrismo.
LAS MEDALLAS Y SU FUNCIÓN
Tienen por objeto reconocer, distinguir y recompensar públicamente a aquellas personas y entidades que hayan destacado por sus méritos o por los servicios prestados a la Región, podemos leer en el Decreto por el que se instituyen (decreto 27/1986, de 29 de abril).Pero lo cierto es que en dicha descripción (o pese a dicha descripción) se han colado en el medallero desde destacados corruptos hasta los más sorprendentes caprichos del PSOE, pasando por la Iglesia, el Ejército y las Fuerzas de Seguridad del Estado: las “fuerzas vivas de la sociedad”, en la jerga del régimen nacionalcatólico, acumulan ya el 10% de las medallas.
La concesión del galardón corresponde al Presidente de la Junta de Extremadura. En alguna ocasión puede condescender a consultar a los representantes de los grupos parlamentarios de la Asamblea, pero la última palabra siempre la han tenido Ibarra, Monago o Vara.
Las Medallas han servido para cimentar el clientelismo y el caciquismo presente en la región. Para premiar los afectos. Para señalar a quienes gozan del cariño del Presidente. También para galardonar a corruptos
Cualquier ciudadano extremeño o entidad puede presentar una candidatura a la Medalla de Extremadura ante la administración regional, que luego puede pasar a ser tomada en consideración por una comisión y, posteriormente, aprobada por el Consejo de Gobierno. Los controles que se establecen impiden cualquier sorpresa. No importa el número de entidades o personas que se sumen a una petición. La última respuesta queda siempre en manos de la Junta. Para este supuesto se reservan hasta cinco medallas, dejando las restantes a juicio exclusivo del Presidente. Son las cinco medallas que permiten al poder político presumir de “escuchar a los ciudadanos”
MEDALLAS PARA CORRUPTOS
Las Medallas han servido para cimentar el clientelismo y el caciquismo presente en la región. Para premiar los afectos. Para señalar a quienes gozan del cariño del Presidente. También para galardonar a corruptos.La corrupción, decía Joaquín Costa, es una de las expresiones inevitables del clientelismo desarrollado por las oligarquías. Y las medallas, que responden a la lógica clientelar del PSOE, no se salvan de la corrupción.
En esta categoría destacan los dos presidentes que tuvo la Preautonomía: Luis Jacinto Ramallo García, primer presidente de la Junta Regional de Extremadura y exdiputado del PP (implicado en el caso Gescartera) y Manuel Bermejo Hernández, segundo presidente de la Junta Regional y caso adelantado de lo que hoy llamamos la puerta giratoria entre lo público y lo privado. Fue gerente de la mayor empresa tabaquera de la región.
Medalla de Extremadura es Miguel Durán Campos, cuya única aportación a la región fue nacer en Azuaga. El ex presidente de la ONCE y Telecinco, imputado por el juez Baltasar Garzón por un presunto delito fiscal de apropiación indebida durante su mandato al frente de la cadena de televisión (absuelto por la Audiencia Nacional), no ha destacado por ningún servicio especial prestado a nuestra tierra, pero tiene medalla.
Y terminamos con un corrupto que goza de la mayor protección jurídica por razón de su cargo: Juan Carlos I, Rey emérito.
Juan Carlos I ha logrado constituir una de las mayores fortunas de Europa a la sombra del ejercicio de la jefatura del Estado, negociando comisiones millonarias para su uso exclusivo al actuar de mediador entre los príncipes saudíes (sus “hermanos”) y las empresas españolas interesadas en hacer negocios en países como Arabia Saudí. La instrucción del caso de las Torres Kio y hoy las declaraciones de una de las examantes del Rey emérito, vinculan al monarca con comisiones ilegales, cuentas bancarias en el extranjero y evasión de caudales. Protegido por su cargo, nunca se ha querido investigar a quien probablemente es uno de los mayores corruptos que pisa nuestra tierra.
IGLESIA, MILITARES Y FUERZAS DE SEGURIDAD.
Incluidas las medallas de este 2018, han sido 165 las emitidas: 13 han sido entregadas a la Iglesia Catolica y asociaciones afines; 5 a militares y fuerzas de seguridad. 18 medallas que representan el 10.90% del total.Uno de los obispos que recogió uno de estos galardones se felicitaba por la buena vecindad entre los poderes públicos y la Iglesia. Por “Iglesia”, claro, debemos entender sus jerarquías. En distintas ocasiones se ha solicitado la Medalla para la HOAC y la JOC de Extremadura, colectivos de obreros cristianos que han destacado por su apoyo a los precarios, por su ayuda en huelgas, marchas y reivindicaciones laborales en nuestra tierra. Esta iglesia (en griego Ekklesia, es decir, Asamblea) de los pobres y excluidos es apartada, frente a una jerarquía eclesiástica bien avenida con el poder (esa “buena vecindad”) que celebra la falta absoluta de laicidad en nuestra región: Presidentes de la Junta llevando en volandas imágenes procesionales; protección de una enseñanza confesional y dogmática; misas y actos religiosos como centro de actos institucionales.
El PSOE (...) nunca ha reconocido a ningún colectivo o lucha de carácter obrera o popular, pero si ha otorgado distintas medallas para satisfacer ciertos caprichos
La Junta de Extremadura premia no a una Iglesia comprometida con los trabajadores, sino a aquella que ha vivido mayoritariamente apartada de las necesidades del pueblo, solo atenta a sus privilegios, al ritualismo o al propio beneficio. Esa Iglesia que representó el Arzobispo de Mérida-Badajoz, denunciado por medio centenar de sacerdotes por llevar un tren de vida de lujo, capaz de gastarse 1,54 millones de euros en materiales nobles para su vivienda en el Palacio Episcopal: una suite con vestidor de madera, suelos de mármol, baño con hidromasaje y jacuzzi.
Monseñor García Aracil ha sido uno de los asiduos al Teatro, un buen vecino del poder regional.
CAPRICHOS DEL PSOE Y AUTOBOMBO
El PSOE, como partido que ha gobernado la mayoría del periodo democrático de la región, nunca ha reconocido a ningún colectivo o lucha de carácter obrera o popular, pero si ha otorgado distintas medallas para satisfacer ciertos caprichos.El más llamativo fue la entrega de la Medalla a Montserrat Caballé, sin la más mínima vinculación con Extremadura. Ninguna en absoluto. Ni por despiste. “Por mandato personal de Ibarra” fue la respuesta sottovoce formulada en los cenáculos del régimen cuando alguien preguntaba por lo sorprendente de esta elección.
Fernández Vara también tuvo su capricho: en 2017 le otorgó el reconocimiento al Colegio de San José de Villafranca de los Barros, colegio privado jesuita en donde lleva décadas formándose la oligarquía extremeña… y donde estudió el propio Presidente. Sin pudor
Fernández Vara también tuvo su capricho: en 2017 le otorgó el reconocimiento al Colegio de San José de Villafranca de los Barros, colegio privado jesuita en donde lleva décadas formándose la oligarquía extremeña… y donde estudió el propio Presidente, como explica Manuel Cañada en este artículo. Sin pudor.
En este fascinante mundo de caprichos no pueden faltar Sofía de Grecia, o Felipe de Borbón. El PSOE, partido – también sottovoce – republicano, ha destacado por su carácter servil para con la monarquía. Nos ha convertido a los extremeños en complacientes súbditos. Es de imaginar que doña Letizia seguirá los pasos del medallero, si nadie lo remedia.
Podemos terminar el apartado con la Medalla entregada a las Cajas de Ahorro. Cajas que han sido máquinas de exportar ahorro y riqueza de la tierra, que han competido con los bancos a la hora de negar préstamos a la gente, que han invertido menos del 50% de sus beneficios en Extremadura y que destinaban a la Obra Social el mínimo al que estaban obligadas por Ley. Estas son las Cajas premiadas por Ibarra.
LA OTRA EXTREMADURA
El 7 de septiembre, dos horas antes del espectáculo onanista, las fuerzas vivas del régimen y la buena sociedad empezarán a hacer cola. Tendrán enfrente a la otra extremadura: colectivos ecologistas que desde 2007 empezaron a concentrarse frente al Teatro Romano para pedir el cierre de Almaraz o el fin de la Refinería; organizaciones políticas críticas y alternativas; los Campamentos Dignidad, que han reclamado empleo estable, renta básica y derechos; parados y precarios; jóvenes excluidos; mujeres empoderadas y feministas; personas LGBT que piden medidas reales contra la homofobia y no solo propaganda; hombres y mujeres que llevan la voz de los 400.000 extremeños al borde de la pobreza, ese 50% de jóvenes sin empleo y ese 30% de precarias y paradas (en femenino, porque ellas son las más afectadas)… La Extremadura real, la que estará ausente de los discursos laudatorios, la que no recibirá ninguna Medalla.Relacionadas
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