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Opinión
Para una crítica del entusiasmo político (a propósito del nuevo gobierno)
Basta con ojear los editoriales de El País post-moción de censura para darnos cuenta de que aquel Pedro Sánchez “insensato sin escrúpulos” que derrotaría a Susana Díaz en las primarias socialistas ha vuelto al redil.
Basta con ojear los editoriales de El País post-moción de censura para darnos cuenta de que aquel Pedro Sánchez “insensato sin escrúpulos” que derrotaría a Susana Díaz en las primarias socialistas ha vuelto al redil. Todo son halagos y parabienes por la “prudencia” y “sensatez” demostrada en la elección del nuevo gabinete. Las loas se centran en el mensaje enviado a Europa, un mensaje de estabilidad, y en el perfil, moderado, experto y renovador, del nuevo Consejo de Ministras y Ministros. Lejos queda el “aventurerismo” mostrado en la conquista épica de la Secretaría General contra todos los poderes habidos y por haber, muy atrás la plurinacionalidad de la futura República Hispana, remota ya la condición de socia preferencial de la izquierda parlamentaria. Inaudito el silencio de la militancia ante tan abrumadora sucesión de acontecimientos.
No es de extrañar que hayan sido los militantes susanistas los que con mayor alborozo se han manifestado estos días en las redes sociales. “Nunca imaginamos que nuestra derrota iba a tener la forma de una victoria”, debe pensar la masa crítica que resucitó para contradecir el mandato del poder establecido en la Calle Ferraz. Como Corbyn, como Sanders, como el Brexit, como Trump, la elección de Pedro Sánchez como Secretario General del PSOE responde, antes que nada, al rechazo profundo de las bases ante el comportamiento de las élites, de ahí el desprecio de esos días a la palabra de la soberanía popular. La contracara de un ejecutivo mediático y resultón es la vuelta a la emancipación de la cúpula dirigente respecto de los pauperizados mecanismos de control que amagaron con resucitar en las primarias. Nadie recuerda ya a José Antonio Pérez Tapias, el eterno derrotado, que acabó de perder justo el día que creía haber ganado.
Ahora sí, Pedro Sánchez ha terminado de ganar las primarias socialistas
Ahora sí, Pedro Sánchez ha terminado de ganar las primarias socialistas. La moción de censura le va a permitir incorporar a su causa a la disidencia interna que entre la baronía territorial quedaba, remodelar el partido a su gusto desde una instancia superior y ajena al propio partido: el Gobierno. Esa tarea debe entenderse como la fase ulterior del proceso de reconstitución, no del Partido Socialista Obrero Español, sino del sistema político de la Transición, el mismo que hizo aguas hace ahora diez años al estallarle encima todas las contradicciones que había ido parcheando durante décadas.
El PSOE es la pata más importante de ese sistema político porque cuenta, pese a todo, con la maleabilidad suficiente como para una adaptación “creíble” a los nuevos tiempos. Frente a la atávica naturaleza del PP, los socialistas representan el proyecto, siempre inconcluso, siempre deseable, de modernización del país. Por ello fueron los encargados de construir el Estado democrático tras la dictadura; por ello, tras esa década larga de fin de la historia (1993-2007) y del presente continuo de la burbuja inmobiliaria, regresan ahora para resolver la desadecuación insostenible entre la sociedad y sus instituciones, la distancia evidentísima entre representantes y representados.
El nuevo gabinete ha sido recibido con entusiasmo por la sociedad española. Y es sociedad española Ana Patricia Botín, la CEOE, mis amigos de Facebook y el kiosquero de la esquina
El nuevo gabinete ha sido recibido con entusiasmo por la sociedad española. Y es sociedad española Ana Patricia Botín, la CEOE, mis amigos de Facebook y el kiosquero de la esquina. “Cuando miro a la calle, yo no veo ricos y pobres. Veo españoles.” (Rivera dixit). Este entusiasmo es la otra cara de una (parte de la) sociedad exhausta, tras una década en la que todo lo que era sólido se desvanece en el aire. Entusiasmo y cansancio son los ingredientes más apropiados para revertir las conquistas de los últimos años. Ambos anuncian la venida de la despolitización, tras la neutralización de lo políticamente emergente, y el restablecimiento de la confianza en el saber de los "expertos" a lomos de una nueva tecnocracia. En definitiva, la vuelta de cada uno a lo suyo en pos del interés general.
Pero ya Rousseau sabía que el interés general no puede ser el interés de todos. Y es por ello por lo que este entusiasmo está preñado de desafección, a la espera de que se muestren de nuevo las contradicciones radicales en un contexto europeo que impone la escasez y la competencia indiscriminada por esas migajas. En este sentido, no es posible una salida a la actual situación en términos de liberalismo social, ni en España ni en Europa. La presidencia de Pedro Sánchez ofrece, eso sí, una tregua cosmética en el proceso de descomposición neoliberal.
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