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Régimen del 78
Fulgor y muerte de Foro Asturias
El partido que fundara Francisco Álvarez-Cascos, y que convulsionó en 2011 la política asturiana con un rápido encumbramiento al Gobierno del Principado, enfrenta hoy una crisis cismática que parece terminal.
Un partido político moribundo cuya agonía cobra la forma de una guerra civil transparente cuyos lances hacen las delicias de la prensa; un diputado de cada bando en el parlamento llamando fraude y traidor al otro desde el estrado; la calificación burlesca, por parte de los adversarios, de “grupo Pimpinela”; un sector acusando al otro de saquear con manirrotura la caja de caudales; el otro acusando al uno de quintacolumna o de caballo de Troya del enemigo a cambio de un plato de lentejas. Con estos trazos se pinta el presente de Foro Asturias, la formación que Francisco Álvarez-Cascos fundó tras su tempestuosa salida del Partido Popular y que convulsionó la política asturiana en 2011 encaramándose al Gobierno regional tras una rápida victoria electoral.
Largo y profundo ha sido el despeñamiento desde aquellas alturas, y Juan Vega —ex alto cargo ovetense del partido, discrepante con Cascos y expulsado de la formación en 2015— equipara la actual escena a “cuatro náufragos disputándose los últimos víveres de una almadía a la deriva”. La alegoría parece certera, y cabe preguntarse, antes de prestar atención a la crisis actual, cómo se ha llegado hasta aquí; cómo Foro dilapidó el enorme capital político que amasó hace hoy nueve años hasta extraviarlo casi por completo.
Tumbar el duernu
“La mayor sorpresa podría darse en Asturias. Ataviado con la cota de malla de Don Pelayo y la peluca de Gaspar Melchor de Jovellanos, Francisco Álvarez-Cascos quiere romper la baraja al frente de Foro Asturias. Personalismo, defensa del ahorro del Cantábrico, ecos de don Melquíades Álvarez, liberal asturiano asesinado por los milicianos en 1936, y muchas ganas de llevar la contraria en una región subsidiada, en la que PSOE y PP han construido un sottogoverno con numerosas complicidades”. Quien escribía estas líneas en mayo de 2011 era Enric Juliana, para La Vanguardia.
Faltaban entonces unos días para que España afrontara elecciones autonómicas y Asturias, pequeña y periférica región cuya actualidad política no suele concitar el menor interés allende el puerto de Pajares, atraía de pronto todas las miradas. Las atraía el hombre que lo había sido todo en el Partido Popular y los gobiernos de José María Aznar, y que, enfrentado ahora a Mariano Rajoy, lanzaba unas nuevas siglas que coincidían con las de su propio nombre (Foro Asturias Ciudadano: FAC) y de las que pretendía que fungieran como primera pica astur de una reconquista nacional; de una nueva formación de implantación estatal que amenazara los cimientos del bipartidismo.
La puesta de largo había sido en Mieres. “En este año del bicentenario de la muerte del gran Jovellanos, debemos continuar su tarea, que no fue otra que hacer una Asturias próspera y moderna, abierta al mundo y al progreso”, peroraba Cascos entonces. “Nuestra tarea consistirá en convertir nuestro país en una región bien hecha de la que los asturianos nos sintamos orgulloso”», proclamaba asimismo, y, sorpresivamente, se descolgaba con un discurso regionalista al que no le sobraba la lengua autóctona. Hablaba Cascos de “defender lo nuestro, nuestra lengua (el bable o asturiano), nuestra historia, nuestra etnografía, nuestro patrimonio industrial, paisaje, que Asturias sea de verdad un paisaje natural, como propuso con acierto [el expresidente socialista] Pedro de Silva”.
El anuncio había convulsionado la política asturiana; había sido rápida y caudalosa la afluencia de militantes hacia el flamante partido y ruidosa la euforia de una legión de simpatizantes. Cascos tenía su público —un público relativamente transversal— en un territorio alicaído, instalado en un eterno crepúsculo postindustrial que sucesivas administraciones tanto socialistas como populares no habían revertido ni detenido. Cierto ethos bonapartista y grandón muy asturiano, propenso a preferir las soluciones épicas —las de jugarse “la vida en una partida”, como escribiera de la revolución de 1934 el andaluz Pedro Garfias y Víctor Manuel convirtiera en himno extraoficial— al tejimiento paciente de una trama robusta de remedios pequeños, suspiraba por un deus ex machina que sacara al Principado del marasmo y llevaba tiempo queriendo verlo en Cascos, e implorándole serlo.
Cuando el antiguo ministro de Fomento se alza finalmente, a su banderín de enganche acuden desencantados tanto de derecha como de izquierda, y entre éstos, nada menos que Rafael Fernández Tomás
Cuando el antiguo ministro de Fomento se alza finalmente, a su banderín de enganche acuden desencantados tanto de derecha como de izquierda, y entre éstos, nada menos que Rafael Fernández Tomás, un pata negra del socialismo asturiano, nieto de Belarmino Tomás, el líder del Octubre asturiano, e hijo de los igualmente históricos Purificación Tomás y Rafael Fernández, revolucionario también en el 34 primer presidente de la región en democracia. Fernández Tomás se dará de baja no mucho después debido al “daño” hecho a su familia y entorno, pero lo hará no dejando de denunciar del PSOE contemporáneo no reconocerlo “como continuador de sus orígenes, ni ideológicamente ni en su moral pública”.
Lo que atrae a estos prosélitos no es tanto un proyecto como un relato. Cascos responsabiliza de la decadencia astur a un contubernio del que el nombre que le adjudica hará fortuna: pautu del duernu. Llama así la lengua asturiana, duernu —citamos el diccionario de la Academia de la Llingua— a un “recipiente grande d’una sola pieza que s’emplega pa salar la carne, pa recoyer la sidra que pinga en llagar, pa dar de comer al gochu”. Y es este último uso (al gochu: al cerdo) el que Cascos convierte en alegoría de la vieja conchabanza que denuncia y por la cual el PP y el PSOE vendrían repartiéndose el poder en la región, de tal manera de, en lo posible, blindar Oviedo como bastión popular y el Principado como bastión socialista, presentando, por ejemplo, candidatos flojos en el baluarte del otro.
A volcar el duernu del gochu bipartidista llama Cascos, y entre los seducidos se halla asimismo un tabor pequeño pero vistoso de viejas glorias del asturianismo; supervivientes de sucesivos y transversales naufragios que ven en Cascos, sus posibilidades ciertas de victoria y su aparente sensibilidad asturianista una ventana de oportunidad para ejercer una influencia inaudita en la política astur.
Cuatro meses después, el collage de entusiasmos así armado gana las elecciones, obtiene 16 escaños y forma gobierno, siendo además que, en las municipales celebradas el mismo día, Foro obtiene 158 concejales y la alcaldía de nueve conceyos. Entre ellos está Gijón, mayor ciudad de Asturias y la más grande de España después de Barcelona en la que el PSOE (que también pierde la plaza barcelonesa) gobierna ininterrumpidamente desde 1979. Una cirujana desconocida sin experiencia política previa, Carmen Moriyón, deviene entonces primera regidora derechista de la ciudad en democracia (y lo será durante ocho años). El éxito es rotundo y asombroso; la expresión patada al tablero se pensó para casos como éste.
Y sin embargo, es en ese mismo momento que el astro forista comienza a debilitarse, y de hacerlo no menos velozmente que ha eclosionado. Un año después de hacerse con la presidencia, Cascos, incapaz de aprobar presupuestos por falta de aliados —no los encuentra en la izquierda, pero tampoco, comprensiblemente, en el PP—, convoca elecciones anticipadas, seguro de obtener una arrasadora mayoría; pero, desgastado en un gobierno que no había escatimado en abrir conflictos, bloqueado en el parlamento por el frente anticasquista formado por PSOE, PP e IU y acosado por su enemigo mediático íntimo, La Nueva España —principal periódico asturiano, con el que mantiene una guerra abierta—, sufre una caída leve pero suficiente para que sea el sempiterno PSOE quien resulte vencedor y recupere el gobierno, presidido ahora por Javier Fernández.
Los 16 escaños de Foro, que ya han pasado a ser 12, en 2015 se reducen a tres, y en 2019 a dos; y en 2020 le quedarán solo tres alcaldías menores
Desarraigado así del humus nutricio del poder, Foro se marchita. Los 16 escaños, que ya han pasado a ser 12, en 2015 se reducen a tres, y en 2019 a dos. Alcaldías, a Foro le quedarán en 2020 sólo tres, y menores: Salas, Amieva, Peñamellera Alta y no ya Gijón, que el PSOE ha recuperado en 2019. Y el mapa del vigor institucional de Foro Asturias se completa mientras se escriben estas líneas con un diputado en Cortes Generales, obtenido merced a una coalición electoral con el PP y ocupado por Isidro Martínez Oblanca.
Entretanto, sucesivas deserciones que menudean en los últimos tiempos —la más notoria de las últimas, la de Cristina Coto, candidata en 2015, a Vox, que la ficha para las autonómicas de 2019— y un progresivo pase de Cascos a segunda fila: abandono de la presidencia del partido en 2015, de la secretaría general en 2018 y de todas sus responsabilidades orgánicas en 2019. Su sustituta, Carmen Moriyón, prestigiada por sus victorias y su gestión gijonesas y que concurre como candidata a las autonómicas de 2019, pero renuncia al acta de diputado considerando malos sus resultados y su responsabilidad asumirlos, aunque no abandona sus responsabilidades orgánicas.
Un célebre refrán asturiano sentencia que onde nun hai panchón, toos riñen, y toos tienen razón; y a Foro, así las cosas, eso mismo ha acabado sucediéndole. Casquistas contra moriyonistas: los primeros acusan a los segundos de mancillar o malbaratar el legado del papa emérito. Oficialmente, dos casus belli: la llingua asturiana, cuya posible declaración de cooficialidad vuelve a debatirse en la región —y que los casquistas acusan a los moriyonistas de querer—, y la relación con el PSOE, que Cascos acusa a Moriyón de pretender buena y estrecha. Oficialmente, porque extraoficialmente, como de costumbre todo es más prosaico, y es una deuda copiosa y de quién ser mercenarios a cambio de financiación el debate que caldea los ánimos. Los caldea mucho: tanto como para motivar filtraciones insidiosas de ida y vuelta, y por ejemplo, el abultado tren de vida del fundador a costa del partido.
Foroleaks
“Foro es un partido que se hizo en el año 2011 por Cascos y para Cascos. El que no se haya dado cuenta sabe muy poco de Foro”. Habla Raimundo Abando, empresario y expresidente del Puerto de Avilés, otro miembro de Foro de primera hora que, sin embargo, abandonó rápido el partido, ya en 2012, espantado —afirma— por la falta de “democracia interna” y “libertad de expresión” que en él halló. Y la imagen de un partido construido a mayor gloria de Cascos, y de nadie más, cobra enteros si se da crédito a una especie de reciente Foroleaks proveniente de miembros del sector moriyonista como José Antonio Roque Llamazares, alcalde de Peñamellera Alta: afirman que Cascos llegó a costar al partido entre 14.000 y 15.000 euros al mes entre sueldo de unos cinco mil euros, chófer y toda una intermitencia de abultados gastos de hotel y compras personales. Estos voluminosos emolumentos, Cascos dejó de cobrarlos en junio de 2019, y afirma haber renunciado a ellos de forma voluntaria, mientras que los afines a Moriyón aseguran que fue ella quien cerró el grifo por el coste que suponía para una organización con recursos menguantes.
Miembros del sector moriyonista afirman que Cascos llegó a costar al partido entre 14.000 y 15.000 euros al mes entre sueldo, chófer, abultados gastos de hotel y compras personales
Menguantes y, en realidad, negativos, rojos; una deuda cuantiosa —unos 300.000 euros— que a juicio de Daniel Ripa, secretario general de Podemos en Asturias y diputado en la Junta General del Principado, es la madre del cordero de lo que en Foro sucede, aunque se presenta entretejida de dilemas ideológicos: hay —interpreta Ripa— “una discusión estratégica entre un Cascos que busca la reunificación con el PP y otro sector, el de Moriyón, que entiende que, en un contexto de saturación de la derecha, con cuatro partidos irrelevantes compitiendo en la oposición por el mismo electorado, y siendo el más pequeño de ellos, Foro está condenado a desaparecer, pero hay una oportunidad de supervivencia en un discurso más centrista y en ser el diputado llave que garantice una legislatura cómoda para el PSOE sin necesidad de pactar con Podemos; en ese papel que podría desempeñar Ciudadanos pero que deja de desempeñar cuando gana la línea dura en Madrid y aquí se empiezan a cepillar a los favorables a pactar con el PSOE, los Juan Vázquez y compañía”.
Lo cierto es que el Foro moriyonistas ya ha dado muestras de novedosa amabilidad hacia los socialistas: uno de sus dos diputados, el moriyonista Adrián Pumares —y no así el casquista Pedro Leal—, allanaba recientemente la aprobación de los presupuestos propuestos por el Gobierno del PSOE —que, así, no necesita el apoyo de Podemos— para el próximo ejercicio. Desde el sector moriyonista, se justifica la decisión en base a “una voluntad de ser útiles que es nuestra obligación tener”, pero no sólo; también —explica un alto cargo del partido afín a Moriyón— a que “Foro dice en sus estatutos que es un partido de centro reformista” y eso pasa por “estar tan lejos de Vox como de Podemos y por evitar que se favorezcan pactos tanto con Vox como con Podemos”.
¿Qué obtendría Foro a cambio de esta entente cordiale con el otrora denostado PSOE? A juicio de Ripa, “asegurar sus propios ayuntamientos, con lo que ello favorece mantener cierta notoriedad” y la muy necesaria financiación, conseguida, por ejemplo, a través de una concesión de grupo parlamentario que, con sólo dos diputados, el reglamento de la Junta asturiana no amparaba en principio, y despertó algunas iras en Asturias porque significaba la aprobación paralela de otro grupo para Vox, además de a Izquierda Unida.
El PSOE, interpreta Ripa, “piensa muy probablemente en Foro; en ganarse un aliado potencial que le evite tener que llegar a acuerdos con Podemos. El problema es que Cascos tiene el control de uno de los dos diputados y el del Congreso, de donde viene una pasta mucho mayor que la que consiguen del grupo parlamentario asturiano y con la que yo creo que intentan asfixiar económicamente a los de Moriyón”. Juan Vega suscribe este análisis y lo resume: “El asunto de la relación con el PP y el PSOE —dice— no es ideológico; es a quién le sacamos más para seguir cobrando”.
La guerra de la llingua
Foro es, en este momento, no uno, sino, de facto, dos partidos. Los casquistas, considerando ilegítima a la dirección moriyonista, han llegado a lanzar su propia página web, sostenida por el grupo mixto del Congreso de los Diputados y que recoge iniciativas y comunicados de los dos diputados afines, así como cartas al director favorables a sus postulados y publicadas en los medios asturianos.Cartas como una de la simpatizante Cecilia Sierra, que denuncia así a Moriyón en La Nueva España: “La mujer sencilla y cercana que conocí en el 2011 se tornó en una presidenta de un partido que desatiende los estatutos y que ejerce la presidencia de forma dictatorial” y quiere “darle un cambio brusco al partido contrario a sus principios y su seriedad”. O una de la exdiputada Carmen Fernández en El Comercio, denunciando de Moriyón querer “aprovecharse de la estructura para crear una sucursal del PSOE”. El propio Cascos ha acusado a Moriyón de transformar el partido en “muleta del PSOE” para “perpetuar el inmovilismo en Asturias”, así como en “un chiringuito más sin normas”. No parece razonable —dice crípticamente el fundador— “confiar en raperos la dirección y consolidación de un festival de cante jondo”.
Foro es en este momento, de facto, dos partidos: los casquistas, considerando ilegítima a la dirección moriyonista, han llegado a lanzar su propia página web
Las decisiones organizativas concretas de Moriyón que más han irritado a los casquistas y motivan sus acusaciones de autoritarismo son dos: en primer lugar, la designación directa de tres vocales durante un Comité de Dirección del partido celebrado el 12 de noviembre de 2019, que Moriyón justifica en base a su “derecho”, con arreglo a las normas internas, de rodearse de personas de su entera confianza. En segundo, la apertura, en enero de 2020, de un expediente disciplinario a Pedro Leal, uno de los dos diputados foristas en la Junta —y que ha seguido siéndolo, de ahí el efecto Pimpinela con respecto a Adrián Pumares—, y el apartamiento de sus funciones como vicesecretario de Coordinación Institucional del partido acogiéndose a la desobediencia “descarada” de Leal del voto decidido por la dirección del partido de apoyo a los presupuestos y por “los insultos que vierte” contra su compañero aprovechándose de su posición institucional.
Leal, desde entonces, se ha despachado a gusto en los medios contra la exalcaldesa de Gijón, a la que acusa —lo hacía en una entrevista en APQ Radio— de haber “traicionado a los asturianos”, de presidir Foro “en un sentido bolivariano”, de encarnar una “vagocracia” y de causar “un daño irreparable” al partido con “esta aventura sin sentido y viaje a ninguna parte”.
Ambas decisiones, el nombramiento de los vocales y la expulsión de Leal, poseen para los casquistas un inconfesable nexo común: de los tres vocales, dos son partidarios de la oficialidad de la lengua asturiana, debate que, como ya se ha dicho, vuelve a cobrar fuerza en la región como resultado del viraje a su favor del PSOE, histórico opositor; Pedro Leal, en cambio, no lo es. ¿Lo es Moriyón, y persigue con estas decisiones apuntalar un viraje pro-llingua del partido? Tal denuncian los casquistas, y, ciertamente, hay algún motivo de peso para que el antiasturianismo recele: Moriyón, todavía alcaldesa de Gijón, acudió en septiembre de 2017 a la presentación del Proyectu 2018, una iniciativa de la Xunta pola Defensa de la Llingua Asturiana para, justamente, aprobar la oficialidad durante el año que le daba nombre.
Moriyón, todavía alcaldesa de Gijón, acudió en septiembre de 2017 a la presentación del Proyectu 2018, una iniciativa de la Xunta pola Defensa de la Llingua Asturiana para, justamente, aprobar la oficialidad durante el año que le daba nombre
Y en cuanto se anunció la posible candidatura de Moriyón para las autonómicas de 2019, fue grande y pública la ilusión despertada entre militantes asturianistas de la formación como José Luis Arias-Cachero, Felechosa, quien hablaba entonces elogiosamente de la recuperación de “el espíritu de 2011”. Del espíritu de 2011, porque aquellas primeras loas de Cascos a la llingua llariega en Mieres no acabaron germinando en nada apreciable en el decenio subsiguiente allá donde para Foro hubo poltrona gobernante, y Cascos, de hecho, acabará cargando contra Moriyón acusándola de querer convertir un partido “asturiano, autonomista y constitucional” en uno “asturianista, regionalista o nacionalista” y de, en lugar de proponer “las mejores alternativas” para solucionar los problemas de Asturias, presentarse “como un partido que se dedica a crearlos, como el intento de algunos de aprobar la oficialidad del asturiano”.
¿Apoyaría, así pues, un Foro moriyonista la oficialidad de la llingua? A juicio de un militante afín que prefiere mantener el anonimato, no, en absoluto: “Lo del asturiano es un camelo, porque Carmen Moriyón nunca se mostró favorable a la oficialidad, más allá de que diera pasos en tratar bien al asturiano como alcaldesa”. Se trata, dice este alto cargo moriyonista del partido, de “un debate forzado, impostado”, y nada quiere decir en sentido contrario —afirma— que, de los tres vocales nombrados por Moriyón, dos (Felechosa y Xicu Díaz), sean partidarios de la oficialidad: “En la directiva de Foro —argumenta— siempre hubo gente partidaria de la oficialidad, como Inaciu Iglesias; no es algo nuevo”. El partido —concluye— “no está a favor de la cooficialidad”.
Sea como sea, la guerra continúa, y de ella ironiza el periodista Xuan Cándano, fundador y director durante años de la extinta revista Atlántica XXII, que “se terminará como contaba el chiste que se terminaría el comunismo: con los dos últimos comunistas acuchillándose mutuamente”. Profundo conocedor de la política regional, Cándano hace hoy el siguiente análisis de la trayectoria de Foro, a casi diez años de su fundación: “Se dio la paradoja —diserta— de que este hombre analizó perfectamente la situación; el hartazgo de la sociedad asturiana hacia el bipartidismo, porque el pacto del duernu era verdad, pero cuando llegó al gobierno, es decir, cuando ya había hecho lo difícil, fue cuando empezó a fracasar”, cuenta Cándano.
Continúa: “En primer lugar, con alguna excepción, no formó un buen gobierno, con profesionales brillantes salidos de la vida civil. En segundo, su pulsión autoritaria, ese general secretario que Cascos siempre fue, empezó a pasar factura, y al poco de comenzar la aventura aparecieron las primeras deserciones, como la de Gonzalo Botas, que era su portavoz. Después vino el gravísimo error político, de principiante, de disolver la Xunta creyendo que iba a arrasar en las autonómicas anticipadas porque lo decían las encuestas, que carga el diablo”.
A juicio de Cándano, “a Cascos le sucede en parte lo que en su día le sucedió a Xuan Xosé Sánchez Vicente [fundador y líder del regionalista Partíu Asturianista, con representación parlamentaria autonómica durante toda la década de los noventa], otro tipo capaz e ilustrado y con un discurso regeneracionista muy acertado. Lo llamaban el Ocalitu, porque no dejaba crecer nada a su alrededor. Empezaron a aparecer, en el PAS, líderes políticos con una cierta proyección y él impidió absolutamente que eso medrara; y con Cascos, lo mismo”.
Con el análisis de Cándano coinciden Juan Vega y Raimundo Abando. Para Vega, Foro es un muerto andante sin redención posible desde hace ya muchos años; y concretamente, “hizo implosión cuando se vio que era más de lo mismo. Disolver el Gobierno ante la falta de respaldo del PP a los presupuestos fue el principio del fin. Ahí se demostró que aquello era una sociedad unipersonal al servicio de la provisión de ingresos de su creador que nada tenía que ver con las aspiraciones de la gran masa de los que lo apoyamos. Lo que vino después fue una rápida catástrofe: decisión a decisión, él mismo demolió lo que había creado hasta arrasarlo”.
Abando, por su parte, sí cree en un posible futuro para Foro, aunque su opinión no rebate en realidad la de Vega: “El que pretenda continuar Foro sin Cascos —dice— está abocado al desastre, y la única manera de que Foro perdure es que alguien asturiano, una persona de valía, una persona conocida, avalada por Cascos, tome las riendas. Sin el aval de Cascos no hay nada que hacer”.
El tiempo dirá.
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