Opinión
Las lecciones de Chanel

El tercer puesto de Chanel en Eurovisión es tan importante porque su presencia trasciende los círculos de debate de siempre para convertirse en un tema mainstream, que es justo lo que necesita al antirracismo para dar el salto al debate público masivo.
Chanel eurovisión 02
16 may 2022 09:05

Poco antes de la gran final del Festival de Eurovisión, donde obtuvo para España un histórico tercer lugar, Chanel dio una entrevista en la que afirmó que muchas niñas racializadas, al verla, sabrán que ellas también tienen posibilidades. Y añadía: “Soy una mujer racializada sobre el escenario haciendo lo que quiere, siendo libre”.

Primera lección: si hay algo que nos tiene que quedar claro —de una vez por todas— es que no se puede seguir ignorando la diversidad étnico-racial de España. Continuar con el relato de la España blanca es, a estas alturas, una actitud tan racista como ridícula. Además de los datos históricos y empíricos que lo contradicen, este argumento implica quedarse obsoleto ante una realidad aplastante: las personas racializadas, pertenecientes a los pueblos históricamente oprimidos por Occidente, vamos a tener cada vez mayor presencia dentro del Estado español. Punto. Y no porque las instituciones quieran abrir las puertas, sino porque se verán obligadas a abrirlas.

Ya no se puede detener el ímpetu de nuestra determinación por hacernos ver y oír. Hace tiempo que venimos demandando nuestra presencia en diferentes espacios. Lo comenzamos a exigir en aquellos ámbitos donde se estaba hablando de nosotras sin nosotras, y por eso ahora nos invitan a ser parte de formaciones políticas, ocupar escaños en el Congreso o puestos en el Gobierno. Por lo demás, tienen claro que el discurso del “salvador blanco” ya no se sostiene y que nuestra presencia da coherencia a sus discursos y legitimidad entre sus votantes.

Si hay algo que nos tiene que quedar claro de una vez por todas es que no se puede seguir ignorando la diversidad étnico-racial de España. Continuar con el relato de la España blanca es, a estas alturas, una actitud tan racista como ridícula

El camino es largo y lo estamos construyendo poco a poco. Gracias a la ardua pedagogía y militancia antirracista política que miles de personas realizan en todo el territorio español desde diversos cuerpos, voces y experiencias, se ha logrado instalar el debate del racismo como un sistema mayor de opresión más allá de la clase y el género. Un relato que poco a poco se ha ido extendido a los medios de comunicación, cuestión de vital importancia para continuar con la siguiente fase que consiste en ocupar espacios en todas las esferas de la sociedad, no solo en el espectro de los movimientos sociales, la izquierda y el feminismo.

Por eso el triunfo de Chanel en el Benidorm Fest, junto con su tercer puesto en Eurovisión, son tan importantes. Porque su presencia trasciende los círculos de debate de siempre para convertirse en un tema mainstream, que es justo lo que necesita al antirracismo para dar el salto al debate público masivo.

Chanel Eurovisión 01

En este sentido, Chanel vino a ser una bofetada al mito de la España blanca. Pese a la lluvia de críticas racistas y sexistas que recibió —recordemos que la acusaron de promover el machismo, de no tener legitimidad para representar a España por ser “extranjera”, y que incluso Unidas Podemos llevó al Congreso el sistema de elección del Benidorm Fest por falta de transparencia y que CC OO exigió “dejar sin efecto” su designación—, Chanel continúo adelante con orgullo y determinación, al punto de obtener un histórico tercer lugar para un país que hacía 38 años no conseguía estar entre los tres primeros puestos de este certamen.  

Ante este resultado, ¿qué hicieron los que ayer la criticaban? Tragarse sus palabras y felicitarla públicamente. ¿Oportunismo? ¿Lección de humildad? Que cada quien saque sus conclusiones.

Sexualización, prostitución y las confusiones del feminismo blanco

La segunda lección que nos deja Chanel es que tenemos que aprender a diferenciar la sexualización que otros hacen del cuerpo de las mujeres, de la libertad que tenemos las mujeres para expresar nuestra sexualidad como nos plazca.

Decir que Chanel refuerza el machismo por cómo se viste y baila se parece peligrosamente al “si no quieres que te violen no vistas de forma provocativa”. Igual que somos capaces de entender que la culpa es del violador y no de la chica que iba con tacones y minifalda, debemos dejar de responsabilizar a las mujeres por el patriarcado y sus males. Primero, porque el patriarcado y su mirada sexualizante y cosificante ha existido desde siempre, y segundo, porque éste no puede depender de nuestra autocensura al momento de vestirnos y expresarnos. 

La segunda lección que nos deja Chanel es que tenemos que aprender a diferenciar la sexualización que otros hacen del cuerpo de las mujeres, de la libertad que tenemos las mujeres para expresar nuestra sexualidad como nos plazca

Una mujer que está cómoda con ropa suelta es tan respetable como aquella que prefiere la ropa ceñida. Ni una ni otra deberían ser criticadas por cómo visten, y mucho menos se las debería culpar de nada por este motivo.

Se dice también que Chanel canta una canción escrita por un hombre y que la letra de SloMo promueve la prostitución. Sobre lo primero, es curioso ver cómo se recurre a argumentos que en otros casos no se señalan. ¿Se realiza este análisis tan riguroso con las referentes musicales, del teatro, el cine y la televisión del feminismo blanco? ¿Se vigila si son las autoras de las obras que interpretan? Parece de perogrullo, pero hay que recordar que las artistas también interpretan obras que no son propias.

Respecto al segundo aspecto, aferrarse a una sola palabra (daddy) para sostener que la canción SloMo es un alegato a favor de la prostitución me parece tan absurdo que ni siquiera entraré en ese detalle. Lo que sí diré es que con esta alusión volvemos al debate de siempre. El feminismo blanco —y cuando digo feminismo blanco no me refiero a personas, sino a una ideología que profesan no solo mujeres/feminidades blancas— tiene una obsesión con el uso que le damos a nuestros coños.

Para explicarlo de manera sencilla, da igual si un trabajo pone en riesgo la salud mental y física de una mujer y daña irreparablemente, por ejemplo, su espalda, riñones, piernas y brazos, nunca veremos a una mujer que profesa el feminismo blanco abogar por la abolición de esta actividad. Como mucho, pedirán regularla, legislarla, pero nunca abolirla. El abolicionismo entra en acción única y exclusivamente cuando se trata de nuestros coños. Esto es lo que yo llamo ¡la santificación del coño!

Por eso nunca veremos movimientos abolicionistas de los trabajos de camarera de piso o de recolectora de fruta. No importan el deterioro físico y mental, los dolores crónicos, ni que mujeres de 40 años padezcan enfermedades propias de mujeres de 80.  No importa por la simple razón de que ahí no hay coños en juego.

En lugar de criticar el trabajo sexual, confundiéndolo a veces de forma interesada con la trata, el feminismo blanco debería estar ahora volcado en apoyar la campaña del movimiento RegularizaciónYa, que está tratando de reunir 500 mil firmas para lograr la regularización administrativa de 500 mil personas sin papeles, a través de una Iniciativa Legislativa Popular (ILP).

¿Qué está haciendo el feminismo blanco aliado en esta campaña?, ¿en qué calles están instalando las mesas para pedir las firmas que podrían ayudar a que miles de mujeres migrantes sin papeles obtengan un permiso de trabajo y puedan —si así lo desean— dejar el trabajo sexual? Eso es actuar de aliada. No decirle a una mujer adulta lo que puede hacer o no con su cuerpo.

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