Elena Mingfang, autora de ‘Chinitas’: “Los insultos más fuertes los recibimos cuando somos niñas”

La periodista especializada en cuestiones de género aborda las limitaciones del movimiento feminista para interpelar a las mujeres racializadas en su primer ensayo.
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Ona Cano Elena Mingfang, autora de Chinitas. Racismo y fetichización, editado por Kaótica Libros
2 oct 2025 06:00

Elena Martí nació en China en el año 2000 con el nombre Ming Fang. En su biografía de autora, leemos que “fue víctima de la política del hijo único y al cumplir un año fue adoptada por una familia española”. La periodista especializada en cuestiones de género publica el ensayo Chinitas. Racismo y fetichización en Kaótica Libros, con un prólogo de Susana Ye que lo elogia como “una obra de referencia en España escrita en el contexto actual” y “que necesitaba el feminismo asiático”. Chinitas se une, así, a obras como Contra el feminismo blanco de Rafia Zakaria o El feminismo ya fue de Mikaelah Drullard en su crítica a las limitaciones del movimiento feminista para interpelar a las mujeres racializadas.

¿Cómo nace esta investigación sobre el racismo y la fetichización hacia las mujeres asiático-descendientes en España?
Primero empecé a participar en el movimiento feminista. Después estuve leyendo e informándome sobre antirracismo. Por ejemplo, leía a escritoras como Desirée Bela-Lobedde y aunque me sentía muy identificada también notaba que había diferencias. Los sentimientos que yo tenía eran bastante parecidos a los que describen muchas divulgadoras antirracistas pero las experiencias no son las mismas. En el cuarto año del grado de Periodismo ya sabía que quería hacer un proyecto sobre antirracismo asiático. No sabía si iba a ser una investigación o si iba a ser un reportaje periodístico, pero sentía que necesitaba explicaciones teóricas sobre mis experiencias. Este libro es resultado de mi Trabajo de Fin de Máster de Investigación aplicada a estudios feministas, de género y ciudadanía.

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Elena Martí nació en China en el año 2000 con el nombre Ming Fang. Ona Cano

Este ensayo menciona que las mujeres chinas son de las más olvidadas del antirracismo. Esto a algunas personas les puede sonar extraño porque existe la creencia de que no hay racismo contra las personas chinas y asiáticas, quizá porque algunos de los estereotipos que sufrimos son supuestamente positivos.
Sí creo que son de las más olvidadas, y lo dicen las mismas mujeres a las que he entrevistado en la investigación. Cuando yo empecé en el movimiento feminista y no sabía que había un feminismo blanco hegemónico me sorprendía que no se tuvieran en cuenta las protestas de otras mujeres, por ejemplo, las de las mujeres migrantes y racializadas que trabajan en la fresa. Pero estos “grandes olvidos” también pasan en el antirracismo como movimiento general.

No quiero convertir esto en ninguna lucha de antirracismos, pero es cierto que con las mujeres asiáticas a veces hay un racismo que podríamos decir, entre comillas, es más “suave”, ese típico “yo no soy racista pero… digo que ‘voy al chino’”, o el que me llamen “chinita” pero se justifiquen diciendo que lo hacen sin mala connotación. Y porque no hay un historial tan claro en comparación, a, por ejemplo, el racismo policial contra la comunidad afrodescendiente en Estados Unidos, etc. En nuestro caso no se tiene demasiado en cuenta qué podemos sentir respecto a determinados comentarios racistas que están muy, muy normalizados.

“sé que hay muchísimas chicas chinas adoptadas que viven racismo en su día a día y no saben que lo es. Saben que hay algo que está mal y que no encaja. hasta que no conocí el antirracismo no me di cuenta de que tiene un nombre”

De hecho creo que eso influye en que a las propias mujeres de la diáspora asiática nos cueste tomar conciencia. Si efectivamente hay una percepción social de que el racismo que sufrimos es más “suave” (en el caso, que dudo, de que se pueda designar como “suave” ninguna clase de racismo), quizá entonces también nos cuesta detectarlo o distinguirlo. El tomarnos ciertos actos de violencia solo como “microrracismos” puede llegar a paralizarnos o a disuadirnos de participar políticamente, porque les quitamos importancia. No tenemos el vocabulario adecuado para describirlos y podemos incluso sentirnos culpables de quejarnos.
Justo una de las personas a las que entrevisto decía que ella veía vídeos en el medio Afroféminas y sentía que no debía quejarse de racismo porque no estaba sufriendo esos niveles de barbaridad. Pero una cosa no quita la otra y no quiere decir que lo que a nosotras nos pase no sea importante. De hecho, quizá como comunidad debamos aprender las unas de las otras porque las situaciones que vivimos son todas muy variadas y complejas. Por ejemplo, yo misma no soy una persona migrante. Pero en mi experiencia personal sé que hay muchísimas chicas chinas adoptadas que viven racismo en su día a día y no saben que lo es. Saben que hay algo que está mal y que no encaja. Pero hasta que yo no conocí el antirracismo no me di cuenta de que tiene un nombre.

En el libro podemos acceder a la lectura completa de las entrevistas, que muestran la diversidad en torno a la experiencia de las mujeres racializadas asiáticas. Hay un momento donde preguntas si sienten que el antirracismo o el feminismo las ha arropado y las respuestas son muy variadas. En muchos casos, hay una ambivalencia porque ni el antirracismo ni el feminismo por separado las han interpelado por completo. La interseccionalidad es pilar de tu trabajo. Sin embargo, creo que la palabra “interseccional” ha sido muy saqueada y se ha quedado un poco vacía de significado porque solo la vemos en el discurso y no en la práctica.
En una entrevista se menciona ese tema como una multiplicación, no una suma, de opresiones, pero como has dicho, también creo que es una palabra que se está quedando solo en el discurso de la gente más concienciada. Quizá es complicado llevarla a la práctica porque una lucha social siempre es muy compleja y tiene que tener en cuenta un abanico muy amplio de factores. Encontrar un punto medio es complicado. Yo en la investigación en vez de, por ejemplo, buscar las frases o datos que a mí me pareciese concordaban con lo que yo quería transmitir, al final ha sido más la intención de escuchar sin prejuicios a cada entrevistada. ¿Cuáles han sido sus experiencias? ¿Qué las ha condicionado? Hay mujeres chinas adoptadas, migrantes, hijas de migrantes, asiático-descendientes… y dentro de lo común todas tienen diferentes perspectivas.

Este es un libro que a mí me habría gustado leer cuando yo estaba en la carrera: que dijera que es normal que, por ejemplo, te molesten y enfaden ciertas cosas, porque todo eso tiene una explicación

¿Cuál está siendo la respuesta de las lectoras y lectores?
Además de los mensajes de personas blancas, recuerdo que me emocionó mucho el mensaje de una chica asiática que me dijo que mi ensayo le había ayudado. Al final es uno de los principales objetivos del libro, la verdad. En mi cabeza estamos todas un poco conectadas y este es un libro que a mí me habría gustado leer cuando yo estaba en la carrera: que dijera que es normal que, por ejemplo, te molesten y enfaden ciertas cosas, porque todo eso tiene una explicación.

En investigación académica prevalecen los trabajos realizados por personas que no pertenecen a la comunidad que estudian. En tu caso tú sí tienes conocimientos personales desde lo vivencial. ¿Cómo ha sido abordar un tema como este desde España, donde además no hay mucha producción teórica desde la propia comunidad (aunque cada vez más)?
Tenía claro que debía acotar el contexto a ser una mujer asiático-descendiente en España, estilo el libro Ser una mujer negra en España de Desirée Bela. Obviamente luego cuando te pones a investigar es complicado porque empiezan a aparecer muchos sub-temas. Por ejemplo, el de la adopción, el de la representación, el de los orígenes. También fue un proceso solitario porque es normal que el profesorado en la universidad vaya un poco a la suya, y yo tenía miedo de que mi tema no interesara o que incluso ofendiera, porque todas mis profesoras y profesores eran personas blancas. Me daba un poco de miedo que se sintieran interpelados negativamente. Afortunadamente no fue así, pero yo venía ya de una mala experiencia en mi Trabajo Final de Grado de Periodismo sobre feminismo interseccional.

En el caso del Máster, mi profesorado y compañeras relacionaban el racismo solo con las mujeres negras, y honestamente, mi cara era un poema cuando lo decían. Pensaba “¿pero no estás viendo que soy la única persona racializada en la sala?”. Así que también sentí cierta presión respecto a que, si no lo contamos nosotras o si no lo investigaba yo desde mi perspectiva, que intenta ser respetuosa y fidedigna porque me siento muy cercana a las personas a las que entrevisto, pues entonces no lo iba a hacer nadie. Sí debo decir que terminó siendo un proceso enriquecedor en que aprendí muchas cosas y resolví muchas incógnitas que tenía. 

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¿Qué destacarías de las conclusiones o de los resultados de la investigación?
Yo no sabía lo que era el trauma racial. Y hasta que no pones nombre a algo, no existe. Por ejemplo, ir por la calle, que se te acerquen adolescentes y ponerte tensa, porque quizá te vayan a chillar “china” o “chinita” y a reírse de ti. Claro, me ha pasado tantas veces que mi cuerpo reacciona sin pensar. Saber que era un trauma racial, ponerle nombre, y descubrir que no me pasaba solo a mí fue totalmente revelador. ¡No estás loca porque también le pasa a muchas otras mujeres!

Igual que muchas experiencias de racismo en relaciones sexo-afectivas, o todo el tema de la representación. Criarnos en España sin representación nos ha dejado desprotegidas. Vamos un poco a ciegas. De pequeñas solo podíamos ser Mulán de las princesas Disney, y ya está, y yo no lo quería ser. Al final, las entrevistas que hice eran para la investigación, pero a mí me sirvieron un poco como terapia, y me hicieron sentir acompañada. Así que no sé si fueron grandes descubrimientos a nivel de investigación, pero sí lo fueron a nivel personal. 

al ser adoptadas, nuestros círculos normalmente son blancos y dependiendo (otra vez) de la suerte que tengas, te van a entender o no. Porque a muchas chicas en su entorno no las entienden

Creo que hay tanto peso en esa parte racial de nuestra identidad que nos vemos forzadas a identificarnos con Mulán, una mujer de la antigua China que se corta el pelo para sustituir a su padre en un entorno patriarcal. O que incluso creamos que nos tenemos que relacionar con alguien como London Tipton, el personaje más rico y pijo de Hotel, dulce hotel. Cuando hablamos de referentes también hablamos del privilegio que tienen las personas blancas de que pueden encontrarlos casi sin esfuerzo. Enciendes la tele ¡y hay personas blancas! Obviamente no siempre es tan sencillo. Las personas blancas queer o discapacitadas también tienen poquísimos referentes. Al final, la identidad es compleja y no se reduce a solo una cosa. En ese sentido, también quiero preguntarte por la adopción como otro eje de opresión. Tu biografía de autora en el libro dice, de hecho, “víctima de la política del hijo único”. El tema de la adopción sigue siendo un poco tabú, pero si pienso en activistas antirracistas asiáticas cañeras me viene por ejemplo Leyao Rovira, que habla habitualmente de este tema de forma crítica.
Bueno, es que esa biografía refleja el hecho de que hoy esté aquí. Ya hemos comentado que al final cada persona tiene su experiencia. En la universidad yo era la única persona asiática en mi clase, pero es que eso me lleva pasando siempre. Máximo éramos… dos. Y que mi familia me adoptara me ha ayudado a hacer este camino. Yo vi en su momento el documental One Child Nation (2019) y me abrió muchísimo los ojos. Yo no sé dónde me encontraron porque a mí me dicen que me encontraron en un sitio, pero en el documental se explica que es el mismo sitio que le decían a todo el mundo. Quiero decir… que yo realmente podría no estar aquí, podría haber muerto entonces, así que he tenido suerte porque tengo una familia que me ha podido dar todos estos medios para hacer esta investigación y llegar adónde estoy ahora. Tampoco sé si llamarlo suerte pero es como que se suele decir…

Después, al no tener ya más conexión con otras chicas chinas adoptadas no fue hasta la adultez que empecé a leer a Quan Zhou o a ti, y para mí, vosotras quizá podéis acercaros más fácilmente a la cultura china. Porque nosotras, al ser adoptadas, nuestros círculos normalmente son blancos y dependiendo (otra vez) de la suerte que tengas, te van a entender o no. Porque a muchas chicas en su entorno no las entienden. Una cuenta de Instagram que había antes, llamada @antiracismoasiático, llevada por Inés Herrero, me abrió mucho los ojos respecto a cómo la adopción nos intersecciona. Ella después no siguió con la cuenta porque hacer activismo es mucha carga mental. Alicia Martínez ahora también habla mucho de este tema, de que, por ejemplo, siempre parece que no eres lo suficientemente agradecida por el hecho de haber sido adoptada. Claro que agradezco a mis padres, pero también es cierto que yo no pedí nacer y tampoco pedí ser adoptada. Por otro lado, existe el estigma de no ser hija biológica. Como los típicos dichos de ser “hermanos de sangre” o “familiar de sangre”. Pero mis padres y yo no somos de sangre y me han querido igual.

La autora del óleo de la cubierta de tu libro es Marta Qin, que también aparece en el documental que RTVE lanzó en mayo de este año sobre mujeres chinas adoptadas. El cuadro se titula Puta china de mierda vete a tu puto país. Es fuerte que un cuadro cuyo título es un insulto tan agresivo retrate a una niña pequeña, la propia pintora en su infancia. Título e imagen reflejan muy bien la violencia hacia los cuerpos racializados: al final, a los agresores en la calle les da igual si tu familia es china o española, si eres una niña o una mujer adulta.
Lo más triste es que te lo hacen cuando más niña eres. Ahora no recibo tantos insultos como cuando era pequeña. La sociedad ha cambiado un poco ahora, pero da mucho que pensar que los insultos más fuertes los recibamos cuando somos niñas.

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